miércoles, 27 de enero de 2010

¡Será mentirosa!

Pronto llegó el recreo. Lo que más me gustaba del instituto. Auro, Nanni, Cynthia y yo nos dirigimos hacia la cafetería. Allí ya estaban la mayoría del grupo. Aún se me hacía un poco extraño empezarme a juntar con el grupo de Carla e Isaac, pero me tendría que ir acostumbrando poco a poco. Aunque estando con ellos delante, mis amigas y yo no podíamos hablar abiertamente de lo que pensábamos de ellos.
- Hombre, ya están aquí las nuevas integrantes del grupo. Poco a poco os vais haciendo de la pandilla, ¿eh? – dijo Eric mientras no paraba de mirar a Nanni de arriba abajo. Ella se dio cuenta y desvió la mirada.
- Si, eso parece. – Auro se sentó en la primera silla vacía que vio, que justamente era la que estaba al lado de mi hermano. Cuando lo miró, ambos sonrieron.
- Bueno, ahora que estamos todos… - empezó a decir Edgar. – hemos pensado en que el sábado podríamos hacer botellón en el parque, y luego irnos a algún pub donde nos dejaran entrar., claro.
- ¡Oh! Que los nenes son menores de edad. – dijo Eric aparentando ser gracioso, cosa que ninguno de los que estábamos allí presentes entendió la broma.
- Si, ¿y qué? Debemos disfrutar ahora que luego…nos pueden meter a la cárcel, como a ti. – le contestó Ben dirigiéndose a Eric y dejándolo sin palabras. – Que ya sabes que si te pillan vendiendo…
- ¿Te callas? Porque si no lo haces, te voy a partir la boca. –contestó Eric muy enfadado.
- Venga chicos, parad ya. – se entrometió Carla. – Haber si os vais a enfadar por una tontería de este tipo.
- No, si yo no me enfado. – dijo Eric, mientras todos le mirábamos. – Pero cuando venga a pedirme, le voy a mandar a la mierda.
- Lo siento, tío. Ha sido un comentario gracioso. No pensaba que te iba a sentar mal. – Eric se crujió los dedos de la mano. Ben tragó saliva.
- Bueno, volviendo al tema del sábado… - empezó diciendo Carla para quitarle importancia al asunto. – a mí me gusta la idea. Normalmente no solemos ir a ningún sitio después del botellón.
- Si, la verdad es que si. – contestó Dafne.
- Podríamos ir al Diamonds. Me han dicho que esta bastante bien, y que suele ir gente de nuestra edad. – dijo Auro. – Mi primo y mi hermano suelen ir muy a menudo, y les he oído hablar muy bien de él. Además, creo que no queda muy lejos del parque. Tal vez a unos diez minutos andando.
- Por mí de lujo. Suena bien. – dijo Nanni sonriendo.

Todos asintieron con la cabeza en señal de aprobación. Este sábado sería la primera vez que iba a ir a un pub. Nunca había estado en ninguno, y tenía ganas por saber como iba a ser aquello.

