miércoles, 29 de septiembre de 2010

Él no se va a enterar, mamá

En cuanto terminamos subí a mi habitación. No tenía ganas de hablar con nadie, tan solo de estar sola y pensar en mis cosas. Encendí el ordenador y casi sin darme cuenta me metí en el fotolog de Edgar. Había renovado su foto. Ahora resplandecía una foto de Fanny comiéndose un chupa-chups. En el pie de foto ponía que ella era lo mejor que le había pasado en la vida, y aunque habían tenido sus más y sus menos no pensaba dejarla nunca. Se me derrumbó el mundo. Lo que me faltaba.
Salí de la página y apagué el ordenador. No quería saber nada más de ese chico ni de su relación con ese personaje, porque Fanny era eso: un personaje. No se la podía llamar de otra manera.

Me tumbé en la cama. Me había quedado sin ganas de hacer nada. Miré la mochila que había dejado al lado del escritorio. Enseguida caí en que la profesora de matemáticas nos había mandado algunos problemas para hacer en casa. En ese momento un montón de recuerdos pasaron por mi cabeza. Como aquel día, algunos días después de que Edgar y Fanny se liaran en la gran fiesta, mi hermano me convenció para que Edgar pudiera venir a casa a que yo lo explicara los problemas de matemáticas. Y yo, tonta de mi, accedí, y como no. Ese día fue el día, el día en el que él se me declaró y me dijo que desde siempre se había fijado en mí. Y yo, como una tonta, de nuevo, me lo creí. ¡Ay! Pero ahora todo eso pertenecía al pasado, a un pasado que parecía muy, muy lejano.

De repente algo me sobresaltó. Reconocí esa melodía. Estaba sonando mi móvil. Me levanté corriendo de la cama, y rebusqué en la mochila, ya que el móvil aún se encontraba ahí. Empecé a sacar libros y libretas, pero el móvil no aparecía, hasta que por fin lo encontré, en el fondo. Cuanto antes quieres encontrar una cosa, parece que más escondida está.
No me dio tiempo a mirar quien era el llamante. Lo cogí inmediatamente.

- ¿Sí? – dije.

“Pi, pi, pi”. Habían colgado. Miré el número. No lo conocía. No me sonaba de nada. Enseguida me volvió a llamar. Dejé que sonara un par de veces y lo cogí.

- ¿Diga?
- ¿Leire? ¿Eres tú?
- Sí, claro que soy yo. ¿Quién eres?
- ¿No me reconoces la voz?
- Lo siento, pero no.
- Soy Dani, el primo de Auro.
- ¡Dani! – me senté en el borde de la cama. – ¿Cómo estás? Desde el sábado que no sé nada de ti.
- Sí, lo sé. Estoy muy bien, gracias. ¿Y tú? ¿Cómo te encuentras después de todo lo que pasó el sábado noche?
- Mejor, ya estoy algo mejor. – mentí. – Pero mejor no hablemos del tema. Por cierto… - dejé unos segundos de silencio. - ¿Quién te ha dado mi número?
- Mi prima, aunque me ha chantajeado.
- ¿Qué te ha dicho?
- Que si quería tu número le tendría que comprar todos los días que saliera el botellón.
- Y por lo que veo te ha convencido, ¿no?
- Sí, eso parece. – los dos reímos. – Bueno, te llamaba para decirte algo.
- Ya sabía yo que algo tramabas. – los dos reímos de nuevo.
- Era por si te apetecía que esta tarde nos fuéramos al cine o a tomar algo. – se me iluminó la cara.
- ¡Me parece estupendo! Me apetece salir contigo. – pensé en las palabras que acababa de decir. Esperaba que él no las hubiera malinterpretado.
- Entonces no hay nada más que hablar. ¿Te viene bien que te recoja a las seis?
- Hecho. Aquí te espero. Un beso Dani.
- Adiós.

Colgué. Me tiré para atrás en la cama. Dani me acababa de pedir ir al cine. Los dos. Solos. Miré el reloj. Eran las cuatro.
Me levanté de un brinco. Si me iba a ir al cine, iba a perder toda la tarde, por lo que tendría que hacer en ese momento los problemas de matemáticas. Así que me puse a hacerlos.
En un momento los tenía hechos. Mi hermano tenía razón. Era una máquina en las matemáticas. Da igual lo que me echaran, todo lo hacía bien y en un momento.

