sábado, 19 de diciembre de 2009

Amenaza

NOTA DE LA AUTORA: Hola a todos! Hoy no es miércoles, pero como ya estamos en Navidad, y Papá Noel está de camino, os traigo una nueva entrada, a modo de regalo. Espero que os guste. El próximo miércoles postearé, como todos. Un beso a todos. LEIRE.


Un nuevo día. Me levanté de la cama de un salto. Había dormido estupendamente esa noche y me sentía relajada, sin preocupaciones en la cabeza. Pero mientras elegía la ropa para esa mañana, me vino a la cabeza la conversación de Edgar de la tarde anterior. Debía de decidirme pronto. El sábado tenía que darle una respuesta. Quería con todas mis fuerzas estar con él, pero no estaba segura. ¿Y si me estaba mintiendo? ¿Y si saliera con él y al cabo de tres días me dejara? Yo no quería sufrir, y menos si ese sufrimiento provenía del chico al que quería.
Después de desayunar con mis hermanos nos fuimos los tres andando hacia el instituto, ya que Eric no había ido a por Carla. Era algo extraño, ya que él siempre iba a por mi hermana en coche. ¿Y si se habían enfadado? No lo creía, pero podía ser una posibilidad.
Cuando llegamos al instituto, Edgar y Ben estaban en la puerta esperando a Isaac. Los tres se saludaron chocándose las manos y dándose un abrazo típico de chicos. Mi hermana y yo nos miramos, nos sonreímos, y cada una se fue hacia su clase.
Como todas las mañanas, al llegar a la clase ya había algunas personas sentadas en sus respectivas sillas, pero ni Nanni ni Auro se encontraban allí. Me senté en una de las sillas vacías esperando a que vinieran. Pero en ese momento apareció por la puerta Fanny rodeada de sus tres grandes amigas que la seguían como si de perritos falderos se tratasen. Me dirigió una de sus sonrisas malévolas matineras y se sentó en su silla. Poco después, por la puerta hizo su aparición Edgar junto con Ben. Casi nunca se separaban. Eran grandes amigos, e iban a todos los sitios juntos. Edgar me dirigió una sonrisita, pero al ver que estaba sentada Fanny en su sitio le cambió la cara por completo y se puso serio. Fanny se dio cuenta y noté como los celos le comían por dentro. Aunque ella había ganado la apuesta, sabía que era yo la que le gustaba a Edgar, y no ella, como deseaba. Agaché la cabeza y sonreí para mis adentros.
Nanni y Auro no tardaron en llegar. Cuando me vieron me dieron, cada una, un beso en la mejilla. Me encantaba que hicieran eso. Me hacía sentir querida por mis amigas. A veces, las personas necesitamos ese tipo de gestos para sentirnos bien y contentos con nosotros mismos.
La clase empezó en breves. El profesor llegó algo enfadado. No sabíamos por qué, pero se le notaba. La lección nos la explicó en tan solo 20 minutos. El resto de la clase nos la dejó para que hiciéramos ejercicios. Él salió de la clase dejándonos solos. Eso era un peligro, ya que cuando estábamos sin profesor, siempre liábamos alguna. Los chicos se levantaron y empezaron a tirarse tizas desde una parte de la clase a la otra. En cambio, las chicas, solo nos poníamos a hablar de nuestras cosas.
- Menuda tarde la de ayer, ¿no? – dijo Nanni.
- Si, fue cargadita. – comenté yo. Recordé enseguida el comentario que hizo Isaac en el bar.
- Me quedé de piedra cuando Isaac dijo eso. – dijo Auro. – Está claro que os gustáis, pero el comentario no era apropiado a la situación. ¿Luego te pidió perdón?
- Si, en casa. Pero tía, cuando lo dijo, me quería morir. ¡Qué vergüenza!
- Ya. Me lo puedo imaginar. Si me hubiera pasado a mí… - Auro se quedó un par de segundos pensando la respuesta. - … la verdad, es que no sé lo que hubiera echo. – todas reímos.
- Os tengo que contar una cosa. – sonreí.
- Cuenta, cuenta. No nos dejes en ascuas. – dijo Nanni. Les conté la conversación que había tenido con Edgar en la puerta de mi casa. - ¿Qué dices, L? ¡Que suerte tienes! Está coladito por ti.
- Lo sé. Pero no sé que hacer.
- ¿Cómo que no sabes qué hacer? – preguntó Auro. – Claramente salir con él. ¡Estáis el uno coladito por el otro!
- Sí, ¿pero y si me está engañando? ¿Y si cuando empecemos a salir me deja a los tres días?
- Eso no va a pasar, Leire. – dijo muy segura de si misma Nanni. – Si pensara así no te hubiera dicho que esperaría hasta el sábado.
- Pero puede ser que lo diga porque soy una de las pocas chicas que se le han resistido.
- Puede ser, pero yo no lo creo. – Auro también negó con la cabeza, confirmando que ella estaba de acuerdo con Nanni.
- No sé, chicas. – dije mirando al techo.

Las tres nos callamos a la vez. Pero noté que alguien estaba cerca de mí escuchando toda la conversación que habíamos tenido. Recé para que no fuera Fanny, pero no sirvió para nada porque había sido ella. Me miró con cara de furia. Yo tragué saliva. Habíamos hecho una apuesta en la que había perdido, y no la estaba cumpliendo. Me estaba metiendo en un buen lió.
Salió de la clase, pero al pasar por mi mesa me dejó una nota en la que ponía que saliera de clase inmediatamente. Se lo dije a mis amigas, y tragando de nuevo saliva, salí de la clase con paso decidido. Y allí estaba ella. Su espalda apoyada en la pared. Un pie lo tenía también apoyado en la pared. Me dio miedo.
- ¿Qué quieres ahora, Fanny?
- No me vaciles Leire, que nos conocemos.
- No te he vacilado, pero bueno. ¿Qué quieres?
- Te he oído toda la conversación que has tenido con tus amigas. – se me estaba quedando la boca seca.
- ¿Y qué?
- ¿Cómo que y qué? – pegó un puñetazo a la pared. Me asusté. - ¿Cómo que y qué? Yo te voy a decir lo que pasa. Resulta, por si no te acuerdas, que tú y yo tuvimos una apuesta en la que yo salía victoriosa.
- Si, me acuerdo. Pero que yo sepa, no la estoy incumpliendo, ¿no?
- Si, la estás incumpliendo al máximo. Te dije que no te acercarás a él. Y ayer estuviste con él por la tarde. Y por lo que he oído, te ha pedido salir y tú te lo estás pensando. – miré al suelo. – Vale, me lo acabas de confirmar. Bien, tú lo has querido. Te dije que te apartaras de él por las buenas, y tú no lo has hecho. Ahora iré por las malas. – me sonrió malévolamente y entró en la clase con aire chulesco.

Me quedé fuera un par de minutos intentando averiguar que era lo que iba a hacer Fanny. Cuando se ponía así me daba miedo, y sabía que era capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quería. Inspiré y expiré un par de veces y entré en clase. Fanny me miró y se rió junto con sus amigas. Edgar también me miró con cara de preocupación. Yo, simplemente, agaché la cabeza y me senté en mi silla. Mis amigas me preguntaron que había ocurrido, y yo, en cuatro o cinco frases, se lo expliqué todo. Se quedaron mudas.


Safe Creative #0912195156793