miércoles, 30 de diciembre de 2009

La ropa es muy importante.

Llegamos al centro comercial. Durante todo el camino estuve hablando con Nanni y Auro de diversos temas, y se me pasó el trayecto volando.
Dafne, Cynthia y Carla dijeron que iban a ir a comprarse algo de ropa para el botellón. Los chicos ya se habían encargado de decirles el plan para la noche del sábado. Nosotras decidimos hacer lo mismo, así que nos fuimos con ellas. Los chicos, en cambio, se fueron a los recreativos a echarse alguna partida a los bolos.
Las seis nos fuimos a varias tiendas de ropa. Vimos como Carla y las demás se probaban unos vestidos de infarto. Me dio envidia. Yo también me quería comprar algo que dejara boquiabierto a Edgar, pero si mi madre me veía con algunos de esos vestidos, seguro que hacía que me lo quitara.
- ¿Cómo me queda? – Carla salió de uno de los probadores con unos leguins negros de cuero y una camisera larga muy ajustada que dejaba a la luz todas sus curvas. Se dio media vuelta. Saltaba a la vista su figura. En los pies llevaba unos tacones de ensueño. Me encantó.
- Te queda genial, Carla. – le dije.
- Lo sé. ¿Crees que me lo debería de comprar?
- Si luego me lo vas a dejar todo… ¡por supuesto! – sonrió y se metió en el probador de nuevo.

Dafne se compró un vestido muy atrevido y Cynthia una falda bastante corta. Yo no quería comprarme nada. Aún tenía en el armario ese vestido rojo bastante corto que todavía no había estrenado. Veía un poco de avariciosa comprarme algo cuando todavía ese vestido no lo había usado. Además, tenía ganas de ponérmelo. Quería ver la cara que ponía Edgar cuando me viera aparecer con ese modelito.
Carla salió de esa tienda con las manos repletas de bolsas. Le encantaba comprarse ropa. Esperaba que luego parte de esa ropa me la dejara. Gastábamos casi la misma talla, y nos podíamos intercambiar las prendas.
Fuimos a los recreativos, donde se encontraban los chicos. Algunos estaban jugando a los bolos, otros, en cambio, se entretenían jugando al futbolín o al billar. Dejamos las cosas en unas sillas y nos pusimos a mirar como jugaban. Me estaban entrando ganas de jugar con ellos al billar, así que me levanté y me puse al lado de Isaac y Edgar, que eran los que estaban jugando en ese momento.
- ¿Cómo vais? – pregunté.
- Voy ganando. – me contestó Edgar. – Como siempre.
- De eso nada. – se quejó Isaac. – Aún puedo ganarte.
- Si, no sueñes… - ambos rieron. Yo no entendí el por qué de esa risa, pero me uní a ellos.

Me levanté y me dirigí hacia la pista de bolos. Allí estaban el resto de los chicos y todas las chicas. Cogimos unos zapatos que fueran de nuestro número, y en varias pistas, empezamos a jugar. Pronto se agregaron Edgar e Isaac.
Después de pasar casi una hora jugando a los bolos, decidimos volver a casa. Ya era cerca de la hora de comer, y los padres no debían saber que nos habíamos saltado las clases. Con malas caras y un poco de tristeza, cogimos nuestras mochilas y demás cosas y nos dirigimos hacia nuestras casas.
En el camino, los chicos no paraban de hacer tonterías y de empujarse los unos a los otros. En cambio, las chicas los mirábamos extrañadas y nos reíamos de la situación. Cerca del instituto, nos despedimos todos, y Carla, Isaac y yo nos dirigimos hacía casa.
- Ni una palabra a mamá, ¿eh? – dijo Carla mientras guardaba las bolsas con la ropa en su mochila.
- Eso estaba claro. En este marrón estamos metidos todos, y esto debe llevarse a la tumba. – dijo Isaac. Yo asentí con la cabeza.

Entramos todos a casa. Dejamos las cosas cada uno en nuestra habitación y bajamos a la cocina a comer. Mi madre, como todos los días, tenía ya la comida preparada.
- ¿Qué tal os ha ido el día? – preguntó una vez estábamos todos sentados en la mesa.
- Bien, muy bien. – contestó Isaac mientras se llevaba a la boca una gran cucharada de arroz.
- Me alegro. Espero que estéis estudiando y llevéis los deberes y las obligaciones al día, ¿eh?
- Si, no te preocupes mamá. – la tranquilizó Carla. No podíamos decirle que nos habíamos saltado las clases. Nos reñiría. Y lo peor de todo: seguro que nos castigaría.
Después de comer subí rápidamente a mi cuarto a hacer los deberes que habían mandado las tres primeras horas de clase. Mi madre me había removido la conciencia. Además, no era normal que hubiéramos faltado a clase seis personas. Seguro que al día siguiente los profesores nos preguntarían donde habíamos estado. Debía de inventarme una buena excusa. Sobretodo que fuera creíble.
“Toc, toc”. Carla entró inmediatamente después. Llevaba puesto la ropa que se había comprado esa misma mañana. Le encantaba probarse la ropa que se había comprado para ver que le quedaba realmente de infarto. Dio un par de vueltas sobre si misma.
- ¿Qué te parece?
- Ya te lo he dicho esta mañana en la tienda…estás estupenda. Me encantan esos leguins. – sonreí.
- Lo sé. No te preocupes, que te los dejaré. ¿Y tú que te vas a poner? – me levanté de la silla del escritorio y le saqué de mi armario el vestido rojo que aún conservaba la etiqueta. – Es precioso, ¿cuándo te lo compraste?
- Este verano, pero a escondidas de la mamá. Luego quise devolverlo porque no estaba del todo segura que me lo fuera a poner, pero se me había pasado el tiempo de devolución, y me lo tuve que quedar.
- ¿Devolverlo? ¡Estás loca! Es fantástico. Pues porque no sabía que tenías este vestido, sino ya te lo hubiera quitado un par de veces. – volví a sonreír. Era raro que a mi hermana le gustara algo mío. Además, eso era un sello de seguridad, ya que Carla iba totalmente a la moda. - ¿Qué zapatos te vas a poner?
- Pues no lo sé. Quizá unas bailarinas.
- ¡No! – dijo casi chillando. – Espera, ahora vengo. – salió de mi cuarto, pero en tan solo un par de minutos estaba de vuelta con unos zapatos negros con un tacón de 7 centímetros en sus manos. - ¿Qué te parecen?
- Son preciosos.
- Pues para ti, te los doy. Hace tiempo que no me los pongo. Los he utilizado mucho, aunque como verás están como nuevos. – y tenía razón, a penas llevaban ningún arañazo.
- Gracias, Carla. – me abalancé sobre ella y le abracé. Ella me correspondió el abrazo.
- De nada, enana. Aunque estoy viendo por momentos que te me haces mayor. – las dos sonreímos.

