martes, 20 de abril de 2010

Es un encanto.

Era Nanni.

“L, ya sé dónde está tu hermano. Está aquí fuera, sentado en la acera. Lleva una muy gorda. Sal en cuanto puedas que yo me tengo que ir. Chao peque”

Me levanté de un salto. Me tambaleé. Estaba demasiado mareada. Menuda familia. Entre unos y otros estábamos apañados.
Salí del pub. Miré a ambos de la calle. Por fin lo vi. En una acera, sentado (como me había dicho Nanni) con las piernas abiertas y la cabeza entre ellas. Fui hacia él como pude, porque yo también iba bastante mareada.

- Isaac, Isaac. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? – empecé a darle pequeñas palmadas en la cara para espabilarlo, pero no obtuve respuesta. – Isaac, ¡dime algo!
- Enana, déjame en paz, quiero dormir. No me molestes. – dijo sin levantar la cabeza y casi sin vocalizar.
- De eso nada. No puedes dormirte. Ahora no, Isaac. – seguí pegándole en la cara. – Venga, espabila. No me hagas esto. ¿Pero qué mierda te has tomado?
- Solo alcohol, y dos o tres porros.
- ¡Como si fuera poco! Venga, espabila.
- No puedo. Tengo mucho sueño, y sed. – se le empezaban a cerrar los ojos.
- Isaac, no te duermas. Voy dentro a por una botella de agua, y ahora vengo. No te muevas de aquí, ¿vale? Y, por favor, no te duermas. Sobre todo, no te duermas.

Me levanté de su lado, y corriendo, como pude, entré dentro del pub. Me fui directamente a la barra. Al llegar, pedí una botella de agua. Rebusqué en mi bolso el dinero. No encontraba en el monedero. “¡Mierda!” pensé, “Ahora no”.

- ¿Ahora te has pasado al agua? ¿Ya te has cansado del Vodka? – me giré hacia donde provenía la voz. Era Dani.
- No, que va. Es para mi hermano. Está ahí fuera, muy mal. Lleva una buena y se me está durmiendo. ¡Y encima no encuentro el dinero, joder!
- No te preocupes, sal fuera, que ya pago yo la botella de agua. Y ahora mismo salgo yo también.
- Gracias Dani.

Cogí la botella de agua de encima de la barra y salí del pub directa hacia donde estaba Isaac sentado. Le di la botella. Él bebió un poco, y dejó el resto del agua en la acera. Me mojé un poco la mano y se la restregué por el cuello y la cara. Había visto hacer eso en numerosas películas aunque no sabía del todo si estaba bien hecho.
Dani salió en ese momento del pub, y vino directamente hacia nosotros. Al ver a Isaac en ese estado, se asustó bastante. Su cara reflejaba todo. Estaba realmente asustado, pero Isaac ya estaba volviendo en sí y se estaba espabilando.

- Ya está mejor, Dani, así que puedes cambiar esa cara de asustado. – le dije.
- Madre mía, ¡si está blanco! – se puso al lado de Isaac. – Menudas llevas colega. Esta noche te has pasado de listo.
- Un poco. – contestó Isaac. – Pero ya estoy algo mejor. Me ha venido un mareo y me estaba entrando sueño, pero con el agua en la nuca que me ha echado mi hermana, ya estoy mejor.
- Para que veas lo que te cuida la enana. – dijo yo. Los dos me miraron. Isaac sonrió, aunque no era su típica sonrisa. Estaba algo más despagada.
- Si no llega a ser por ella, aquí me da algo. – añadió Isaac. – Leire, yo me quiero ir ya a casa.
- Sí, nos vamos a ir ya. – añadí.
- Chicos, yo os acompaño a casa, así me quedo más tranquilo. No os puedo dejar iros solos a casa en las condiciones en las que estáis.
- Dani, yo estoy bien. Se me ha pasado todo de golpe. Podemos irnos solos.
- Leire, no insistas que no. Os acompaño, porque como a Isaac le pase algo por el camino, tú no vas a poder con él. Así que os acompaño y me quedo más tranquilo.
- Vale, lo que quieras. – le sonreí.

Levantamos entre los dos a Isaac y nos dirigimos hacia casa. Eran cerca de las seis de la mañana, y el cielo estaba empezando a esclarecerse.
Cuando llegamos a casa, Isaac se despidió de Dani y entró en casa sin decir ni una palabra. Nos quedamos los dos solos en la puerta.

- Gracias Dani.
- ¿Por qué? Si no he hecho nada… - dijo Dani mientras se subía de forma disimulada los pantalones.
- ¿Qué no has hecho nada? Me has acompañado a casa, te has preocupado por mí toda la noche… ¿qué más quieres?
- Lo que ahora quiero sé que no va a ocurrir, así que no pido nada. – los dos sonreímos tímidamente porque sabíamos perfectamente a lo que se estaba refiriendo.
- Buenas noches, Dani. – le di un dulce beso en la mejilla.
- Buenas noches, Leire.

Entré en casa y cerré la puerta. Me quité los tacones para no hacer ruido y no despertar a mi madre. Isaac ya se había acostado. La puerta de su habitación estaba cerrada.
Pasé a mi habitación, me quité la ropa, me puse el pijama y me desmaquillé. Me acosté en la cama. Puf. Menuda nochecita. Había pasado de todo. Pero estaba demasiado cansada como para empezar a recordar todo lo que había ocurrido.

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