jueves, 9 de julio de 2009

En clase con Edgar.

Nota de la autora: Vuelvo a postear hoy porque mañana por la mañana será la última entrada que ponga. El viernes por la tarde me voy de vacaciones y ya no sé cuando podré volver a poner una nueva entrada. Pero no os preocupéis, que en cuanto tenga un tiempo y consiga tener internet postearé. Un beso para todos y feliz verano. Siempre con vosotros. LEIRE.

Tocó el timbre y nos dirigimos todos hacia nuestras clases. Antes de entrar en la mía, Isaac me cogió del brazo para que me esperara un momento fuera.
- ¿Qué ocurre, Isaac?
- ¿Sabes si lo que ha dicho Ben es verdad?
- ¿A qué te refieres? – pregunté. Aunque sabía de sobra que se refería al tema de Auro.
- Sabes de sobra a lo que me refiero. ¿Es verdad que le gustó a Auro? Tú lo tienes que saber, que para eso es tu amiga.
- No tengo ni idea, Isaac.
- Eres una mentirosa, enana.
- Además, ¿para qué quieres saberlo? Si a ti no te gusta… ¿qué más te da?

Isaac resopló y se fue hacia su clase. Yo, desconcertada, entré en la mía. Edgar me guardaba un asiento al lado suya en la parte trasera de la clase. Le sonreí y me senté a su lado. La profesora apareció enseguida.
- ¿De qué quieres hablar? – le dije susurrando.
- De lo que pasó ayer con Fanny. Siento mucho lo de la pelea. Fue culpa mía. – dijo excusándose.
- No te preocupes, Edgar, no fue culpa tuya. Tú solo me diste un inocente beso en la mejilla. Fue ella la que se pensó cosas que no eran.
- Sé que yo a ella le gustó. Además, se nota. Pero no quiero que por su culpa yo no pueda ni hablarte, ni mirarte, ni darte un simple beso en la mejilla en señal de amistad. – dos mesas más adelante se encontraba Fanny junto con Karen. No paraba de girarse para ver como Edgar y yo hablábamos.
- Ya lo sé, Edgar. No te preocupes, de verdad. Ya está todo arreglado. – mentía. Toda esta historia no había hecho más que empezar.
- Y, si en algún momento, ella te molesta o te intimida, por favor avísame, ¿vale? No quiero que por mi culpa tú estés mal. – me sonrió con esos labios tan carnosos e irresistibles a la vez que me miraba con esos ojos tan perfectos.
- De acuerdo. – yo también le sonreí.

Intenté atender a lo que quedaba de clase, pero me fue imposible teniendo el chico que me gustaba a mi lado. No paraba de mirarme y de vez en cuando me comentaba algo relacionado con Fanny o con algo que le había pasado recientemente.
El timbre sonó y era la hora de volver a casa. Me despedí de Edgar, aunque me dijo que a lo mejor se pasaba por la tarde por mi casa para jugar con mi hermano a la consola, como siempre. Estaban demasiado picados a un juego de futbol. Se podían pasar horas y horas jugando sin descansar. Eso solo se definía con una palabra: chicos.
Salí a la puerta del instituto y esperé a mis hermanos. A penas tardaron unos minutos, y juntos nos fuimos a casa.
Al llegar, dejamos las mochilas en la entrada y nos sentamos a comer ya que nuestra madre nos tenía la comida preparada encima de la mesa. Nos preguntó que tal habíamos pasado el día. Los tres contestamos que muy bien. Cuando terminamos, Isaac y Carla empezaron a quitar la mesa, mientras yo me puse a fregar para que mi madre se pudiera ir un rato al sofá a descansar.
Cuando terminé me fui a mi habitación a hacer los deberes para el lunes. Me gustaba hacerlo los viernes, porque así en todo el fin de semana no tenía que preocuparme por ellos. En tan solo un par de horas lo había terminado todos.
De repente sonó el teléfono de casa. Lo cogí desde mi habitación:
- ¿Diga? – dije.
- L, soy N. Oye, hemos quedado Auro y yo para ir un rato al parque a pasar la tarde y después ir al centro comercial de compras, que Auro necesita estrenar bikini mañana, ¿te vienes?
- Claro que me voy.
- Vale, pues en quince minutos estamos en tu casa, ¿vale?
- De acuerdo. Os espero.

Fui al cuarto de baño a peinarme y arreglarme un poco. Alguien llamó a la puerta. Al ver que nadie abría bajé corriendo. Vi a mi madre que estaba plácidamente durmiendo en el sofá sin ninguna preocupación en la cabeza. Abrí la puerta. Era Eric.
- Leire, ¿está Carla por ahí? Es que necesito hablar con ella.
- Sí, claro. Está en su cuarto. Sube tú directamente.
- Vale, gracias.

Sin decir ni una palabra más subió hacia el cuarto de Carla. ¿De qué tendría que hablar con Carla? Me gustaba enterarme de ese tipo de cosas, pero no era capaz de preguntarlas.

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Pobre Auro.

