jueves, 21 de octubre de 2010

Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?

- Yo sí le conozco. Se llama Mark. Y es del instituto.
- ¿Enserio? Porque no me suena su cara. Y es muy guapo. Me resulta extraño no conocerlo.
- Pues va a la clase de Isaac.
- Vaya. ¿Y dónde se ha metido todo este tiempo? Porque la verdad es que es guapísimo.
- Es la segunda vez que lo dices en un minuto, Cynthia.
- ¡Es que es la verdad! ¿Y de cuánto tiempo lo conoces? – preguntó interesada.
- De unas pocas horas. De hecho, lo he conocido esta misma mañana. Bueno, aunque sé muy poco de él. Más bien nada.
- ¿Y por qué no vas a saludarlo? – me sugirió.
- ¡¿Estás loca?! ¡Qué vergüenza! Está allí con sus amigos.
- ¿Y qué? Pero le tendrás que agradecer nuestras cervezas, ¿no?
- ¿Y por qué no vas tú?
- ¿Yo? Perdona Leire, pero no soy yo la que conoce a ese bombón. Si no, estate segura de que ya estaba allí dedicándole una de mis mejores sonrisas.
- Está bien, pero solo para que no me des más la lata.

Bebí un gran sorbo, y después de respirar hondo un par de veces, me hice el ánimo y me levanté. Anduve con timidez hacia la mesa en donde se encontraba Mark. A medida que me iba acercando, pude ver que sus amigos se daban codazos entre sí. Alguno se atrevió a señalarme, avisando a Mark de que iba hacia allí. Me temblaban las piernas.

- Hola chicos. – dije cuando llegué, por fin, a la mesa. – Hola Mark.
- Hola Leire. – se levantó y me dio dos besos. - ¿Cómo estás?
- Muy bien. Aquí, tomándome unas cañas con una amiga. – dije señalando a Cynthia que estaba sola en la mesa mientras hablaba con los chicos de la mesa de al lado. - ¿Cómo estás tú?
- Bien. Aquí también con unos colegas de risas.
- Por cierto, gracias por la invitación.
- ¡Ah! De nada. Es que te he visto entrar, pero no me he atrevido a decirte nada. Y he pensado que invitándote a una cerveza, seguramente vendrías a hablar conmigo.
- Pues has acertado. – sonreí.
- ¿Vienes muy a menudo al Tomato? Porque yo creo que nunca te he visto.
- ¡Qué va! Es la primera vez que vengo. Pero tendré que venir más a menudo, a ver si siempre me invitan a cerveza.
- ¡Qué morro tienes! – dijo mientras me cogía de la cintura. Vi como todos sus amigos se hacían señas entre ellos para que nos miraran. - Oye, ¿te sientas con nosotros un rato?
- No, que está allí Cynthia sola y…
- ¿Sola? – no me dejó que terminara la frase. – Tu amiga parece que está bien acompañada. – Miré hacia la mesa. Cynthia seguía hablando con los chicos de la mesa de al lado.
- Ya, pero…no, prefiero irme con ella que si no luego me dirá que la he dejado sola. Además, vosotros querréis hablar de vuestras cosas y yo no pinto nada.
- Eso no es cierto, pero lo que quieras.
- Entonces, ¿nos vemos por el instituto? – sonreí.
- De acuerdo. – me volvió a dar dos besos, ahora en señal de despedida.
- Hasta luego, Mark. – miré a sus amigos. – Adiós chicos.
- Adiós. – me contestaron todos al unísono.

Me di media vuelta y me dirigí hacia la mesa de Cynthia. En cuanto llegué, ella dejó de hablar con los chicos de la mesa de al lado.

- ¿Qué tal? – me preguntó intrigada.
- Muy bien. Y muy guapo, como tú dices. – las dos reímos.
- ¡Qué mala eres!
- Oye, ¿y los chicos de al lado? Te has pasado todo el rato que yo no he estado hablando con ellos.
- Son unos colegas. Los conocí el año pasado en un botellón en el parque. Y los suelo ver bastante a menudo.
- Tú no pierdes comba, ¿eh?
- Claro que no. Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer? – asentí. - ¿Pedimos la cuenta y nos vamos?
- Vale.

Cynthia llamó a Robert. Enseguida vino. Pagamos la cuenta y salimos del Tomato. Al pasar por al lado de Mark le sonreí, y éste me correspondió.

Cuando llegué al parque, me despedí de Cynthia y cada una se fue hacia su casa. Por el camino me acordé de algo que había olvidado por completo. Edgar y Ben estaban en mi casa con mi hermano jugando a la consola. Estuve a punto de darme media vuelta y quedarme en el parque sola hasta que ellos se fueran de mi casa. Pero pronto me di cuenta de que lo que acababa de pensar era una tontería.

Saqué las llaves del bolsillo y entré en casa. Y como me lo había imaginado, Edgar y Ben estaban en el comedor junto a Isaac. Tenía que hacer frente a mis problemas. En un momento, pensé en subir a mi habitación sin ni siquiera saludarlos. Pero así nunca podría hacer frente a lo que me estaba pasando con Edgar. Así que fui hacia ellos y me senté en una silla al lado de Ben. Me di cuenta como Edgar, que en ese momento no estaba jugando, me dirigía una mirada no muy amigable. Yo le dirigí mi peor mirada, aunque de he reconocer que no era muy buena en eso.


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