martes, 5 de octubre de 2010

¿Por qué tengo que elegir yo?

Abrí la puerta y allí estaba Dani, radiante, como siempre. Con su pelo despeinado y su barbita de tres o cuatro días, pero siempre cuidada. Le di dos besos.

- Qué guapo te has puesto. – le dije después de haber cerrado la puerta de la casa.
- Claro, está es una ocasión especial, ¿qué te pensabas? – los dos reímos. Dani era así. Siempre con bromas.
- Oye, ¿y tú no me dices nada a mí o qué? – le dije mientras me cruzaba de brazos en señal de enfado, aunque realmente no lo estaba.
- ¿Para qué te voy a decir algo? Si todo lo que te pueda decir con palabras se queda corto. – me sonrojé, aunque no sabía exactamente por qué. Tan solo era un cumplido, y lo sabía, pero aún así, consiguió que me sonrojara.
- Que tonto eres. – le dije mientras le pegaba una pequeña palmada en el brazo.

Hablando de unas cosas y otras llegamos al centro comercial. Con Dani daba igual de lo que hablara, siempre conseguía sacarme una sonrisa. Me encontraba muy a gusto cuando estaba con él.
Llegamos a las salas del cine. Los dos, como tontos, nos quedamos mirando atentamente las películas que en ese momento se proyectaban en ese cine. Había dos de acción, tres de miedo, dos de risa y una de amor. Esperaba que Dani no quisiera ver ni las de acción ni las de miedo. No me gustaban para nada. Y si quería ver la de amor, era un mal presagio. Significaba que la salida no había sido entre dos amigos y que él pretendía algo más conmigo.

- Bueno, ¿qué te apetece ver? – me preguntó al ver que yo no decía nada.
- No sé… pero te rogaría que de miedo no, por favor.
- ¿Por qué? ¿Es que te dan miedo? - intentó imitar a un fantasma, pero que no causaba nada de miedo, más bien algo de risa. Y eso fue lo que hice.
- Pues como me tengan que causar el mismo miedo que tú… - los dos reímos. – No, enserio. De miedo no, que luego sueño cosas extrañas y no hay quién me calmé.
- Vale, de miedo descartada. Y, como conozco demasiado a las tías… - dejó caer. – Supongo que de tiros y coches volando y todo lo relacionado tampoco, ¿verdad?
- Acertaste. – o tenía súper poderes y me había leído la mente, o de verdad conocía a las chicas. Lo último casi me asustó más que lo primero.
- Vale, entonces nos queda la romanticona y las graciosas. Elige.
- ¿Por qué tengo que elegir yo?
- Porque si lo hubiera hecho yo, ya estaríamos dentro del cine viendo como unos tíos se pegan tiros unos a otros.
- Vale, vale, lo comprendo. No sé…a mi me apetece ver alguna de risa, ¿o qué?
- Uf. Menos mal. Tenía pánico de que pudieras elegir la romanticona, y en mitad de la película te me pusieras a llorar desconsoladamente.
- ¡Qué capullo eres! Yo no soy así.
- Uf. Menos mal, por segunda vez. – los dos reímos.
- Vale, pues vamos a entrar a una de las de risa. Pero vamos ya, que queda diez minutos para que empiecen.

Dani se acercó a la taquilla y compró dos entradas para una de las comedías que habíamos elegido. Me puse de morros cuando él no me quiso coger el dinero de la entrada. Decía que había sido él el que me había invitado a ir al cine, y, por tanto, le tocaba a él pagar. Era una buena excusa, pero no me convenció del todo.
Entramos a la sala y nos sentamos en los asientos que la chica de la taquilla nos había asignado.

- ¿Te apetece algo? – me preguntó cuando nos habíamos acomodado en los asientos.
- Ahora que lo dices…unas palomitas no estarían mal.
- Marchando una de palomitas. – Dani se levantó del asiento, pero le cogí del brazo y volvió a sentarse en su sitio. - ¿Qué ocurre? – me preguntó.
- Tú me has pagado la entrada, ahora me toca a mí pagar las palomitas.
- De eso nada, Leire. Te he invitado yo al cine, y cuando se invita al cine, se invita a todo lo relacionado con él, y las palomitas entran dentro del pack. Así que… lo siento. – se volvió a levantar, pero lo volví a coger impidiéndole que lo hiciera.
- No. Quiero pagar yo las palomitas, enserio Dani. Si no, no voy a querer salir más contigo si no me dejas pagar nada. Yo así no me siento a gusto.
- Está bien, de acuerdo. Tú ganas. Pero que sepas que es la primera y la última vez que pagas algo. – sonreí. Abrí mi bolso y saqué un billete de veinte euros que di a Dani. – Bueno, pues ahora mismo vuelvo. – se levantó, pero lo volví a sentar. - ¿Y qué pasa ahora? Como me vuelvas a hacer eso otra vez, no me levanto más y vas tú a por las palomitas. – los dos reímos.
- Era para decirte que me comprarás también una fanta de naranja.
- Hecho.

