miércoles, 30 de diciembre de 2009

La ropa es muy importante.

Llegamos al centro comercial. Durante todo el camino estuve hablando con Nanni y Auro de diversos temas, y se me pasó el trayecto volando.
Dafne, Cynthia y Carla dijeron que iban a ir a comprarse algo de ropa para el botellón. Los chicos ya se habían encargado de decirles el plan para la noche del sábado. Nosotras decidimos hacer lo mismo, así que nos fuimos con ellas. Los chicos, en cambio, se fueron a los recreativos a echarse alguna partida a los bolos.
Las seis nos fuimos a varias tiendas de ropa. Vimos como Carla y las demás se probaban unos vestidos de infarto. Me dio envidia. Yo también me quería comprar algo que dejara boquiabierto a Edgar, pero si mi madre me veía con algunos de esos vestidos, seguro que hacía que me lo quitara.
- ¿Cómo me queda? – Carla salió de uno de los probadores con unos leguins negros de cuero y una camisera larga muy ajustada que dejaba a la luz todas sus curvas. Se dio media vuelta. Saltaba a la vista su figura. En los pies llevaba unos tacones de ensueño. Me encantó.
- Te queda genial, Carla. – le dije.
- Lo sé. ¿Crees que me lo debería de comprar?
- Si luego me lo vas a dejar todo… ¡por supuesto! – sonrió y se metió en el probador de nuevo.

Dafne se compró un vestido muy atrevido y Cynthia una falda bastante corta. Yo no quería comprarme nada. Aún tenía en el armario ese vestido rojo bastante corto que todavía no había estrenado. Veía un poco de avariciosa comprarme algo cuando todavía ese vestido no lo había usado. Además, tenía ganas de ponérmelo. Quería ver la cara que ponía Edgar cuando me viera aparecer con ese modelito.
Carla salió de esa tienda con las manos repletas de bolsas. Le encantaba comprarse ropa. Esperaba que luego parte de esa ropa me la dejara. Gastábamos casi la misma talla, y nos podíamos intercambiar las prendas.
Fuimos a los recreativos, donde se encontraban los chicos. Algunos estaban jugando a los bolos, otros, en cambio, se entretenían jugando al futbolín o al billar. Dejamos las cosas en unas sillas y nos pusimos a mirar como jugaban. Me estaban entrando ganas de jugar con ellos al billar, así que me levanté y me puse al lado de Isaac y Edgar, que eran los que estaban jugando en ese momento.
- ¿Cómo vais? – pregunté.
- Voy ganando. – me contestó Edgar. – Como siempre.
- De eso nada. – se quejó Isaac. – Aún puedo ganarte.
- Si, no sueñes… - ambos rieron. Yo no entendí el por qué de esa risa, pero me uní a ellos.

Me levanté y me dirigí hacia la pista de bolos. Allí estaban el resto de los chicos y todas las chicas. Cogimos unos zapatos que fueran de nuestro número, y en varias pistas, empezamos a jugar. Pronto se agregaron Edgar e Isaac.
Después de pasar casi una hora jugando a los bolos, decidimos volver a casa. Ya era cerca de la hora de comer, y los padres no debían saber que nos habíamos saltado las clases. Con malas caras y un poco de tristeza, cogimos nuestras mochilas y demás cosas y nos dirigimos hacia nuestras casas.
En el camino, los chicos no paraban de hacer tonterías y de empujarse los unos a los otros. En cambio, las chicas los mirábamos extrañadas y nos reíamos de la situación. Cerca del instituto, nos despedimos todos, y Carla, Isaac y yo nos dirigimos hacía casa.
- Ni una palabra a mamá, ¿eh? – dijo Carla mientras guardaba las bolsas con la ropa en su mochila.
- Eso estaba claro. En este marrón estamos metidos todos, y esto debe llevarse a la tumba. – dijo Isaac. Yo asentí con la cabeza.

Entramos todos a casa. Dejamos las cosas cada uno en nuestra habitación y bajamos a la cocina a comer. Mi madre, como todos los días, tenía ya la comida preparada.
- ¿Qué tal os ha ido el día? – preguntó una vez estábamos todos sentados en la mesa.
- Bien, muy bien. – contestó Isaac mientras se llevaba a la boca una gran cucharada de arroz.
- Me alegro. Espero que estéis estudiando y llevéis los deberes y las obligaciones al día, ¿eh?
- Si, no te preocupes mamá. – la tranquilizó Carla. No podíamos decirle que nos habíamos saltado las clases. Nos reñiría. Y lo peor de todo: seguro que nos castigaría.
Después de comer subí rápidamente a mi cuarto a hacer los deberes que habían mandado las tres primeras horas de clase. Mi madre me había removido la conciencia. Además, no era normal que hubiéramos faltado a clase seis personas. Seguro que al día siguiente los profesores nos preguntarían donde habíamos estado. Debía de inventarme una buena excusa. Sobretodo que fuera creíble.
“Toc, toc”. Carla entró inmediatamente después. Llevaba puesto la ropa que se había comprado esa misma mañana. Le encantaba probarse la ropa que se había comprado para ver que le quedaba realmente de infarto. Dio un par de vueltas sobre si misma.
- ¿Qué te parece?
- Ya te lo he dicho esta mañana en la tienda…estás estupenda. Me encantan esos leguins. – sonreí.
- Lo sé. No te preocupes, que te los dejaré. ¿Y tú que te vas a poner? – me levanté de la silla del escritorio y le saqué de mi armario el vestido rojo que aún conservaba la etiqueta. – Es precioso, ¿cuándo te lo compraste?
- Este verano, pero a escondidas de la mamá. Luego quise devolverlo porque no estaba del todo segura que me lo fuera a poner, pero se me había pasado el tiempo de devolución, y me lo tuve que quedar.
- ¿Devolverlo? ¡Estás loca! Es fantástico. Pues porque no sabía que tenías este vestido, sino ya te lo hubiera quitado un par de veces. – volví a sonreír. Era raro que a mi hermana le gustara algo mío. Además, eso era un sello de seguridad, ya que Carla iba totalmente a la moda. - ¿Qué zapatos te vas a poner?
- Pues no lo sé. Quizá unas bailarinas.
- ¡No! – dijo casi chillando. – Espera, ahora vengo. – salió de mi cuarto, pero en tan solo un par de minutos estaba de vuelta con unos zapatos negros con un tacón de 7 centímetros en sus manos. - ¿Qué te parecen?
- Son preciosos.
- Pues para ti, te los doy. Hace tiempo que no me los pongo. Los he utilizado mucho, aunque como verás están como nuevos. – y tenía razón, a penas llevaban ningún arañazo.
- Gracias, Carla. – me abalancé sobre ella y le abracé. Ella me correspondió el abrazo.
- De nada, enana. Aunque estoy viendo por momentos que te me haces mayor. – las dos sonreímos.

Salió de nuevo de mi habitación, pero esta vez no volvió. Llevaba los zapatos en una mano y el vestido en la otra. ¿Por qué no me lo probaba? Me quité toda la ropa que llevaba y me puse el vestido con los zapatos. Me miré al espejo. Estaba muy atractiva. El vestido era extremadamente corto y dejaba al descubierto mis bonitas piernas. También lucía espalda, ya que era palabra de honor. Estaba claro que mi madre no me iba a dejar salir así de casa, así que supuse que me tendría que llevar el vestido a casa de Auro y cambiarme allí, como hacía un par de sábados.
La puerta se abrió de golpe. Era Isaac. Al verme con aquel impactante vestido se quedó con la boca abierta. Salió de la habitación y volvió a entrar.
- Pues si, es la habitación de mi hermana pequeña. Pensé que me había equivocado. – reí.
- No, no te has equivocado.
- ¿Cuándo te vas a poner eso?
- Creo que este sábado, sino me arrepiento antes, claro.
- Por favor, no te arrepientas. – Isaac se sentó en la cama y sacó un cigarro del paquete de tabaco que llevaba en el bolsillo derecho.
- No me gusta que fumes, y menos en mi cuarto.
- Lo siento. – se levantó, abrió la ventana y se puso con la mano fuera de ésta. – Ya está.
- Gracias.
- ¡Madre mía! No me quiero imaginar la cara que pondrá Edgar cuando te vea con ese vestido rojo pasión.
- Espero que le guste.
- ¿Qué le guste? Vamos, te va a dejar seca. – los dos reímos a carcajadas.
- Ojala.
- Ay mi enana que ya empieza a pensar en…
- ¡Isaac!
- ¿Qué?
- Calla.

Isaac se me quedó mirando pero no me dijo nada más. Estuvo conmigo hasta que se acabó el cigarro. Quería quitarme el vestido, pero con él allí mirándome no lo iba a hacer. Así que me esperé a que saliera de mi habitación.

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Tienes el camino libre.

El recreo llegó enseguida. Las tres nos salimos hacia el patio y nos fuimos directamente a la cafetería. Últimamente teníamos por costumbre ir allí. Era donde se juntaba la mayoría de la gente popular del colegio. Allí se hablaba de cualquier cosa, y nos gustaba enterarnos de los cotilleos ajenos.
Poco después llegó Carla junto a Eric, Cynthia, Dafne y todos los demás. Edgar estaba entre ellos. Noté que cuando me vio se sonrojó. Dafne se sentó al lado de Carla y empezó a contarle algo que parecía bastante interesante. Carla prestaba atención. ¿Qué le estaría contando? Quería saberlo.
Por otro lado, Ben, Edgar e Isaac hablaban animadamente sobre algún tema. Cynthia no le quitaba ojo a Ben. Aunque ella me había dicho que Ben era tan solo un rollo, pensaba que le hacía más gracia de lo que ella quería aparentar. Eric, en cambio, miraba a Nanni. Ella no se había dado cuenta, y hablaba con Auro como si nada ocurriera. Cuando Eric se dio cuenta de que le miraba, apartó su mirada hacia otro lado intentando disimular. Yo sonreí para mis adentros.
- ¿Qué os vais a poner el sábado? – preguntó Nanni.
- Siempre estás pensando en lo mismo. – dijo Auro. – Yo supongo que una minifalda o algo así. Y una camiseta de tirantes.
- Yo no lo sé. A lo mejor unos pantalones cortos y una camiseta corta para llamar la atención. – sonrió Nanni. - ¿Y tú, L?
- Puff. Ni idea. Tal vez un vestido corto que tengo. Aún no me lo he puesto ninguna vez, porque me parece demasiado corto, pero bueno… Creo que esta ocasión lo merece.

Tocó el timbre. Todos salimos con paso acelerado de la cafetería. No queríamos llegar tarde a la clase. En cambio, la mesa de mis hermanos no se levantaron. Al parecer, estaban planeando saltarse las tres últimas horas de clase. A mí no me hacía ninguna gracia, pero si me lo proponían no tenía elección. Las tres nos encaminamos hacia la clase, pero Ben corrió detrás de nosotras gritando nuestros nombres. Nos giramos. Él llegó excitado.
- Chicas, ya sé que vosotras sois independientes, y porque os invite yo no lo vais a hacer, pero… - miró a Nanni. Ésta sonrió. –… nos vamos a ir al centro comercial ahora. ¿Os queréis venir?
- Isaac va, ¿no? – preguntó Auro. Ben asintió. – A mí me apetece, ¿qué decís? – nos miró a Nanni y a mí.
- Lo que queráis, chicas. O vamos todas, o no vamos ninguna. – dijo Nanni.
- Pues vamos todas. – añadí yo mientras sonreía. Ben hizo lo mismo.

Los cuatro nos fuimos hacia fuera del instituto. En ese momento no había nadie en conserjería, por lo que nos podíamos ir sin problema. Todos los demás ya estaban fuera, esperándonos. Cuando Edgar me vio, sonrió felizmente. Yo le correspondí. Vino hacia mí y me dio un abrazo. Se lo agradecí. Sentirlo cerca de mí me hacía sentirme bien.
- Venga, tortolitos, dejaros de arrumacos y vámonos ya, no vaya a ser que el conserje venga justo en este momento y nos vea aquí.

Todos nos fuimos camino al centro comercial. Nanni, Auro y yo íbamos por detrás de todos ellos. Nos veíamos extrañas yendo con ellos. Desde siempre habíamos deseado ir con ese grupo, y nunca nos hubiéramos imaginado que nuestro sueño se iba a hacer realidad. Carla, que iba con Dafne y Cynthia por delante, se retrasó y se puso a mi altura.
- ¿Qué pasa, enana? – puse mala cara. No me gustaba que me llamaran así, pero era una costumbre que iba a costar quitarla. Era más fácil acostumbrarme.
- Nada, ¿qué va a pasar?
- Te estás haciendo ya de nuestro grupo, ¿eh? Ya hasta te llamamos para que hagas pellas con nosotros. – sonrió mientras me rodeaba con su brazo. – Y bueno, al igual que tú, tus amigas. – les sonrió a ellas.
- ¿Y a ti que te pasa hoy? Estás demasiado simpática. Miedo me das cuando estás así.
- ¿Es que no puedo estar amable con mi hermanita o qué? – yo la miré extrañada. Sabía la repuesta, así que no se la di – Ya sé que no es muy normal, pero hoy estoy feliz. Ya te diré el por qué.
- ¿Tiene algo que ver con Hugo? – dijo Nanni. Carla la miró extrañada. Noté como se ponía nerviosa. – No te preocupes Carla. Sé que has estado quedando con Hugo, pero no pasa nada. Yo ya no estaba interesado en él.
- Ya sé en quien estás interesada, así que tienes todo el camino libre. Sé que desde siempre te he puesto las cosas difíciles, pero ahora ya ha terminado todo. Yo estoy intentándolo con Hugo, y quiero que salga bien. Así que ahí tienes a Eric. Es todo tuyo.
- Gracias Carla. – ambas sonrieron. Yo estaba alucinando.
- Además, creo que le gustas bastante. He visto como te miraba en la cafetería. – Carla también se había dado cuenta. – Y la verdad, es que hace tiempo que a mí no me mira igual. – sonreímos todas. Era difícil que Carla reconociera ese tipo de cosas. – Pero esto no quiere decir que seamos amigas, ¿eh? Simplemente compartimos grupo de amigos. – Carla nos guiñó un ojo y se volvió de nuevo con Dafne y Cynthia.

