jueves, 18 de noviembre de 2010

¡Pues claro que le gustas!

La hora del recreo. Salí escopetada de allí. Necesitaba aire libre. Esperé a mis amigas en la puerta de la clase. Enseguida salió Fanny junto con Edgar de la mano. Al pasar por mi lado ella me miró de mala manera. Si las miradas matasen, yo ya estaría muerta desde hacía bastante tiempo. Edgar, en cambio, ni siquiera me miró. Sentí una puñalada en el corazón.

No podía negarlo, aunque lo intentara o quisiera. Edgar me seguía gustando, y no poco. Seguía enamorada de él perdidamente. Y me dolía mucho verlo con Fanny y pasando a la vez de mí, después de lo que habíamos vivido juntos.

Mis amigas salieron y juntas nos fuimos hacia la cafetería, como últimamente estábamos acostumbradas a hacer. Nos sentamos en los sitios que había libres. Mis amigas al lado de sus respectivos novios. Y yo, al lado de Ben y de Dafne. Edgar, al otro lado de Ben. Seguía sin entender por qué Edgar se ponía en nuestra mesa y no en la de Fanny y todas sus amigas.

- Voy a ir a por unas piruletas, ¿alguien quiere algo? – dijo Dafne mientras se levantaba.
- Sí, yo quiero una coca-cola. – dijo Ben. – Pero espera, que me voy contigo. – se levantó y siguió a Dafne.

Miré hacia donde estaba sentado Ben segundos antes. Ahora no había nadie. Su silla vacía y Edgar y yo casi al lado. Le miré, pero enseguida bajé la mirada. Aún seguía intimidándome. Le volví a mirar. Él giró la cabeza y me miró. Le mantuve la mirada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué me la seguía manteniendo? Yo no pensaba apartarla. Y él tampoco lo hizo.
De repente todo lo de mí alrededor desapareció. Solo estábamos él y yo mirándonos. Sin decir nada. No hacía falta. Podía ver algo extraño en sus ojos. Estaban brillantes. Chispeantes. ¿Por qué seguía mirándome?

Mi móvil que estaba en el bolsillo vibró. Pegué un pequeño salto en la silla. Me había asustado. Aparte la mirada de los ojos de Edgar y miré el mensaje que acababa de recibir. Era de Dani.

“Acuérdate de que esta tarde tú y yo tenemos algo pendiente. Iré a tu casa a las seis. Hasta luego miedica”


Sonreí. Lo de miedica venía por el día del cine. No me había atrevido a ver una película de miedo porque luego no iba a poder dormir bien.
Le contesté.

“Tranquilo que no me había olvidado. A las seis te espero. Ni un minuto más, ni unos menos, jaja. Un beso”


Se lo envié. Guardé de nuevo el móvil en mi bolsillo del pantalón. Mientras guardaba el móvil puede observar, sin mirarle, que Edgar aún mantenía su mirada fija en mí. Empecé a temblar. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué me miraba de esa forma?
Llegaron Dafne y Ben. ¡Menos mal! No aguantaba más esa situación. Seguro que Edgar lo estaba haciendo aposta. Él sabía perfectamente que cuando me miraba, me intimidaba. Y eso era lo que él quería.

Ellos se sentaron. Edgar intentó disimular, pero Ben se dio cuenta de que él me estaba mirando, y pudo ver como ponía cara de desconcierto. Esperaba que ninguno más de la mesa se hubiera percatado de la situación.

Tocó el timbre en señal de que teníamos que volver a las clases. Todos nos levantamos, pero cuando me dispuse a salir de la cafetería, alguien me cogió del brazo. Me giré. Era Ben.

- Leire, necesito hablar contigo de algo muy importante.
- Pero… ¿ahora? Acaba de tocar el timbre, y tenemos que volver a clase.
- Lo sé. ¿Te parece bien a la salida? – veía en su cara algo de preocupación.
- Claro. Te espero en la puerta del instituto a la salida.
- Vale. Gracias.

Los dos juntos nos fuimos hacia la clase. Entramos y cada uno se sentó en su sitio. Noté como a Cynthia no le había hecho ninguna gracia vernos a Ben y a mí entrar juntos en clase. Sabía que cuando había tocado el timbre, nos habíamos demorado algunos minutos más.

Las demás horas se me pasaron volando. Recogí rápido, y salí junto con mis amigas. Al llegar a la puerta del instituto les dije que tenía que quedarme.

