viernes, 15 de mayo de 2009

Aún martes.

El despertador otra vez. No me podía deshacer de él, me seguía a todas partes. Cada vez que me despertaba con su peculiar “rin” me daban unas ganas horribles de estamparlo en la pared. Pero sabía que eso no era buena idea, porque a parte de que a mi madre no le haría mucha gracia, después me tendría que comprar otro que, seguramente, sería mucho peor que este.
Sabía que esto rondaba por mi cabeza porque no quería darme cuenta de que había llegado el martes y que hoy tenía que volver a ver a Edgar. Ahora no quería pensar en eso, por lo que me levanté de un salto y fui al baño a ducharme. Me puse una falda y una blusa simple de tirantes, que estrenaba hoy.
Bajé a la cocina. No había nadie allí. Mi madre se había vuelto a ir sin despedirse de mí. Odiaba que hiciera eso. Mis hermanos tampoco estaban, por lo que supuse que estarían arriba arreglándose para irse a clase. Me bebí un vaso de zumo en diez segundos. No podía entretenerme más tiempo. Llegaba un poco tarde.
Enseguida bajo Carla corriendo por las escaleras diciendo algo que no entendí muy bien lo que era. Abrió la puerta de la calle, y se fue. No me dijo ni un simple “buenos días”. “Si es que Carla no cambia” pensé. Subí a la habitación a por la mochila y me encontré a Isaac por el camino. Me dijo que cogiera los cascos porque hoy nos íbamos a ir en moto otra vez. La verdad es que lo prefería, porque no nos sobraba el tiempo.
Cuando llegamos al insti, Isaac me dijo que si veía a Dafne le dijera que en el recreo quería hablar con ella, pero en el camino hacia clase no la encontré. La verdad es que no sabía quién pasaba por mi lado, porque iba mirando al suelo.
De repente me tropecé con alguien y me caí al suelo. Ese alguien me ayudó a levantarme, y cuando alcé la cabeza me topé con su mirada. No había duda, era él: Edgar.
- Lo siento, Leire, no te había visto. ¿Te has hecho daño?
- No, no, tranquilo. No pasa nada. Estoy bien, gracias.
- Oye, ¿por qué ayer cuando me despedí de ti no me dijiste nada? – tenía que inventarme algo que tuviera sentido, ¡y PRONTO!
- Es que no me encontraba muy bien. Me dolía la cabeza y estaba un poco mareada. – sonó convincente.
- Pero ya estás mejor, ¿no? – me preguntó preocupado.
- Si, ya estoy bien, gracias.

Me fui sin decir ni una palabra más. No estaba acostumbrada a mentir, pero no me había salido del todo mal.
Entré en clase y me senté al lado de Nanni y Auro. Ni Edgar ni Ben entraron en el aula en las siguientes tres clases. Cynthia solo hacía que mirar hacia el lugar donde Edgar tenía por costumbre sentarse.

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