Me senté en el banco, y no tardé ni un minuto en contárselo a Nanni y Auro. Ellas pensaban que no había hecho lo correcto al aceptar la apuesta de Fanny.
- No tenías que haberle dado la mano, Leire. – empezó Auro. – Y no es porque piense que vas a perder, ni mucho menos. Sino porque cuando ganes, ella no te dejará en paz y te hará la vida imposible, seguro.
- No creo, Auro. Además, si gano dejará a Edgar tranquilo, por fin.
- ¿Y no te has planteado que a lo mejor puedes perder? – dijo Nanni sin apenas levantar la cabeza.
- ¿Cómo va a perder, Nanni? – dijo Auro. – Está claro que Edgar siente algo por Leire. No sé lo que será, pero está claro que atracción siente por ella, eso está claro.
- Si, si eso ya lo sé. – dijo Nanni. – Pero estamos hablando de Fanny: una chica conflictiva, que es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere. Y cuando digo cualquier cosa, es cualquier cosa. – dijo remarcando estas últimas palabras.
- Eso si es verdad. – dije.

Ahora, y más que nunca, estaba claro que la apuesta la iba a perder. Pero ya no podía echar marcha atrás: lo hecho, hecho está.
A mitad del recreo, nos fuimos a la cafetería. Ya teníamos por costumbre ir allí un rato. Como siempre, Nanni no quería, pero al decirle que seguro que Eric estaba allí, no tardo ni un segundo en levantarse. A Auro no hacía falta decirle nada, porque sabía que mi hermano iba a estar por allí.
Al llegar a la cafetería, nos sentamos en una mesa que estaba vacía. Como siempre, el grupo de Carla estaba a un par de mesas más allá. Nanni empezó a contarnos, de nuevo, la cita que tuvo con Hugo:
- Pero chicas, es que no sé que hacer. Hugo es encantador, y está claro que me gusta. Pero es que cuando veo a Eric…me aparecen como mariposas en el estómago.
- Claro Nanni, porque a Hugo lo quieres como de un amigo se tratase. En cambio, no puedes decir lo mismo de Eric – dije yo. – Porque estás enamorada de él.
- ¿Enamorada de Eric? – Auro se levantó de la silla. – Eso es imposible. La palabra enamorarse es muy fuerte y demasiado seria como para decirla así porque si. – se sentó de nuevo.
- Ya lo sé, pero es la verdad. Que yo sepa, a Nanni, desde que la conozco, siempre le ha gustado Eric.
- Eso sí que es verdad, Auro. – reconoció Nanni. - ¿Qué hago chicas?
- Mira N, yo haría una cosa – empecé a decir. – Luego tú haz lo que quieras, ¿vale? – ella asintió con la cabeza. – Date unos días de respiro. Dile a Hugo de no quedar durante unos días. Si lo echas de menos será porque a Hugo lo quieres como algo más que un amigo. En cambio, si puedes pasar sin él durante una semana, está claro que no te gusta nada.
- Vale, me gusta tú idea. – Nanni sonrió.
- Bueno, voy a comprarme algo. – dije.

Me levanté. Fui a la barra a comprarme la piruleta de todos los días. Eso ya era un vicio. Había gente que le daba por fumar, como a Isaac. En cambio a mí, me daba por las piruletas. Y siempre me apetecía cuando estaba nerviosa o algo me preocupaba.
Cuando volví a la mesa en la que se encontraban mis amigas, encontré a gente que no me esperaba allí. En la mesa se encontraba mi hermano Isaac, junto con Ben, Eric, y como no Edgar. No había libre ninguna silla, por lo que tuve que coger una de otra mesa.
- ¿Qué hacéis que no estáis en la otra mesa? – dije señalando la mesa en la que se encontraba Carla y las demás chicas. Después me senté entre Isaac y Edgar.
- Pues que han empezado a hablar de ropa y de cosas de chicas, y como no nos estábamos enterando, nos hemos venido aquí. – dijo Eric mientras miraba a Nanni. Ella se sonrojaba y bajaba la mirada.
- Me parece bien. – dije sonriendo.
- Por cierto, Leire… - empezó a decir Edgar mientras ponía una de sus manos sobre mi pierna. Yo miraba esa mano. – Aún tengo que hablar contigo.
- Sí, claro. Luego si quieres nos sentamos juntos en clase, y me lo cuentas, ¿vale?
- De acuerdo. – apartó su mano de mi pierna.
- Si claro, ¿y yo con quién me siento? – dijo Ben.
- Tío, pues te sientas con Karen o Raquel, que están loquitas por ti. – le dijo Isaac mientras se reía.
- Vete a la mierda, Isaac. Pues tú te podrías sentar con Auro, a la que también le gustas. – todos miramos a Auro. Ella se sonrojó por momentos. – Lástima que vaya a la clase de tu hermana, y no a la tuya.
- Cállate, capullo. – dijo Isaac para quitarle importancia a lo que acababa de decir.

Auro no sabía qué hacer. Estaba inquieta. Después de lo que acababa de decir Ben, no era muy normal que estuviera cómoda entre ellos. Lo que no podía entender, era como Ben se había enterado de que a Auro le gustaba Isaac, porque a ella no es que se le notara, aunque algunas veces las miradas podían hablar por ellas solas. Tenía que haber sido eso.

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