Me levanté del escritorio y abrí el armario. Tendría que cambiarme de ropa, no iba a ir con lo mismo que había llevado esa misma mañana. Pero… ¿qué me podía poner? ¿Unos pitillo? ¿Una falda? ¿Qué le gustaría más a Dani?
Me quedé paralizada. ¿De verdad me estaba preocupando qué ropa le podría gustar más a Dani? Empecé a preocuparme. Tan solo era Dani, un amigo, ¿o quizá era algo más? No, solo era un amigo, e iba a salir con él al cine, pero solo en plan amigos. Yo no quería nada más con él, pero entonces… ¿por qué me estaba preocupando tanto este tema si lo tenía tan claro?
Dejé de pensar y cogí lo primero que pillé del armario: unos pantalones cortos y una camiseta de manga corta. Así iba bien para la cita. ¿La cita? ¿Pero en qué diantres estaba pensado? No era una cita, simplemente eran dos amigos que se llevaban bien y que iban a quedar para ir al cine, punto y final.
Me cambié de ropa y me bajé al salón con mi madre. Estaba allí viendo la televisión, como todas las tardes. Siempre tenía algo que ver: o algún programa de cotilleo o sino una novela servía para pasar parte de la tarde descansando y sin hacer nada. Al ver que me había cambiado de ropa, no pudo disimular su extrañeza.

- ¿Te has cambiado de ropa, verdad?
- Si, mamá. Es que voy a salir.
- ¿Estamos a lunes y ya vas a salir? Ya sabes que no me gusta que salgáis entre semana.
- Solo voy al cine, mamá. A la hora de cenar voy a estar aquí, así que tranquila.
- ¿Y con quién vas? ¿Con tus amigas?
- No, mamá. No voy con Auro y Nanni. He quedado con Dani.
- ¿Dani? ¿Quién es Dani?
- Parece mentira que no le conozcas. Pues es el primo de Auro, y ha estado en casa muchas veces, mamá. Es amigo de Isaac.
- Dani, Dani… - mi madre se quedó un par de segundos en silencio, pensando si conocía a Dani. – Pues ahora mismo no caigo quién es ese chico.
- Va a venir ahora a recogerme, así que… - dejé la frase sin terminar.
- Pero… ¿y cómo es que vas a salir con él si es amigo de tu hermano?
- Pues porque también es mi amigo.
- ¿Y eso no le molestará a Edgar? - me quedé de piedra. ¿Cómo sabía mi madre eso?
- ¿Por qué le tiene que molestar a Edgar?
- No sé, cariño, como siempre ha sido el chico que te gustaba y últimamente estabais así, así pues… - ahora sí que me había quedado de piedra. Mi madre desde siempre había sabido que Edgar era el chico que me gustaba, pero no sabía de dónde se había sacado todo lo demás.
- No creo que Edgar se enteré. – el corazón se me aceleró. No me gustaba mentirle a mi madre, pero estaba claro que no le iba a contar toda la verdad. A mi madre no le gustó para nada esa contestación.

Llamaron al timbre. Me despedí de mi madre prometiéndole unas mil veces de que a la hora de la cena iba a estar en casa. Ella se quedó algo conforme, aunque no del todo.


Safe Creative #1009217397827

martes, 28 de septiembre de 2010

Ella es superior a mí

- Cuéntamelo todo, y ya. No quiero que te hagas de rogar.
- De acuerdo. Pues muy simple… ¡ESTAMOS SALIENDO – dijo casi chillando. Pegué un grito y la abracé.
- ¡No me lo puedo creer! Me alegro mucho por ti, Auro. Por fin mi hermano se ha decidido. ¡Ya era hora! – todas reímos.
- Si, por fin se ha decidido, y me ha pedido salir. Pensaba que nunca lo iba a hacer. Ahora si estoy feliz. – Auro sonrió felizmente. Nanni y yo hicimos lo mismo.

Salimos las tres de clase y fuimos hacia la puerta del instituto. Allí estaba mi hermano, solo. Se acercó Auro casi corriendo y le plantó un beso en los labios. Isaac se lo correspondió. Miré a todos lados. Por allí seguían sin aparecer Ben, Edgar, Fanny, Raquel y Jess. ¿Pero dónde narices se habían metido?
Noté como Nanni me daba un pequeño codazo en el brazo avisándome de algo. Volví a mirar a todos lados y allí estaban. Edgar y Fanny venían directos hacia donde estaba mi hermano. Iban cogidos de la mano. Ben, Raquel y Jess iban detrás de ellos.