Era una tontería, pero lo que acababa de hacer Carla era extraordinario. No estaba del todo segura, pero podía ser que al final nos llegáramos a llevar bien. Mi hermana no era mala persona, pero desde que empezó el instituto, la popularidad se le había subido a la cabeza. Y ahora que casi estaba a punto de salir de él, debía de cambiar.

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sábado, 19 de diciembre de 2009

Amenaza

NOTA DE LA AUTORA: Hola a todos! Hoy no es miércoles, pero como ya estamos en Navidad, y Papá Noel está de camino, os traigo una nueva entrada, a modo de regalo. Espero que os guste. El próximo miércoles postearé, como todos. Un beso a todos. LEIRE.


Un nuevo día. Me levanté de la cama de un salto. Había dormido estupendamente esa noche y me sentía relajada, sin preocupaciones en la cabeza. Pero mientras elegía la ropa para esa mañana, me vino a la cabeza la conversación de Edgar de la tarde anterior. Debía de decidirme pronto. El sábado tenía que darle una respuesta. Quería con todas mis fuerzas estar con él, pero no estaba segura. ¿Y si me estaba mintiendo? ¿Y si saliera con él y al cabo de tres días me dejara? Yo no quería sufrir, y menos si ese sufrimiento provenía del chico al que quería.
Después de desayunar con mis hermanos nos fuimos los tres andando hacia el instituto, ya que Eric no había ido a por Carla. Era algo extraño, ya que él siempre iba a por mi hermana en coche. ¿Y si se habían enfadado? No lo creía, pero podía ser una posibilidad.
Cuando llegamos al instituto, Edgar y Ben estaban en la puerta esperando a Isaac. Los tres se saludaron chocándose las manos y dándose un abrazo típico de chicos. Mi hermana y yo nos miramos, nos sonreímos, y cada una se fue hacia su clase.
Como todas las mañanas, al llegar a la clase ya había algunas personas sentadas en sus respectivas sillas, pero ni Nanni ni Auro se encontraban allí. Me senté en una de las sillas vacías esperando a que vinieran. Pero en ese momento apareció por la puerta Fanny rodeada de sus tres grandes amigas que la seguían como si de perritos falderos se tratasen. Me dirigió una de sus sonrisas malévolas matineras y se sentó en su silla. Poco después, por la puerta hizo su aparición Edgar junto con Ben. Casi nunca se separaban. Eran grandes amigos, e iban a todos los sitios juntos. Edgar me dirigió una sonrisita, pero al ver que estaba sentada Fanny en su sitio le cambió la cara por completo y se puso serio. Fanny se dio cuenta y noté como los celos le comían por dentro. Aunque ella había ganado la apuesta, sabía que era yo la que le gustaba a Edgar, y no ella, como deseaba. Agaché la cabeza y sonreí para mis adentros.
Nanni y Auro no tardaron en llegar. Cuando me vieron me dieron, cada una, un beso en la mejilla. Me encantaba que hicieran eso. Me hacía sentir querida por mis amigas. A veces, las personas necesitamos ese tipo de gestos para sentirnos bien y contentos con nosotros mismos.
La clase empezó en breves. El profesor llegó algo enfadado. No sabíamos por qué, pero se le notaba. La lección nos la explicó en tan solo 20 minutos. El resto de la clase nos la dejó para que hiciéramos ejercicios. Él salió de la clase dejándonos solos. Eso era un peligro, ya que cuando estábamos sin profesor, siempre liábamos alguna. Los chicos se levantaron y empezaron a tirarse tizas desde una parte de la clase a la otra. En cambio, las chicas, solo nos poníamos a hablar de nuestras cosas.
- Menuda tarde la de ayer, ¿no? – dijo Nanni.
- Si, fue cargadita. – comenté yo. Recordé enseguida el comentario que hizo Isaac en el bar.
- Me quedé de piedra cuando Isaac dijo eso. – dijo Auro. – Está claro que os gustáis, pero el comentario no era apropiado a la situación. ¿Luego te pidió perdón?
- Si, en casa. Pero tía, cuando lo dijo, me quería morir. ¡Qué vergüenza!
- Ya. Me lo puedo imaginar. Si me hubiera pasado a mí… - Auro se quedó un par de segundos pensando la respuesta. - … la verdad, es que no sé lo que hubiera echo. – todas reímos.
- Os tengo que contar una cosa. – sonreí.
- Cuenta, cuenta. No nos dejes en ascuas. – dijo Nanni. Les conté la conversación que había tenido con Edgar en la puerta de mi casa. - ¿Qué dices, L? ¡Que suerte tienes! Está coladito por ti.
- Lo sé. Pero no sé que hacer.
- ¿Cómo que no sabes qué hacer? – preguntó Auro. – Claramente salir con él. ¡Estáis el uno coladito por el otro!
- Sí, ¿pero y si me está engañando? ¿Y si cuando empecemos a salir me deja a los tres días?
- Eso no va a pasar, Leire. – dijo muy segura de si misma Nanni. – Si pensara así no te hubiera dicho que esperaría hasta el sábado.
- Pero puede ser que lo diga porque soy una de las pocas chicas que se le han resistido.
- Puede ser, pero yo no lo creo. – Auro también negó con la cabeza, confirmando que ella estaba de acuerdo con Nanni.
- No sé, chicas. – dije mirando al techo.

Las tres nos callamos a la vez. Pero noté que alguien estaba cerca de mí escuchando toda la conversación que habíamos tenido. Recé para que no fuera Fanny, pero no sirvió para nada porque había sido ella. Me miró con cara de furia. Yo tragué saliva. Habíamos hecho una apuesta en la que había perdido, y no la estaba cumpliendo. Me estaba metiendo en un buen lió.
Salió de la clase, pero al pasar por mi mesa me dejó una nota en la que ponía que saliera de clase inmediatamente. Se lo dije a mis amigas, y tragando de nuevo saliva, salí de la clase con paso decidido. Y allí estaba ella. Su espalda apoyada en la pared. Un pie lo tenía también apoyado en la pared. Me dio miedo.
- ¿Qué quieres ahora, Fanny?
- No me vaciles Leire, que nos conocemos.
- No te he vacilado, pero bueno. ¿Qué quieres?
- Te he oído toda la conversación que has tenido con tus amigas. – se me estaba quedando la boca seca.
- ¿Y qué?
- ¿Cómo que y qué? – pegó un puñetazo a la pared. Me asusté. - ¿Cómo que y qué? Yo te voy a decir lo que pasa. Resulta, por si no te acuerdas, que tú y yo tuvimos una apuesta en la que yo salía victoriosa.
- Si, me acuerdo. Pero que yo sepa, no la estoy incumpliendo, ¿no?
- Si, la estás incumpliendo al máximo. Te dije que no te acercarás a él. Y ayer estuviste con él por la tarde. Y por lo que he oído, te ha pedido salir y tú te lo estás pensando. – miré al suelo. – Vale, me lo acabas de confirmar. Bien, tú lo has querido. Te dije que te apartaras de él por las buenas, y tú no lo has hecho. Ahora iré por las malas. – me sonrió malévolamente y entró en la clase con aire chulesco.

Me quedé fuera un par de minutos intentando averiguar que era lo que iba a hacer Fanny. Cuando se ponía así me daba miedo, y sabía que era capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quería. Inspiré y expiré un par de veces y entré en clase. Fanny me miró y se rió junto con sus amigas. Edgar también me miró con cara de preocupación. Yo, simplemente, agaché la cabeza y me senté en mi silla. Mis amigas me preguntaron que había ocurrido, y yo, en cuatro o cinco frases, se lo expliqué todo. Se quedaron mudas.


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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Pros y contras.

- Dime, ¿qué te ocurre?
- Te he visto esta tarde un poco fría conmigo, ¿no crees? – mientras me decía estas palabras, no se atrevía a mirarme a la cara. No desviaba los ojos del suelo.
- La verdad es que sí. No sabía cómo actuar después de lo que me dijiste ayer.
- De eso mismo quería hablar contigo. ¿Has asimilado ya lo que te dije? – soltó una pequeña risita nerviosa.
- …. – pensé durante unos segundos. – No, aún no, lo siento. Un día es poco. Necesito algo más de tiempo para pensarlo. Me dolió mucho que te liaras con Fanny. Y estoy mirando los pros y los contras de una posible relación contigo. Así que supongo que el sábado te podré contestar.
- ¿El sábado?
- Sí, ¿qué pasa?
- Demasiado tiempo. Pero bueno, esperaré, no me importa. – los dos sonreímos.

En ese momento me apeteció acercarme a él. Que me abrazara. Que me besara apasionadamente. Un beso único, increíble. Que nunca hubiera dado a otra chica. Pero en cambio, solo me atreví a decir:
- Ya hablaremos, Edgar. Hasta mañana. – abrí la puerta de casa y entré en ella.

Me quedé apoyada en la puerta durante un par de minutos. Pensaba en si había actuado bien. Quizá le tenía que haber dicho que sí, que me gusta mucho y que quería salir con él, y haberle dado un cálido beso en esos labios que tanto deseaba. O quizá no. Quizá había actuado bien diciéndole que el sábado le diría la respuesta.
Con la cabeza echa un lío, subí a mi habitación a cambiarme porque mi madre estaba preparando ya la cena. Me puse el pijama y bajé a la cocina.
- Hola mamá.
- Hola cariño, ¿qué tal la tarde?
- Muy bien. He estado en el parque con mis amigas. Bueno, y con Isaac y sus amigos.
- ¿Con Edgar también? – me quedé sorprendida por esa pregunta.
- Si, ¿por qué?
- No, porque te noto algo extraña. Y siempre que te noto así, es porque has estado con él.
- ¡Ay mamá! No digas tonterías, anda. No tiene nada que ver una cosa con la otra.
- Ya lo sé, pero siempre da la casualidad de que cuando estás así, por medio ha estado Edgar.
- Sabes desde siempre que ese chico me ha gustado. – mi madre lo sabía, pero no estaba dispuesta a contarle todo. – Y ahora, últimamente, estamos más juntos, pero nada más.
- Me alegro.
- ¿De qué? ¿De qué estemos más juntos? ¿O de qué no tengamos nada?
- … - mi madre no sabía que contestar. – Creo que de las dos cosas, cariño. – se acercó y me dio un sonoro beso en la frente.

Carla entró ese momento en casa. Al parecer había pasado fuera toda la tarde, aunque yo no lo sabía. Seguro que había quedado con Hugo en su casa. Se veían todos los días. Carla se estaba pillando por ese chico, y viceversa.
- Hola mamá. Ya estoy aquí. – dijo mientras entraba en la cocina y daba un beso a nuestra madre. – Hola a ti también, enana. – me despeinó el pelo.
- Carla, ahora cuando subas a tu cuarto llamas a tu hermano, que ya está la cena.
- No iba a subir a mi cuarto, pero no te preocupes. Ahora voy. – salió disparada a llamar a Isaac.
- Otra que también viene muy feliz cuando sale por las tardes. ¿Qué os pasa? – preguntó mi madre mientras se sentaba en la mesa a esperar a mis hermanos. Yo la imité.
- Cosas de la edad. – dije yo.

En apenas unos minutos, mis hermanos estaban en la cocina sentados en la mesa y cenando. Mi madre solo hacia que mirarnos a los tres. Isaac comía animadamente, con una sonrisa de oreja a oreja. Carla no lo demostraba tanto, pero también se le veía feliz. Y luego estaba yo, que no sabía como expresar mis sentimientos. Por una parte estaba feliz porque Edgar me había dicho sus sentimientos hacia mí. Pero por otra parte, no estaba segura si decirle que sí a lo de intentar una relación. Tenía miedo de que se fuera a ir con otra chica, y todo lo que me estaba diciendo fuera mentira.
Al acabar de cenar, y entre todos, recogimos la mesa. Mi madre se fue a dormir enseguida. Estaba cansada. Nosotros lo entendimos. Carla siguió a mi madre. Decía que también se iba a dormir. No era normal que se acostara tan pronto. Seguramente se conectaría un rato en el ordenador.
En cambio yo me quedé en el comedor viendo un rato la tele. Empecé a cambiar de un canal a otro, sin encontrar nada que me gustase. Al final tuve que dejar uno de esos programas de cotilleos en los que llevan a “famosillos” para hablar de sus vidas privadas. A Isaac no le gustaban para nada ese tipo de programas, pero vino y se sentó al lado mío. Estuve esperando durante un largo rato a que me volviera a pedir perdón por el comentario que había dicho esa misma tarde en el bar. Por fin dijo:
- Siento lo del comentario de esta tarde.
- Vale, Isaac, no me lo vuelvas a recordar, por favor. Ya he tenido suficiente con lo de esta tarde. – le dije sin apenas mirarle a la cara.
- Además, tampoco ha sido nada del otro mundo. Ni Edgar le ha dado importancia.
- Pero haber, no es que Edgar le haya dado importancia o no, es que, simplemente, ese comentario sobraba. Nadie tiene porque saber que Edgar me gusta.
- ¡Pero si lo sabe todo el mundo! Bueno, a lo mejor todo el mundo no, pero los que estábamos allí sentados, sí.
- Ya lo sé. Pero ¿a que a ti tampoco te gustaría que te dijeran delante de tus amigos que te gusta Auro?
- Pues… me daría un poco igual.
- Claro… Bueno, dejemos el tema en paz. No quiero seguir hablando de lo mismo durante toda la noche.
- Vale, lo que quieras.

