martes, 16 de noviembre de 2010

Jueves.

Otro día más en mi vida. Me hice el ánimo, y en un par de minutos ya estaba levantada y lavándome la cara.
Después de vestirme bajé a la cocina, y como siempre, vi a mi madre corriendo de un lado para el otro buscando cosas y murmurando algo.

- ¿Qué estás buscando? – le pregunté.
- No sé dónde narices he dejado las gafas de sol. He bajado de la habitación con ellas en la mano, y ahora no las encuentro. ¿Dónde se habrán metido?
- Donde tú las hayas dejado. - dijo Isaac que acababa de aparecer en la cocina.
- Lo sé, pero el problema es que no sé donde las he dejado.
- ¿Has mirado en el salón? – pregunté.
- No. ¡Claro! ¿Cómo he sido tan tonta? Primero he ido al comedor a dejar unas revistas. – vimos como mi madre salía de la cocina de forma apresurada. Mi hermano y yo nos miramos sin entender nada. – Aquí están. Las acabo de encontrar. – oímos que decía mi madre desde el salón.
- Algún día va a perder la cabeza y no la va a volver a encontrar. – añadió Isaac. Los dos reímos a carcajadas.

Después de seguir escuchando como nuestra madre seguía murmurando cosas ininteligibles, oímos como la puerta de la calle se abría para después de unos segundos cerrarse.

Carla bajó las escaleras de forma acelerada. Había quedado con Hugo en unos instantes, y todavía no había desayunado. Se tomó un vaso de leche de un solo trago y subió corriendo las escaleras de nuevo para lavarse los dientes. Isaac y yo nos volvimos a mirar, y nos empezamos a reír de nuevo.

- Chicos, me voy. Hugo me debe estar esperando en el parque desde hace ya un rato. Nos vemos en el instituto.
- Adiós Carla. – le dije mientras me bebía lo que me quedaba en el vaso de zumo. Se fue.
- Se levanta media hora antes que nosotros, y siempre llega tarde a los sitios. Necesita catorce horas para arreglarse. – dijo Isaac.
- ¡Ala! Bestia. Catorce horas no necesita, pero trece sí. – nos reímos a carcajadas.
- Hoy estamos muy graciosos, ¿eh?
- Si, la verdad es que sí.
- Voy a ir a por Auro hoy también, ¿te vienes?
- Sí, venga. Me voy contigo.

Recogimos todo lo que habíamos dejado encima de la mesa de la cocina, y después de coger nuestras mochilas nos dirigimos hacia la casa de Auro. Cuando llegamos, ella ya estaba en la puerta de su casa esperando a Isaac. Cuando me vio me dio un gran abrazo.

- Muy bien. Saludas antes a mi hermana que a tu novio. – dijo Isaac un poco mosqueado.
- Es que me dejo lo mejor para el final. – Auro le cogió la cara con las dos manos y le besó apasionadamente en los labios. Isaac no pudo resistirse y tuvo que dejarse llevar mientras cerraba sus ojos. Mi hermano estaba coladito por Auro, y saltaba a la vista.
- Venga, venga. – interrumpí yo. – Dejaros esos besos para luego, anda, que me dais envidia y yo no tengo a nadie. – ellos se separaron y me sonrieron.
Nos encaminamos hacia el instituto. Ellos iban cogidos de la mano, y yo iba al lado de Auro mientras recordábamos lo bien que nos lo habíamos pasado la tarde anterior en el Tomato.

En la entrada del instituto, y como siempre, estaban Nanni y Eric esperándonos. Les saludamos a los dos, y todos juntos entramos dentro. Nos despedimos, y Auro, Nanni y yo nos dirigimos hacia nuestra clase.

En la puerta estaban Fanny y Edgar. Ella apoyada en la pared que había al lado, y él enfrente con una de sus manos en la cintura de ella. Los dos reían sonoramente.
Cuando los vi mi cara cambió por completo. Aún no me podía creer que él estuviera con Fanny y que ambos estuvieran tan bien juntos. Yo seguía pensando que él sentía algo por mí. No podía ser que en tan solo unos días me olvidara por completo, a no ser que durante todo el tiempo que estábamos coqueteando, él me hubiera mentido. Esa podría ser una posibilidad.