- ¿Qué pasa, capullo? – le dijo Edgar a Isaac mientras se chocaban las manos en señal de saludo.
- Nada. Os he estado esperando todo el puto día, y no habéis aparecido. Ya os vale, cabrones. Me habíais dicho solo las primeras horas.
- Lo sé, lo sé. – Ben se incorporó a la conversación. – Pero al final nos hemos liado y…
- ¿Os habéis liado? – preguntó Isaac sin entender muy bien a que se estaba refiriendo su amigo.
- Si, coño, nos hemos puesto a jugar a los bolos, y ya hemos pasado toda la mañana en el centro comercial. – aclaró Ben.
- ¡Ah! Entonces esta tarde no os apetecerá una de bolos, ¿verdad?
- Hombre, pues la verdad… - empezó diciendo Edgar. Pero Fanny le interrumpió.
- Y menos si van ellas. – dijo mirándome de arriba abajo. No pude contenerme.
- ¿Pero a ti qué te pasa? Me tienes ya harta, y no puedo más. – le dije mientras me enfrentaba a ella. Estábamos las dos cara a cara.
- ¡Eh! ¿De qué vas? – Edgar se puso entre nosotras dos y me dio un pequeño empujón. - Déjala en paz.
- Ha empezado ella… - empecé diciendo, pero Edgar me volvió a dar otro pequeño empujón, y me apartó más de Fanny.
- ¡Eh, eh, eh! Ya vale, Edgar. – Isaac se metió en medio de nosotros dos. – No la vuelvas a tocar, ¿de acuerdo? – ambos se quedaron cara a cara. Edgar posó su mano en el hombro de mi hermano en señal de paz.
- Tranquilo, tío. Ha sido solo un pequeño empujón para que no se enzarzaran en una pelea.
- De acuerdo, pero no la vuelvas a tocar ni en broma. Ya aguanté bastante la otra noche, y no te dije nada, pero no lo voy a volver a tolerar. – le dijo mientras ponía su dedo índice en el pecho de Edgar.
- Vale, Isaac. – Edgar se acercó a darle un abrazo a mi hermano. Al principio Isaac se quedó un poco paralizado, pero luego le correspondió al abrazo.

Miré a mis amigas. Ellas no salían de su asombro. ¿Cómo podía haber sido capaz de pegarme un empujón a mí? A la chica que hasta hacía un par de días le gustaba. Y todo por defender a la que era ahora su novia.
Giré mi cabeza y miré a Fanny. Ella sonreía maliciosamente, disfrutando de cada momento, de cada minuto. Se deleitaba viendo como yo sufría por toda aquella escena que acababa de suceder. Ella estaba consiguiendo todo lo que quería, y estaba contenta. Solo le faltaba saltar de alegría. Pero no hacía falta que lo hiciera, porque sabía que estaba disfrutando.
Miré de nuevo a mis amigas, y les hice un gesto de cabeza. Ellas sabían perfectamente lo que significaba. Nos fuimos de allí sin decir nada más, y nos encaminamos hacia casa.

- ¡Que fuerte me parece! – dijo Nanni cuando ya estábamos demasiado lejos de ellos como para que nos pudieran escuchar.
- Ya te digo. Y Fanny como disfrutaba, ¿eh? – las dos giraron sus cabezas para mirarme. Yo permanecí en silencio. - ¿No piensas decir nada al respecto, L?
- ¿Yo? – pregunté. Estaba ausente.
- No, mi abuela. ¡Pues claro que tú! – dijo Auro mientras me miraba y me pegaba unos pequeños golpecitos en la espalda. – Leire, ¿no has visto lo que hecho Edgar?
- Pues claro que lo he visto, por eso estoy así. No me puedo creer que él haya actuado de esa manera. Pero bueno, en cierta manera lo entiendo.
- ¿Qué lo entiendes? – preguntó Nanni alzando la voz. – ¿Qué coño es lo que entiendes? Porque ahora la que no está entendiendo nada soy yo.
- Muy fácil. Entiendo que él defienda a la que es ahora su novia, aunque no hace falta que lo haga de esa manera.
- Leire, te voy a abrir los ojos, porque veo que aún los tiene bastante cerrados. – añadió Auro. – Si, vale que esté defendiendo a la que es su novia en estos momentos, pero es que hasta hace un par de días estaba loco por ti, y eso no puedes negármelo.
- Claro que no, porque eso es obvio. – dije. – Pero contra lo que hay ahora no puedo luchar. Ya estoy harta de luchar y no ganar la batalla. Ya no puedo más. Así que lo único que me toca ahora es resentirme e intentar olvidarle, y ya está.
- Vaya… - Nanni se quedó pensativa. – Pensaba que tú eras de otra manera.
- ¿Cómo que de otra manera? – pregunté.
- Si, de otra manera. Has estado luchando por Edgar durante todos estos años, y ahora te vas a dar por vencida.
- N, contra Fanny no puedo luchar. Ella es superior a mí.
- De eso nada, monada. Ella no es superior a ti, ni mucho menos. Ya le gustaría. Já. Simplemente ella ha ido por el camino más sencillo para conseguir a Edgar, y es la mentira. Pero él pronto se dará cuenta de cómo es ella y la volverá a dejar, como ya pasó en su tiempo.
- Pues eso, por ahora no puedo hacer nada. Tiempo al tiempo. – añadí. – Pero no voy a poder soportar situaciones como las que ha ocurrido hace un momento. No.