Los dos nos callamos y no volvimos a hablar durante todo lo que duró el programa. Después, ambos nos levantamos del sofá y nos dirigimos a nuestra habitación dándonos las buenas noches.

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PD: Hola a todos. Antes que nada deciros que muchas gracias por todos los comentarios que he recibido en las últimas entradas. Me haceis muy feliz, de verdad. Quería deciros que he leido varios comentarios en mi última entrada que preguntaban por el blog de mi amiga Jess. Como sabeis, ella no tiene internet, y tenía que postear yo. Después de algún tiempo pensándolo, ha decidio dejar un poco el blog, porque decía que si no tenía internet no podía contestar a los comentarios y no podía disfrutar de lo que es en sí su blog. Espero que pronto le pongan internet sus padres y pueda seguir con su novela, ya que es fantástica, y aunque al principio tuvo algunas críticas, al final a la gente le acabó enganchando.
Un beso para todos. SIEMPRE CON VOSOTROS. LEIRE.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Vocazas.

Pronto llegamos al parque. Nos fuimos todos hacia el mismo banco. Al parecer, la tarde la íbamos a pasar juntos. No me desagradó demasiado, aunque prefería no estar cerca de Edgar. Necesitaba pensarme en lo que le iba a contestar. Como muy tarde, mañana le quería dar una respuesta, y no tenía las cosas del todo claras.
Me senté en la parte de arriba del banco. Me gustaba sentarme ahí. Edgar dudó durante unos segundos, pero después se sentó debajo de mí cogiéndome los tobillos con sus manos. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Siempre que él me tocaba, sentía una sensación rara en mi cuerpo. Me gustaba, pero a la vez me ponía nerviosa.
- ¿Queréis uno? – volví en sí. Isaac estaba ofreciendo un cigarro a Auro y Nanni. Las dos agradecieron la intención, pero ninguna cogió un cigarro. En cambio, Ben y Edgar le quitaron uno cada uno. Isaac puso mala cara, pero no dijo nada.
- Deberías dejar de fumar, Isaac. – le dije mientras los tres se encendían los cigarros.
- Creo que esta conversación ya la hemos tenido. Y creo que quedó ya clara.
- Isaac, tu hermana tiene razón. No deberías de fumar tanto. – esta vez la que había hablado era Auro. Isaac la miró con ojos de enamorado.
- Pero si tú también fumabas.
- Si, pero solo a veces. Además, me he dado cuenta de que es una tontería.
- Bueno, quizá debería de intentarlo, ¿no? – Isaac sonrió a Auro. Esta le correspondió.
- Vaya cabronazo. Tío, nos estás defraudando. Ya no eres lo que eras. – Edgar le pegó una gran calada a su cigarro.
- Y tú, también deberías de intentar dejarlo. – dijo yo mientras le daba unos golpecitos en la espalda.
- ¿Yo? Ni de coña. – dijo girándose hacia mi. – Si le tengo que gustar a una chica, me tiene que querer tal y como soy. – tenía razón. Además, Edgar me gustaba tal y como era. Y es que verle con un cigarro en la mano, tenía su punto.
- Tienes razón. - apoyé mi codo en su hombro. Él no se quejó.

Estuvimos hablando animadamente durante un largo rato. Llegada la media tarde, los chicos decidieron irse a tomar unas cañas a un bar. Nos miramos entre nosotras sin saber que contestar, pero la cara de Auro lo decía todo. Así que, los seis, nos encaminamos al bar que estaba más cercano al parque.
Nos sentamos en una mesa que estaba cerca de un rincón. Así, podríamos estar tranquilamente sin que nadie nos molestara. Enseguida vino una chica a atendernos. Los chicos, como de costumbre, se pidieron una cerveza. Auro y Nanni se pidieron una coca-cola. Yo no estaba segura de que pedirme, pero al final pedí lo mismo que los chicos. Isaac me miró extrañado, pero no dijo nada al respecto.
- ¿Este sábado vamos a hacer algo? – preguntó Ben. Por lo que aparentaba, él seguía con ganas de fiesta. En cambio, yo no tenía las mismas ganas que él.
- No sé, ¿qué os apetece hacer? – mientras Isaac decía esto, no dejaba de mirar a Auro.
- Botellón en el parque, como todos los sábados. – propuso Edgar.
- Me parece muy bien. Me gusta la idea. – dijo Ben.
- Tú te apuntas a un bombardeo, tío. – dijo Isaac.
- Pues claro. Hay que vivir la vida, ¿no? Por cierto, chicas, vosotras también os podéis venir, ¿eh?
- Es que pensábamos ir igualmente, nos invitaras tú o no. – dijo Nanni un poco enfadada.
- Oye, oye… que no he dicho nada malo como para que me contestes así.
- Tienes razón, lo siento. Pero es que os pensáis que sois el centro del universo, y eso no es así. Puedo ir perfectamente a un botellón en el parque, sin que me invites. – todas miramos perplejas a Nanni. Le había dado un ataque de los suyos y había explotado.
- Vaya. – dijo Ben al cabo de unos pocos segundos pensando en lo que decir. – Me da miedo volver a decir algo, no vaya a ser que me comas…
- Tranquilo. Te haría cualquier cosa menos comerte. – Nanni le sonrió forzadamente.
La chica del bar nos trajo, por fin, las bebidas que habíamos pedido. El bar estaba abarrotado, por ello la tardanza. Todos bebimos un gran trago de nuestras bebidas. Era un día de mucho calor, y algo fresco apetecía.
- Enana, te estás acostumbrando a la cerveza, ¿eh? – me dijo mi hermano.
- Isaac, te rogaría que no me llamaras enana, y menos delante de mis amigos, y del…
- Del chico que te gusta, ¿no? – abrí notablemente los ojos. Auro, que estaba bebiendo en ese momento de su coca-cola, se atragantó. Me dieron ganas de levantarme y pegarle un guantazo a Isaac, pero no lo hice. Edgar ya sabía que me gustaba, pero el comentario sobraba.
- No te pases, Isaac, no te pases. – Edgar me miró fijamente. Pude ver un brillo especial en sus ojos. Nunca lo había visto así.
- Creo que ese comentario sobraba, tío. – Edgar me seguía mirando. Me intimidaba.
- Lo siento. Se me ha escapado. No lo he hecho con mala intención, de verdad. Perdona Leire. – Isaac se levantó de la silla y vino a darme un beso y un abrazo. Se lo agradecí. – Lo siento, enana. – me dijo susurrándome en el oído.
- Ya hablaremos en casa. – le respondí yo.

Poco después de terminarnos las bebidas, nos levantamos del bar y nos fuimos. Estaba mucho más lleno que cuando llegamos.
Ya eran casi las nueve de la noche. Hora de irse a casa a cenar. Primero, acompañamos a Nanni a su casa. Después fue el turno de Auro. Isaac, se despidió de ella con un beso en la mejilla, aunque sabía que él se moría por besarla. Después nos tocó el turno a Isaac y a mí. Nos despedimos de Ben y de Edgar. Éste último me pidió que si podía hablar conmigo un momento. Asentí. Isaac entró en casa y Ben se dirigió a su casa.

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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Todos los tíos son iguales.

Acababa de recibir un mensaje. Nerviosa, cogí el móvil, y abrí el mensaje. Era de Eloy, como esperaba. En él ponía lo siguiente.
“Leire, me alegro de saber algo de ti. Ahora mismo estoy en la universidad. Ya nos veremos en alguna fiesta o algo, ¿vale? Un saludo.”
Volví a leer el mensaje un par de veces. No me lo podía creer. Después de habernos liado el sábado pasado, había estado muy frío. Ni siquiera un simple beso al despedirse. Tan solo un frio saludo. Tampoco quería que quedáramos, porque si no, no me hubiera dicho de vernos en la próxima fiesta. Me entristecí. Creía que Eloy podía ser diferente al resto de los demás, pero me equivoqué.
Mis amigas, al verme que me había cambiado la cara completamente, me preguntaron qué era lo que pasaba. Se lo conté en pocas palabras, incluso leyéndoles el mensaje que me acababa de enviar.
- Ese tío es un gilipollas. Leire, pasa de él. – dijo Nanni intentando ir de sabionda.
- No, no hace falta que pase de él, porque él ya pasa de mí. – abrí la piruleta que Auro me había dado hacia un par de minutos.
- No creo que pase de ti. A lo mejor es que no puede quedar contigo. Está muy liado con los estudios y esas cosas. – Auro intentaba quitarle importancia al mensaje.
- No. Ha sido muy claro: “Ya nos veremos en alguna fiesta o algo”. Claramente, no quiere saber nada de mí.
- Piensa lo que quieras. Yo no lo creo así. – Auro seguía en sus trece.

La campana del fin del recreo nos interrumpió. Nos levantamos de nuestros asientos y nos dirigimos hacia la clase. Pero en la puerta nos topamos con Edgar y todos los demás que también salían de la cafetería en ese momento. Él me dirigió una sonrisa tímida y sincera. Yo se la devolví.

En clase todo fue normal, sin ningún incidente a destacar. Noté como Edgar no hacia más que mirarme. Me sentía algo incómoda. En cambio, Fanny solo hacía que mirarlo a él. Esa chica iba a ir a por todas. Aunque supiera que él no estaba interesado en ella, sino en mí, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para poder conseguirlo. No importaba el precio.

Al terminar las clases, Isaac me estaba esperando en la puerta del instituto. Cuando vio aparecer a Auro le salió una tímida sonrisa que no pudo controlar. Si que le gustaba de verdad Auro, porque o sino esa sonrisa hubiera sido amigable y amable, pero nunca tímida.
- Nos está esperando Eric en el aparcamiento para llevarnos a casa.
- ¿Y eso? ¿Qué le ha dado a éste ahora?
- No lo sé. Me ha dicho que como esta mañana nos había traído, y ahora tenía que llevar a Carla a casa, que le daba igual llevar a dos personas más.
- Vaya, que simpático, ¿no?
- Si. Haber cuanto le dura la simpatía…

Me despedí de mis amigas. Nanni me dijo que esta tarde iban a salir. Con una señal le dije que por la tarde me llamara por teléfono, porque debía irme ya. Las dos se despidieron con la mano.
Cuando llegamos al coche de Eric, vimos que él y Carla ya estaban dentro. Abrimos las respectivas puertas y nos metimos dentro del coche. Nadie dijo nada. Eric arrancó el coche y en tan solo tres minutos estábamos en casa. Isaac y yo bajamos del coche despidiéndonos de Eric y dándole las gracias por habernos traído a casa. Él asintió con la cabeza. Carla aún se quedó con él en el coche hablando.

Después de comer, me subí a mi habitación a hacer los deberes que nos habían mandado para el día siguiente. Cuando vi los problemas de matemáticas, enseguida me vino a la cabeza Edgar. Ayer mismo estaba él en la habitación. En mí habitación. Aún podía oler su colonia. Aún podía ver esos ojos verdes mirándome. Aún podía sentirlo cerca de mí. Estaba deseando salir con él, pero quería asegurarme de que le gustaba de verdad, y no era un encaprichamiento como todas las demás chicas. Quería que me lo demostrara. Y para eso, debía de dejar pasar algunos días.
“Ring, ring” Mis pensamientos fueron interrumpidos por el teléfono de casa, pero enseguida dejó de sonar. Alguien lo había cogido desde otra parte de la casa. “Leire, es Nanni. Cógelo” oí que gritaba Carla desde su habitación.
- Hola Nanni.
- Hola Leire.
- Espera. Carla, ya puedes colgar. – noté como Carla colgaba el teléfono. – Ya está.
- Oye, ¿te hace una de parque esta tarde? – propuso Nanni.
- Si, la verdad es que me apetece. Hace algunos días que no vamos y lo estoy echando ya de menos, ¿tú no?
- ¿Yo? Claro que sí. Por cierto, ¿sabes si va a ir tu hermano y todos lo demás?
- No tengo ni idea, pero ahora se lo pregunto y te llamó, ¿vale?
- Vale. Te espero. – colgué.