Salió de nuevo de mi habitación, pero esta vez no volvió. Llevaba los zapatos en una mano y el vestido en la otra. ¿Por qué no me lo probaba? Me quité toda la ropa que llevaba y me puse el vestido con los zapatos. Me miré al espejo. Estaba muy atractiva. El vestido era extremadamente corto y dejaba al descubierto mis bonitas piernas. También lucía espalda, ya que era palabra de honor. Estaba claro que mi madre no me iba a dejar salir así de casa, así que supuse que me tendría que llevar el vestido a casa de Auro y cambiarme allí, como hacía un par de sábados.
La puerta se abrió de golpe. Era Isaac. Al verme con aquel impactante vestido se quedó con la boca abierta. Salió de la habitación y volvió a entrar.
- Pues si, es la habitación de mi hermana pequeña. Pensé que me había equivocado. – reí.
- No, no te has equivocado.
- ¿Cuándo te vas a poner eso?
- Creo que este sábado, sino me arrepiento antes, claro.
- Por favor, no te arrepientas. – Isaac se sentó en la cama y sacó un cigarro del paquete de tabaco que llevaba en el bolsillo derecho.
- No me gusta que fumes, y menos en mi cuarto.
- Lo siento. – se levantó, abrió la ventana y se puso con la mano fuera de ésta. – Ya está.
- Gracias.
- ¡Madre mía! No me quiero imaginar la cara que pondrá Edgar cuando te vea con ese vestido rojo pasión.
- Espero que le guste.
- ¿Qué le guste? Vamos, te va a dejar seca. – los dos reímos a carcajadas.
- Ojala.
- Ay mi enana que ya empieza a pensar en…
- ¡Isaac!
- ¿Qué?
- Calla.

Isaac se me quedó mirando pero no me dijo nada más. Estuvo conmigo hasta que se acabó el cigarro. Quería quitarme el vestido, pero con él allí mirándome no lo iba a hacer. Así que me esperé a que saliera de mi habitación.

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miércoles, 23 de diciembre de 2009

Tienes el camino libre.

El recreo llegó enseguida. Las tres nos salimos hacia el patio y nos fuimos directamente a la cafetería. Últimamente teníamos por costumbre ir allí. Era donde se juntaba la mayoría de la gente popular del colegio. Allí se hablaba de cualquier cosa, y nos gustaba enterarnos de los cotilleos ajenos.
Poco después llegó Carla junto a Eric, Cynthia, Dafne y todos los demás. Edgar estaba entre ellos. Noté que cuando me vio se sonrojó. Dafne se sentó al lado de Carla y empezó a contarle algo que parecía bastante interesante. Carla prestaba atención. ¿Qué le estaría contando? Quería saberlo.
Por otro lado, Ben, Edgar e Isaac hablaban animadamente sobre algún tema. Cynthia no le quitaba ojo a Ben. Aunque ella me había dicho que Ben era tan solo un rollo, pensaba que le hacía más gracia de lo que ella quería aparentar. Eric, en cambio, miraba a Nanni. Ella no se había dado cuenta, y hablaba con Auro como si nada ocurriera. Cuando Eric se dio cuenta de que le miraba, apartó su mirada hacia otro lado intentando disimular. Yo sonreí para mis adentros.
- ¿Qué os vais a poner el sábado? – preguntó Nanni.
- Siempre estás pensando en lo mismo. – dijo Auro. – Yo supongo que una minifalda o algo así. Y una camiseta de tirantes.
- Yo no lo sé. A lo mejor unos pantalones cortos y una camiseta corta para llamar la atención. – sonrió Nanni. - ¿Y tú, L?
- Puff. Ni idea. Tal vez un vestido corto que tengo. Aún no me lo he puesto ninguna vez, porque me parece demasiado corto, pero bueno… Creo que esta ocasión lo merece.

