miércoles, 3 de febrero de 2010

En la enfermería

Nota de la Autora: Hola chicos, ¿cómo estáis? Bueno, antes de dejaros con el capítulo de hoy, quería deciros que a partir de la semana que viene, no postearé los miércoles, sino los martes. Lo hago porque los miércoles me han salido unos asuntillos y no podré postear. Espero que no os moleste este cambio, y que os vayáis pasando por mi blog igualmente. Así que recordar: NO postearé los MIÉRCOLES, sino los MARTES. Un beso a todos. Siempre vuestra. Leire.




Edgar me cogió en brazos, y junto con Nanni y Auro me llevaron a la enfermería. Notaba el pecho de Edgar, duro y formado, rozando mi cuerpo. Me sentía protegida.
Al llegar, me dejaron en la camilla. La enfermera, me tomó el pulso para ver si lo tenía normal y me miró la tensión. Como suponía, había tenido un descenso repentino de la tensión a causa de un disgusto. Edgar sabía que era por lo que él me había dicho.
- Chicos, no tenéis que preocuparos. Ha sido una bajada de tensión. Ahora la tendré aquí durante una media hora, por si le vuelve a pasar, pero no creo. – oí que le decía la enfermera a mis amigos.
- Pero se va a poner bien, ¿verdad? – preguntó Nanni.
- Claro, claro. Así que ahora, iros a clase.
- ¿Me puedo quedar? – giré la cabeza. Era Edgar el que lo había dicho. Se le veía preocupado.
- … - la enfermera se quedó unos segundos en silencio. – Está bien, puedes quedarte. Pero los demás iros a clase ya.
- No os preocupéis por mí, que estoy bien. – dije a Nanni y Auro cuando vinieron a darme un beso en la mejilla.
- Menudos sustos nos das, L. – Nanni sonrió. Yo le correspondí.
- Mejórate, Leire. Estás en buenas manos. – Ben me dio otro beso en la mano.
- Gracias por haberme cogido y …
- No me des las gracias. Luego te veo. – sonrió.

Salieron de la enfermería. La enfermera me ayudó a sentarme. Ya me encontraba algo mejor. Me sentía con fuerzas de nuevo, y la cabeza no me daba vueltas. Fue para uno de sus armarios y me trajo un líquido. Al parecer era suero, porque cuando le pegué un trago, estaba muy dulce y me dejaba la boca seca. Era para que la tensión volviera a la normalidad.
- Oye, cuida de ella. Tengo que salir un momento. En diez minutos estoy aquí. – le dijo la enfermera a Edgar.
- De acuerdo.

Edgar, que estaba de pie junto a la puerta, se acercó a donde yo estaba y se sentó al lado mío en la camilla. Me rodeó con sus brazos. Apoyé mi cabeza en uno de sus hombros y respiré el dulce olor de su cuello. Ninguno dijo nada. Nos pasamos así un par de minutos.
- Lo siento. – me dijo cogiéndome la cara entre sus dos manos. – Ha sido culpa mía.
- No, no ha sido culpa tuya. Solo que no me esperaba que Fanny soltase esa mentira. Y luego tú, vas y le crees y…
- Leire. – me cortó
- ¿Qué?
- No te preocupes de nada, ¿vale? Cuando estés mejor ya hablaremos de este tema. No quiero que te vuelvas a sofocar y te vuelva a bajar la tensión. Solo quiero que te recuperes, nada más.
- Gracias. – volví a abrazarle. Él me correspondió el abrazo.
- Te quiero. – me susurró en el oído.
- Y yo también, Edgar. – apreté fuerte su cuello.

Me aparté y me acurruqué junto a él. La enfermera llegó en un par de minutos. Al vernos sonrió y dijo “que bonito es el amor”. Los dos sonreímos pero no dijimos nada.

Tocó el timbre. El tiempo había pasado volando, y más si me encontraba junto a Edgar.
- Chicos, es hora de volver a clase. – nos dijo la enfermera.
- Sí, claro. – me levanté de la camilla con ayuda de Edgar.
- Leire. – me llamó la enfermera.
- ¿Sí?
- Si ves que te encuentras mal o algo extraña en clase, no dudes en venir, ¿de acuerdo?
- Claro. Muchísimas gracias por todo. – le sonreí.
- No tienes por qué dármelas. Es mi trabajo. – me devolvió la sonrisa.