Me dirigí a la habitación de Isaac, porque a Carla no se lo iba a preguntar. Llamé a la puerta y entré. Como siempre, él estaba enfrente de la pantalla del ordenador, con el Messenger encendido. Estaría hablando con Auro.
- Isaac, ¿vais a ir esta tarde al parque?
- ¿Y vosotras?
- Yo te he preguntado primero.
- Está bien. Si, supongo que sí. No es seguro, pero bueno, llamo a Edgar y a Ben y nos vamos para allá.
- De acuerdo. – me encaminé hacia la puerta. – Por cierto, dile a Auro que a las cinco y media la quiero aquí.
- Vale. – los dos sonreímos.

Volví a mi habitación. Enseguida llamé a Nanni. Le dije que sobre las cinco y media se pasara por mi casa, y así nos íbamos las tres juntas hacia el parque. Le pareció buena idea.
Abrí mi armario para cambiarme de ropa, pero pronto me di cuenta de que no valía la pena. Iba cómoda con la ropa que llevaba esa misma mañana, por lo que no me la cambié.

“Ding, dong”. Alguien estaba llamando a la puerta. Bajé corriendo, aunque mi madre se me adelantó.
- Hola Nanni. Hija, cada vez que te veo estás más guapa. Pasa, pasa. – le indicó mi madre.
- Mamá, ya me encargo yo. – mi madre nos dedicó una de sus mejores sonrisas y se fue al comedor.
- ¿Aún no ha venido Auro? – me preguntó Nanni.
- No, N, aún no ha venido. Se habrá pasado toda la tarde hablando con Isaac, y no se habrá dado cuenta de la hora que es.
- Seguro. Esta Auro… - las dos reímos. Pero alguien volvió a llamar al timbre.
- Mira, ya está aquí. – pero cuando abrí la puerta no me encontré con la cara de Auro, sino con Edgar y con Ben.
- Hola Leire. – Edgar se acercó a darme un beso en la mejilla, pero yo me aparté. Él agachó la cabeza sin saber que decir.
- ¿Qué hacéis aquí?
- Hemos quedado con tu hermano. – es verdad, no me acordaba de que Isaac me había dicho que iba a llamar a Edgar y a Ben para ir al parque.
- Lo siento, pasad. – Isaac bajó las escaleras de dos en dos. Cuando llegó a los últimos escalones, dio un salto.
- Cabrones, os dije a las 6.
- Ya tío, pero hemos venido antes. Nos aburríamos en casa, y no nos íbamos a poner a hacer los deberes, ¿no?- todos reímos.
- Pues venga, vámonos.
- Isaac, esperaros un par de minutos a que venga Auro y nos vamos todos juntos, ¿o qué?
- Vale, me parece bien. – Isaac sonrió y Edgar le dio un pequeño puñetazo en el brazo. Isaac le respondió de la misma manera.
Auro no tardó en llegar. Cuando nos vio a todos en la puerta esperándola, sonrió, pero yo sabía que en ese momento estaba sintiendo vergüenza. El chico que le gustaba estaba delante de ella y no era capaz de decirle nada.
Todos anduvimos hacia el parque. Durante el camino, todos hablábamos animadamente, aunque entre Edgar y yo había una cierta distancia. Sabía que él quería estar a mi lado, y hablar conmigo, pero yo no quería. Cuanto más lejos estuviera de él, mejor. Pensaba a todas horas sobre lo que me dijo la tarde anterior. Me había dejado de piedra diciéndome que de verdad le gustaba, y que quería que lo intentáramos. Pero si sintiera algo por mí, no se habría liado con Fanny.

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PD: No sé si os habréis dado cuenta, pero en la parte lateral del blog he añadido un espacio donde he puesto la descripción de cada personaje, por si os liaís o perdeís el hilo en alguna ocasión, podais seguir la novela sin dificultad. Espero que os sea de ayuda. Un beso para todos. Y muchas gracias por todos los comentarios. LEIRE.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Vergonzosos los chicos? NO.

Abrí los ojos. Vi como por la ventana de mi habitación aparecía un rayo de sol que iluminaba mi cama. Me levanté a trompicones, mientras abría mi armario en busca de algo que me acomodara ese día. Cogí una minifalda vaquera que me gustaba mucho como me quedaba. Rebusqué entre mis camisetas una que me quedara al son con la falda. En los pies, las primeras chanclas que vi cerca de la cama y que conjuntaran con la camiseta.
Bajé al salón, y como siempre, mi madre ya no estaba. Isaac estaba echándose en un vaso un poco de zumo. Le pedí que por favor, me pusiera uno a mí también. Él asintió algo malhumorado. Poco después apareció Carla por la cocina, con un conjunto que dejaba sin respiración. Hasta Isaac paró de echar el zumo en el vaso para poder observarla mejor. A Carla le encantaba llamar la atención. Cuanta más gente le mirara, mejor se sentía. En cambio yo, no me encontraba a gusto si sabía que alguien se estaba fijando en mí. Pero claro, cada persona es diferente.
Carla me quitó el vaso de zumo que Isaac me había preparado para mí. Le eché un bufido, y Carla con una sonrisa en la boca, desapareció de la cocina. Sin decir nada, cogí el cartón de zumo y me eché en un nuevo vaso. Isaac, mientras, cogía un par de galletas y se las metía en la boca sin apenas masticarlas. Le miré asustada cuando empezó a toser, pero enseguida me tranquilicé cuando me di cuenta de que lo había hecho aposta.

Carla salió por la puerta de casa cuando Eric llamó desde fuera tocando el claxon de su coche. Isaac, que aún se encontraba conmigo en la cocina, salió corriendo hacia el exterior de la casa, mientras Carla montaba en la parte del copiloto. Vi desde la ventana de la cocina, que Isaac y Eric entablaban una conversación entretenida. Isaac sonrió a Eric, y en un par de pasos estaba de nuevo en la cocina. Me dijo que cogiera las cosas porque hoy íbamos a ir al instituto en el coche de Eric. Me extrañé bastante, porque nunca me había montado con él. Me resultó algo raro que Eric hubiera accedido a la petición de Isaac.
Cogí mis cosas de la habitación y salí hacia el coche de Eric. Cuando éste me vio, me saludó con la mano. Yo, simplemente sonreí sin saber que más hacer. Me monté detrás del asiento de Carla, mientras que Isaac lo hacía detrás del de Eric.
En tan solo un par de minutos nos encontrábamos enfrente de la puerta del instituto. Era muy fácil llamar la atención con ese coche, ya que tan solo el ruido del motor hacia que todo el mundo se girara. Bajamos todos del coche, y después de que Eric lo cerrará con el mando a distancia poniendo a la vez la alarma, nos fuimos dentro del instituto.
Cuando iba hacia la clase, me topé con Fanny y sus amigas. No me dijeron nada, tan solo intercambiamos un par de miradas que podían hablar por si solas. Después de haber arreglado todo con Edgar, ya estaba mucho más tranquila. Esperaba que éste no le contara nada a Fanny, ya que o si no podía crearme serios problemas.

En clase, Edgar y yo no intercambiamos ninguna palabra. Él estaba concentrado en sus problemas de matemáticas. Esos problemas en los que yo, el día anterior, le había ayudado a hacer. Me sentía orgullosa de poder ayudar a alguien, y más si ese alguien era el chico que me gustaba. De repente, me volvió a pasar por la cabeza Eloy, ese chico tan guapo que había conocido el sábado anterior. No había tenido noticias suyas. Me entristecí. Cogí el móvil que tenía guardado en el bolsillo pequeño de la mochila y le escribí un mensaje en un par de minutos:
“Hola Eloy. ¿Cómo estás? Hace un par de días que no tengo noticias de ti, y como me dijiste que me llamarías… Espero que estés bien. Tengo ganas de verte. Un beso.”
Enviar. Le acababa de enviar ese mensaje a Eloy. Estaba segura de que me contestaría, pero no sabía cuando podía aparecer la respuesta en mi móvil.
Enseguida se hizo la hora de salir al recreo. Junto con Auro y Nanni, nos fuimos las tres a la cafetería. Quería que Auro me contara todo lo que había hablado con Isaac la tarde anterior por el Messenger.
- Pues hablamos de… cosas. – dijo Auro sin contarnos detalles.
- Ya, pero… ¿de qué cosas? – dijo Nanni intentando sonsacarle algo.
- Pues de… cosas. – volvió a decir Auro.
- Venga, Auro, no te hagas la interesante, que te conocemos. Cuéntanos en que quedasteis. – dije mientras me acomodaba en la silla dispuesta a escuchar la historia con la que Auro nos deleitaría en un par de segundos.
- ¡Vale! – dijo contenta. – Resulta que no me hablaba porque le daba vergüenza, cosa que no entiendo, pero bueno.
- Así son los tíos. – Nanni se recostó en la silla. – Para liarse con una tía no son nada vergonzosos, pero cuando resulta que tienen que hablar con ella, si. ¡Ay…! Nunca los he entendido, ni los entendiendo, ni los entenderé jamás.
- Como mierda los vas a entender N, ¡tan solo tienes 15 años! Anda que no te queda a ti cosas por vivir y por aprender. – no le hizo mucha gracia a Nanni que le dijera esas palabras, pero era la verdad.
- Sigo con la historia, si me dejáis claro. – Nanni y yo asentimos. – También me dijo que le gustaría que habláramos más a menudo, porque quiere intentar algo conmigo, pero quiere que nos conozcamos primero.
- Me parece lógico. Si cuando quiere, mi hermano es muy bueno.
- Si, cuando quiere. – dijo Nanni mientras se levantaba e iba hacia la barra de la cafetería. Vimos como pedía un par de piruletas, y nos las trajo. Le agradecimos el gesto que acaba de hacer con nosotras.

Giré mi cabeza hacia la mesa en la que estaban Edgar, Isaac y los demás. Como siempre, hablaban animadamente mientras las chicas intentaban hacerse de notar para que los chicos les prestaran algo de atención. Eric estaba sentado al lado de Carla, aunque entre ellos no hablaban. Ni siquiera se miraban. Ben, en cambio, no le quitaba el ojo de encima a Cynthia. Se le notaba que de verdad le gustaba. Ella, por el contrario, hablaba con Dafne de algún tema que era interesante para las dos. Seguramente Dafne le estaría contando que estuvo con Dani el día de la fiesta en casa de los abuelos de Edgar. Después de tres días, aun se hablaba de la gran fiesta que Edgar había hecho.

- Leire… ¡LEIRE! – Nanni me acababa de chillar en mitad de la cafetería. Un par de chicos que estaban cerca de nuestra mesa se giraron.
- ¿Qué quieres? – dije sobresaltada.
- Que te está vibrando el móvil. – el teléfono, que estaba encima de la mesa, había empezado a moverse.

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domingo, 22 de noviembre de 2009

Paréntesis

¡Hola a todos de nuevo! No os asusteis. No escribo para decir que dejo el blog ni nada parecido, todo lo contrario. Ahora estoy muy contenta con el blog y me está ayudando a salir adelante. Últimamente mi inspiración está mejor que nunca, y llevo bastantes capítulos escritos, pero como sabéis, seguiré posteando todos los miércoles. Me gustaría preguntaros una cosa, ya que me está preocupando bastante: en la penúltima entrada tuve 32 comentarios en toda una semana (algo increíble) pero en cambio, en este último capítulo, solo tengo 10. Me gustaría saber si es que no comentais porque no os ha gustado el capítulo, o porque simplemente no teneis tiempo y solo pasais y la leeis. Si es la segunda opción, no pasa nada, lo entiendo. Pero si es la primera, me gustaría que me lo dijérais para poder cambiar algo de lo que no esté gustando. Espero que entendais que una cosa que me preocupa bastante. Os agradezco, que día a día, me sigais. Un beso a todos. SOIS TODO PARA MÍ. LEIRE.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Hermanas cotillas

Subí a mi habitación. Al entrar pude diferenciar el olor a su colonia. Todo el cuarto olía a su magnífico perfume. Esa noche soñaría con él, sin duda. Recogí todas las libretas y bolígrafos que había dejado encima de la mesa de estudio, y lo guardé en la mochila.
Miré el reloj. Con Edgar se me había pasado la tarde volando. Ya eran las ocho de la tarde. Entre los ejercicios de matemáticas y la larga charla en la cocina, la tarde se había esfumado. Cogí el libro de lectura que tenía encima de la mesa de noche, y me fui al cuarto de mi hermano. Me apetecía estar con él. Esperaba que Isaac me dejara estar con él en la habitación.
Llamé a su puerta, y pasé. Él aún seguía en el ordenador. Se pasaba tardes enteras enfrente de la pantalla. Cuando me acerqué a él, enseguida minimizó una conversación del Messenger. Me mosqueé un poco, pero no pregunté porque lo hacía.
- ¿Qué quieres, enana? – me preguntó mirándome.
- ¿Me puedo quedar aquí contigo? Es que me apetece leer, pero sabes que no me gusta leer a solas.
- Si, lo sé.
- Además, te prometo que no cotillearé con quien estás hablando, porque me he dado cuenta de que enseguida has minimizado una conversación. – él se rio.
- Vale, está bien.