Tocó el timbre. Todos salimos con paso acelerado de la cafetería. No queríamos llegar tarde a la clase. En cambio, la mesa de mis hermanos no se levantaron. Al parecer, estaban planeando saltarse las tres últimas horas de clase. A mí no me hacía ninguna gracia, pero si me lo proponían no tenía elección. Las tres nos encaminamos hacia la clase, pero Ben corrió detrás de nosotras gritando nuestros nombres. Nos giramos. Él llegó excitado.
- Chicas, ya sé que vosotras sois independientes, y porque os invite yo no lo vais a hacer, pero… - miró a Nanni. Ésta sonrió. –… nos vamos a ir al centro comercial ahora. ¿Os queréis venir?
- Isaac va, ¿no? – preguntó Auro. Ben asintió. – A mí me apetece, ¿qué decís? – nos miró a Nanni y a mí.
- Lo que queráis, chicas. O vamos todas, o no vamos ninguna. – dijo Nanni.
- Pues vamos todas. – añadí yo mientras sonreía. Ben hizo lo mismo.

Los cuatro nos fuimos hacia fuera del instituto. En ese momento no había nadie en conserjería, por lo que nos podíamos ir sin problema. Todos los demás ya estaban fuera, esperándonos. Cuando Edgar me vio, sonrió felizmente. Yo le correspondí. Vino hacia mí y me dio un abrazo. Se lo agradecí. Sentirlo cerca de mí me hacía sentirme bien.
- Venga, tortolitos, dejaros de arrumacos y vámonos ya, no vaya a ser que el conserje venga justo en este momento y nos vea aquí.

Todos nos fuimos camino al centro comercial. Nanni, Auro y yo íbamos por detrás de todos ellos. Nos veíamos extrañas yendo con ellos. Desde siempre habíamos deseado ir con ese grupo, y nunca nos hubiéramos imaginado que nuestro sueño se iba a hacer realidad. Carla, que iba con Dafne y Cynthia por delante, se retrasó y se puso a mi altura.
- ¿Qué pasa, enana? – puse mala cara. No me gustaba que me llamaran así, pero era una costumbre que iba a costar quitarla. Era más fácil acostumbrarme.
- Nada, ¿qué va a pasar?
- Te estás haciendo ya de nuestro grupo, ¿eh? Ya hasta te llamamos para que hagas pellas con nosotros. – sonrió mientras me rodeaba con su brazo. – Y bueno, al igual que tú, tus amigas. – les sonrió a ellas.
- ¿Y a ti que te pasa hoy? Estás demasiado simpática. Miedo me das cuando estás así.
- ¿Es que no puedo estar amable con mi hermanita o qué? – yo la miré extrañada. Sabía la repuesta, así que no se la di – Ya sé que no es muy normal, pero hoy estoy feliz. Ya te diré el por qué.
- ¿Tiene algo que ver con Hugo? – dijo Nanni. Carla la miró extrañada. Noté como se ponía nerviosa. – No te preocupes Carla. Sé que has estado quedando con Hugo, pero no pasa nada. Yo ya no estaba interesado en él.
- Ya sé en quien estás interesada, así que tienes todo el camino libre. Sé que desde siempre te he puesto las cosas difíciles, pero ahora ya ha terminado todo. Yo estoy intentándolo con Hugo, y quiero que salga bien. Así que ahí tienes a Eric. Es todo tuyo.
- Gracias Carla. – ambas sonrieron. Yo estaba alucinando.
- Además, creo que le gustas bastante. He visto como te miraba en la cafetería. – Carla también se había dado cuenta. – Y la verdad, es que hace tiempo que a mí no me mira igual. – sonreímos todas. Era difícil que Carla reconociera ese tipo de cosas. – Pero esto no quiere decir que seamos amigas, ¿eh? Simplemente compartimos grupo de amigos. – Carla nos guiñó un ojo y se volvió de nuevo con Dafne y Cynthia.

Era una tontería, pero lo que acababa de hacer Carla era extraordinario. No estaba del todo segura, pero podía ser que al final nos llegáramos a llevar bien. Mi hermana no era mala persona, pero desde que empezó el instituto, la popularidad se le había subido a la cabeza. Y ahora que casi estaba a punto de salir de él, debía de cambiar.

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sábado, 19 de diciembre de 2009

Amenaza

NOTA DE LA AUTORA: Hola a todos! Hoy no es miércoles, pero como ya estamos en Navidad, y Papá Noel está de camino, os traigo una nueva entrada, a modo de regalo. Espero que os guste. El próximo miércoles postearé, como todos. Un beso a todos. LEIRE.


