jueves, 28 de octubre de 2010

MIÉRCOLES

Ya era la hora de levantarse. Estábamos a miércoles. Solo tendría que esperar dos días más, más el de hoy, y la semana habría llegado a su fin, aunque quedaría por delante todo el fin de semana. Y eso era peor. Mucho peor que los tres días que quedaban de ir al instituto.

Después de ir al baño y de ducharme, abrí mi armario y cogí los pantalones rojos que mi madre me había comprado el día anterior. Busqué una camiseta blanca sencilla de manga corta. En los pies, las Converse nuevas. Tenía ganas de estrenar las dos cosas. Y eso fue lo que hice. Seguro que mis hermanos también se ponían las zapatillas. Estaba segura.

Bajé a la cocina. Mi madre, como casi siempre, estaba recogiendo todo deprisa porque llegaba tarde al trabajo, como siempre. Yo no sé cómo se las apañaba, pero siempre iba con el tiempo justo.

Me dio un beso en la mejilla y diciendo un “hasta luego” se marchó de casa cerrando la puerta de la calle a sus espaldas.

Me puse un par de tostadas en la tostadora, y me puse un pequeño vaso de zumo, como todas las mañanas. Hoy me había levantado con más hambre de lo habitual. Eso no era normal en mí, pero… ¿qué iba a hacer? Pues comer. Fácil solución.

Mis hermanos no tardaron en bajar. Carla llevaba una falda bastante corta con unas sandalias y una camiseta bastante sencilla para tratarse de ella. Me dio un beso en la frente, se echó un vaso de zumo, se lo bebió casi de un trago y se fue de casa. Habría quedado con Hugo, como siempre.

En cambio, Isaac si llevaba las zapatillas nuevas. Llevaba un pantalón vaquero largo, y se había dejado la lengüeta de las zapatillas por fuera. Arriba una camiseta negra de manga corta bastante ajustada que dejaba entre ver su cuerpo bien definido. Muchas de las tardes se las pasaba en su cuarto haciendo ejercicio: que si abdominales, que si flexiones… Lógico que tuviera ese cuerpo.

De repente, y no sé por qué, me acordé de Edgar sin camiseta. Ese torso musculoso, bronceado y tan deseado por mí y por tantas chicas. Él se paseaba por la casa de sus abuelos con mucha chulería, propia de él. Y de repente, otra imagen. Pero ahora no era tan agradable. Edgar gritándome delante de todo el mundo que era una zorra y que no quería saber nada más de mí.

Ese pensamiento hizo que volviera en sí.

- ¡Leire! ¿Estás bien, enana? Estás empanada, ¿eh? – era Isaac.
- Lo siento, estaba pensando en otra cosa.
- No, si ya lo sé. Te he estado llamando como veinte veces. ¿En qué estabas pensando?
- En nada. Cosas mías. No te preocupes. Bueno, ¿y qué querías?
- Decirte que voy a ir a casa de Auro a por ella, por si te querías venir.
- No, da igual. Yo me voy al instituto sola.
- ¿Enserio? Si es un momento, vamos a por Auro y nos vamos los tres juntos para allá.
- Isaac, te he dicho que no. No insistas más por favor.
- ¿Es qué ha ocurrido algo con ella? – me preguntó queriendo descifrar que era lo que me pasaba.
- Sabes que sí. – sabía perfectamente que Auro se lo había contado, para eso él era su novio. – Así que no me preguntes nada, anda.
- Creo que está vez te equivocas. No sé nada. Pero esperaba que tú me lo contaras.
- Es muy sencillo. Desde que Auro está saliendo contigo y Nanni con Eric me siento sola, como si me estuvieran dejando de lado.
- Pero si yo casi no paso tiempo con Auro. Solo la veo en el instituto, porque como es normal, a mí también me gusta quedar con mis amigos y, supongo, que ella también querrá quedar por su lado con sus amigas.
- Lo sé. Pero no sé por qué, Isaac, me siento así. Sé que poco a poco ella se van a ir alejando de mí. Y si no tiempo al tiempo.
- Si yo puedo remediarlo, eso no va a pasar. – le sonreí. – Así que estate tranquila, y no seáis tontas, tanto tú como ellas. Sois muy buenas amigas, y por culpa de los chicos no vale la pena discutir. Aunque uno de los chicos sea yo. – los dos reímos. – Y ahora vamos a por Auro, anda.
- No, mejor que no. Prefiero verla en el instituto junto con Nanni así me disculpo con las dos. Será mucho más fácil para mí, créeme.
- De acuerdo. Pues allí nos vemos.

Me dio un beso en la mejilla y se fue. Suspiré. Isaac no era mala persona, sino todo lo contrario. Siempre me había ayudado en todo, o casi todo. Y tenía toda la razón en lo que me había dicho. Y lo mejor de todo, es que le creía, y sabía que él no iba a ser capaz de que Auro me dejara de lado estando él entre medias. Y eso me tranquilizaba.

Cuando llegué al instituto, Nanni estaba en la puerta de éste junto con Eric. Ambos hablaban de forma despreocupada y alegre. Se podía ver en sus caras ese amor que sentían el uno por el otro. Me acerqué a ellos y les dije un tímido “buenos días”. No tuve que decir nada más, porque segundos después Nanni se me abalanzó y me dio un fuerte abrazo.

- Leire, no me vuelvas a hacer esto. Ayer estuve muy mal. No sabía si llamarte o no. Perdóname, por favor.
- No, perdóname tú a mí. He sido yo la que se ha comportado como una cría y la que ha estado viendo cosas que no eran verdad. Lo siento mucho, Nanni. Y siento también que ayer lo pasaras tan mal. – nos volvimos a abrazar. Esa era la diferencia entra las amigas y las buenas amigas: las amigas podían estar días y días enfadadas, en cambio, en las buenas amigas, los enfados tan solo duraban unas horas, aunque esta vez el enfado había durado casi un día entero.
- Bueno chicas, yo os dejo solas. Me voy. – Eric le dio un beso en los labios a Nanni.
- Eric, quédate si quieres. – le dije. – A mí no me molestas.
- Ya lo sé, Leire. – me sonrió. – Hasta luego.

Nanni me miró y me sonrió. Ella sabía perfectamente que yo no tenía nada en contra de Eric, sino todo lo contrario. Sabía que él era buen chico y que iba a tratar a mi amiga como se merecía.


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