Tocó el timbre y volvimos todos de nuevo a clase con caras largas. Casi al entrar en clase, Edgar me cogió de uno de mis brazos y me paró.
- ¿Qué ocurre? – le dije algo preocupada.
- ¿No piensas decirme nada respecto al beso de ayer? – me miraba directamente a los ojos esperando una respuesta.
- ¿Qué quieres que te diga? Me dejaste sin palabras. No esperaba que me fueras a besar. – en ese momento pasó por allí Fanny y sus amigas. Al parecer había oído la última frase que le había dicho a Edgar. Se quedó con la boca abierta.
- ¡Eres una zorra! - dijo Fanny mientras salía de su interior todo el odio que tenía acumulado, y venía directa a mí a pegarme una bofetada.
- ¿Dónde vas, Fanny? – Edgar la cogió antes de que ésta pudiera pegarme, y se puso entre medias de las dos.
- ¿Qué dónde voy? A pegarle a esta imbécil. Tú y yo teníamos un trato, ¿recuerdas?
- ¿Un trato? – ahora Edgar me miraba a mí, y no a Fanny.
- ¡Ah! ¿Qué no se lo has contado? Tanto que te gusta, ¿y no le has contado nuestro trato? – ahora Fanny no estaba enfadada, sino que reía de maldad.
- No, no me ha contado nada. – Edgar seguía mirándome con cara de sorpresa. Yo no pude articular palabra. Simplemente, bajé la cabeza en señal de vergüenza.
- Pues sí, ella vino un día y me dijo que la que antes se liara contigo, te tendría para siempre. Yo no estaba segura de aceptar, pero me presionó tanto… - no daba crédito a lo que estaba diciendo Fanny. ¡Había ocurrido justo al revés! - Y como fui yo la que se lió contigo antes, ella tendría que separarse de ti. Pero no está cumpliendo su trato.
- ¡Mentirosa! – ahora fui yo la que me abalancé sobre ella para pegarle, pero Edgar fue más rápido que yo y me sostuvo.
- ¡Eh, eh! Parad ya. Parecéis dos crías pequeñas. No me esperaba esto de vosotras. Y menos de ti. – me dijo mirándome y haciéndome sentir como una mala persona. – Ya hablaremos tú y yo muy seriamente. Ahora, las dos a clase y ¡YA!
Fanny, victoriosa, entró en clase sonriendo. No sabía por qué había echo eso. Aunque ya me habían advertido mis amigas: “Es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere”. Edgar, que seguía mirándome, me soltó, ya que aún me tenía agarrada del brazo y entró en clase sin decirme ni una palabra. No quería entrar en aquella clase en donde se encontraba mi peor pesadilla, y aquel chico que con el beso de la noche anterior me había echo sentir algo especial.
Respiré profundamente. No me encontraba nada bien. Sentía una presión en el pecho. Me costaba respirar. Estaba hiperventilando.
- ¿Estás bien? – Ben, que en ese momento estaba entrando en clase, se había dado cuenta de lo que me pasaba.
- No muy bien… - noté como un sudor frío me recorría todo el cuerpo y llegaba hasta la cabeza. No tenía fuerzas para mantenerme de pie.
- Estás blanca. – perdí el equilibrio pero Ben me cogió y me tumbó en uno de los bancos que habían en el pasillo. – ¡Dios, Leire! Voy a avisar a alguien. Ahora mismo vengo. – me dio un beso en la mano.

Oí como entraba en clase y llamaba a Edgar con una voz algo quebradiza. Estaba asustado. Enseguida salió Edgar y al verme allí tumbada, blanca como la pared y con la mirada perdida, se asustó bastante.
- Ben, corre hasta la enfermería y dile a la enfermera que voy a llevarla allí.
- No, a la enfermería no. – dije casi sin vocalizar. Tenía la boca totalmente seca.
- Me da igual lo que quieras o no. Te voy a llevar igual. – oí como la gente de clase empezaba a salir. Entre ellas, mis amigas.
- ¿Qué le pasa? – oí que preguntó Nanni.
- No lo sé. Creo que le ha dado un bajón de tensión. La voy a llevar a la enfermería. Allí estará bien.
- Te acompañamos. – le dijo Auro. Cerré los ojos. Me pesaban los parpados.
- De eso nada, vosotras os vais a clase.
- Edgar, somos sus amigas. Si tú vas, nosotras también. – noté como Nanni me cogía de la mano.
- Está bien.

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miércoles, 20 de enero de 2010

Palabra tabú

“Riiinnng”. El despertador acababa de sonar. A penas, sin abrir los ojos, me levanté de la cama, y fui directa al baño a ducharme y arreglarme. Cerré la puerta con cerrojo. No quería que se repitiera lo mismo de hacia unos días.
Mientras me secaba, recordé el beso con Edgar. ¡Lo había deseado durante tanto tiempo! Y ahora era real. Una sonrisa salió de mis labios. Hoy era de esos días que aunque lloviera o nevara, la sonrisa no desaparecería de mi cara.
Fui a mi habitación a ponerme la ropa para irme al instituto. Una simple camiseta de tirantes y unos vaqueros de pitillo con unas sandalias romanas.