Un nuevo día. Me levanté de la cama de un salto. Había dormido estupendamente esa noche y me sentía relajada, sin preocupaciones en la cabeza. Pero mientras elegía la ropa para esa mañana, me vino a la cabeza la conversación de Edgar de la tarde anterior. Debía de decidirme pronto. El sábado tenía que darle una respuesta. Quería con todas mis fuerzas estar con él, pero no estaba segura. ¿Y si me estaba mintiendo? ¿Y si saliera con él y al cabo de tres días me dejara? Yo no quería sufrir, y menos si ese sufrimiento provenía del chico al que quería.
Después de desayunar con mis hermanos nos fuimos los tres andando hacia el instituto, ya que Eric no había ido a por Carla. Era algo extraño, ya que él siempre iba a por mi hermana en coche. ¿Y si se habían enfadado? No lo creía, pero podía ser una posibilidad.
Cuando llegamos al instituto, Edgar y Ben estaban en la puerta esperando a Isaac. Los tres se saludaron chocándose las manos y dándose un abrazo típico de chicos. Mi hermana y yo nos miramos, nos sonreímos, y cada una se fue hacia su clase.
Como todas las mañanas, al llegar a la clase ya había algunas personas sentadas en sus respectivas sillas, pero ni Nanni ni Auro se encontraban allí. Me senté en una de las sillas vacías esperando a que vinieran. Pero en ese momento apareció por la puerta Fanny rodeada de sus tres grandes amigas que la seguían como si de perritos falderos se tratasen. Me dirigió una de sus sonrisas malévolas matineras y se sentó en su silla. Poco después, por la puerta hizo su aparición Edgar junto con Ben. Casi nunca se separaban. Eran grandes amigos, e iban a todos los sitios juntos. Edgar me dirigió una sonrisita, pero al ver que estaba sentada Fanny en su sitio le cambió la cara por completo y se puso serio. Fanny se dio cuenta y noté como los celos le comían por dentro. Aunque ella había ganado la apuesta, sabía que era yo la que le gustaba a Edgar, y no ella, como deseaba. Agaché la cabeza y sonreí para mis adentros.
Nanni y Auro no tardaron en llegar. Cuando me vieron me dieron, cada una, un beso en la mejilla. Me encantaba que hicieran eso. Me hacía sentir querida por mis amigas. A veces, las personas necesitamos ese tipo de gestos para sentirnos bien y contentos con nosotros mismos.
La clase empezó en breves. El profesor llegó algo enfadado. No sabíamos por qué, pero se le notaba. La lección nos la explicó en tan solo 20 minutos. El resto de la clase nos la dejó para que hiciéramos ejercicios. Él salió de la clase dejándonos solos. Eso era un peligro, ya que cuando estábamos sin profesor, siempre liábamos alguna. Los chicos se levantaron y empezaron a tirarse tizas desde una parte de la clase a la otra. En cambio, las chicas, solo nos poníamos a hablar de nuestras cosas.
- Menuda tarde la de ayer, ¿no? – dijo Nanni.
- Si, fue cargadita. – comenté yo. Recordé enseguida el comentario que hizo Isaac en el bar.
- Me quedé de piedra cuando Isaac dijo eso. – dijo Auro. – Está claro que os gustáis, pero el comentario no era apropiado a la situación. ¿Luego te pidió perdón?
- Si, en casa. Pero tía, cuando lo dijo, me quería morir. ¡Qué vergüenza!
- Ya. Me lo puedo imaginar. Si me hubiera pasado a mí… - Auro se quedó un par de segundos pensando la respuesta. - … la verdad, es que no sé lo que hubiera echo. – todas reímos.
- Os tengo que contar una cosa. – sonreí.
- Cuenta, cuenta. No nos dejes en ascuas. – dijo Nanni. Les conté la conversación que había tenido con Edgar en la puerta de mi casa. - ¿Qué dices, L? ¡Que suerte tienes! Está coladito por ti.
- Lo sé. Pero no sé que hacer.
- ¿Cómo que no sabes qué hacer? – preguntó Auro. – Claramente salir con él. ¡Estáis el uno coladito por el otro!
- Sí, ¿pero y si me está engañando? ¿Y si cuando empecemos a salir me deja a los tres días?
- Eso no va a pasar, Leire. – dijo muy segura de si misma Nanni. – Si pensara así no te hubiera dicho que esperaría hasta el sábado.
- Pero puede ser que lo diga porque soy una de las pocas chicas que se le han resistido.
- Puede ser, pero yo no lo creo. – Auro también negó con la cabeza, confirmando que ella estaba de acuerdo con Nanni.
- No sé, chicas. – dije mirando al techo.

Las tres nos callamos a la vez. Pero noté que alguien estaba cerca de mí escuchando toda la conversación que habíamos tenido. Recé para que no fuera Fanny, pero no sirvió para nada porque había sido ella. Me miró con cara de furia. Yo tragué saliva. Habíamos hecho una apuesta en la que había perdido, y no la estaba cumpliendo. Me estaba metiendo en un buen lió.
Salió de la clase, pero al pasar por mi mesa me dejó una nota en la que ponía que saliera de clase inmediatamente. Se lo dije a mis amigas, y tragando de nuevo saliva, salí de la clase con paso decidido. Y allí estaba ella. Su espalda apoyada en la pared. Un pie lo tenía también apoyado en la pared. Me dio miedo.
- ¿Qué quieres ahora, Fanny?
- No me vaciles Leire, que nos conocemos.
- No te he vacilado, pero bueno. ¿Qué quieres?
- Te he oído toda la conversación que has tenido con tus amigas. – se me estaba quedando la boca seca.
- ¿Y qué?
- ¿Cómo que y qué? – pegó un puñetazo a la pared. Me asusté. - ¿Cómo que y qué? Yo te voy a decir lo que pasa. Resulta, por si no te acuerdas, que tú y yo tuvimos una apuesta en la que yo salía victoriosa.
- Si, me acuerdo. Pero que yo sepa, no la estoy incumpliendo, ¿no?
- Si, la estás incumpliendo al máximo. Te dije que no te acercarás a él. Y ayer estuviste con él por la tarde. Y por lo que he oído, te ha pedido salir y tú te lo estás pensando. – miré al suelo. – Vale, me lo acabas de confirmar. Bien, tú lo has querido. Te dije que te apartaras de él por las buenas, y tú no lo has hecho. Ahora iré por las malas. – me sonrió malévolamente y entró en la clase con aire chulesco.

Me quedé fuera un par de minutos intentando averiguar que era lo que iba a hacer Fanny. Cuando se ponía así me daba miedo, y sabía que era capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quería. Inspiré y expiré un par de veces y entré en clase. Fanny me miró y se rió junto con sus amigas. Edgar también me miró con cara de preocupación. Yo, simplemente, agaché la cabeza y me senté en mi silla. Mis amigas me preguntaron que había ocurrido, y yo, en cuatro o cinco frases, se lo expliqué todo. Se quedaron mudas.