Me tumbé en la cama, y abrí el libro dispuesta a leer, pero Carla interrumpió en la habitación abriendo la puerta de repente y sin llamar.
- ¡Hermanitos! – dijo cerrando la puerta. Cogió la otra silla que había en la habitación y sentó al lado de Isaac.
- ¿Qué quieres ahora, Carla? – le preguntó Isaac mientras volvía a cerrar la conversación del Messenger.
- ¿Qué estás escondiendo? – empezaron a forcejear entre los dos. Yo no podía leer en esas condiciones, por lo que me levanté de la cama dispuesta a irme. – Leire, no te vayas ahora. Ayúdame a averiguar con quien está hablando. – me lo pensé un par de veces y dejé el libro encima de la cama. Cogí las manos de Isaac para que éste no se pudiera mover. Carla abrió la conversación y leyó el nick de la persona con la que estaba hablando. – “Menos mal que ya me hablas. No podía soportar que desde el sábado no me dirigieras la palabra después de lo que pasó entre nosotros. Eres todo para mi I” - Carla y yo nos miramos sin decir nada. Enseguida caí de quien se trataba. Todo me cuadraba. Isaac estaba hablando con Auro.
- ¿Me podéis dejar en paz, por favor? – Isaac consiguió soltarse y cerró otra vez la conversación. – Sois unas cotillas, y siempre os queréis enterar de todo, y eso no puede ser. - las dos nos dirigimos a la puerta para salir de su habitación.
- ¡Ostras! Ahora caigo. – dijo Carla cuando estaba a punto de cerrar la puerta. - Con la que estás hablando es Auro, ¿verdad? ¡Qué fuerte! Estás hablando con la niñata esa.
- No te pases. – le dije mientras le daba un pequeño empujón. – Que es mi amiga.
- Ya lo sé, por eso es una niñata. Hermanito… - miró a Isaac mientras se ponía una mano en la cintura. – Te estás echando a perder. Antes molabas más.
- Olvídame. – se levantó Isaac de la silla y le cerró la puerta en las narices a Carla. Solté una carcajada en voz baja para que Carla no pudiera oírme. Me encantaba que Isaac hiciera ese tipo de cosas, así dejaba en mal lugar a Carla.

Cada una se fue a su cuarto, pero me acordé de que me había dejado el libro de lectura en el cuarto de Isaac. Pensé que no era buen momento para entrar en la habitación. No quería que se enfadara conmigo. “Ya iré después de cenar” pensé.
Bajé hacia la cocina a ayudar a mi madre a preparar la cena para todos. Ya casi la había terminado, por lo que solo tuve que poner la mesa.
- ¿Cómo estás, cariño? – me preguntó mientras ponía la ensalada en el centro de la mesa.
- Muy bien, mamá. ¿Tú como te encuentras de tu gripe?
- Mejor, a penas tengo ya síntomas.
- Me alegro.
- ¿Qué tal llevas las clases y el curso en general?
- Muy bien. Por ahora me está pareciendo fácil, pero tan solo llevamos un par de semanas. Aún lo difícil no ha llegado.
- Lo sé, cariño. Pero sé que tú vas a poder con esto, y con mucho más. – las dos sonreímos.

Mis hermanos no tardaron en bajar a la cocina a cenar. Desde siempre había sido yo la que estaba mucho tiempo con mi madre. La necesitaba en mi vida. En cambio, mis hermanos parecían que podían vivir sin ella. Yo no era así. Mi madre era esencial en mi vida. Como me había criado sin padre, mi madre era la que me daba fuerzas para seguir adelante con mi vida. Era ella la que me ayudaba a afrontar mis problemas. Sabía que si algo me pasase, ella estaría allí para ayudarme en lo que fuera necesario.
Después de cenar, Isaac fue el que se quedó en la cocina fregando los platos. Había muy pocas cosas como para poner el lavavajillas. Carla barrió un poco la cocina. Yo, en cambio, guardé en la nevera todas las sobras de la cena. Por la noche éramos nosotros lo que nos encargábamos de las faenas de la casa. Mi madre venía cansada del trabajo, y siempre la ayudábamos, para que ella se fuera a sentar al sofá a ver un rato la tele.
Me despedí de mi madre y me fui a la habitación a dormir. Me puse el pijama, pero cuando estaba a punto de meterme en la cama, alguien entró en la habitación. Era Isaac.
- No te he dicho mil veces que llames a la puerta antes de entrar. Si llegas a pasar unos pocos minutos antes me pillas en bragas.
- Ya ves tú. Ni que me fuera a asustar. Enana, que lo que tú tienes, se lo he visto yo a millones de tías. – me quedé mirándolo pensando que era un poco fantasma. Millones de tías seguro que no, pero algunas cuantas sí.
- Bueno, ¿qué es lo que querías? – me metí en la cama, y me tapé.
- Quería darte el libro este. Te lo has dejado antes en mi habitación.
- Ya lo sé. Me he acordado cuando he salido, pero no he querido volver a entrar.
- ¿Y eso? – se sentó al lado mía.
- Porque no. No quería molestarte. Estabas ahí hablando con Auro, y estábamos nosotras interrumpiendo.
- Tú no has interrumpido nada, ha sido Carla. Si es que ella es así de lista. Siempre se quiere enterar de todo.
- Sí, así es Carla. Bueno, muchas gracias por el libro. – se lo quité de sus manos y lo dejé encima de la mesita de noche que había a mi derecha. Isaac se levantó y se fue hacia la puerta. - ¡Espera Isaac!
- ¿Qué pasa? – se giró mientras cogía el picaporte de la puerta para poco después abrirla.
- ¿De verdad que te gusta Auro? – vi como se sonrojaba.
- … - se quedó un poco pensativo. – Sí, sí que me gusta.
- ¿Y por qué has estado dos días sin hablarle?
- Porque los chicos somos así. Tenemos que dejar un par de días de separación, para que no penséis que nos gustáis demasiado.
- ¡Qué difíciles sois los tíos! – me tumbé en la cama.
- Sí, un poco. Pero no te pienses que las tías sois fáciles, ¿eh?
- Anda, buenas noches Isaac.
- Buenas noches enana. – me apagó la luz y salió de mi habitación.

En ese momento me vino a la cabeza Eloy. No había tenido noticias de él desde la fiesta del sábado. Y la verdad es que no lo entendía, porque a mí me había gustado bastante, y por lo que me había dicho, yo a él también le hacía algo de gracia. “Eso es para que no me piense que le gusto demasiado” pensé mientras los ojos se me iban cerrando cada vez más.



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miércoles, 11 de noviembre de 2009

Problemas de matemáticas

Después de llegar a casa, y de comer, me subí a mi cuarto a hacer los deberes. La profesora de matemáticas nos había mandado una página entera de ejercicios. Ese día se había pasado.
Cuando me puse a hacerlos, oí que alguien llamaba a la puerta de mi habitación, e Isaac pasó.
- ¿Qué quieres? – le dije.
- Es que me acaba de llamar Edgar, y me ha dicho que viene hacia casa. Que no entiende unos problemas de mates y quiere que se los expliques.
- ¿Y por qué no me ha llamado a mí?
- Porque sabía que le ibas a decir que no viniera. – ¡qué razón tenía!
- Pues paso de explicárselo. – no quería tenerlo en mi cuarto.
- Leire, ayúdale. Sabes que se le dan muy mal las matemáticas, y tú eres una máquina. Piensa en él como un amigo, no como el chico que te gusta que se ha liado con tu enemiga.
- Vale, Isaac. No hace falta que me lo recuerdes todos los malditos días.
- Lo siento. – cerró la puerta.

Yo no quería explicarle los problemas. Además, ninguno de los dos iba a estar a gusto. Sabía que Edgar venía como excusa para hablar conmigo, no para que le explicara los ejercicios de mates. Alguien volvió a llamar de nuevo a mi puerta, pero el que apareció detrás de ella no fue Isaac, sino Edgar. Me levanté de la silla y le hice pasar. Él, con la cabeza agachada, dejó su mochila en el suelo y se sentó en la cama.
- Leire, necesito que me ayudes con los problemas de mates.
- ¿Es que no sabes apañártelas tú solito, o qué?
- Está claro que no, porque sino no hubiera venido.
- Anda, coge las cosas y ven aquí al escritorio, que ahora mismo estaba haciéndolos.
- Gracias. – me sonrió. Yo no le devolví la sonrisa.

Durante un buen rato le estuve explicando los problemas de matemáticas, pero en una de las veces en las que él estaba intentando hacer uno solo, empezó a hablarme de la fiesta del sábado.
- ¿Entonces te lo pasaste bien?
- Sí, me lo pasé estupendamente. – claro que me lo pasé bien, pero hasta que vi que él se estaba liando con Fanny.
- Me alegro. Oye… - dijo al cabo del rato. – Esta mañana he estado hablando con Fanny.
- Ya lo sé, os he visto.
- Si, estaba hablando con ella de lo que me dijiste tú ayer por el Messenger. Me ha dicho que es verdad, que si que me lié con ella. Pero para mí no significó nada, en serio. No estaba en condiciones, y es como si no hubiera pasado.
- Ya, pero ha pasado. Y el pasado no se puede cambiar.
- Lo sé.

Seguimos dando clase como si la conversación que acabábamos de tener no nos hubiera afectado a ninguno de los dos, aunque eso no era cierto. Yo estaba muy distante con él, y Edgar no sabía de qué hablar.
Cuando acabé de explicarle todos los ejercicios de matemática, bajamos los dos a la cocina a beber algo. Yo estaba muerta de sed. Me cogí una coca-cola. Le pregunté a Edgar que era lo que le apetecía, y él me contestó que tan solo un vaso de agua fresca. Le dije que se sirviera él mismo. Saqué también un paquete de papas.
- Leire, por favor, necesito que me vuelvas a hablar en clase. – me pidió mientras cogía una papa de la bolsa.
- No sé, Edgar. Ya veremos. Aunque me hayas dicho que para ti no fue nada… Me cuesta creérmelo. Y más viniendo de ti.
- ¿Qué quieres decir con eso? – preguntó algo mosqueado.
- Joder Edgar, ya lo sabes. Eres de esos chicos que te da igual con que chica estar. Además, la que quieres la consigues fácilmente. Y no me digas que no, porque no te creería.
- Pues sí, soy de esos chicos, para que te voy a mentir. Siempre he tenido la chica que he querido. En eso no he tenido problema.
- ¿Lo ves?
- Sí, pero parece que ahora la chica que quiero, se me está resistiendo. – me cogió la mano que tenía encima de la mesa y le dio un beso.
- Y más que se te va a resistir.
- ¿Y eso por qué? Sé que desde siempre te he gustado. Me he dado cuenta de las miradas que me echabas en clase, de las veces en las que venía aquí a tu casa a ver a tu hermano siempre te metías en tu habitación porque te daba vergüenza hablar conmigo…
- ¡Oh dios mío! ¿Siempre te has dado cuenta de eso? ¡Qué vergüenza estoy pasando en este momento!
- Pues no sé por qué. – me cogió de nuevo la mano que tenía encima de la mesa, pero esta vez no me la soltó. – Pero lo que tú no sabes es que siempre me he sentido atraído por ti.
- Imposible, Edgar. Tú siempre has pasado de mí. Ni una simple mirada en clase, ni un simpático “hola” al verme… ¡nada!
- Aunque te parezca mentira, me gustabas tanto que no era capaz de hablar contigo. Siempre he querido desde hace años acercarme a ti y conocerte, pero nunca he tenido el valor suficiente.
- ¿Tú? ¿Valor? No me lo creo. Si eres tú siempre el que entras a una chica si te gusta.
- No, estás equivocada. Yo entro a una chica si ésta me parece guapa, simpática y atractiva. En cambio, si me gusta, soy el chico más tímido que conocerás. – me quedé prendada de sus ojos en ese momento. Quería averiguar si mentía o no, pero su mirada transmitía sinceridad… o mentía muy bien.
- No sé, Edgar. En este momento estoy un poco confundida. Déjame un par de días para recapacitar y pensar en todo esto que me has dicho de sopetón. – él asintió.

Se levantó de la mesa, y después de ayudarme a recoger todo lo de la mesa, se despidió con un beso en la mejilla y se marchó.

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miércoles, 4 de noviembre de 2009

Los tíos son así

Acababa de vestirme. Me había puesto los primeros pantalones cortos que había encontrado en el armario. No encontré ninguna camiseta que me gustara ese día. Fui a la habitación de Carla, ya que ésta estaba en el baño, y le cogí una camiseta que desde siempre me había encantado. Era roja, y quedaba algo ancha, que con los pantalones cortos quedaban de maravilla. En los pies, unas simples sandalias romanas.
Bajé a desayunar. Isaac ya estaba allí, y mi madre estaba vestida y estaba a punto de irse a trabajar. Le pregunté que cómo estaba, y ella me contestó que ya estaba mejor, aunque se notaba algo febril. Le dije que se podía quedar un día más en cama, pero ella no hizo caso a mi proposición, y se fue a trabajar.
Cuando Carla apareció en la cocina, se quedó con la boca abierta al verme su camiseta en mi cuerpo.
- ¿Qué narices haces con mi camiseta? – dijo exaltada.
- No encontraba nada, y como esta me gusta mucho... – dije intentando parecer melosa.
- Pero a mí me da igual que te guste. Quítatela ahora mismo.
- Déjamela, por favor.
- He dicho que no. – gritó de nuevo.
- Déjasela, Carla. ¿Qué te cuesta? A ti nada, y a ella le haces feliz. – dijo Isaac intentando ayudarme.
- Está bien. Pero que sea la última vez, ¿de acuerdo?
- Gracias, Carla. – fui a darle un beso, pero ella se apartó con cara de asco. Carla seguía sin cambiar.