Había llegado a casa. Me despedí de mis amigas y entré. Carla e Isaac aún no habían llegado. Siempre era yo la primera en llegar.
Saludé a mi madre, y le ayudé a poner la mesa. Enseguida llegaron mis hermanos. Isaac tenía mala cara. Sabía que no le había gustado nada la reacción que Edgar había tenido cuando yo me había enfrentado a Fanny. Él se había tenido que meter en medio, y eso que Edgar era uno de sus mejores amigos.
Empezamos a comer. Nuestra madre nos preguntaba cosas del instituto, que yo, alegremente, contestaba para que no se diera cuenta de que en verdad estaba triste. No quería que mi madre se preocupara. No quería que padeciera por mí. No se lo merecía.


Safe Creative #1009217397780

PD: El jueves día 30 no podré postear. Por ello, subiré mañana miércoles 29 la entrada del jueves (aunque sea huelga general :D) Gracias a todos por seguir leyéndome. SIEMPRE VUESTRA. LEIRE.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Nervios.

Entró la siguiente profesora en clase. Me fui a mi sitio y me senté. Ben, Edgar, Fanny y todas sus amigas (excepto Karen) seguían sin aparecer por clase. Y estaba segura de que no lo iban a hacer en lo que quedaba del día. “Mejor” pensé, “porque como me los encuentre hoy por el instituto, no voy a ser responsable de mis actos”.

Pronto llegó el recreo. Las tres salimos a sentarnos en nuestro banco, como siempre. Ya no íbamos a la cafetería, como últimamente hacíamos, aunque si no estaba Edgar, la verdad es que me daba igual ir.
Auro, que estaba de pie, no paraba de ir de un lado para otro, por delante de Nanni y de mí. Pronto recordé que Isaac le había dicho la tarde de antes en mi casa que quería hablar con ella de algo importante, y ella estaba muy nerviosa.
- Tranquilízate Auro. Estando nerviosa no vas a conseguir nada. – dijo Nanni.
- Lo sé, lo sé, pero es que no puedo tranquilizarme. Seguro que me quiere decir que no quiere saber nada de mí.
- No creo que te quiera decir eso. – dije. – Así que no te preocupes.
- Tú sabes algo. – me dijo Auro parándose en seco delante de mí. – Tú sabes algo y no me lo quieres contar.
- ¡No! Yo no sé nada de nada. – mentí. Si Isaac quería hablar con ella, debía ser él quien se lo contara, no yo.
- Mentirosa. Te lo veo en la mirada. ¡Me estás mintiendo!
- ¡Que no! De verdad que no te miento.
- ¿Quién está mintiendo a quién? – Isaac acababa de aparecer en escena y ninguna nos habíamos dado cuenta de que venía hacia nuestro banco.
- Nadie a nadie. – sonrió Auro mientras ponía cara de enamorada.
- Bueno… ¿te viene bien que hablemos ahora? – le preguntó Isaac.
- Si claro, cuando tú quieras.
- Vale. – él sonrió. – Pues os la robo un momento. Adiós chicas.
- Adiós Isaac. – contestamos Nanni y yo a la vez.
- Adiós chicas. – respondió Auro.
- ¿Tú qué crees que le va a decir? – me preguntó Nanni.
- No tengo ni idea, pero creo que va a ser algo bueno. Sé más o menos de que se trata, pero no lo sé a ciencia cierta.
- ¿Y de qué se trata?
- Prefiero no decírtelo, porque seguramente ella vendrá contenta y querrá contarlo, y que nosotras nos llevemos una sorpresa. Y si ya lo sabemos, se va a llevar una gran decepción.
- Cierto. ¿Pero es algo bueno, no?
- Espero que sí. – sonreí.
- ¿Quién soy? – me giré ya que la voz provenía de detrás de Nanni. Era Eric, y le había tapado los ojos a ella para que adivinara quién era, aunque estaba claro.
- Mmm… déjame pensar que no lo sé. – contestó ella. – Puede ser que sea… ¿mi novio?
- Qué bien suena eso salido de tu boca. – añadió él. Le destapó los ojos. Ella giró la cabeza y la besó dulcemente en los labios. Por un momento, los envidié. Por fin, después de mucho sufrir y esperar, estaban juntos. ¿Quién se lo iba a imaginar? Yo no. - ¿Me puedo quedar aquí con vosotras?
- Claro. – dijo Nanni sin pensar. – Bueno, si a Leire no le importa.
- ¿A mí? Claro que no. Siéntate Eric.
- Gracias, Leire. Oye… - empezó a decir. – siento si alguna vez te he tratado un poco mal o he sido un poco antipático contigo cuando estaba con tu hermana.
- No pasa nada, Eric. Todo olvidado. Novia nueva, vida nueva. – le sonreí.
- Gracias. Es un alivio, ¿sabes? – todos reímos.
- Lo sé.

