miércoles, 15 de abril de 2009

A casa a cenar

No me lo podía creer. Había quedado delante de ellos como una niñata que ni se atrevía a fumar. Lo que menos me creía es que Nanni fumara. Supuse que Auro si lo hacía, y ella lo probó. Pero no creía que eso lo hiciera de normal. Pero para no quedarme con la duda, preferí preguntárselo.
- ¿Desde cuando fumas, Nanni? No tenía ni idea.
- No fumo. Pero este verano, cuando me iba de fiesta por las noches allí en mi pueblo, pues fumaba. De echo, Auro y yo lo probamos el mismo día, ¿verdad? – preguntó mirándola a ella.
- Si. No queríamos, ¿te acuerdas? Pero al final nos convencieron. Estábamos allí todos de botellón y mira tú por donde… - ¿de botellón? No me lo podía creer. En mi vida había estado yo de botellón. Si que había bebido un par de veces, pero lo típico, en las bodas algún vaso de algo, pero nunca me lo había terminado. Seguro que fumaban para intentar caer bien a los demás. No me gustaba la gente así.
- Madre mía. No sé en que mundo vivo. Vosotras ya bebéis, fumáis…y yo aún nada de nada.
- No te preocupes, Leire. Cada una tiene su momento. No te atormentes, anda. – me dijo Auro. Pero si me atormentaba. Era difícil no hacerlo.


Seguía observando a la pandilla de Carla. Todos bebían cerveza y se reían. Auro y Nanni tiraron los cigarros al suelo y los apagaron. Pasamos en el banco toda la tarde hablando de nuestras cosas.
Sobre las ocho y media me fui para casa. Me despedí de ellas hasta el día siguiente. Carla e Isaac aún seguían en el parque.
Cuando llegué a casa, mi madre estaba planchando mientras veía una película que hacían en ese momento. Ni se inmuto cuando hice acto de presencia en el comedor.
- Hola mamá. – decidí decir.
- Hola cariño, ¿ya estás aquí? – me respondió ella.
- Si, claro. Son las nueve menos cuarto.
- ¿Las nueve menos cuarto ya? Enseguida hago la cena, mi amor.
- No pasa nada, mamá. Aún tienes tiempo. Carla e Isaac aún no han venido. Si quieres, espérate a que ellos vengan y ya la haces.
- ¿Aún no han venido? Dónde se meterán estos críos…
- Están en el parque los dos juntos, porque he estado yo allí también.
- ¿Pero con ellos?
- No, mamá, con ellos no.

Me fui para la habitación a cambiarme de ropa y ponerme ya el pijama. No me gustaba ir por casa con ropa de calle. Mientras me cambiaba oí como la puerta de la calle se abría. Ya estaban ahí mis hermanos. Oí como le decían algo a mi madre y los dos subían las escaleras. Bajé la persiana de mi habitación y abrí la ventana. Por las noches hacía bastante calor, por eso me dejaba siempre un poco la ventana entre abierta.
Llamaron a la puerta. Contesté con un simple adelante. Era Isaac. Entró y se sentó en la cama. Se me quedó mirando sin decir nada.
- ¿Qué te pasa? – le dije ya que él no se limitó ni a decirme un simple hola.
- ¿A mí? Nada, ¿por qué?
- Porque has entrado y no me has dicho nada.
- La verdad es que si que quería hablar contigo de algo.
- Lo sabía. Sé que tú no vienes aquí para nada. – dije mientras colgaba la ropa que me había quitado en mi armario.
- La chica esa que estaba contigo esta tarde, esa tal Auro se llamaba, ¿no?
- Si.
- ¿Tiene vuestra edad? ¿O es de la mía?
- Pues la verdad es que no tengo ni idea, ¿pero tan importante es eso?
- No, claro que no.
- ¿Entonces…?
- Es que me ha dicho Ben y Edgar que te lo preguntara, que parece ser que les ha caído bien.
- Vaya… - añadí seria.
- Venga enana, vamos a cenar, que mamá ya estaba preparando la cena.

Bajamos los dos hacia la cocina. Mi hermana estaba poniendo la mesa. Nos sentamos y empezamos a cenar. Mi madre, como siempre, les preguntó a mis hermanos que les había ocurrido en el día, ya que a ellos no los había visto en todo el día. Ellos no comentaron apenas nada. Yo comía en silencio.
Terminé la primera. Recogí mi plato, mis cubiertos y mi vaso, los metí al lavavajillas y me fui un rato a ver la tele. A los pocos minutos tenía a mi hermana al lado. Mi madre e Isaac tardaron poco más. Estuve un rato viendo la tele y enseguida me fui a dormir. Mañana sería otro día.


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