Como todas las mañanas, Eric fue a por Carla. No podía entender cómo podían ir juntos al instituto. Ambos ya no se gustaban. Pero todo esto se hacía por no perder la popularidad de ambos dos. Casi todas las chicas deseaban a Eric, y lo mismo ocurría con Carla. Eran la pareja más deseada y la más envidiada. Y eso tenía que permanecer inalterable.
Isaac sacó su moto, como era habitual ya de todas las mañanas, y ambos nos fuimos de camino al instituto. El camino se me hizo demasiado corto. Pensaba en Edgar y en la conversación que tuvimos el día anterior por Messenger.

Entré en clase. Nanni y Auro ya estaban sentadas, y juntas, por lo que me tuve que sentar sola. Dejé mi mochila en la silla de al lado, por si alguien tenía intención de sentase a mi lado, como podía ser Edgar o Fanny. Pero enseguida vino Cynthia, y me pidió si podía apartar la mochila, ya que se quería sentar conmigo. Acepté encantada.
- ¿Qué tal en la fiesta? – me preguntó cuando el profesor de Historia empezó a hablar de la Segunda Guerra Mundial.
- Bien, bien. – mentí.
- Desde que me dijiste que Ben quería hablar conmigo, luego ya no te vi.
- Ni yo a ti tampoco. Y por cierto, ¿con Ben qué? Porque dijo que se quería liar contigo, ¿no?
- Sí. Al final nos liamos. Pero vamos, nada serio. Ya sabes, todo lo que pasa en esas fiestas es por el efecto del alcohol. – la frase que Cynthia acababa de decir, me recordó a lo que Edgar me había dicho por el Messenger. Se había liado con Fanny, pero él no se acordaba.
- ¿Crees que una persona, si va muy, muy borracha… puede hacer algo y no acordarse? – pregunté queriendo saber la respuesta de ella.
- Claro que sí. Cuando te has pasado bebiendo, llega un punto en el que no sabes ni lo que haces ni lo que dices. Y luego no te acuerdas de nada. A mí me pasó eso en un sábado que estuvimos haciendo botellón en el parque.
- ¡Qué triste! – dije mientras disimulaba haciendo creer al profesor que estaba tomando apuntes de lo que estaba diciendo.
- Si, muy triste. – ella me imitó. – Oye… - dijo al cabo del rato. - ¿Tú no te liaste con Eloy?
- ¿Cómo te has enterado?
- Esa pregunta no se hace. En esas fiestas todo lo que pasa, al día siguiente lo sabe todo el mundo, por eso te tienes que cuidar bastante. Y aún así… - dijo mientras miraba a Edgar.
- ¿Es qué también sabes lo de Edgar? – pregunté intrigada.
- Claro. Sé con quien estuvo cada uno. Lo que no entiendo es cómo pudo liarse otra vez con Fanny. Esa chica es repugnante. Es muy mala.
- ¡No me lo jures! A mí casi me pega porque Edgar me dio un día un beso en la mejilla.
- Lo sé. También lo vi. – me sonrió. Yo hice lo mismo. – Desde siempre le ha gustado Edgar. Consiguió salir con él, pero tan solo duraron unos meses. Ella le dejó por otro, pero luego se arrepintió bastante. Edgar estuvo muy pillada por ella cuando estaban juntos. Pobrecillo.
- A mí no me da ninguna pena. Edgar es el típico chico que va de flor en flor, y esos chicos yo no los aguanto.
- Pero antes él no era así. Empezó a ir de chica en chica cuando lo de Fanny. Como te he dicho lo pasó muy mal, pero yo le ayudé a olvidarla. – ella me sonrió, pero mi sonrisa salió algo forzada.
Enseguida llegó la hora del recreo. La hora de juntarnos todos en la cafetería, aunque no era lo que yo deseaba. Prefería estar con mis amigas en el banco de siempre. Se lo dije a ellas, y aceptaron encantadas. Le conté a Nanni que Carla se había liado con Hugo el día de la fiesta. Nanni ya lo sabía, y también sabía que ayer se estuvieron viendo. Se lo había contado Auro. Nanni estaba contenta porque así pensaba que Carla se olvidaría de Eric, y ella podría ir a conquistarlo. También le conté a Auro lo que Isaac había dicho de ella cuando estaba con Dani en la habitación de mi hermano.
- ¿Es verdad lo que me estas contando, Leire?
- Claro que es verdad, te lo juro. Los escuché ayer. Y me dio una alegría…
- O sea, que le gusto. – dijo levantándose del banco y poniéndose a bailar con un acompañante imaginario.
- Si, le gustas. Pero por favor, para de hacer eso. – le dije mientras las tres nos reíamos.
- ¿Y por qué narices no me dice nada? Desde la fiesta no me ha dirigido la palabra, ni siquiera un “hola”. Nada de nada. ¿Por qué será eso?
- No lo sé. Pero ya sabes que los tíos son así. – contestó Nanni como una marisabidilla. – Les encanta hacerse los duros aunque se estén muriendo por tus huesos.

Todas suspiramos acordándonos cada una del chico que nos gusta, pero ninguna añadió nada más al respecto. Estuvimos durante todo el recreo hablando de Auro y de Isaac. Ella no paraba de darle vueltas a la cabeza, aunque yo intentaba que no lo hiciera.
Sonó el timbre para ir de vuelta a las clases. Cuando estábamos entrando, me topé con Fanny que también estaba entrando. Nos lanzamos una mirada desafiante, y ella sonrió maliciosamente.
Cuando salimos de clase, vi como Fanny y Edgar se quedaban un poco más de tiempo en clase para hablar. Eso me mosqueó bastante. Pero no podía hacer nada. Era ella la que había ganado la apuesta y era yo la que me tenía que alejar de Edgar.


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jueves, 29 de octubre de 2009

Hola a todos de nuevo.

Hola a todos:
Como bien dice el título de esta entrada: "Hola a todos de nuevo". Antes que nada, quiero dar las gracias a toda la gente que me ha escrito un comentario dándome su apoyo y mostrándome todo su cariño. Lo agradezco mucho. No sabéis cuanto. Ya estoy mucho mejor. Poco a poco, y con la ayuda de muchísima gente: amigas, familiares... estoy empezando a superar la pérdida de mi abuela. Me he dado cuenta que no vale la pena estar triste por una persona que ya se ha ido. Yo disfruté con ella cuando la tuve aquí en vida, conmigo, a mi lado, dándome lo mejor de sí misma. Y yo lo supe aprovechar y valorar. Ahora, no le puedo hacer daño. Ella, esté donde esté, tiene que verme feliz y contenta. Pase lo que pase, yo siempre la voy a echar de menos, y va estar por siempre en mi corazón.
Pero bueno, esta entrada no era para escribir sobre mis sentimientos, sino para deciros que voy a volver a publicar la novela. He vuelto a escribir. Me ha ayudado mucho hacerlo, ya que no pensaba tanto en la pérdida de mi abuela. Así que, seguramente, la semana que viene empezaré a subir capítulos. Pero no será tan a amenudo como lo solía hacer, ya que solo llevó un par de días por delante de lo que publico. Y necesito tiempo para pensar en lo que quiero que pase en la historia, y en escribirlo.
De nuevo muchas gracias y... ¡hasta pronto! SIEMPRE CON VOSOTROS. LEIRE.

martes, 20 de octubre de 2009

Hola a todos! Hace cerca de un mes que no sabeis nada de mí, ni que me paso por vuestros blogs ni nada. Pero es que no tengo fuerzas para seguir adelante. Hace ya algo más de un mes que desapareció de mi vida una persona muy importante para mí. Me daba cariño, amor y muchas otras cosas. Y ahora que ya no está conmigo no tengo fuerzas para nada: ni para seguir con mi vida. Todas las ilusiones que tenía se me han ido de un momento para otro. Y es que esa persona era mi vida. Y ahora sin ella...no sé que hacer. Se me hace todo cuesta arriba. Todos los días me pasaba por su casa para verla, oirla, sentirla en mi vida. Y ahora...ella ya no está. Mi abuela no está conmigo. Siento mucho que tengais que leer esto, pero veía necesario que supiérais el por qué el abandono de este blog así por las buenas. Espero que lo comprendais. Quiero salir pronto de toda esta pena y esta depresión que tengo en mí. Quiero seguir con el blog, pero ahora creo que no es el momento. Espero que lo entendais. Y de nuevo, lo siento. Lo siento mucho. Porque vosotros me habeis dado muchas alegrías en todo el tiempo que llevo con el blog, y no quiero dejarlo, no, no quiero. Espero volver lo antes posible, de verdad. Muchas gracias a todos. Os quiero mucho. SIEMPRE VUESTRA. LEIRE. PD: También decir que el blog de Jess está estancado como el mio, porque soy yo la que actualizo, ya que ella no tiene internet.

martes, 15 de septiembre de 2009

Paréntesis*

Hola a todos. Siento deciros esto: hace dias que no publico ninguna entrada, pero no os precupeis, que este comunicado no es para comentaros (ni mucho menos) que dejo el blog, ni nada por el estilo. Escribo este párrafo para deciros que llevo unos días en los que estoy un poco decaida, por algunos problemillas que he tenido en mi vida personal, y estoy un poco triste y sin ganas de hacer nada. Además, me he quedado un poco estancada con la novela. LLevo un par de capítulos por delante de este último, pero no sé como seguir. Tengo muchas ideas en la cabeza, pero no me expreso como quisera. Me ha venido todo de improvisto, y estoy un poco preocupada. Espero que sepais entenderlo. Espero seguir con el blog lo antes posible, si puede ser la semana que viene. Me apetece mucho seguir con la novela para que todos vosotros podais leerla. Y es que son vuestros comentarios los que me alegran, y los que me dan energía para seguir con todo esto. MUCHAS GRACIAS A TODOS. SIEMPRE CON VOSOTROS. LEIRE. PD: el blog de Jess (que actualizo yo porque ella no tiene internet) también estará parado durante un tiempo. Siento las molestias.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Demasiados líos.

En ese momento no había nadie, y podría ver la tele o alguna película sin que nadie me molestara. Al encender la televisión, y no ver ningún programa que me interesara, miré entre las diversas películas que tenía cerca del DVD. De repente vi una que hacía tiempo que no veía. Era mi preferida, y siempre que estaba en momentos difíciles me gustaba verla. Cogí “Un paseo para recordar” y la puse en el DVD. Me fui a hacer palomitas a la cocina. Cuando me estaba acomodando para ver tranquilamente la película, vi como Carla bajaba las escaleras a penas sin hacer ruido.
- ¿Dónde vas? – le dije cuando estaba a punto de salir. Oí como maldecía, y vino al comedor.
- Voy a salir. – contestó.
- Eso ya lo sé, pero te he preguntado a dónde.
- ¿Qué más te da? – me giré y le di al play para que la película comenzara.
- Bueno, era por si venía Eric. ¿Qué le digo? ¿Qué estás en casa de Hugo? – sabía con certeza que iba a ir a casa de Hugo, porque minutos antes me lo había dicho Auro por el Messenger.
- Maldita enana. – dijo en voz baja, pero suficiente alta como para que yo lo oyera.
- Lo sé. Me entero de todo.
- ¡Que te den!

Salió del comedor y de casa algo enfadada. Si una chica va a casa del chico con el que tan solo se ha liado una vez, es porque de verdad le gusta. Lo que no entendía era por qué se iba con Eric de vez en cuando si le había empezado a gustar Hugo.
Empecé a ver la película. Cuando estaba a mitad, alguien llamó al timbre. Puse la película en pausa y salí a abrir algo cabreada. No me gustaba que la gente me interrumpiera cuando estaba viendo algo en la televisión. Pero cuando abrí la puerta, la cara me cambió. Vi el rostro de Dani, ese chico que desde el primer momento me había tratado tan bien.
- ¡Dani! – le di un abrazo.
- Hola Leire, ¿cómo estás? Espero que mejor porque el sábado llevabas una encima…
- Lo sé. No me hagas recordar cosas del sábado, anda. Pasa, pasa. No te quedes en la puerta. – se sentó en el sofá del comedor.
- ¿Viendo una película?
- Bueno…sí…intentando verla.
- Lo siento. – dijo agachando la cabeza.
- No te preocupes, que no pasa nada. Me la sé ya de memoria. Oye, ¿te apetece algo?
- No, solo he venido a ver a tu hermano.
- Si, espera, voy a llamarlo. O mejor, ves a su cuarto. Está en el ordenador.
- Seguro que está buscando webs de chicas sin ropa.
- No me extrañaría. – los dos nos empezamos a reír.

Dani subió al cuarto de mi hermano, y yo seguí viendo la película. Pero de pronto, alguien llamó de nuevo al timbre. Me levanté algo más mosqueada que la primera vez, y recé porque no fuera Edgar. Se pasa tardes enteras en casa con mi hermano y Ben. Isaac siempre tenía visitas, y estaba acostumbrada a ver chicos guapos vagueando por mi casa. Pero cuando abrí la puerta vi a Dafne.
- Hola Leire, ¿está tu hermana por ahí? – me preguntó.
- No, no está. No sé donde puede estar. – decidí no decir que estaba en casa de Hugo por si Carla quería mantenerlo en secreto.
- Vaya, pensé que al ser lunes no saldría por ahí. Pero ya veo que no pierde comba. Bueno, supongo que estará con Eric.
- Si, supongo. – “Que ingenua eres, Dafne” pensé.
- Bueno, pues muchas gracias. Ya hablaré con ella mañana en clase. Hasta luego.
- Adiós. – cerré de un portazo.