El recreo pasó volando junto con Nanni y Eric. Él era muy simpático. Nunca había estado tan cerca de Eric, y menos había intercambiado algo más de cuatro palabras con él. Nanni parecía encantada con él, y viceversa. Y eso era lo único que yo necesitaba para estar feliz y alegrarme por ellos. Si mis amigos eran felices, yo también lo era aunque el amor no me estuviera sonriendo en estos momentos.
Edgar me vino de nuevo a la cabeza. ¿No pensaba venir a clase en todo el día? Puf. En menudo se estaba convirtiendo. Si él de por sí ya era un poco rebelde, ahora, junto con Fanny, nadie podría pararlo. Iba a ir de mal en peor. Lo malo es que iba a arrastrar a otras personas que no tenían nada de culpa, como Ben, aunque él ya era bastante mayorcito y podía decidir por él mismo.

Regresamos a la clase. Edgar, Ben, Fanny, Raquel y Jess no estaban en ella. Seguían sin venir a clase. Y yo estaba de los nervios a causa de ello. Quería que Edgar apareciera para dejarle las cosas bien claras, al igual que Fanny. Aunque la principal razón por la que quería ver a Edgar no era esa, y yo lo sabía. Él me seguía gustando, aunque hubieran cambiado las circunstancias, y necesitaba verlo: ver esa mirada que hacía estremecerme. Pasara lo que pasase, yo siempre seguiría sintiendo algo especial por él, porque él para mí era especial.
No me gustaba nada la nueva situación. De un día para otro, Edgar me dejaba en ridículo delante de todo el mundo chillándome e insultándome. Eso no tenía perdón. No podía tratarme así, ni a mí ni a nadie, porque él no era más que nadie para hablar de esa manera y hacerlo pasar mal a otras personas. No tenía derecho.

El resto de horas se me pasaron algo lentas. No podía concentrarme en nada: todos los problemas de mates me salían mal, en el análisis morfológico de las oraciones no paraba de equivocarme en cosas tontas…
El timbre puso fin a las clases de ese lunes. Me levanté de la silla, y después de recoger las cosas y de despedirme de Cynthia, me fui hacia donde estaba Auro y Nanni. Quería que Auro me contara lo que le había dicho mi hermano, ya que no habíamos podido hablar después del recreo porque ella había llegado justa a clase.


Safe Creative #1009217397773

martes, 21 de septiembre de 2010

Palabras que atraviesan corazones.

Me senté con Cynthia. Me saludó a la vez que me daba un par de besos. La noche del sábado ella había estado hablando durante largo rato con Ben en la barra, y luego puede ver como los dos salían del pub, y ya no los volví a ver en toda la noche. Tenía la sensación de que habían tenido algo más que palabras. No me lo pensé dos veces, y me dispuse a preguntárselo.
- Oye, Cynthia… ¿qué tal con Ben?
- ¿Por qué? ¿Pasa algo? – preguntó enseguida.
- No, no pasa nada. Solo quería saber que qué tal lleváis… ¿vuestra relación?
- ¿Relación? – preguntó extrañada.
- Sí, porque tenéis algo, ¿no?
- ¿Ben y yo? ¡Qué va! Solo nos liamos en la fiesta de Edgar y nada más.
- Pero os vi el sábado muy juntitos.
- Sí, pero no hubo nada. Simplemente estuvimos hablando de cosas, pero nada más. Primero, antes de empezar con él algo serio, porque la verdad es que me gusta bastante, quiero conocerlo algo más. No quiero lanzarme a la piscina, y luego encontrarme con que no tengo flotador, ¿me entiendes?
- Perfectamente. – sonreí.

