domingo, 24 de mayo de 2009

¿Actué bien?

Ahí estaba Edgar apoyado en el marco de la puerta.
- ¿Qué haces aquí? – le pregunté.
- ¿Puedo pasar? – me dijo mirándome con cara de niño malo.
- Claro. Pasa. – entró y cerró la puerta. – ¿Ahora te puedo preguntar ya qué haces aquí?
- Si, claro. Vengo a que me des tu número de teléfono, me lo has prometido en el ascensor. – mientras decía esto se mordió el labio.
- ¡Ah! Ya se me había olvidado. Espera. – cogí un papel que había en mi escritorio. Estuve a punto de escribirle mi verdadero número, pero pensé que estaría bien hacerle sufrir, por lo que me inventé uno. – Aquí está.
- Gracias Leire. Por cierto, te podrías haber quedado algo más de tiempo ahí abajo con nosotros, ¿no?
- Si, pero es que si me quedo seguro que me convencéis para que siga bebiendo, y ya voy demasiado mareada. – dije mientras intentaba sentarme en el borde de la cama, pero calculé mal y me caí al suelo. Enseguida vino Edgar y me ayudó a levantarme y a sentarme en la cama. - ¿Ves? No puedo beber más.
- La verdad es que vas un poco… - se empezó a reír.
- No te rías, que a mí no me hace ninguna gracia. – le di un manotazo en el brazo.
- Es una lástima que no quieras estar con nosotros abajo más tiempo, porque esta noche me lo he pasado muy bien contigo. – se sentó al lado mío.
- Me alegro. Yo también me lo he pasado bien. – le sonreí tímidamente.
- ¿De verdad? – se acercó algo más a mi. Estaba demasiado cerca. Podía oler su colonia, ver de muy cerca sus preciosos ojos verdes y poder observar como me apetecía en esos momentos besar esos jugosos labios.
- Si, de verdad. – sentí de nuevo que mis mofletes adquirían un tono sonrojado.
- Ya te estás ruborizando de nuevo. – sentía que lo hacía a propósito. Él seguro que sabía de sobra que me gustaba.
- Si, es que soy muy vergonzosa. – miré al suelo.
- Por eso eres tan guapa… Buenas noches. – se acercó y me dio un beso en la mejilla, aunque algo cerca de mis labios.
- Buenas noches. Hasta mañana. – se levantó y se fue.

Él sabía de sobra que me gustaba, por eso creaba todas esas situaciones en las que yo enseguida me ponía colorada. Pero no entendía porque lo hacía. Le gustaría verme como me ponía nerviosa ante sus encantos. Pero no se podía poner tan cerca de mí, y después darme un simple beso en la mejilla, porque quien hubiera visto esta escena desde fuera hubiera pensado que después de esa conversación venía una beso. Yo se lo hubiera dado, pero no era tan tonta como para arriesgarme, porque seguramente él me hubiera apartado la cara, ¿o no? No lo sé. Estaba muy confusa. Pero pasara lo que pasase iba a esperar a que fuera él el que me diera el beso, no iba a caer en su trampa, aunque pensaba que eso nunca iba a suceder. Pero no podía aguantar más este tipo de situaciones, me ponía enferma.
Por otro lado, no se si había actuado bien dándole un número falso. Por su culpa, había sufrido durante bastantes años, y más estos últimos días, por lo que se lo merecía. Ahora me tocaba a mí ser la mala de la película. Además, no pensaba que nunca me fuera a llamar.
Me acosté. Aún les oía abajo reírse y hablar más alto de lo normal, pero duró poco porque en apenas unos minutos me dormí.

Safe Creative #0905243711006