miércoles, 13 de enero de 2010

Lo estaba deseando.

Edgar, con una señal, me dijo que me sentara a su lado. Me senté a su vera encantada. Con su brazo derecho rodeó mis hombros sintiendo su calor, su fuerza. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me encantaban los chicos fuertes y musculosos.
- ¿Te molesto? – me preguntó.
- No, para nada. – él sonrió. – Prefiero que me cojas porque la peli es de miedo, y lo voy a pasar mal.
- Pues no te preocupes, porque aquí está tu salvador. – apreté mi cabeza con su hombro. Él no se quejó.

Por fin acabó. Sin duda, esa noche, me costaría dormir. Nos levantamos todos de los asientos y nos pusimos a hablar de diferentes temas. Eric no le quitaba ojo a Nanni. Ella se estaba dando cuenta, pero conocía a Nanni, y tenía demasiada vergüenza como para acercarse a hablar con él.
- Nanni, ¿a qué esperas para hablar con él?
- Tía, tengo muchísima vergüenza. Desde que nos liamos el sábado pasado, no hemos intercambiado ni una simple palabra.
- Ahora tienes la oportunidad. Venga.
- No L, hoy no. Prefiero hablar con él el sábado en el botellón. Seguro que con dos copas de más no me da tanta vergüenza.
- Lo que quieras, pero él no para de mirarte.
- Lo sé. – agachó la cabeza. Se había sonrojado.

Ya eran cerca de las nueve de la noche. La gente se empezó a irse a sus casas. Me despedí de Auro y de Nanni, y me subí a mi habitación, ya que no encontré a Edgar para poder despedirme de él.
Me senté en la cama dispuesta a leer un poco, pero alguien llamó a la puerta. Contesté con un “adelante” mientras me levantaba de la cama.
- ¿No te ibas a despedir de mí? – era Edgar.
- Sí, pero es que no te he encontrado. Pensaba que te habías ido ya a casa.
- No, estaba en el baño. – los dos sonreímos.
- ¡Am! – nos quedamos varios segundos en silencio.
- ¿Mañana nos volvemos a saltar las clases? Pero esta vez solos tú y yo.
- ¡Puff! Preferiría no perderme más clases, la verdad. Como se entere mi madre de que hoy he faltado…
- Vale, vale. No me acordaba que tú eres buena estudiante. Yo no quiero ser el responsable de que eso se eche a perder.
- Porque me salte un par de clases no quiere decir que deje de estudiar, ¿eh?
- Lo sé, aunque las mayorías de las veces se empieza por ahí. – yo asentí.
- Bueno…
- ¿Quieres que me vaya?
- ¡No! Yo no he dicho eso.
- Ya, pero lo has dado a entender con ese “bueno…”
- No, y lo sabes. Era para romper un poco el hielo, Edgar. Yo no quiero que te vayas.
- Lo sé. – se acercó a mí. Me estaba empezando a intimidar.
- ¿Qué haces? – pregunté mientras se acercaba cada vez más a mi rostro.
- Me gusta verte de cerca. Eres muy guapa, y tus ojos son impresionantes.
- Gra, gra, gracias. – tartamudeé. Estaba demasiado cerca de mis labios.
- No te pongas nerviosa. Sobretodo no me rechaces, por favor. – casi estaba rozando mis labios. Cerré los ojos. Me besó. Un beso cálido, suave y lleno de sentimientos. El chico que me gustaba y con el que tanto había soñado me estaba besando. Se separó de mí. – Espero que esto te ayude a decidir si quieres salir conmigo o no. Hasta mañana Leire.
- Hasta mañana. – salió de mi habitación.

Me quedé de pie, junto a la puerta. Aún no había asimilado que Edgar me acababa de besar, nuestro primer beso. Ese chico besaba muy bien, y lo estaba deseando durante años.

Ya se habían ido todos de la casa, y mi madre todavía no había llegado. No tenía hambre. Me había comido casi media bolsa de palomitas yo sola. Desde mi habitación les dije a mis hermanos que estaba cansada y que me iba a dormir.

Me acosté en la cama. El móvil, que estaba en la mesilla de noche, empezó a vibrar. Acababa de recibir un mensaje, y era de Edgar.

“Leire, el beso ha sido precioso. Cada vez que lo recuerdo se me ponen los pelos de punta. Ha significado mucho para mí, y espero que para ti también. Mañana nos vemos en clase. Un beso. Te quiero”

Releí el mensaje unas cuatro o cinco veces. No me lo llegaba a creer del todo. Ese beso había significado mucho para él y para mí. Y ese “te quiero” al final me había dejado con la boca abierta. Le contesté al mensaje.

“He estado soñando con este beso muchos años, y lo sabes. Aún lo estoy asimilando, porque todo esto me parece un sueño. Espero que cuando mañana me despierte, el sueño se haya echo realidad. La respuesta te la daré el sábado, como habíamos quedado. Duerme bien y descansa. Te quiero.”

Dejé el móvil en la mesilla. Edgar no me iba a contestar porque ya me había despedido de él. Me toqué los labios con los dedos. “Sí, el beso había sido real”.

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