jueves, 6 de mayo de 2010

No pases de ella.

Después de estar otro rato más hablando, nos despedimos y mis amigas se fueron de mi habitación. Resoplé. No me podía creer que Nanni estuviera saliendo con Eric de forma formal, no un simple rollo de tan solo una noche, o un par. Por otro lado, Auro me daba pena. Ella estaba colada totalmente de Isaac, y él había pasado de ella durante toda la noche del sábado. Y quería hablar con ella mañana en el recreo. ¿Qué querría comentarle? Estaba preocupada. Mi hermano estaba demasiado serio cuando lo había dicho. Esperaba que no fuera nada malo, y tan solo fuera una tontería.

Era casi la hora de cenar, y mi madre acababa de entrar en casa después de haber estado todo el día fuera. Salí de mi habitación y fui a llamar a mi hermana a su cuarto. Entré, después de llamar a la puerta, y vi a Carla tumbada en la cama, durmiendo. No la llamé. No quería despertarla.
Salí del cuarto sin hacer apenas ruido y me fui directamente a la habitación de Isaac. Entré sin llamar a la puerta. Y ahí estaba Isaac, tumbado en la cama y con los ojos tapados con un antifaz.

- Isaac, ¿estás bien?
- Sí, ¿por qué? ¿Qué quieres? – dijo sin quitarse el antifaz.
- No quiero nada. Simplemente he venido a ver como estabas y a decirte que la mamá ya ha venido a casa, porque la he oído entrar.
- Pues vale. – contestó rotundamente y de forma vacilante.
- Oye, ¿qué te pasa? ¿Por qué me contestas así?
- Por nada, y no me pasa nada.
- ¿Cómo que no? Estas súper borde, y encima ayer pasaste de Auro durante toda la noche. No le hiciste ni caso. – Isaac se quitó el antifaz y me miró directamente a los ojos.
- Lo sé. No era mi intención. Pero no pude hacer nada al respecto. Iba demasiado pasado de rosca y no era consciente de mis actos.
- ¿Ah no? ¿Ni al principio?
- Si, al principio de la noche sí, pero luego ya no. Estuve hablando con ella durante un rato, pero luego ya…no sé lo que hice.
- Yo si lo sé. Pasaste de ella. Ni caso. Ni miradas.
- Puf. La he liado, ¿no?
- Pues sí, un poco. Ella está preocupada porque piensa que ya no quieres saber nada de ella y que ya no te gusta.
- Eso es mentira. Me gusta más que nunca. – bajó la mirada mientras una sonrisa tímida le salió de su boca.
- ¿Sí? Pues Isaac, que quieres que te diga, no lo demuestras. Y como sigas así la vas a perder, y para siempre. Y no quieres eso, ¿verdad?
- Claro que no.
- Pues no juegues más. Si la quieres, ves directamente a por ella, porque puede ser que ella se canse y no quiera luego nada contigo.
- Espero que eso no pase.
- Si no quieres que pase, ya sabes lo que tienes que hacer. Es un consejo que te doy, porque conozco a mi amiga. Es una buena chica, y no se merece sufrir. Porque ella es capaz de hacer por ti lo que sea, y no quiero que le hagas daño.
- No te preocupes, que eso no va a pasar.
- Bueno, solo te quería decir eso.
- Gracias enana. – me sonrió. Se levantó de la cama y me abrazó.
- De nada. Para eso estamos los hermanos. Tú siempre has estado ahí ayudándome en todo y defendiéndome en la medida de lo posible. Y esto es lo mínimo que puedo hacer.
- Gracias de nuevo.
- Por cierto, ¿qué quieres para cenar? Porque no creo que tu estómago esté para soportar una de las cenas de mamá. – los dos reímos.
- Bueno…estaría bien un caldito suave de fideos o algo, ¿no crees?
- Si, lo creo. Y me parece que yo me voy a hacer otro, porque tengo el estómago un poco revuelto.
- Vale. Ahora mismo bajo a ayudarte.
- Bien. Te espero abajo.

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