Mientras desayunaba en la cocina, mi madre bajó casi corriendo mientras se vestía por el camino. Llegaba tarde al trabajo, sin duda.
- ¿Cómo estás, cariño? – me preguntó.
- Bien, ¿por qué? – dije extrañada.
- Como ayer te acostaste sin cenar, pensé que te encontrabas mal o te pasaba algo.
- No, es que no tenía hambre.
- ¡Ah! Bueno… - miró el reloj que había colgado en la cocina. – Menos mal que hoy ya es viernes. Me voy, cariño.
- Adiós mamá. Que pases un buen día. – cerró la puerta principal de la casa.

Isaac no tardó mucho en bajar a desayunar. Cuando me vio sentada en la mesa, le salió una sonrisa pícara de su boca.
- ¿Por qué te ríes? – le pregunté.
- Por nada en especial. Solo que se te ve algo contenta este mañana, ¿no?
- Si, bueno… - dije sin dejar entrever nada.
- Venga, enana, que nos conocemos. Sé perfectamente que ayer Edgar subió a tu habitación y te besó.
- ¿Y tú cómo sabes eso? – le pregunté extrañada ante esa afirmación.
- Porque me lo ha contado él. Somos amigos, ¿recuerdas? Nos solemos contar todo. Y cuando digo todo, es todo.
- Vaya, tendré que tener cuidado con lo que hago con él, porque no quiero que luego te lo vaya contando.
- Sé a lo que te estás refiriendo, y tranquila, que si tenéis sexo, él no me contara los detalles.
- Isaac, eso no es lo que me preocupa.
- Pues debería de preocuparte. – salió de la cocina y subió a su cuarto.

No entendía por qué mi hermano había dicho eso. ¿Sexo? ¿Yo con Edgar? No, ni en broma. Era demasiado pronto para empezar a pensar en eso. Todavía no estábamos ni saliendo, ¿cómo podía pensar en sexo? Esa palabra ni se me había pasado por la cabeza. ¿Acaso se lo había comentado Edgar? Porque Isaac no dice nada por decirlo. Seguro que Edgar le había comentado algo al respecto.
Cuando bajaron mis hermanos de sus respectivos cuartos, nos fuimos al instituto. Eric ya no venía a por Carla. Ella ahora estaba con Hugo, y no pintaba mucho que Eric viniera a por ella. Aunque la relación de amistad que mantenían entre ellos, no se iba a esfumar como por arte de magia.

Cuando llegamos al instituto, mis amigas me estaban esperando en la puerta. Era algo extraño, ya que normalmente ellas llegaban justas a clase, o incluso a veces, algunos minutos tarde. Por ello, el verlas allí me resultó extraño.
- ¿Qué hacéis tan temprano aquí?
- Nos hemos levantado pronto. Hoy es viernes, el último día de la semana.
- El último día de clase, dirás. – le corregí a Nanni.
- Bueno, eso. Y como es el último día, se merece que entremos las tres juntas a clase. – sonrió Auro.
- Vamos, que lo que querías era ver a mi hermano antes de que entrara a clase, ¿no? – dije conociendo a Auro.
- ¡Sí! – añadió emocionada. – Es que es tan guapo…
- Venga, anda, vámonos a clase. No aguanto tanto amor en el ambiente. – dijo Nanni.

Las tres nos fuimos hacia nuestra clase. En la puerta, esperando a que entrara todo el mundo, estaba Fanny junto a Raquel, Jess y Karen, sus tres amigas que no se separaban de ella para nada. Al pasar por su lado, me dio un pequeño empujón. La miré con mala cara.
- ¡Uy! Lo siento, Leire. Es que me caía. – dijo mientras sonreía maliciosamente.
- Si, ya. Eso no te lo crees ni tú. Pero, bueno, no me apetece liarla aquí y ahora. Paso de ti y de tus tonterías.
- ¿Para ti son tonterías? No creo que lo que vaya a hacer con Edgar sean tonterías.
- ¿Perdona? – me giré de golpe. Mis amigas, que no estaban haciendo caso a Fanny, siguieron su camino y se sentaron en sus respectivos sitios.
- ¡Ah! Ahora ya no te parecen tonterías, ¿no? – empezó a reírse sonoramente. Sus amigas la imitaron. – Ay, Leire, que nos conocemos… - las tres pasaron por al lado mía entrando en clase y dejándome con la intriga de lo que Fanny iba a hacer con Edgar.