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miércoles, 16 de diciembre de 2009

Pros y contras.

- Dime, ¿qué te ocurre?
- Te he visto esta tarde un poco fría conmigo, ¿no crees? – mientras me decía estas palabras, no se atrevía a mirarme a la cara. No desviaba los ojos del suelo.
- La verdad es que sí. No sabía cómo actuar después de lo que me dijiste ayer.
- De eso mismo quería hablar contigo. ¿Has asimilado ya lo que te dije? – soltó una pequeña risita nerviosa.
- …. – pensé durante unos segundos. – No, aún no, lo siento. Un día es poco. Necesito algo más de tiempo para pensarlo. Me dolió mucho que te liaras con Fanny. Y estoy mirando los pros y los contras de una posible relación contigo. Así que supongo que el sábado te podré contestar.
- ¿El sábado?
- Sí, ¿qué pasa?
- Demasiado tiempo. Pero bueno, esperaré, no me importa. – los dos sonreímos.

En ese momento me apeteció acercarme a él. Que me abrazara. Que me besara apasionadamente. Un beso único, increíble. Que nunca hubiera dado a otra chica. Pero en cambio, solo me atreví a decir:
- Ya hablaremos, Edgar. Hasta mañana. – abrí la puerta de casa y entré en ella.

Me quedé apoyada en la puerta durante un par de minutos. Pensaba en si había actuado bien. Quizá le tenía que haber dicho que sí, que me gusta mucho y que quería salir con él, y haberle dado un cálido beso en esos labios que tanto deseaba. O quizá no. Quizá había actuado bien diciéndole que el sábado le diría la respuesta.
Con la cabeza echa un lío, subí a mi habitación a cambiarme porque mi madre estaba preparando ya la cena. Me puse el pijama y bajé a la cocina.
- Hola mamá.
- Hola cariño, ¿qué tal la tarde?
- Muy bien. He estado en el parque con mis amigas. Bueno, y con Isaac y sus amigos.
- ¿Con Edgar también? – me quedé sorprendida por esa pregunta.
- Si, ¿por qué?
- No, porque te noto algo extraña. Y siempre que te noto así, es porque has estado con él.
- ¡Ay mamá! No digas tonterías, anda. No tiene nada que ver una cosa con la otra.
- Ya lo sé, pero siempre da la casualidad de que cuando estás así, por medio ha estado Edgar.
- Sabes desde siempre que ese chico me ha gustado. – mi madre lo sabía, pero no estaba dispuesta a contarle todo. – Y ahora, últimamente, estamos más juntos, pero nada más.
- Me alegro.
- ¿De qué? ¿De qué estemos más juntos? ¿O de qué no tengamos nada?
- … - mi madre no sabía que contestar. – Creo que de las dos cosas, cariño. – se acercó y me dio un sonoro beso en la frente.

Carla entró ese momento en casa. Al parecer había pasado fuera toda la tarde, aunque yo no lo sabía. Seguro que había quedado con Hugo en su casa. Se veían todos los días. Carla se estaba pillando por ese chico, y viceversa.
- Hola mamá. Ya estoy aquí. – dijo mientras entraba en la cocina y daba un beso a nuestra madre. – Hola a ti también, enana. – me despeinó el pelo.
- Carla, ahora cuando subas a tu cuarto llamas a tu hermano, que ya está la cena.
- No iba a subir a mi cuarto, pero no te preocupes. Ahora voy. – salió disparada a llamar a Isaac.
- Otra que también viene muy feliz cuando sale por las tardes. ¿Qué os pasa? – preguntó mi madre mientras se sentaba en la mesa a esperar a mis hermanos. Yo la imité.
- Cosas de la edad. – dije yo.

En apenas unos minutos, mis hermanos estaban en la cocina sentados en la mesa y cenando. Mi madre solo hacia que mirarnos a los tres. Isaac comía animadamente, con una sonrisa de oreja a oreja. Carla no lo demostraba tanto, pero también se le veía feliz. Y luego estaba yo, que no sabía como expresar mis sentimientos. Por una parte estaba feliz porque Edgar me había dicho sus sentimientos hacia mí. Pero por otra parte, no estaba segura si decirle que sí a lo de intentar una relación. Tenía miedo de que se fuera a ir con otra chica, y todo lo que me estaba diciendo fuera mentira.
Al acabar de cenar, y entre todos, recogimos la mesa. Mi madre se fue a dormir enseguida. Estaba cansada. Nosotros lo entendimos. Carla siguió a mi madre. Decía que también se iba a dormir. No era normal que se acostara tan pronto. Seguramente se conectaría un rato en el ordenador.
En cambio yo me quedé en el comedor viendo un rato la tele. Empecé a cambiar de un canal a otro, sin encontrar nada que me gustase. Al final tuve que dejar uno de esos programas de cotilleos en los que llevan a “famosillos” para hablar de sus vidas privadas. A Isaac no le gustaban para nada ese tipo de programas, pero vino y se sentó al lado mío. Estuve esperando durante un largo rato a que me volviera a pedir perdón por el comentario que había dicho esa misma tarde en el bar. Por fin dijo:
- Siento lo del comentario de esta tarde.
- Vale, Isaac, no me lo vuelvas a recordar, por favor. Ya he tenido suficiente con lo de esta tarde. – le dije sin apenas mirarle a la cara.
- Además, tampoco ha sido nada del otro mundo. Ni Edgar le ha dado importancia.
- Pero haber, no es que Edgar le haya dado importancia o no, es que, simplemente, ese comentario sobraba. Nadie tiene porque saber que Edgar me gusta.
- ¡Pero si lo sabe todo el mundo! Bueno, a lo mejor todo el mundo no, pero los que estábamos allí sentados, sí.
- Ya lo sé. Pero ¿a que a ti tampoco te gustaría que te dijeran delante de tus amigos que te gusta Auro?
- Pues… me daría un poco igual.
- Claro… Bueno, dejemos el tema en paz. No quiero seguir hablando de lo mismo durante toda la noche.
- Vale, lo que quieras.