Salimos de la enfermería. Edgar me cogió de la cintura. Me encontraba ya bien, pero aún me temblaban un poco las piernas. Él quería asegurarse de que no me caía.
Entramos en clase. Nanni y Auro se levantaron de un salto de sus asientos y vinieron hacia la puerta. Me abrazaron.
- ¿Cómo estás? ¿Ya te encuentras bien? Te veo aun un poco pálida, ¿seguro que te encuentras bien? – Auro no paraba de hacer preguntas.
- Sí, sí. Estoy bien. Me encuentro genial, de verdad.
- ¡Ay! Que susto nos has dado. – Nanni me volvió a abrazar. Edgar aún no me había soltado. Me tenía cogida por la cintura, y noté como me apretaba contra su cuerpo.
- Dejarla que se siente, por favor. – dijo Edgar apartando a mis amigas.

Me senté en mi sitio. Fanny me miraba con cara de enfado. Sabía que ahora Edgar me iba a hacer más caso a mí, e iba a pasar de ella. Estaba celosa a más no poder.
- Cynthia – empezó diciendo Edgar – ¿te puedes sentar con Ben estas dos clases que quedan? Me gustaría estar al lado de Leire, por si le vuelve a pasar.
- Edgar, no hace falta. Estoy bien.
- Insisto. – me miró directamente a los ojos. Me intimidó.
- Claro. – dijo Cynthia mientras se levantaba de su silla. – A mí no me importa. Leire, me alegro que ya estés bien. Me había asustado. – me dio un abrazo corto, y fue a la parte de atrás de la clase a sentarse con Ben.

Edgar se sentó a mi lado. Permaneció callado las dos horas que restaban de la mañana, algo no muy normal en él. Le miré un par de veces, pero no desvió su atención de la explicación que estaba dando el profesor en ese momento. La verdad, es que estaba muy atractivo mientras miraba atentamente al profesor.

Era hora de irse a casa. Salí de las primeras de clase. Ya me encontraba estupendamente, y tenía fuerzas para cualquier cosa, incluso para correr una maratón. Me despedí de mis amigas, que me preguntaron otras cuatro o cinco veces si me encontraba bien.
Edgar insistió en acompañarme a casa.
- No hace falta, tío, viene con Carla y conmigo. – le dijo Isaac una vez estábamos fuera del instituto. Le había contado a Isaac lo que me había sucedido.
- Ya, lo sé, pero…
- No le va a pasar nada. Y para ya de preocuparte, que ella está bien, ¿no la ves?
- Si, sí. Ya veo que está bien. – me guiñó un ojo. – Bueno, pues… - se quedó pensando un par de segundos – luego iré a tu casa a verte, ¿vale?
- No hace falta, Edgar, pero lo que quieras. Además, me alegrará verte.
- Entonces, no hay más que hablar. Sobre las cinco iré a tu casa.
- Vale. – le sonreí.
- Adiós. – me dio un beso en la mejilla, aunque sino hubiera habido tanta gente alrededor me lo hubiera dado en la boca.

Miré a mi hermano. Él me sonrió pícaramente. Sabía lo que le estaba pasando por la cabeza en ese momento, pero no dije nada. Esperamos a que Carla saliera para irnos los tres a casa.

Nada más llegar, Isaac le comentó a nuestra madre lo que me había ocurrido en clase, y se preocupó más de lo debido. Le expliqué unas tres o cuatro veces que ya me encontraba bien, y que solo había sido una bajada de tensión, cosa que le podía pasar a cualquier persona. Ella resopló mostrando su preocupación.
Subí a mi habitación y me tumbé en la cama. Tenía un poco de sueño, algo más de lo normal. Me puse los auriculares y enchufé mi mp4. Puse uno de mis discos preferidos. Oí como la música entraba por mis oídos y se quedaba en mi cabeza. Le di más voz al aparato.

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