Por fin pude ver el final de la película tranquila. Quité todo, y subí a mi cuarto, pero antes de entrar en él me dieron unas ganas tremendas de ir al baño. Pasé por delante de la puerta de la habitación de Isaac y oí como él y Dani estaban hablando de algo que parecía muy interesante. Nunca solía hacer ese tipo de cosas, pero esta vez decidí ponerme cerca de la puerta para ver lo que tramaban.
- ¿Entonces bien? – oí como decía Isaac a Dani.
- ¿Bien? ¡Eso fue más que bien! Tío, no te puedes imaginar lo que es estar con ella. Está tremenda, y besa de miedo. – estaban hablando de una chica, eso estaba claro. Al parecer, Dani se había liado con alguien en la fiesta del sábado. Lo que faltaba ahora era enterarse de quien había sido la afortunada.
- Lo sé, lo sé. He de recordarte que yo también he estado liado con Dafne - ¡Increíble! Dani se había liado con Dafne en la fiesta del sábado. Ya era lo que me faltaba por oír.
- Bueno, ¿y qué me han dicho? ¿Qué tú te liaste con Auro?
- Si, tío. No sé que tiene esa chica, pero me vuelve loco, de verdad. – sin querer evitarlo me salió una sonrisita de mis labios. Mañana se lo contaría todo a Auro. – Ese pelo rubio cayéndole sobre su cara, y esos ojos azul claro que me hipnotizan…
- Uy, uy, uy… - oí que le decía Dani. – Creo que nuestro pequeño Isaac se está pillando por esa chica.
- Cállate, inútil. – oí como se enzarzaron en la típica pelea de chicos.

Cuando salí del baño, me topé con mi madre. Ya tenía mejor cara, pero prefería estar en cama todo lo que quedaba de día, ya que tenía miedo de que tuviera otra recaída. Lo comprendí. Le dije que no se preocupara de nada, que ya me encargaría yo de preparar la cena. Ella sonrió orgullosa de mí.

Las nueves menos cinco. Ya era hora de ir preparando la cena. Como no tenía muchas ganas de cocinar, busqué por la cocina comida precocinada, para no tener que guisar. Encontré una pizza preparada, que solo tenía que calentar. Sin pensármelo mucho más, la metí en el horno para que se fuera haciendo.
Mientras preparaba la mesa, bajaron Isaac y Dani de la habitación de mi hermano. Le invité a Dani a que se quedara a cenar, pero él vio conveniente irse. Yo lo entendí. Se despidió de los dos, y desapareció por la puerta. Poco después, mi hermana hizo acto de presencia en la cocina. Acababa de llegar de casa de Hugo. Isaac y yo la miramos, pero no mencionamos nada al respecto. Nos sentamos todos en la mesa. Ambos agradecieron que hubiera hecho yo la cena esa noche.
- Carla. – empecé diciéndole a ella. – Ha venido Dafne y me ha dicho que tenía que hablar contigo de algo, pero que como no estabas, que ya te lo dirá mañana.
- Gracias por decírmelo. Ahora después de cenar la llamaré haber que quiere. Por cierto… - tardó unos segundos en seguir la frase. - ¿No le habrás dicho que estaba en casa de Hugo, no?
- ¿Estabas en casa de Hugo? – preguntó mi hermano sorprendido.
- Joder, ¿qué no lo sabías? Mierda. Siempre la cago. – dijo Carla mientras le pegaba un bocado a su trozo de pizza.
- No, no lo sabía. Me parece a mí que demasiada confianza te estás tomando con Hugo. – Isaac cogió el último trozo de pizza que quedaba en el plato.
- ¿Confianzas? Ninguna. Desde hace varios años que somos amigos, pero ahora…
- No sigas. – rogué. – ¿Eric lo sabe?
- ¿Eric? No, no creo. Seguro que él también se lió con alguien en la fiesta.
- Puede ser. – contestó Isaac.
- Claro que puede ser, como que estoy segura de ello.
- Piensa mal y acertarás. – dije. Carla me miró, pero no dijo nada al respecto.

Recogimos la mesa y nos fuimos a acostar. Necesitaba descansar. Estaba demasiado preocupada con todo lo del lio de Edgar. Esperaba arreglarlo todo pronto.




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PD: Muchísimas gracias por todos esos comentarios que he recibido en la entrada anterior. Los he visto esta mañana, y enseguida se ha dibujado en mi cara una gran sonrisa. Muchas gracias a todos. Por cierto, seguiros pasando por el blog de mi amiga Jess.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Agobio.

Sin duda era la de Fanny.
“En el patio te espero en los baños de las chicas. Necesito hablar contigo y creo que sabes a lo que me refiero. Fanny”
Miré hacia el lado en el que se encontraba Fanny. Ella me dirigió una de sus sonrisas malévolas. Le pasé la nota a Nanni y después a Auro. Ellas pensaron que lo mejor era no acudir a la cita, pero si no me presentaba significaba que era una cobarde. Además, debía hacer frente a la apuesta que habíamos mantenido entre Fanny y yo.
A penas me percaté de las tres clases siguientes. Salí decidida hacia los baños de las chicas. Les dije a mis amigas que no se preocuparan por mí. Fanny no era capaz de ponerme una mano encima, además, no tenía motivos ya que era ella la que había ganado la apuesta. Ellas lo entendieron y se dirigieron hacia el recreo, después de advertirme un par de veces que tuviera cuidado.
Respiré hondo y entré en el baño de las chicas. En él estaba Fanny fumándose un cigarro. Siempre que estaba nerviosa lo hacía.
- Pensaba que no ibas a venir. – me dijo apagando el cigarro.
- Pues ya ves, aquí estoy.
- Creo que sabes para que te he citado aquí, ¿no? – dijo orgullosa.
- No, dímelo tú.
- Claro que te lo voy a decir yo. Cómo pudiste observar, y sé que lo viste porque te vi entrar en la habitación, el sábado me lié con Edgar. Por lo que la apuesta la he ganado yo. Así que no quiero verte cerca de Edgar, ¿entendido? Porque si no te vas a enterar de quien es Fanny, ¿vale? ¿Te ha quedado todo claro o tienes alguna pregunta?
- Todo claro, Fanny. Como el agua. – sin mediar ninguna palabra más, salí del baño.

Me dieron ganas de llorar, pero no lo hice por miedo de que alguien me pudiera ver. No quería parecer débil, ni mucho menos. Debía de ser fuerte y echarle valor a los problemas. Fui yo la que acepté el reto, y cuando una lo pierde, se tiene que hacer cargo de las consecuencias. Yo misma me lo había buscado.

Salí al recreo. Con la mirada busqué a mis amigas. Como no las encontré supuse que estarían en la cafetería, que era el último sitio al que me apetecía ir. Me dirigí hacia allí con la cabeza agachada rezando para que Edgar no estuviera allí. Pero nada más entrar, él me vio y se levantó de la silla casi corriendo para hablar conmigo.
- Leire, necesito hablar contigo. No sé por qué me has contestado de esa manera esta mañana. Necesito que me expliques…
- Mira Edgar, yo también necesito que me expliques muchas cosas, y no te pido aclaraciones. Así que por favor, déjame en paz, ¿vale?
- Pero Leire… - dijo mientras me dirigía a la mesa donde estaba todos. No le presté atención.

Me senté en la mesa. Enseguida vino Edgar y se sentó en la silla que momentos antes estaba ocupando. No quería hablar con él. No quería que me pidiera explicaciones, cuando era él el primero que me tenía que aclarar varias cosas. Pero no quería saber nada de él. Y menos después de que Fanny me hubiera amenazado. No es que le tuviera miedo, pero si un poco de respeto. Sabía lo que era capaz de hacer, ya me lo había demostrado.

Después de que todas las clases terminaran, me encontré con mi hermano cerca de la moto, y los dos nos fuimos a casa. Cuando llegamos, Carla ya se encontraba allí. Fui hacia la habitación de mi madre. La encontré tumbada en la cama, tapada y con un trapo mojado en la cabeza.
- ¿No estás mejor, mamá? – le pregunté algo preocupada.
- Si, cariño. Lo que pasa que tengo algo de frio y un poco de fiebre. Pero nada, esto es la simple gripe de vuelta al otoño. Pero nada, esto se pasa con unos días de cama.
- Eso espero, mamá. Por cierto, ¿has comido ya?
- Sí. Antes de que vinierais me comí una sopa. Pero muchas gracias por preocuparte por mí.
- De nada. – le sonreí.

Bajé al comedor. Mis hermanos estaban poniendo la mesa. Les ayudé, y puse la comida encima de ésta. Carla, que fue la primera en sentarse, empezó una conversación que a mí no me agradó nada.
- Oye, ¿os habéis enterado de que Edgar se lió el sábado con Fanny?
- Sí, claro que lo sé. – dije yo mientras tocaba los guisantes con el tenedor.
- Ya sabía yo que a él aún le gustaba la tonta esa. Mira que le tengo rabia…
- Pues a mí me han dicho que Hugo también se lió con alguien, lo que pasa que no me han dicho quién. – enseguida Isaac me dirigió una mirada fulminante.
- ¿Sí? – preguntó Carla intentando disimular y salir airosa de la situación.
- Si. Quizá… ¿fuiste tú?
- … Puede ser. – Carla soltó una risita nerviosa. - ¿Y cómo te has enterado tú, enana?
- ¿Y a ti quién te ha dicho lo de Edgar? – agachó la cabeza y los tres continuamos comiendo sin mediar palabra.

Subí a mi cuarto en cuanto recogimos la mesa. Me encerré en mi habitación y puse la radio. La música siempre me aliviaba y hacia que por unos instantes olvidara parte de mis problemas.
Encendí el ordenador. Necesitaba hablar con mis amigas por el Messenger. Estaba Auro conectada. Mientras hablábamos, oí el típico sonidito que hace el programa cuando alguien te ha enviado una invitación para que le agregues. Vi la dirección. Sin duda era la de Edgar. Estuve pensando durante unos segundos si debía aceptar la invitación o no, pero después de consultárselo a mis amigas, decidí aceptarla. Enseguida me habló.
- Leire, soy yo Edgar.
- Ya, me lo he imaginado…por tu dirección de correo, más que nada. ¿Quién te ha dado mi Messenger?
- Ha sido tu hermano. Estaba hablando con él ahora, y se lo he pedido. Necesito hablar contigo, Leire. Es muy importante.
- Edgar, ya te lo he dicho esta mañana. No tengo nada de qué hablar contigo. Déjame en paz y no me agobies más, por favor.
- ¿Agobiarte? ¿Por qué? Por querer hablar con la chica que me gusta.
- ¡Ay va! Ahora resulta que soy la chica que te gusta…vaya… Pues el sábado no parecía eso, ¿no?
- ¿Por qué lo dices?
- ¿Cómo que por qué lo digo? Joder, porque te liaste con Fanny.
- ¿Qué me estás contando? De eso no me acuerdo.
- Venga, ahora no me vengas con que ibas muy borracho, y no te acuerdas.
- Pues te va a sonar a excusa, pero la verdad es que sí. Bebí demasiado, y también fume bastante, y de parte de la tarde no me acuerdo de nada.
- Mira, Edgar. A lo mejor con otras tías te funciona esa coartada, pero conmigo no. Así que, déjame ya en paz.

Cerré el Messenger. Enseguida llamé a mis amigas para decirles porque me había ido sin despedirme. Ellas lo entendieron. Salí de mi habitación directa a la de Isaac. Llamé a la puerta, y antes de esperar a que me contestara, entré.
- ¿Por qué le das mi Messenger a Edgar? ¿Quién te ha dado permiso para que se lo dieras?
- Oye, oye… baja esos humos, enana. Él me lo ha pedido, y yo, como amigo, simplemente se lo he dado, nada más. No haberle aceptado. ¡A mí qué me dices! No me ralles con tus problemas. Si estás enfadad con él, ya te las apañarás tú solita.
- Tienes razón, Isaac. Lo siento, perdóname. Estoy algo alterada desde la fiesta.
- Lo sé. Ya me he dado cuenta. No pasa nada, te entiendo. Yo también estaría tan susceptible si veo al chico que me gusta que se está liando con mi peor enemiga. – hice una mueca. Él se levantó y me dio un abrazo. – No te preocupes, enana. Sabes que me tienes aquí para lo que necesites.
- Lo sé. Gracias Isaac. – le di un beso en la mejilla.

Salí de su cuarto y me fui al comedor.

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PD: Hoy a parte de recomendaros, como siempre, el blog de mi amiga Jess, me gustaría que os pasarais por el blog de una muy buena amiga mia. Su nombre es Sara, y escribe una magnífica novela llamada "Burnin'up" Me gustaría que os pasarais, porque no vais a perder el tiempo, y conforme vayais leyendo la novela os quedareis prendidos de sus personajes y enamorados de la forma en la que Sara narra las historias que la protagonista Gabrielle vive. Quiero dar las gracias a toda esa gente que me comenta todos los días. Gracias a VOSOTROS sigo escribiendo. Porque, aunque no os lo creais, es mucho más duro seguir con la novela si ves que la gente no te escribe. Y veo que, poco a poco, la gente que me comenta es menor. Eso entristece mucho.

martes, 8 de septiembre de 2009

El no deseado lunes.