Los dos nos callamos y no volvimos a hablar durante todo lo que duró el programa. Después, ambos nos levantamos del sofá y nos dirigimos a nuestra habitación dándonos las buenas noches.

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PD: Hola a todos. Antes que nada deciros que muchas gracias por todos los comentarios que he recibido en las últimas entradas. Me haceis muy feliz, de verdad. Quería deciros que he leido varios comentarios en mi última entrada que preguntaban por el blog de mi amiga Jess. Como sabeis, ella no tiene internet, y tenía que postear yo. Después de algún tiempo pensándolo, ha decidio dejar un poco el blog, porque decía que si no tenía internet no podía contestar a los comentarios y no podía disfrutar de lo que es en sí su blog. Espero que pronto le pongan internet sus padres y pueda seguir con su novela, ya que es fantástica, y aunque al principio tuvo algunas críticas, al final a la gente le acabó enganchando.
Un beso para todos. SIEMPRE CON VOSOTROS. LEIRE.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Vocazas.

Pronto llegamos al parque. Nos fuimos todos hacia el mismo banco. Al parecer, la tarde la íbamos a pasar juntos. No me desagradó demasiado, aunque prefería no estar cerca de Edgar. Necesitaba pensarme en lo que le iba a contestar. Como muy tarde, mañana le quería dar una respuesta, y no tenía las cosas del todo claras.
Me senté en la parte de arriba del banco. Me gustaba sentarme ahí. Edgar dudó durante unos segundos, pero después se sentó debajo de mí cogiéndome los tobillos con sus manos. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Siempre que él me tocaba, sentía una sensación rara en mi cuerpo. Me gustaba, pero a la vez me ponía nerviosa.
- ¿Queréis uno? – volví en sí. Isaac estaba ofreciendo un cigarro a Auro y Nanni. Las dos agradecieron la intención, pero ninguna cogió un cigarro. En cambio, Ben y Edgar le quitaron uno cada uno. Isaac puso mala cara, pero no dijo nada.
- Deberías dejar de fumar, Isaac. – le dije mientras los tres se encendían los cigarros.
- Creo que esta conversación ya la hemos tenido. Y creo que quedó ya clara.
- Isaac, tu hermana tiene razón. No deberías de fumar tanto. – esta vez la que había hablado era Auro. Isaac la miró con ojos de enamorado.
- Pero si tú también fumabas.
- Si, pero solo a veces. Además, me he dado cuenta de que es una tontería.
- Bueno, quizá debería de intentarlo, ¿no? – Isaac sonrió a Auro. Esta le correspondió.
- Vaya cabronazo. Tío, nos estás defraudando. Ya no eres lo que eras. – Edgar le pegó una gran calada a su cigarro.
- Y tú, también deberías de intentar dejarlo. – dijo yo mientras le daba unos golpecitos en la espalda.
- ¿Yo? Ni de coña. – dijo girándose hacia mi. – Si le tengo que gustar a una chica, me tiene que querer tal y como soy. – tenía razón. Además, Edgar me gustaba tal y como era. Y es que verle con un cigarro en la mano, tenía su punto.
- Tienes razón. - apoyé mi codo en su hombro. Él no se quejó.

Estuvimos hablando animadamente durante un largo rato. Llegada la media tarde, los chicos decidieron irse a tomar unas cañas a un bar. Nos miramos entre nosotras sin saber que contestar, pero la cara de Auro lo decía todo. Así que, los seis, nos encaminamos al bar que estaba más cercano al parque.
Nos sentamos en una mesa que estaba cerca de un rincón. Así, podríamos estar tranquilamente sin que nadie nos molestara. Enseguida vino una chica a atendernos. Los chicos, como de costumbre, se pidieron una cerveza. Auro y Nanni se pidieron una coca-cola. Yo no estaba segura de que pedirme, pero al final pedí lo mismo que los chicos. Isaac me miró extrañado, pero no dijo nada al respecto.
- ¿Este sábado vamos a hacer algo? – preguntó Ben. Por lo que aparentaba, él seguía con ganas de fiesta. En cambio, yo no tenía las mismas ganas que él.
- No sé, ¿qué os apetece hacer? – mientras Isaac decía esto, no dejaba de mirar a Auro.
- Botellón en el parque, como todos los sábados. – propuso Edgar.
- Me parece muy bien. Me gusta la idea. – dijo Ben.
- Tú te apuntas a un bombardeo, tío. – dijo Isaac.
- Pues claro. Hay que vivir la vida, ¿no? Por cierto, chicas, vosotras también os podéis venir, ¿eh?
- Es que pensábamos ir igualmente, nos invitaras tú o no. – dijo Nanni un poco enfadada.
- Oye, oye… que no he dicho nada malo como para que me contestes así.
- Tienes razón, lo siento. Pero es que os pensáis que sois el centro del universo, y eso no es así. Puedo ir perfectamente a un botellón en el parque, sin que me invites. – todas miramos perplejas a Nanni. Le había dado un ataque de los suyos y había explotado.
- Vaya. – dijo Ben al cabo de unos pocos segundos pensando en lo que decir. – Me da miedo volver a decir algo, no vaya a ser que me comas…
- Tranquilo. Te haría cualquier cosa menos comerte. – Nanni le sonrió forzadamente.
La chica del bar nos trajo, por fin, las bebidas que habíamos pedido. El bar estaba abarrotado, por ello la tardanza. Todos bebimos un gran trago de nuestras bebidas. Era un día de mucho calor, y algo fresco apetecía.
- Enana, te estás acostumbrando a la cerveza, ¿eh? – me dijo mi hermano.
- Isaac, te rogaría que no me llamaras enana, y menos delante de mis amigos, y del…
- Del chico que te gusta, ¿no? – abrí notablemente los ojos. Auro, que estaba bebiendo en ese momento de su coca-cola, se atragantó. Me dieron ganas de levantarme y pegarle un guantazo a Isaac, pero no lo hice. Edgar ya sabía que me gustaba, pero el comentario sobraba.
- No te pases, Isaac, no te pases. – Edgar me miró fijamente. Pude ver un brillo especial en sus ojos. Nunca lo había visto así.
- Creo que ese comentario sobraba, tío. – Edgar me seguía mirando. Me intimidaba.
- Lo siento. Se me ha escapado. No lo he hecho con mala intención, de verdad. Perdona Leire. – Isaac se levantó de la silla y vino a darme un beso y un abrazo. Se lo agradecí. – Lo siento, enana. – me dijo susurrándome en el oído.
- Ya hablaremos en casa. – le respondí yo.

