viernes, 22 de mayo de 2009

En el supermercado

- Pues vamos en un momento al supermercado y compramos algunos litros. – propuso Edgar.
- Eso estaría bien, pero Ben y yo estamos en pleno partido. – dijo Isaac. Me estaba temiendo lo peor. – Leire, acompaña a Edgar, anda, y te dejo que bebas cerveza.
- Yo no quiero cerveza, pero le voy a acompañar igualmente.
- Claro eso dices ahora. Gracias Leire.

Nos levantamos los dos y salimos a la calle. No sabía de qué podía hablar con él. El supermercado estaba debajo de mi casa, por lo que no tuvimos que andar mucho. Entramos, cogimos un carro y nos fuimos directos a la sección de las bebidas.
- ¿Qué compramos botes, o botellas de litro? – le pregunté. De algo tendríamos que hablar, ¿no?
- Yo creo que mejor botes de medio litro, ¿o qué? Porque tú vas a querer, ¿o no? – me miró directamente los ojos. Con esa cara no podía decirle que no.
- Si, alguna me beberé. – le dije sonriendo.
- Ya sabía yo que… - dijo riéndose. – Todas sois iguales, decís que no os gusta, que no queréis y luego sois peores que nosotros.
- Eso no te lo crees ni tú. – le dije a la vez que le daba una colleja.
- Entonces, cogemos doce botes. – dijo echando las latas al carro que habíamos cogido.
- Vale, aunque yo creo que va a sobrar.
- No sabes con quién estás hablando. – dijo acercándose a mi cara. Mis mofletes estaban cogiendo algo de color, porque notaba el calor en mi piel. – Creo que te estoy intimidando.
- Un po poco. – dije tartamudeando. Siempre me pasaba cuando me ponía muy nerviosa.
- Si es que eres más guapa... – me cogió de la mandíbula con una de sus manos y me dio un beso en la cara. – Ahora sí que estás roja. Me encanta. – me soltó sonriendo.

Cogió el carro. Yo seguía parada en el mismo sitio donde había estado los últimos minutos. ¿Por qué hacía eso? Me había dicho que era guapa, y encima había comentado como si nada “Me encantas”. A una persona que no te gusta no le dices semejantes palabras. Día a día, Edgar conseguía confundirme un poco más.
Le perdí de vista. Se había ido con el carro, y yo aún permanecía en la sección de bebidas. Me fui hacia la caja, porque supuse que estaba pagando, aunque allí no lo encontré. Lo busqué y lo encontré en la sección de bebidas alcohólicas. “No te pases, Leire, aquí no caigas”. Otra vez estaba ahí mi conciencia diciéndome lo que debía y no debía hacer.
- ¿Qué haces aquí, Edgar?
- He pensado que para después de la cena podíamos bebernos algunos chupitos de algo. ¿Qué piensas? – dijo mientras miraba las diferentes bebidas que había en aquella sección.
- ¿Quieres saber lo que pienso? Pienso que mañana hay clase, y no es un buen plan. – dije mirando hacia ambos lados de aquel pasillo. Es el supermercado en el cual mi madre compraba todos los días, y la gente me conocía. No quería que ningún vecino me viera, y se lo dijera a mi madre. Aunque a aquellas horas, apenas había gente en aquel sitio.
- Yo pienso que es un plan estupendo. – dijo mientras cogía una botella y la metía en el carro. Cuando la dejó pude ver que era Vodka.

Fuimos hacia la caja. Seguramente nos pediría el DNI, porque justamente la cajera que había era un poco antipática. Además, a mí me conocía y sabía que tenía 15 años. Pusimos las cosas en la cinta. Cuando vio todo aquello se nos quedó mirando. Vi como Edgar le ponía ojitos y ella cobró las cosas sin decirnos nada más. Cogimos las bolsas y nos fuimos para casa.
- Te has querido ligar a la cajera, que te he visto. – le dije mientras cogíamos el ascensor.
- Era por una buena causa, aunque si hubieras estado tú te hubiera pedido hasta el móvil. – dijo mientras apretaba el botón del ascensor y soltaba una risotada – Por cierto, luego me das tu número que no lo tengo.
- Claro, porque nunca me lo has pedido. – dije mientras las puertas del ascensor se abrían. Me cogió del brazo antes de que pudiera salir. Me giré y me quedé mirando el brazo que me estaba agarrando.
- Pero me lo darás, ¿no? – dijo mirándome a los ojos.
- Si me sueltas, puede que sí. – me soltó de inmediato. Salí del ascensor mientras él me seguía.

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