En ese instante, entró el profesor en clase, y tan solo unos segundos después, Nanni y Auro aparecieron por la puerta de la clase, sudando y jadeando. Se sentaron sin decir una palabra, ya que el profesor las miraba con cara de enfado. No le gustaba que después de él entrara nadie más. Tenía que ser el último.
El profesor echó un vistazo rápido a la clase percatándose de que faltaban algunas personas.
- ¿Qué pasa? ¿Qué los lunes no os gustan? – todos nos miramos sin saber a qué se podía estar refiriendo. – Si mi vista no me falla, falta el señorito Edgar y el señorito Ben, y también la señorita Estefanía, Jessica y Raquel, ¿no? ¿Alguien sabe dónde pueden estar? – nos volvimos a mirar todos, pero no hubo respuesta. – De acuerdo. Empecemos con la clase.
- ¿Dónde se habrá metido el estúpido de Ben? – oí que preguntaba Cynthia al aire. Pero no obtuvo respuesta. – Siempre metiéndose en líos por Edgar.

Cynthia tenía toda la razón. Ben y Edgar eran muy buenos amigos, pero siempre (o casi siempre) se hacía lo que Edgar decía. Era muy dominante.
Cogí mi libreta, y arrancando una hoja, escribí algo en ella. Dirigida para Nanni y Auro.

“¿Dónde narices estabais? Os estaba echando ya de menos. ¿Y por qué habéis venido tan cansadas? ¿Veníais corriendo o qué? PD: os sigo queriendo igual”

Cuando el profesor se dio la vuelta para escribir algo en la pizarra, llamé a Nanni sin que se diera cuenta el profesor, y le pasé la nota. Ella puso cara de extrañada, pero no dijo nada y se apresuró a abrir el trozo de papel que le acababa de pasar.

Auro, al percatarse de que Nanni había recibido una nota, se acercó también a leerla. Pronto tuve una respuesta. Pero ellas no me dieron la nota en la mano, sino que directamente hicieron una bola con el trazo de papel y me lo tiraron a la cabeza. Al darme, me quejé. El profesor se giró, pero disimulé. No se dio cuenta de nada.
Abrí rápidamente la nota. Había seis o siete frases escritas en bolígrafo rosa. “¿Cómo no? El color favorito de Nanni” pensé. Ponía:

“Calla, calla, y calla. Llegábamos tarde (como siempre) pero en la puerta nos hemos encontrado con Fanny y Edgar abrazados. Al pasar, he puesto cara de asco, y Fanny me ha dicho algo, y como no lo he entendido, me he acercado y le he dado un guantazo. Total, que Edgar se ha abalanzado sobre mí, y ha aparecido Ben y lo ha separado de mí. Y detrás Fanny riéndose. Lo está trastornando, Leire. “

No daba crédito a lo que estaba leyendo. ¿Qué Edgar había ido a pegarle a mi amiga porque le había dado una torta a Fanny? ¿Pero quién se pensaba que era él? No tenía derecho a pegar a una chica, y menos a mi amiga. Ahora si había despertado a Leire. Pero a la Leire mala. Que se metiera conmigo lo podía soportar, pero que intentara pegar a una de mis mejores amigas, no lo podía soportar. Había estallado la guerra contra Edgar y Fanny. ¿Y no dicen que en la guerra vale todo, igual que en el amor? Pues se iban a enterar.