Resoplé. ¡Que mal me caía Fanny! Siempre hacía algo para hacerse de notar. Odiaba a esa clase de personas. No sabía por donde podía salir Fanny esta vez, pero seguro que algo bueno no era. Mis amigas siempre me decían lo mismo sobre ella: “es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere”. Lo que tampoco sabía es por qué ella se había obsesionado conmigo. Si Edgar quería estar conmigo y no con ella, debía de asimilarlo y seguir con su vida. Eso es un palo muy gordo que suele pasar a casi todas las chicas, pero la vida no termina ahí. “Hay muchos chicos en el mundo” pensé.
- Hola guapa, ¿qué haces aquí fuera? La clase está a punto de empezar. – era Edgar. Yo aún estaba en la puerta de clase.
- Ya, lo sé. Es que me he topado con Fanny, y estaba aquí pensando en lo que me ha dicho.
- ¿Y qué te ha dicho? Si se puede saber, claro. – no podía contárselo. Debía esperar a que ocurriera lo que tenía que ocurrir, y no adelantarme a los hechos.
- Nada, tonterías suyas. – esperaba que fueran tonterías. Deseaba que lo fueran.

Los dos juntos entramos en clase. Fanny, al vernos, puso mala cara. Yo me reí para mis adentros. Me encantaba que estuviera celosa. Me senté en mi sitio, junto a Cynthia, que ya estaba dentro de clase. Mis amigas estaban sentadas juntas. Últimamente, siempre me sentaba con Cynthia. Era una chica bastante maja, una vez la conocías. Aunque desde siempre la había visto demasiado creída (como Carla) y no me caía demasiado bien. Pero todo el mundo sabe que las apariencias engañan.

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miércoles, 13 de enero de 2010

Lo estaba deseando.

Edgar, con una señal, me dijo que me sentara a su lado. Me senté a su vera encantada. Con su brazo derecho rodeó mis hombros sintiendo su calor, su fuerza. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Me encantaban los chicos fuertes y musculosos.
- ¿Te molesto? – me preguntó.
- No, para nada. – él sonrió. – Prefiero que me cojas porque la peli es de miedo, y lo voy a pasar mal.
- Pues no te preocupes, porque aquí está tu salvador. – apreté mi cabeza con su hombro. Él no se quejó.

Por fin acabó. Sin duda, esa noche, me costaría dormir. Nos levantamos todos de los asientos y nos pusimos a hablar de diferentes temas. Eric no le quitaba ojo a Nanni. Ella se estaba dando cuenta, pero conocía a Nanni, y tenía demasiada vergüenza como para acercarse a hablar con él.
- Nanni, ¿a qué esperas para hablar con él?
- Tía, tengo muchísima vergüenza. Desde que nos liamos el sábado pasado, no hemos intercambiado ni una simple palabra.
- Ahora tienes la oportunidad. Venga.
- No L, hoy no. Prefiero hablar con él el sábado en el botellón. Seguro que con dos copas de más no me da tanta vergüenza.
- Lo que quieras, pero él no para de mirarte.
- Lo sé. – agachó la cabeza. Se había sonrojado.