Se levantó, pero ahora no me opuse a ello. Habíamos tenido la típica pelea de novios. Pero no, no lo éramos. Tan solo éramos dos buenos amigos que habían quedado la tarde de un lunes para salir al cine. Nada más. Entonces… ¿por qué estaba intentando auto convencerme si lo tenía tan claro?
Cuando quise darme cuenta Dani ya estaba de vuelta. Traía una bandeja porque no podía con los dos paquetes de palomitas y las dos bebidas. Pobre. Dani era un buen chico.
Le cogí mi paquete de palomitas y mi fanta. Acto seguido me devolvió lo que había sobrado de dinero.

Empezó la película. Los dos nos acomodamos bien en los asientos dispuestos a ver el film. De vez en cuando soltábamos alguna que otra risotada a causa de alguna escena graciosa, pero por lo demás no pasó nada más. Dani no intentó en ningún momento cogerme la mano o cualquier otra cosa. Me sentí aliviada. ¿En serio? ¿O en verdad deseaba que él lo hiciera?
Había ido a la cita con una idea equivocada. Desde que Auro me había dicho que yo le gustaba a Dani, todo parecía haber tomado un camino diferente. Seguramente Auro se lo había inventado, y a causa de eso, yo me había hecho unas ideas equivocadas en mi cabeza. Dani tan solo quería ser mi amigo, y así lo estaba demostrando.

Al acabar la película, las luces de la sala se encendieron. No había cosa que me diera más rabia. No me gustaba nada cuando hacían eso, porque te habías acostumbrado a la oscuridad del cine.
Nos levantamos los dos del asiento casi a la vez y fuimos comentando la película hasta la salida del centro comercial.

- Leire, ¿te apetece que cenemos en algún lado?
- No es que no quiera, pero es que le he prometido a mi madre que estaría en casa a la hora de la cena. No le gusta nada que salga entre semana, y me ha dejado salir con esa condición. Lo siento Dani, porque la verdad es que si me apetece.
- No pasa nada. Otro día, ¿vale?
- Hecho.

Nos encaminamos hacia nuestras casas mientras seguíamos comentando escenas que nos habían hecho gracia de la película. Me acompañó hasta mi casa.

- Gracias por acompañarme.
- De nada, señorita. Pero son treinta euros. – dijo mientras estiraba la mano para que le diera el dinero.
- ¡Imbécil! – los dos reímos.
- No, no, no te rías que es verdad. – se puso serio. Yo hice lo mismo. - ¡Ay, tonta! Ven aquí. – me cogió de los hombros y me atrajo hacia él. Me dio un abrazo. Rodeé su cintura con mis brazos. Estaba fuerte, muy fuerte.
- Espero quedar contigo otro día. – le dije cuando ya nos habíamos separado. – Me lo he pasado muy bien esta tarde.
- Yo también. Pues cuando quieras, quedamos. Algún día que no tengas nada que hacer y te aburras, me llamas y vamos a algún sitio. ¿Te hace?
- Me hace. – los dos volvimos a reir.
- De acuerdo, entonces. Pues nada, es hora de irme. Ya nos veremos.
- Hasta luego, Dani. – le di un beso en la mejilla.
- Adiós.

Se dio media vuelta y se fue. Lo observé durante un par de segundos. Andaba de forma despreocupada con las dos manos en los bolsillos. Tenía buen porte.
Entré en casa, cerrando la puerta a mis espaldas. Mis hermanos ya se encontraban en la cocina poniendo la mesa. Subí en un momento a la habitación a dejar el bolso y bajé de nuevo.
Al sentarme en la mesa mi madre me preguntó qué tal me había pasado la tarde de cine.

- Muy bien, la verdad. La película ha estado muy graciosa.
- ¿Con quién has ido? – me preguntó Carla mientras se metía en la boca un trozo de pollo.
- Con Dani. – se atragantó.
- ¿Con Dani? ¿Y eso? – preguntó Isaac.
- ¿Cómo qué y eso? Dani es mi amigo. ¿A caso no puedo irme al cine con un amigo?
- Claro que sí. – contestó Carla. – Pero no sé… - mi madre ponía cara de no entender nada, aunque no se atrevió a meter baza en el asunto.

Terminamos de cenar en unos pocos minutos después. Me levanté de la mesa, ayudé a quitar todos los platos, y después de despedirme de los tres, me subí a mi habitación. No quería acostarme tarde, porque sino al día siguiente estaría rendida.
Me puse el pijama y me acosté. Pensé en Edgar, pero ese pensamiento fue reemplazado cuando apareció en mi mente la cita que había tenido con Dani. Me lo había pasado realmente bien con él. Esperaba que nos volviéramos a ver muy pronto. Le tenía cierto cariño, y eso que no nos conocíamos muy bien.


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