lunes, 30 de marzo de 2009

De camino al instituto

Era el primer día de clase, y jueves. Me sonó el despertador a las siete y media. No estaba acostumbrada a levantarme a esas horas. Después de todo un verano levantándome a las diez u once, esas horas no me parecían normales. Pero era lo que tocaba ahora.
Me fui directa a la cocina a desayunar. Allí ya estaba mi madre haciéndonos el desayuno a los tres. Ella pronto se iría a trabajar. Siempre venía un compañero suyo de trabajo a por ella. Al principio mis hermanos y yo pensábamos que tenía una especie de relación con este chico. Pero poco a poco nos fuimos dando cuenta de que no era así.
Me senté en la mesa con el vaso de leche. Apoyé la cabeza en la mesa. Tenía mucho sueño. No sabía si iba a resistir todo el día. Oí una voz:
- ¿Qué pasa pequeñaja? ¿Qué hay sueño o qué? – oí que decía mi hermano mientras me daba una palmada en la cabeza.
- Pues si, la verdad. No se como tú puedes estar tan normal – dije tocándome en el sitio donde Isaac me había dado la palmada en la cabeza.
- Es lo que hay.
- Por cierto, sabes que no me gusta que me llames pequeñaja. Me hace sentir…
- ¿Pequeña? Es que es lo que eres – soltó una carcajada. Mi madre le miró con mala cara. Paró de reírse en ese instante. – Vale, mamá, ya paro.
- Así me gusta – añadió ella.

Oímos como alguien desde la calle tocaba el claxon de un coche. Mi madre nos dio un beso a Isaac y a mí.
- Portaros bien en clase, ¿eh? No hagáis nada malo. Y decirle a Carla que no tarde mucho que o sino vais a llegar tarde a clase.
- Si mamá – dijimos Isaac y yo al unísono.

Cerró la puerta. Mi hermana bajo en ese momento de su habitación. Iba ya vestida y arreglada. Su larga melena rubia la había ondulado tímidamente. Me gustaba como le quedaba. Había optado ese día por una mini falda vaquera que dejaba al descubierto sus largas piernas, con una simple camiseta que realzaba su figura. En los pies, unas sandalias. Adoraba a mi hermana. Era perfecta, y todo el mundo se lo hacia saber. Además, en los estudios le iba muy bien. Era de las más listas de la clase. Lo tenía todo: belleza, glamour, inteligencia…pero le faltaba una cosa: simpatía. Se lo había creído tanto, que poco a poco eso que sí que había ido desapareciendo.
- Hola enanos – fue lo que dijo cuando apareció por la cocina. Se dirigió directamente a Isaac a darle un beso de buenos días. Después se acercó a mi, y me lo dio en la cabeza. Puse los ojos en blanco.
- ¿Qué pasa hermanita? – le dijo Isaac desde el fregadero mirándola de arriba abajo. - ¿Y ese modelito de hoy a que se debe?
- Por nada en especial, como es el primer día, quiero causar buena impresión.
- Pero si la impresión ya la causaste cuando entraste hace años al instituto por primera vez… - añadí mirando detenidamente el vaso de leche que aun tenía delante de mis narices.
- Si, pero…esas cosas se van perdiendo. Por cierto, ¿aún estás en pijama Leire? No se a que estás esperando para arreglarte.
- Yo me arreglo en veinte minutos y lo sabes. – me bebí la leche de un trago y me subí arriba a cambiarme.

Yo era mucho más sencilla que mi hermana. Me puse unos pantalones pitillo, la primera camiseta que tenia por el armario, y las manoletinas que me hicieran conjunto con la camiseta. El pelo, simplemente suelto. Me gustaba como me quedaba. Me maquillé muy poco, no me gustaba ir demasiado cargada.

Bajé al comedor. Carla se estaba retocando en el espejo de la entrada. Hoy el claxon de un coche fuera.
- Me voy – dijo Carla.
- ¿Cómo que te vas? ¿Con quién te vas? – le pregunté.
- Con Eric. Me va a llevar a clase. Es que sus padres le han comprado un descapotable y quiere fardar de coche delante de todo el insti, y claro...yo no podía faltar.

Carla y Eric no eran novios, pero todo el instituto sabía que entre ellos había algo más que amistad. Casi siempre estaban juntos, y cuando se realizaba alguna fiesta que otra siempre acababan enrollándose.

Cerró la puerta. Mi hermano bajó corriendo:
- ¿Nos vamos?
- Carla se acaba de ir con Eric en el coche. Así que hoy nos vamos tú y yo solos para el instituto.
- ¿Sí? Pues ves a mi habitación a por los cascos que hoy nos vamos en moto.
- Isaac, sabes que a mamá no le hace gracia que te lleves la moto al instituto.
- Pero mamá no se va a enterar, ¿verdad? Además, no creo que le moleste cuando le digamos que íbamos los dos solos. Venga, sube a por ellos.

Subí en cuatro blincos las escaleras y cogí los cascos que Isaac tenía en su habitación. Bajé de inmediato. En la calle, le di su casco y mientras se lo ponía me subí en la moto detrás de él.
- Agarrate fuerte Leire, que nos vamos.

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Presentación

Empezaba 4º de la ESO en el instituto. Vería a todos mis amigos del colegio. Después de todas las vacaciones en el pueblo, por fin podría estar con ellos de nuevo.
Lo siento, no me presentado. Soy Leire, y tengo 15 años. Mido 1.70, 56 kilos y tengo el pelo castaño oscuro, largo y rizado. Mis ojos son marrones verdosos.
Mi madre, que es la persona a la que más quiero, es separada. Nuestro padre nos abandonó cuando yo tan solo tenía 4 años. Digo nosotros, porque tengo dos hermanos más.
Carla, es la mayor de todos. Tiene 17 años y esta en el último año del instituto. Este año tendrá la selectividad, y está muy nerviosa por ello. Es mucho más guapa que yo (eso salta a la vista). Es la típica chica popular, 1.75 de altura, rubia con reflejos más oscuros, ojos verdes…todos los chicos del instituto conocían a Carla, y sino lo hacían, es que no estaban en el mismo planeta que todos los demás.
Isaac, es el mediano. Tiene un año más que yo, por lo que mi madre se dio prisa en tenernos a los tres. Es moreno, mide 1.85 y tiene los ojos verdes como Carla. La verdad es que no se como yo he salido con los ojos diferentes. Isaac, al igual que mi hermana, tenía a medio instituto detrás de él. Y es que, además de ser de lo más guapo que he visto en mi vida (y no lo digo porque sea mi hermano), era muy simpático y agradable con la gente. Y claro, eso eran puntos a su favor. Todo lo contrario pasaba con Carla.



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