Ya eran cerca de las nueve de la noche. La gente se empezó a irse a sus casas. Me despedí de Auro y de Nanni, y me subí a mi habitación, ya que no encontré a Edgar para poder despedirme de él.
Me senté en la cama dispuesta a leer un poco, pero alguien llamó a la puerta. Contesté con un “adelante” mientras me levantaba de la cama.
- ¿No te ibas a despedir de mí? – era Edgar.
- Sí, pero es que no te he encontrado. Pensaba que te habías ido ya a casa.
- No, estaba en el baño. – los dos sonreímos.
- ¡Am! – nos quedamos varios segundos en silencio.
- ¿Mañana nos volvemos a saltar las clases? Pero esta vez solos tú y yo.
- ¡Puff! Preferiría no perderme más clases, la verdad. Como se entere mi madre de que hoy he faltado…
- Vale, vale. No me acordaba que tú eres buena estudiante. Yo no quiero ser el responsable de que eso se eche a perder.
- Porque me salte un par de clases no quiere decir que deje de estudiar, ¿eh?
- Lo sé, aunque las mayorías de las veces se empieza por ahí. – yo asentí.
- Bueno…
- ¿Quieres que me vaya?
- ¡No! Yo no he dicho eso.
- Ya, pero lo has dado a entender con ese “bueno…”
- No, y lo sabes. Era para romper un poco el hielo, Edgar. Yo no quiero que te vayas.
- Lo sé. – se acercó a mí. Me estaba empezando a intimidar.
- ¿Qué haces? – pregunté mientras se acercaba cada vez más a mi rostro.
- Me gusta verte de cerca. Eres muy guapa, y tus ojos son impresionantes.
- Gra, gra, gracias. – tartamudeé. Estaba demasiado cerca de mis labios.
- No te pongas nerviosa. Sobretodo no me rechaces, por favor. – casi estaba rozando mis labios. Cerré los ojos. Me besó. Un beso cálido, suave y lleno de sentimientos. El chico que me gustaba y con el que tanto había soñado me estaba besando. Se separó de mí. – Espero que esto te ayude a decidir si quieres salir conmigo o no. Hasta mañana Leire.
- Hasta mañana. – salió de mi habitación.

Me quedé de pie, junto a la puerta. Aún no había asimilado que Edgar me acababa de besar, nuestro primer beso. Ese chico besaba muy bien, y lo estaba deseando durante años.

Ya se habían ido todos de la casa, y mi madre todavía no había llegado. No tenía hambre. Me había comido casi media bolsa de palomitas yo sola. Desde mi habitación les dije a mis hermanos que estaba cansada y que me iba a dormir.

Me acosté en la cama. El móvil, que estaba en la mesilla de noche, empezó a vibrar. Acababa de recibir un mensaje, y era de Edgar.

“Leire, el beso ha sido precioso. Cada vez que lo recuerdo se me ponen los pelos de punta. Ha significado mucho para mí, y espero que para ti también. Mañana nos vemos en clase. Un beso. Te quiero”

Releí el mensaje unas cuatro o cinco veces. No me lo llegaba a creer del todo. Ese beso había significado mucho para él y para mí. Y ese “te quiero” al final me había dejado con la boca abierta. Le contesté al mensaje.

“He estado soñando con este beso muchos años, y lo sabes. Aún lo estoy asimilando, porque todo esto me parece un sueño. Espero que cuando mañana me despierte, el sueño se haya echo realidad. La respuesta te la daré el sábado, como habíamos quedado. Duerme bien y descansa. Te quiero.”

Dejé el móvil en la mesilla. Edgar no me iba a contestar porque ya me había despedido de él. Me toqué los labios con los dedos. “Sí, el beso había sido real”.

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miércoles, 6 de enero de 2010

Todos juntos en casa.

Ya eran cerca de las cinco de la tarde cuando terminé de hacer todos los deberes que me habían propuesto. Me apetecía quedar con mis amigas. Ellas eran todo para mí, y me gustaba disfrutar de su compañía. Llamé a Auro.
- ¿Sí? – contestó ella en la otra parte del teléfono.
- Auro, soy Leire.
- Hola cuñada. – oí una pequeña risa.
- Ojala. – yo también sonreí. – Oye, me apetece salir esta tarde, ¿hacemos algo?
- … - unos segundos en silencio. – Pues pensaba quedarme en cada viendo una película que acabo de alquilar, pero si te quieres venir…
- Mejor aún. ¿Y si te vienes tú?
- ¡De lujo!
- Pero espera, tengo que preguntárselo a mi madre para ver si le viene bien.
- De acuerdo.
- Luego te llamo.
- Vale. – le colgué.