El despertador empezó a sonar como un poseso. Intenté apagarlo un par de veces pero sin éxito, por lo que lo cogí y lo metí debajo de la cama. “Imposible que sea ya la hora de levantarse” pensé mientras me sentaba en el borde de la cama.
Después de ducharme y arreglarme, como hacía cada día, me fui a la cocina. Mi madre estaba en ella. Era algo extraño, ya que se solía ir minutos antes de que yo bajara a la cocina. Casi nunca la pillaba.
- ¿Y eso que aún estás aquí, mamá? – me extrañó mucho encontrarla en pijama.
- No he pegado ojo en toda la noche. He dormido muy mal. Y es que he estado casi toda la noche con fiebre y no me encuentro muy bien. He llamado al trabajo y les he dicho que hoy no podré ir. - ¡que morro! Yo también quería quedarme en casa, y en la cama. No porque tuviera sueño, sino porque no me quería enfrentar a lo que pudiera pasar.

Bajaron mis hermanos. Enseguida me preguntaron que cómo me encontraba. Aún tenía el estómago revuelto, pero ya estaba mucho mejor. Carla hizo una serie de comentarios, al que yo no pillé la gracia, pero Isaac se las rió.
Nos despedimos de mamá y salimos de casa. En la puerta ya estaba Eric, como todas las mañanas. “Pero si se ha liado con Nanni, ¿cómo puede ahora venir aquí a por Carla” pensé. No lo llegaba a entender. ¿Cómo se podía estar con una chica e ir todos los días a por otra para ir a clase? Como bien me había dicho Nanni en la fiesta, sabía que lo de Eric tan solo había sido un rollo sin más importancia. Carla y él estaban destinados a estar juntos, y nada de eso iba a cambiar. Nanni, aunque no quisiera, no sería capaz de separarlos. Me pregunté si Carla sabía que Nanni se había liado con Eric. Supuse que no tendría ni idea, pero seguro que él se lo contaría. A lo mejor hoy no, pero con el paso de los días seguro que acabaría contándoselo. Y si no, ya me encargaría yo de que Carla se enterara. No deseaba que mi hermana sufriera, pero estaba harta de que se creyera la mejor y tratara a los demás de inferiores y les mirara por encima del hombro. Además, seguro que Carla no se sentiría muy afectada al saber el rollo entre Nanni y Eric.
Isaac, al ver que Carla se iba en el coche con Eric, entró en casa a coger los cascos de la moto. De camino a ella, Isaac me dijo:
- Te voy a contar una cosa, pero no quiero que se la cuentes a nadie. – eso me sonaba muy raro.
- Vale. – dije montándome en la moto.
- ¿Pero quiero que me lo prometas? – dijo mientras él se subía también.
- Que si, pesado. Te lo prometo. ¿Qué es? ¿Qué te gusta Auro? Eso ya lo sabía inútil. – me puse el casco.
- Estás tonta. No. No es eso.
- ¿Entonces? – levanté la visera del casco.
- ¿Tú sabías que Carla se lió en la fiesta con Hugo?
- ¿¡HUGO!? – grité. - ¿El hermano de Auro?
- Si, si. El hermano de Auro, el mismo.
- No puede ser. Yo no los vi.
- Claro, porque ya se guardaron de que no lo vieran nadie. Lo que pasa que ayer me lo contó Carla, pero como secreto. Pero he pensado que deberías saberlo, por si querías hacer algo al respecto.
- ¿Algo al respecto? ¿A qué te refieres, Isaac? No te sigo. – dije sin entender nada.
- Joder enana, estás espesita hoy, ¿eh? Lo digo por si querías decírselo a Nanni. Sé que ella se lió con Eric, y a lo mejor quiere utilizarlo en contra de Carla o algo.
- Sé lo voy a contar a Nanni porque creo que tiene que saberlo. Pero no creo que ella lo utilice en contra de Carla, porque hemos de recordar que Eric tampoco se ha comportado del todo bien, ¿no?
- Hombre, en verdad ninguno lo ha hecho mal, porque ellos ya no están juntos.
- Cierto.

Isaac arrancó la moto. No me podía creer que mi hermana se liara con Hugo. No es que Hugo no fuera guapo, o no estuviera a la altura de Carla, ni mucho menos. Pero no pensaba que él fuera como los demás. Si Hugo se había liado con mi hermana, estaba prácticamente segura de que Dani también había estado con alguien. Desde siempre Dani me había caído muy bien, y me interesaba conocerlo más a fondo. No quería tener nada con él, pero lo veía como un buen amigo que siempre estaba ahí para cualquier cosa.

En un par de minutos llegamos al instituto. Isaac aparcó la moto en la plaza en que solía dejarla. Le di el casco, me despedí de él y me dirigí hacia clase. Estaba nerviosa. Las piernas me temblaban. Sabía que hoy me iba a encontrar con Fanny y también con Edgar. No quería enfrentarme a ellos, pero había que hacerlo. Debía ser fuerte y tener valor.
Respiré hondo un par de veces y entré en clase con paso decidido. Edgar ya estaba en la mesa de siempre con Ben. A penas sin mirarlo, me dirigí a mi mesa. Me senté y saqué las cosas de la mochila. Quería que Edgar me viera entretenida, porque así no podría hablar conmigo, pero no funcionó. Edgar se acercó a mi mesa.
- ¿Cómo está mi chica favorita? - ¿TENDRÁ MORRO? Después de todo lo que había pasado en su fiesta tenía el valor de decirme “mi chica favorita”. No lo entendía. No entendía la mente masculina.
- Bien, gracias. Y déjame en paz, que estoy ocupada. – con cara de extrañado se volvió a sentar en la silla. Había estado algo brusca, pero no quería mantener ninguna conversación con él, y menos tener que verle la cara.

Enseguida vinieron Nanni y Auro. Una de ellas se sentó al lado mía, mientras que la otra se sentó delante. A los pocos minutos aparecieron por la puerta, y deslumbrantes, como siempre, Fanny y todas sus amigas. Iban todas a juego, como de costumbre, y llevaban en el pelo esa diadema blanca que en su día me había regalado Fanny para que también fuera como ellas. Me di lástima. Yo estuve yendo un par de días con ellas. No entendí por qué. ¿Qué era lo que me había llamado la atención de ellas? No tenía respuesta para esta pregunta.
Las cuatro se sentaron cerca de la mesa en la que yo estaba acomodada. Me daba miedo que me pudiera decir algo, aunque estaba preparada para cualquier cosa. Ella solo tendría el valor de restregarme por la cara que era ella la que había ganado la apuesta. Seguro que me vio entrar en la habitación en la que estaba ella junto a Edgar.

Cuando el profesor entró y empezó a dar parte de la materia que tocaba en ese día, recibí un papel que me dio una compañera de clase. Las manos me temblaban. Abrí el papel con cuidado y reconocí la letra.

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PD: Hoy a parte de recomendaros, como siempre, el blog de mi amiga Jess, me gustaría que os pasarais por el blog de una muy buena amiga mia. Su nombre es Sara, y escribe una magnífica novela llamada "Burnin'up" Me gustaría que os pasarais, porque no vais a perder el tiempo, y conforme vayais leyendo la novela os quedareis prendidos de sus personajes y enamorados de la forma en la que Sara narra las historias que la protagonista Gabrielle vive.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Domingo de resaca

Al levantarme todo me daba vueltas. No entendía el por qué, si cuando me acosté se me había pasado todo la borrachera que tuve durante todo el día.
Como pude, intenté levantarme, pero con tan mala suerte que aterricé en el suelo. Me di un buen golpe. Estuve en el suelo un par de minutos. Cuando me hice el ánimo me levanté y me fui directa al baño. Tenía una resaca como nunca antes había tenido. Me lavé la cara con abundante agua, pero el dolor de cabeza y el mareo no desaparecieron.
Me fui de nuevo a la cama a tumbarme. No me iba a levantar en todo el día. Le pondría a mi madre cualquier excusa, aunque ella no era tonta, y sabía lo que me pasaba. Pensé que seguramente, no sería la única que estaría así. Mis hermanos estarían por un estilo. Eso alegró mi cara.

A la hora de la comida, mi madre apareció por mi cuarto. Le dije que no me encontraba del todo bien. “La resaca, ¿verdad?” fue lo que me dijo. Yo asentí con la cabeza. Resopló y bajó a la cocina. Poco después se presentó en mi cuarto con un cuenco de sopa bien caliente. Lo agradecí. Mi madre era una bellísima persona, y aunque se enfadara de vez en cuando con nosotros porque no hacíamos bien las cosas, nos cuidaba y nos quería demasiado, para mi opinión. Pero en ese momento agradecí ese cuidado.

Sobre las seis de la tarde oí que alguien llamó al timbre. Supuse que sería algún amigo de Isaac o de Carla, pero cambié de opinión cuando ese alguien tocó a la puerta de mi habitación. Me alegré mucho cuando vi que ese alguien eran Auro y Nanni.
- Chicas. – dije mientras me sentaba en la cama.
- Hola, L. ¿Cómo estás? ¿Cómo te encuentras? – empezó diciendo Nanni. – Nos ha dicho tu madre que en todo el día no te has levantado de la cama.
- No, me encuentro algo mal. Ya sabes…la resaca. – dije bebiendo un buen trago de agua de una botella que tenía al lado de la cama.
- Espero que mañana estés mejor, porque tienes que hacer frente a lo que te venga.
- Lo sé, lo sé. Pero tengo algo de miedo. Ya sabéis lo que paso con Edgar.
- Si, si lo sé. – dijo Auro. – Me lo ha contado Nanni. Leire, ya te dije que podrías perder la apuesta, y que Fanny era capaz de hacer cualquier cosa para intentar ganarte. Y como ves, ha conseguido lo que quería. Ahora tendrás que olvidarte de Edgar.
- No, esto no va a acabar aquí. Yo, antes que nada, tengo que hablar con Edgar. Yo pensaba, por las cosas que me decía, y por como actuaba conmigo, que algo sentía por mí. No sé el qué, pero algo seguro. Por lo menos atracción. Y no me puedo creer, que de buenas a primeras se lié con Fanny.
- L, sabes que Edgar es así. Le da un calentón, y la da igual la chica que tenga enfrente. Esta vez fue Fanny, y mira, eso que se llevó ella. – dijo Auro.
- Joder, si lo malo es que sé cómo es Edgar de verdad. Pero me sigue gustando, no puedo remediarlo. Tiene algo que me vuelve loca.
- Pues creo que ya es hora de que te vayas olvidando de él, ¿no crees? Te podrías fijar ahora en… ¿qué tal Eloy? Parece un buen chico. – dijo Auro. Ella no sabía que me había liado con Eloy, pero viendo la forma en la que hablaba de él, supuse que Nanni le había informado de todo.
- Eloy me trato muy bien. Es un buen chico. Pero como es algo mayor, tengo miedo de que vaya por lo que van todos los tíos. Y cuando vea que no se lo doy, se marche y me deje con el corazón roto. Tengo miedo de que me empiece a gustar otro chico. Tengo miedo de volver a enamorarme. Ya me he equivocado una vez, y no quiero volver a sufrir otra vez.
- Leire, la batalla no está del todo perdida. – dijo Nanni. – Aún puedes seguir luchando por Edgar, aunque sea algo… ¿ligoncete? Pero bueno, puede que cambie y se haga responsable.
- No creo Nanni. – comentó Auro. – El que es así, no cambia.

Me quedé pensativa. No quería seguir hablando de ese tema. Cada vez que pronunciaba el nombre de Edgar me venía a la cabeza la imagen de él, junto a Fanny, encima de la cama besándose apasionadamente. Yo me había liado con Eloy para intentar quitarme de la cabeza a Edgar, pero había sido peor el remedio que la enfermedad. Ahora el lio que presentaba en mi cabeza, era mucho mayor.
Intenté cambiar el tema hablando de Isaac. Auro enseguida empezó a comentar lo bueno que había sido Isaac el día anterior con ella. Nos comentó que había estado durante toda la tarde con ella, cuidándola. Me pareció muy romántico. Auro nos contó que mañana hablaría con él. Quería intentar salir con él. Estaba demasiado colgada de él como para desaprovechar una oportunidad tan clara.

Cerca de las nueve de la noche, se fueron las dos de mi casa. Me había gustado mucho que mis amigas vinieran a verme. Me vino a la cabeza lo mal que me había portado con ellas cuando empecé a juntarme con Fanny y sus amigas. Y ellas, me perdonaron sin decirme nada más. Estaba muy contenta de tenerlas como amigas. Sabía que pasara lo que pasase, ellas siempre estarían a mi lado. Yo, esperaba no fallarles de nuevo.

Le comenté a mi madre que no quería cenar. No había visto a mis hermanos en todo el día, pero la verdad es que no me apetecía saber nada de ellos. Seguro que se habían enterado ya de que me había besado con Eloy y querían saber todos los detalles al respecto. “Mañana se lo contaré todo” pensé mientras me acomodaba en la cama dispuesta a dormir.

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Y no pareis de pasaros por "La Dura Vida de Jess" La novela se pone interesante.