- ¿Y eso? – me preguntó Auro algo intrigada.
- En la hora del recreo, Ben me ha dicho que necesitaba hablar conmigo de algo muy importante. Y hemos quedado ahora para hablar.
- ¿Y qué querrá decirte?
- Ni idea. Pero estoy algo intrigada, la verdad.
- A lo mejor es algo acerca de Edgar. – comentó Nanni.
- No creo. – dije convencida. – Edgar está muy bien con su nueva novia. – dije con tono irónico.
- No sé. En el recreo os hemos visto como os mirabais.
- ¿Os habéis dado cuenta?
- ¿Qué si nos hemos dado cuenta? – preguntó Auro. – Nos hemos dado cuenta nosotras y todos los que estaban en la mesa. Menuda mirada más intensa.
- ¿A qué si? Yo me he quedado de piedra. No me la apartaba. Y yo no quería desviársela. Necesitaba saber si quería decirme algo, pero no he podido descifrarla.
- No sé lo que te querría decir, pero estaba claro que algo quería. – dijo Nanni. Estaba de acuerdo completamente con ella.
- Hola Leire. – me di la vuelta. Acababa de llegar Ben. - ¿Podemos hablar?
- Claro. Hasta luego chicas.
- Adiós, Leire. Ya nos vemos mañana. – les di un beso a las dos y me fui con Ben un poco apartada de toda la multitud.
- Dime. ¿Qué te pasa? Te veo algo preocupado.
- Si. Hay algo que me está comiendo por dentro, y no sé qué hacer. Es por Cynthia. - ¡Claro! ¿Cómo no había caído?
- ¿Qué ocurre?
- Últimamente estás mucho con ella, y te quería preguntar si te había dicho algo de mí.
- Ben, eso no te lo puedo decir. – esa fue mi contestación. Lo que me había contado Cynthia no podía decírselo a él.
- Por favor, Leire, necesito saber si ella te ha hablado de mí en algún momento.
- Sí, sí lo ha hecho. Me ha hablado de ti, y en más de una ocasión.
- Necesito que me cuentes lo que te ha dicho. Esa chica me gusta mucho, pero necesito saber si yo realmente le gusto a ella para poder lanzarme. Tengo miedo de dar el paso, y no ser correspondido.
- ¡Pues claro que le gustas! O sino… ¿tú te crees que se habría liado contigo en la casa de los abuelos de Edgar?
- Pero es que siempre me da malas contestaciones, y no sé por qué.
- Mira, Ben, ella está esperando que des el paso. Pero quiere que lo des tú. Y te está esperando, pero está ya un poco cansada de esperar. Y te ha dado de plazo hasta el sábado. Si no te lanzas antes, ella se va a ir con otro.
- ¿Con otro? ¿Es que le gusta alguien más a parte de yo?
- No es que le guste, si no que le ve guapo, y ya está.
- ¿Me puedes decir quién es, por favor? – me lo pensé. ¿Se lo decía?
- Es Mark. – agaché la mirada. – Pero aún no han hablado ni nada. Ella iba a coquetear con él el sábado en el botellón, porque yo le invité a Mark y a sus amigos.
- ¿Mark? ¿El que va a la clase de Isaac?
- Si, el mismo. El mismo Mark del día de mi casa.
- Vale. Entonces si no me lanzo antes del sábado… ¿la habré perdido?
- Sí, creo que sí.
- Gracias, Leire. – me sonrió. – Me has ayudado bastante. Esta tarde la voy a llamar para quedar. Quiero hablar con ella.
- Vale. Ya me contarás qué tal te ha ido. – le toqué el hombro.
- Cuenta con ello. – se dio media vuelta.
- Ben. – él se giró. – Por favor, no le digas que yo te he dicho nada, ¿vale? Porque me mataría.
- No te preocupes. Tú no has tenido nada que ver en esto. – me guiñó un ojo. Le sonreí.

Se volvió a dar media vuelta y se fue. Suspiré. El amor. Qué bonito era. Y más bonito aún si yo podía ser de ayuda para que dos personas acabaran juntas.
Cuando Ben me había dicho de hablar conmigo, lo primero que había pensado es que era de Edgar. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua? ¿Cómo iba a ser de Edgar? Ni en broma. Todo menos pensar que era de Cynthia. Claro. Qué tonta había sido.


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