Pasamos por al lado de ellos. Yo agaché la cabeza. No quería ni verlo. Ella me causaba asco, y él… no sabía exactamente lo que Edgar me causaba. Quizá tristeza. Quizá deseo. No lo sabía a ciencia cierta.

Me senté con Cynthia. Últimamente siempre me sentaba con ella. Recordaba que ella, antes de conocerla, me caía muy mal. Era una de las amigas de mi hermana, y todas eran igual que ella: creídas a más no poder. Pero ahora que había conocido a Cynthia, pensaba algo diferente sobre ella.

- ¿Qué hiciste ayer? – le pregunté a la vez que el profesor entraba por la puerta de la clase.
- No hice nada hasta las seis, pero luego me llamó Dafne y nos fuimos un rato al centro comercial. ¿Y tú? ¿Hiciste algo?
- Si. Me fui con mis amigas al Tomato. Y les gustó mucho. ¿Y a qué no sabes a quién vi?
- ¿A quién? Sorpréndeme. – dijo Cynthia intrigada.
- A Mark.
- ¿Ese es el bombón que vimos el otro día? ¿El qué estaba con sus amigos?
- El mismo. Y vino a mi mesa a saludarme.
- ¡Oh! Qué mono es.
- Sí. Y no pude resistirme y lo invité al botellón del sábado. Bueno, a él y a sus amigos. ¿No os sabrá mal, no?
- ¡Qué va! Todo lo contrario. Cuanta más gente nueva haya, mejor. Necesito aire fresco.
- ¿Y Ben? – le pregunté.
- ¿Ben? No se decide ni a la de tres, y yo no voy a estar toda la vida esperándolo.
- Hombre, espérate un poco, ¿no? Yo creo que le falta algo de valor, pero no creo que tarde mucho.
- No sé. Le doy de plazo hasta el sábado. Si no me dice de quedar ni nada, el sábado por la noche le tiro a Mark.
- ¿Qué? – dije abriendo más los ojos. Me había pillado de sopetón lo que Cynthia acababa de decir. ¿A por mí Mark? Bueno… ¿A por el Mark que yo conocía?
- ¿Es que te molesta? – ¿qué tenía que decir? ¿Me molestaba o no?
- ¡No! Claro que no. Todo tuyo. – tragué saliva. En verdad no sabía si había hecho lo correcto.
- De lujo. Gracias Leire. Pensaba que tú estabas interesada en él.
- Para nada. A penas lo conozco de unos días.
- Es que es tan guapo… - Cynthia suspiró.

No dije nada más. Ella también se calló. Me quedé mirando atentamente al profesor, pero en verdad estaba pensando en otra cosa. ¿Se atrevería Cynthia a ligar con Mark? ¿Le daría él bola y se liaría con ella? Seguro. Mark parecía de los típicos chicos que si se le presentaba una chica guapa, él se iba a ir con ella. Esperaba equivocarme.

¿Pero por qué me preocupaba yo por eso? ¡Que hiciera lo que le daba la gana! Él era libre, y, además, a mí no me gustaba Mark. Para nada. No. No me gustaba. ¿Me estaba intentando convencer? Sí, eso era lo que estaba intentando hacer.

Estuve ausente durante las demás clases. No podía concentrarme en nada. Teníamos clase de matemáticas, y no conseguí hacer ningún problema bien. Cynthia se extrañó. Yo era de las mejores de la clase en esa asignatura, y que no me salieran bien los problemas era demasiado extraño en mí.

- ¿Estás bien? – me preguntó.
- Sí, perfectamente. Lo que pasa es que hoy no estoy demasiado centrada y, como ves, no me sale nada bien. Pero no te preocupes. Esto es pasajero.
- ¿Seguro?
- Claro. – le sonreí para que no se preocupara. Ella siguió a lo suyo.


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