martes, 30 de noviembre de 2010

VIERNES

Último día de la semana. De la semana lectiva. Me levanté con bastante ánimo. Tenía las fuerzas suficientes para llevar a cabo el día entero. O, por lo menos, la mañana entera.

Después de ducharme, me vestí. Sencilla. Discreta. Nada fuera de lo normal.

Como todos los días, bajé a desayunar. Mi madre ya no estaba. Como siempre. “¿Algún día será diferente?” pensé. “Me gustaría que lo fuera”.
Mis hermanos no tardaron en bajar a desayunar. Isaac no estaba aún del todo despierto. En cambio, Carla, ya estaba maquillada y lucía resplandeciente. Ella era así. Siempre perfecta para todo. Era única, aunque muchos pensaran que no.

- ¿Qué tal habéis pasado la noche? – les pregunté.
- Hoy he dormido de lujo. – contestó Carla.
- Pues que suerte. Yo no he dormido nada bien. – empezó diciendo Isaac. – No sé qué me ha pasado. Estaba como nervioso. Me costó un montón dormirme.
- ¿Pero te preocupa algo? – le pregunté.
- No, claro que no. Estoy en la mejor etapa de mi vida en este momento. – los tres reímos.
- Ni que tuvieras treinta años. – dijo Carla.

Terminamos de desayunar. Carla, como siempre, había quedado con Hugo en el parque. En cambio, para cambiar un poco, Auro había quedado con Isaac en que hoy vendría ella a por él.

Llamaron al timbre. Carla ya se había ido, e Isaac estaba arriba terminando de arreglarse. Tuve que abrir yo. En la puerta me encontré a Auro. Pero no estaba sola. Le acompañaban Eric y Nanni.
- ¡Qué bien! – dije sarcásticamente. – Hoy venís todos a por mí.
- La verdad es que venía a por Isaac. – dijo Auro con una sonrisa en la boca, pero enseguida me dio un largo abrazo. Ella también lo había dicho sarcásticamente.
- Que graciosas estáis hoy las dos. – dijo Nanni. - ¿Le falta mucho a Isaac, o qué? Porque ya veo que tú ya estás arreglada.
- Sí, yo ya estoy. Estará a punto de bajar. Voy a por la mochila, y ahora bajamos los dos.

Subí a la habitación a por la mochila. De paso, avisé a Isaac de que Auro y los demás estaban abajo esperándole. Bajamos los dos, y todos, nos fuimos hacia el instituto.

Cuando llegamos, las parejas se despidieron con besos, abrazos y más besos, y las chicas nos fuimos hacia nuestra clase. Ellos, hacia la suya.
Entramos en clase y nos sentamos cada una en sus respectivas sillas. Cynthia aún no había llegado, pero en cambio, Ben y Edgar ya estaban sentados. Saqué todas las cosas de la mochila. Me giré para hablar con Ben, aunque antes de hacerlo respiré hondo. Tenía que volver a encontrarme con la mirada de Edgar. Directa. A mis ojos.

- Ben. ¿Qué tal ayer? – le dije mientras me giraba en la silla y le miraba a la cara. Intenté no mirar a Edgar, pero me fue imposible. Mis ojos se desviaron hacia los suyos, pero tan solo fueron unos milisegundos.
- Muy bien. Al final tuve el valor suficiente para llamarla y quedar con ella.
- ¿Y ella aceptó? – pregunté intrigada.
- ¡Claro que aceptó! Nos fuimos al centro comercial y fuimos también al cine. Después cenamos en un bar de por allí. Hablamos durante largo rato y lo hemos dejado todo claro.
- ¿Y en qué habéis quedado al fin?
- Luego te lo digo, que Cynthia acaba de llegar y está viniendo para aquí.

Sin decir nada más, me giré y me puse a abrir la libreta y a pasar hojas, para intentar disimular.

- Buenos días, Leire. – Cynthia se sentó en su silla. Llevaba cara de sueño.
- Hola. – dije levantando la cara de la libreta. - ¿Cómo estás?
- Algo cansada. Esta noche no he dormido muy bien. He estado dándole vueltas a la cabeza sobre un tema, y me dormí a las tantas.
- ¿Qué es lo que te preocupa? – pregunté interesada, aunque sabía a ciencia cierta de que el tema de preocupación era Ben.
- Es Ben. - ¡lo sabía! No fallo ni una.
- ¿Qué ocurre ahora? ¿Aún no se ha decidido a llamarte o qué?
- Sí, sí. Ayer me llamó y quedamos. Nos fuimos al cine, y a cenar por ahí. Estuvimos toda la tarde hablando. Me lo pasé muy bien.
- ¿Entonces cuál es el problema?
- El problema es que creo que Ben me gusta de verdad. Creo que antes ningún chico me ha gustado como me está gustando él.
- Pero… ¡si eso es estupendo!
- Lo sé. Pero antes de nada quiero estar segura de mis sentimientos. No quiero volver a equivocarme y volver a hacer daño de nuevo a alguien, y peor aún, hacerme daño a mí misma.
- Te entiendo. Poco a poco, Cynthia. No tengas prisa. – las dos sonreímos.

Dejamos el tema. El profesor acababa de hacer acto de presencia en la clase, y teníamos que prestar atención. ¡Madre mía! Ahora también Cynthia y Ben. ¿Pero qué estaba pasando en este instituto? Todo el mundo estaba con pareja, o tenía alguna clase de lio. No estaba entendiendo nada. ¿Y por qué yo no? Era buena estudiante, me portaba bien con mi familia, era amiga de mis amigas… ¿qué estaba haciendo mal? Seguía sin entender nada. Pero no le di más vueltas al tema. El profesor estaba dando algo difícil de matemáticas, y debía concentrarme.

Por fin la hora del recreo. Recogimos, más o menos, lo que teníamos encima de la mesa y salimos fuera de la clase. Les dije a mis amigas si les apetecía que fuéramos a nuestro antiguo banco. Hacía varios días que no iba, y la verdad es que echaba de menos las conversaciones que manteníamos allí. Ellas asintieron.



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