Poco después de terminarnos las bebidas, nos levantamos del bar y nos fuimos. Estaba mucho más lleno que cuando llegamos.
Ya eran casi las nueve de la noche. Hora de irse a casa a cenar. Primero, acompañamos a Nanni a su casa. Después fue el turno de Auro. Isaac, se despidió de ella con un beso en la mejilla, aunque sabía que él se moría por besarla. Después nos tocó el turno a Isaac y a mí. Nos despedimos de Ben y de Edgar. Éste último me pidió que si podía hablar conmigo un momento. Asentí. Isaac entró en casa y Ben se dirigió a su casa.

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miércoles, 2 de diciembre de 2009

Todos los tíos son iguales.

Acababa de recibir un mensaje. Nerviosa, cogí el móvil, y abrí el mensaje. Era de Eloy, como esperaba. En él ponía lo siguiente.
“Leire, me alegro de saber algo de ti. Ahora mismo estoy en la universidad. Ya nos veremos en alguna fiesta o algo, ¿vale? Un saludo.”
Volví a leer el mensaje un par de veces. No me lo podía creer. Después de habernos liado el sábado pasado, había estado muy frío. Ni siquiera un simple beso al despedirse. Tan solo un frio saludo. Tampoco quería que quedáramos, porque si no, no me hubiera dicho de vernos en la próxima fiesta. Me entristecí. Creía que Eloy podía ser diferente al resto de los demás, pero me equivoqué.
Mis amigas, al verme que me había cambiado la cara completamente, me preguntaron qué era lo que pasaba. Se lo conté en pocas palabras, incluso leyéndoles el mensaje que me acababa de enviar.
- Ese tío es un gilipollas. Leire, pasa de él. – dijo Nanni intentando ir de sabionda.
- No, no hace falta que pase de él, porque él ya pasa de mí. – abrí la piruleta que Auro me había dado hacia un par de minutos.
- No creo que pase de ti. A lo mejor es que no puede quedar contigo. Está muy liado con los estudios y esas cosas. – Auro intentaba quitarle importancia al mensaje.
- No. Ha sido muy claro: “Ya nos veremos en alguna fiesta o algo”. Claramente, no quiere saber nada de mí.
- Piensa lo que quieras. Yo no lo creo así. – Auro seguía en sus trece.

La campana del fin del recreo nos interrumpió. Nos levantamos de nuestros asientos y nos dirigimos hacia la clase. Pero en la puerta nos topamos con Edgar y todos los demás que también salían de la cafetería en ese momento. Él me dirigió una sonrisa tímida y sincera. Yo se la devolví.

En clase todo fue normal, sin ningún incidente a destacar. Noté como Edgar no hacia más que mirarme. Me sentía algo incómoda. En cambio, Fanny solo hacía que mirarlo a él. Esa chica iba a ir a por todas. Aunque supiera que él no estaba interesado en ella, sino en mí, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para poder conseguirlo. No importaba el precio.

Al terminar las clases, Isaac me estaba esperando en la puerta del instituto. Cuando vio aparecer a Auro le salió una tímida sonrisa que no pudo controlar. Si que le gustaba de verdad Auro, porque o sino esa sonrisa hubiera sido amigable y amable, pero nunca tímida.
- Nos está esperando Eric en el aparcamiento para llevarnos a casa.
- ¿Y eso? ¿Qué le ha dado a éste ahora?
- No lo sé. Me ha dicho que como esta mañana nos había traído, y ahora tenía que llevar a Carla a casa, que le daba igual llevar a dos personas más.
- Vaya, que simpático, ¿no?
- Si. Haber cuanto le dura la simpatía…

Me despedí de mis amigas. Nanni me dijo que esta tarde iban a salir. Con una señal le dije que por la tarde me llamara por teléfono, porque debía irme ya. Las dos se despidieron con la mano.
Cuando llegamos al coche de Eric, vimos que él y Carla ya estaban dentro. Abrimos las respectivas puertas y nos metimos dentro del coche. Nadie dijo nada. Eric arrancó el coche y en tan solo tres minutos estábamos en casa. Isaac y yo bajamos del coche despidiéndonos de Eric y dándole las gracias por habernos traído a casa. Él asintió con la cabeza. Carla aún se quedó con él en el coche hablando.

