martes, 30 de junio de 2009

Lo que faltaba.

Ben y Edgar estaban detrás de la puerta.
- Hola. – les dije.
- Hola Leire. ¿Está tu hermano por ahí? – me dijo Ben mirándome de arriba abajo. Edgar, que se dio cuenta, le dio un codazo. Yo me sonrojé.
- Sí, pero aún se está duchando. Pasad. Además, también está Dani dentro esperándolo.
- Tío, anda que vas a decir algo. – dijo Edgar gritándole a Dani mientras pasaban los dos hacia el comedor.
- ¿Qué quieres que dijera, subnormal? – se chocaron las manos los tres. Yo, que aún estaba en la puerta, puse los ojos en blanco, y cerré la puerta de un golpe. “Lo que me espera” pensé.
- Bueno chicos, ¿queréis algo mientras esperáis a Isaac? – dije acercándome al comedor. – Porque creo que va a tardar.
- No tendrás un poco de Vodka, ¿verdad? – dijo Ben riéndose. Cuando Edgar lo oyó empezaron a reírse más fuerte.
- Para ti está prohibido el Vodka. Y para aquel señorito de allí – dije señalando a Edgar- también. Que menuda me montasteis en un momento.
- ¿Y qué pasó? Que yo no me he enterado. – dijo Dani que miraba a unos y a otros sin percatarse de lo que ocurría.
- Que el martes, aprovechamos que la madre de Isaac se fue con una amiga, y cenamos aquí Leire, Isaac y nosotros dos. – dijo Ben señalándose a él y a Edgar. – Y lo típico. Compramos unas cervezas para cenar. Y…
- Y a Edgar – empecé diciendo – se lo ocurrió la genial idea de comprar para después Vodka. Total, que después vino Carla y se pusieron los cuatro bien, con tan mala suerte de que mi madre vino antes de lo que esperaban y les pilló. A Carla e Isaac los mandó a dormir y a estos dos – dije señalando a Edgar y Ben de nuevo – los mandó corriendo para su casa. – empezaron los tres a reírse.
- Menuda pillamos, tío. – dijo Edgar. – Te tenías que haber venido.
- Porque no me avisasteis, cabrones. Ya os vale. Sabéis que para una fiesta yo siempre estoy preparado. – dijo Dani mientras se reía y le pegaba un puñetazo de amistad a Edgar en el brazo.
- Yo fui algo más lista y me fui a dormir antes. – dije cruzando los brazos.
- Porque eres una aburrida – dijo Edgar mientras se levantaba y me pasaba uno de sus brazos alrededor de mis hombros. -¿A qué hacemos buena pareja?
- Deja a mi hermana, pringado. – era Isaac. Le apartó el brazo que me rodeaba de un manotazo. Después se chocaron las manos.
- Ya era hora, tío. Nos tenías aquí aburridos y secos, porque Leire no nos ha ofrecido nada. – miré a Edgar alucinada.
- ¡Pero qué mentiroso eres! – le pegué un empujón.
- No te me enfades, que era una broma de nada. – me cogió la cara y me dio su peculiar beso en la mejilla. – Por cierto, mañana tengo que hablar contigo. No te olvides.
- Vale ya Edgar, déjala. – dijo Dani mientras nos separaba. – Bueno Leire, me alegro de verte. ¿Irás este sábado a la casa de campo del pesado éste? – señaló a Edgar. Éste le hizo un corte de manga.
- Claro que sí. Tú irás, ¿no? – le pregunté.
- Si. Pues allí nos vemos. Hasta luego.

Me despedí de todos con la mano. “Me voy a quedar a cenar fuera. Díselo a mamá” me dijo Isaac. Asentí con la cabeza. Cerró la puerta.
Otra vez sin saber que hacer en toda la tarde. Me senté en el sofá, pero en ese momento volvieron a llamar a la puerta, por lo que me tuve que levantarme a abrir.

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