No le respondí a la nota. No podía. Me temblaban las manos. Estaba furiosa. Necesitaba salir fuera de clase. Necesitaba evadirme de lo que en ese momento estaba rodeada. Noté como las piernas empezaban también a temblarme. No podía controlarlas. Cynthia se dio cuenta y me preguntó si estaba bien. Con un hilo de voz lo contesté que sí, y ella se lo creyó completamente.
En cuanto acabó la clase y el profesor desapareció por la puerta, me levanté de la silla casi de un salto y fui hacia donde estaban Nanni y Auro.
- Cuéntamelo todo, de pies a cabeza, sin dejarte ni un detalle, aunque sea el más mínimo. – le dije apoyando las manos en la mesa.
- Ya te lo he contado. Más o menos es lo que te he puesto en la nota. – dijo Nanni. Auro asintió. – Llegábamos corriendo, como siempre, porque llegábamos tarde, y en la puerta estaban Edgar y Fanny demostrando su amor. Cuando he pasado por su lado, le he puesto cara de asco, como es normal, porque es lo que me dan: asco. Y Fanny no sé qué narices me ha dicho, pero seguro que guapa no ha sido.
- ¿Y qué has hecho? – le pregunté.
- Pues eso. Me he acercado y le he dicho: “¿Qué es lo que me has dicho?” y ella: “¿Yo? Nada”. Y como sabía que me estaba mintiendo, le he arreado un guantazo con la mano abierta en toda la cara. ¡No me he podido resistir!
- Bien hecho. – dijo Auro pegando un pequeño puñetazo en la mesa.
- Y entonces, es cuando Edgar se ha abalanzado sobre mí como un loco, y balanceándome de un lado al otro, me ha dicho que no volviera a acercarme a Fanny nunca más. Que como él me viera me iba a enterar.
- Yo he intentado separarlo, pero de un empujón me ha separado de él y me ha tirado al suelo. – añadió Auro.
- Y ahí es cuando ha venido Ben, y cogiendo a Edgar, lo ha separado de mí. Si no llega a ser por Ben, yo creo que Edgar me hubiera pegado.
- ¿Estás segura, N? – le pregunté.
- Sin dudarlo, L. Edgar, desde que pasó lo del sábado, está cambiando. Y todo por Fanny. Lo está haciendo violento.
- Pues yo le voy a bajar esos humos que tiene tan subiditos, tanto el uno como el otro. – dije. – Porque a mis amigas él no les pone ni una mano encima. ¿Pero quién se ha pensado que es?
- Tranquila Leire. Yo creo que es mejor que no te metas es este lio. Es una cosa que ha pasado, y ya está. Vamos a dejarla correr, porque si no va a ser peor, y se va a liar más.
- Me da igual que se lie más. Él no se puede salir con la suya.
- Pero es que yo le he pegado una torta a la que es ahora su novia. – dijo Nanni. Esas palabras me atravesaron el corazón como si de un puñal se tratase.
- ¿Crees que están saliendo?
- Esta mañana me los he encontrado abrazados y hablando muy cerca él uno del otro, así que me atrevería a decir que sí, son novios. – otro puñal me atravesó el corazón.


Safe Creative #1009217397759

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lunes, otra vez, y encima tengo que verle

Ya era la hora de levantarse. ¡Qué rápida se me había pasado la noche! Parecía como si me acabara de acostar. Pero no. El despertador ya había sonado, y yo tenía que levantarme.
Me arreglé rápidamente, y bajé a desayunar. Estaba de buen humor, pero cuando vi a Isaac y Carla conversando en la cocina sobre lo que había pasado entre Edgar y yo el sábado por la noche, todo pareció cambiar. Mi buen humor desapareció por completo, como por arte de magia. Y un sentido de culpa y de pena me invadió el cuerpo en menos de unos segundos.
Con la cabeza gacha, y sin hacer ningún comentario, me senté con ellos en la mesa de la cocina.
- Buenos días enana, ¿qué tal has dormido? – me preguntó Isaac. Ya tenía mejor cara, y también mejor humor.
- Bien, aunque creo que me ha faltado noche. Quizá unas dos o tres horas más.
- ¡Pero si has dormido un montón! – comentó él.
- No. La que ha dormido un montón ha sido Carla, que se acostó por la tarde, y se acaba de levantar. – añadí.
- Es que estaba muy cansada. – contestó la aludida. – Pero a las cuatro de la mañana me tuve que levantar a comer algo, porque estaba hambrienta. La barriga no paraba de rugirme.
- ¿Y qué comiste?
- Lo que encontré por la nevera. Había unos pocos espaguetis que habían sobrado por la mañana. Los calenté y me los comí.
- ¡Menuda zampona estás echa! – dijo Isaac mientras se bebía de un trago lo que le quedaba de zumo en su vaso.
- Anda que tú… siempre estás comiendo. Y mejor dicho, quitándole la comida a los demás. – contestó Carla.
- Eso es verdad. – añadí. – A mí siempre me estás quitando los vasos de zumo de las mañanas.
- ¡Eso es mentira! Porque luego voy y te lleno otro para que te lo tomes.
- Eso también es verdad. Ahí me has pillado. – comenté.
- Anda, toma…bebe algo. – Isaac se levantó, cogió un vaso limpio y me lo llenó de zumo.
- Gracias.
- Tanta amabilidad… - empezó diciendo Carla. – me da asco.
- Cállate pesada. – se acercó Isaac a ella y le revolvió el pelo. – Siempre quejándote por todo.
- No vuelvas a hacer eso en tu vida. Con lo que me cuesta peinármelo todos los días…
- Ya ha vuelto la antigua Carla. – dije. – Ya la echaba de menos. Ya decía yo que no era normal que Carla me dejara bolsos y ese tipo de cosas.
- Carla puede ser simpática cuando ella quiere, pero también puede ser mala y borde. – dijo la mayor de los hermanos. Se levantó de su silla y se fue subiendo las escaleras con paso decidido.
- Esta chica está más tonta… nunca aprenderá. Está en la edad del pavo. – dijo Isaac.
- Pues como tú y como yo.
- De eso nada, yo no estoy en la edad del pavo.
- No, que va. Apenas. – me bebí lo que me quedaba en el vaso, me levanté de la silla y subí a mi habitación a por la mochila, dejando a Isaac solo en la cocina.