Después de comer, me subí a mi habitación a hacer los deberes que nos habían mandado para el día siguiente. Cuando vi los problemas de matemáticas, enseguida me vino a la cabeza Edgar. Ayer mismo estaba él en la habitación. En mí habitación. Aún podía oler su colonia. Aún podía ver esos ojos verdes mirándome. Aún podía sentirlo cerca de mí. Estaba deseando salir con él, pero quería asegurarme de que le gustaba de verdad, y no era un encaprichamiento como todas las demás chicas. Quería que me lo demostrara. Y para eso, debía de dejar pasar algunos días.
“Ring, ring” Mis pensamientos fueron interrumpidos por el teléfono de casa, pero enseguida dejó de sonar. Alguien lo había cogido desde otra parte de la casa. “Leire, es Nanni. Cógelo” oí que gritaba Carla desde su habitación.
- Hola Nanni.
- Hola Leire.
- Espera. Carla, ya puedes colgar. – noté como Carla colgaba el teléfono. – Ya está.
- Oye, ¿te hace una de parque esta tarde? – propuso Nanni.
- Si, la verdad es que me apetece. Hace algunos días que no vamos y lo estoy echando ya de menos, ¿tú no?
- ¿Yo? Claro que sí. Por cierto, ¿sabes si va a ir tu hermano y todos lo demás?
- No tengo ni idea, pero ahora se lo pregunto y te llamó, ¿vale?
- Vale. Te espero. – colgué.

Me dirigí a la habitación de Isaac, porque a Carla no se lo iba a preguntar. Llamé a la puerta y entré. Como siempre, él estaba enfrente de la pantalla del ordenador, con el Messenger encendido. Estaría hablando con Auro.
- Isaac, ¿vais a ir esta tarde al parque?
- ¿Y vosotras?
- Yo te he preguntado primero.
- Está bien. Si, supongo que sí. No es seguro, pero bueno, llamo a Edgar y a Ben y nos vamos para allá.
- De acuerdo. – me encaminé hacia la puerta. – Por cierto, dile a Auro que a las cinco y media la quiero aquí.
- Vale. – los dos sonreímos.

Volví a mi habitación. Enseguida llamé a Nanni. Le dije que sobre las cinco y media se pasara por mi casa, y así nos íbamos las tres juntas hacia el parque. Le pareció buena idea.
Abrí mi armario para cambiarme de ropa, pero pronto me di cuenta de que no valía la pena. Iba cómoda con la ropa que llevaba esa misma mañana, por lo que no me la cambié.

“Ding, dong”. Alguien estaba llamando a la puerta. Bajé corriendo, aunque mi madre se me adelantó.
- Hola Nanni. Hija, cada vez que te veo estás más guapa. Pasa, pasa. – le indicó mi madre.
- Mamá, ya me encargo yo. – mi madre nos dedicó una de sus mejores sonrisas y se fue al comedor.
- ¿Aún no ha venido Auro? – me preguntó Nanni.
- No, N, aún no ha venido. Se habrá pasado toda la tarde hablando con Isaac, y no se habrá dado cuenta de la hora que es.
- Seguro. Esta Auro… - las dos reímos. Pero alguien volvió a llamar al timbre.
- Mira, ya está aquí. – pero cuando abrí la puerta no me encontré con la cara de Auro, sino con Edgar y con Ben.
- Hola Leire. – Edgar se acercó a darme un beso en la mejilla, pero yo me aparté. Él agachó la cabeza sin saber que decir.
- ¿Qué hacéis aquí?
- Hemos quedado con tu hermano. – es verdad, no me acordaba de que Isaac me había dicho que iba a llamar a Edgar y a Ben para ir al parque.
- Lo siento, pasad. – Isaac bajó las escaleras de dos en dos. Cuando llegó a los últimos escalones, dio un salto.
- Cabrones, os dije a las 6.
- Ya tío, pero hemos venido antes. Nos aburríamos en casa, y no nos íbamos a poner a hacer los deberes, ¿no?- todos reímos.
- Pues venga, vámonos.
- Isaac, esperaros un par de minutos a que venga Auro y nos vamos todos juntos, ¿o qué?
- Vale, me parece bien. – Isaac sonrió y Edgar le dio un pequeño puñetazo en el brazo. Isaac le respondió de la misma manera.
Auro no tardó en llegar. Cuando nos vio a todos en la puerta esperándola, sonrió, pero yo sabía que en ese momento estaba sintiendo vergüenza. El chico que le gustaba estaba delante de ella y no era capaz de decirle nada.
Todos anduvimos hacia el parque. Durante el camino, todos hablábamos animadamente, aunque entre Edgar y yo había una cierta distancia. Sabía que él quería estar a mi lado, y hablar conmigo, pero yo no quería. Cuanto más lejos estuviera de él, mejor. Pensaba a todas horas sobre lo que me dijo la tarde anterior. Me había dejado de piedra diciéndome que de verdad le gustaba, y que quería que lo intentáramos. Pero si sintiera algo por mí, no se habría liado con Fanny.

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PD: No sé si os habréis dado cuenta, pero en la parte lateral del blog he añadido un espacio donde he puesto la descripción de cada personaje, por si os liaís o perdeís el hilo en alguna ocasión, podais seguir la novela sin dificultad. Espero que os sea de ayuda. Un beso para todos. Y muchas gracias por todos los comentarios. LEIRE.