Abrí la puerta de mi habitación y bajé los escalones de dos en dos hasta llegar al salón donde se encontraba mi madre. Estaba apagando la tele.
- Mamá, ¿se pueden venir Nanni y Auro a casa a ver una película?
- Claro, cariño. Además, yo me voy ahora a ver a Rita. Hace varios días que no la veo.
- Gracias, mamá. – le di un beso en la mejilla y un abrazo. – Que te lo pases bien con Rita.

Subí de nuevo a mi habitación. Llamé a Auro para decirle la buena noticia. Sobre las seis estaría en mi casa. Llamé también a Nanni para que se viniera. Siempre teníamos que estar las tres juntas. Éramos como un pack.
Desde mi cuarto oí como la puerta principal de la casa se cerraba. Mi madre se acababa de ir. Fui a la habitación de Carla a decirle que íbamos a estar abajo viendo una película, por si se quería unir al plan.
- ¿Y mamá no está? – me preguntó.
- No, se ha ido a casa de Rita a pasar la tarde. Supongo que vendrá a la hora de cenar.
- Perfecto. Voy a llamar a Hugo para que se venga también.
- Vale.

Salí de su habitación y me fui a la cocina a preparar las palomitas para la sesión de cine. Una película sin palomitas, no era una buena película.
Allí estaba Isaac, en pantalones cortos y sin camiseta. Lo veía algo más musculazo que de normal. Estaría haciendo abdominales y flexiones por la noche.
- Y si te pones una camiseta… ¿qué tal?
- Joder, siempre me recriminas todo. Y si no quiero, ¿qué?
- ¡Puff! A mí me da igual. Lo digo porque ahora mismo va a estar aquí Nanni y Auro. Y puede que Hugo también.
- Pues ya de paso llamamos a todos y que se vengan, ¿no?
- Por mi genial. – dije emocionada.

Nada más decir esto, Isaac se subió corriendo a su habitación a llamar a todos los demás integrantes de la pandilla. Yo, mientras, preparaba varias bolsas de palomitas.
“Ding, dong”. Fui hacia la puerta principal y abrí. Allí estaba Nanni, Auro y su hermano Hugo.
- Hola chicas. Hola Hugo.
- ¿Cómo estás, Leire? – Hugo se acercó a mí y me dio dos besos.
- Muy bien. Pasad. Aunque sois los primeros en llegar.
- ¿Cómo qué los primeros? Pensaba que éramos los únicos. – dijo Nanni mientras se acomodaba en el sofá.
- No. Al final hemos llamado a todos los demás.
- Te he visto audaz, L. – añadió Nanni.
- Lo sé. Aunque no lo he decidido yo, sino Isaac.

Carla e Isaac bajaron poco después al comedor junto con nosotros. Al ver a Hugo, Carla se abalanzó sobre él y le dio un corto pero intenso beso en los labios. Todos nos quedamos boquiabiertos. No pensaba que Hugo y mi hermana estuvieran saliendo. Ella había dicho que lo querían intentar, no que lo estuvieran intentando. Fuera lo que fuese, estaba contenta por ellos. Hugo era buen chico. Hacían buena pareja.
- Hola Auro, ¿cómo estás? - le preguntó Isaac.
- Muy bien, ¿y tú? – ambos estaban deseando abrazarse y demostrar su amor. En cambio, solo hacían que dirigirse sonrisas nerviosas.
- Bien también.

Volvieron a llamar al timbre. Esta vez fue Isaac el que abrió. El resto de la pandilla entró en el salón. Nos saludamos. Edgar me dio un abrazo y un beso en la mejilla.
- ¿Y a qué se debe esta reunión? – preguntó Cynthia.
- A nada. Simplemente para estar juntos y ver una película. – contestó Isaac.

Todos se acomodaron en los diversos sofás dispuestos a ver la película. Auro me dio el DVD y yo lo puse. Era de miedo. Odiaba las películas de terror. Me daban pánico. Luego me costaba muchísimo dormir.

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