Bajé enseguida y esperé a mis hermanos en el recibidor de la casa. Enseguida estábamos todos allí dispuestos a irnos al instituto.
Salimos de casa, y con paso ligero, nos dirigimos hacia el instituto. Cuando llegamos cerca del parque, Carla dijo que se quedaba allí. Había quedado con Hugo para verse antes de irse cada uno a sus respectivos institutos. Al parecer, lo de Carla y lo de Hugo iba muy enserio. Me alegraba por ellos.
Isaac y yo nos dirigimos solos hacia el instituto. En la puerta, como casi siempre estaban Edgar y Ben esperando a mi hermano. Cuando vi a Edgar, el corazón me dio un vuelco. No estaba preparada para verlo de nuevo después de todo lo que había pasado el sábado por la noche.
Me acerqué hacia ellos. Le dirigí una de mis mejores sonrisas a Ben, que me correspondió con lo mismo. Pero a Edgar ni le miré. De hecho, él tampoco lo hizo. Podía ver en su mirada odio hacia mí. No podía entenderlo. Isaac me cogió, me dio un beso en la mejilla, y entré en el instituto sin decir nada más.
Por el pasillo iba pensando en lo que acababa de ocurrir. Había sido una situación muy incómoda, y no quería que volviera a ocurrir. Tampoco quería ver de nuevo a Fanny, aunque sabía que eso no iba a pasar. Tendría que ver a ambos todos los días, y aguantar que estuvieran juntos.
En la puerta de la clase estaba Karen, sola, sin nadie más a su alrededor. Me extrañó que no estuviera con Fanny ni con Raquel y Jess. Me acerqué a ella. Me miró directamente a los ojos, y sin decirme nada más, me abrazó. No sabía cómo reaccionar, pero le correspondí el abrazo. Me resultaba algo extraño, ya que con Karen no había tenido ningún tipo de relación. Tan solo había hablado la noche del sábado. De hecho, fue ella la que me advirtió de que Fanny le iba a contar a Edgar que había tenido algo más que palabras con Eloy.
- Lo siento mucho, Leire. De verdad. No sabía que Fanny podía llegar tan lejos.
- No te preocupes, Karen. Estoy bien. De todas formas, muchas gracias por avisarme la otra noche.
- Sí, pero no sirvió de mucho. Ella consiguió lo que quería: hacerte daño y estar con Edgar. No puedes consentirlo.
- ¿Y qué quieres que haga? Yo no soy como ella. Ni quiero serlo.
- Si quieres, yo puedo ayudarte. Planearemos algo, y Edgar volverá a ser tuyo.
- Lo siento Karen, pero yo no quiero entrar en su juego. Yo no sé ser así.
- Ya, ya lo sé. Bueno, yo solo quiero ayudarte, y decirte que aquí me tienes para lo que quieras, ¿de acuerdo?
- Gracias Karen. Sé que para ti esto es un sacrificio, porque te estás jugando muchas cosas.
- Sí, pero ya no me importa. No me gusta el rollo que lleva Fanny. Y cuanto antes me aleje de ella, mejor.
- Sí, va a ser lo mejor. – dije mientras le tocaba un hombro. – Tú no eres como ella. Tú eres buena chica. – Karen asintió mientras aparecía en su rostro una pequeña sonrisa. – Por cierto, ¿dónde está?
- ¿Quién? – preguntó sin saber a quién me refería.
- Fanny, ¿quién si no?
- Se ha ido con Jess y Raquel al parque de enfrente del instituto. Se iban a pelar las primeras clases. Pero yo prefiero venir. Soy buena estudiante, y no quiero que mis notas empeoren.
- Lo entiendo. Bueno… ¿entramos en clase?
- Claro. – sonrió.

Entramos las dos juntas a clase. Mis amigas aún no habían llegado. Era algo extraño, ya que estaba a punto de empezar la clase y todavía no habían aparecido.

Safe Creative #1009157338935

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ellos vuelven, ¿y tú?