viernes, 10 de julio de 2009

Tarde entretenida

No acababa de darme la vuelta cuando alguien volvió a llamar al timbre. Esta vez eran Nanni y Auro. Salí y cerré la puerta tras de mí. Solo había andado unos metros cuando alguien abrió la puerta de mi casa. Me giré. Era Isaac.
- ¿Vais al parque? – preguntó a todas pero solo mirando a Auro.
- Sí, claro. – contestó Nanni.
- Pues esperarme que me voy con vosotras. Subo a coger unas cosas y ahora mismo bajo.
- Vale. – dije yo.
Dejó la puerta abierta y todas vimos como subía las escaleras de dos en dos. Nanni y yo miramos a Auro.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miráis?
- Por nada, por nada. – Nanni intentaba disimular pero las tres sabíamos porque mirábamos a Auro.

Isaac bajaba las escaleras casi corriendo. “Podemos irnos” dijo cerrando la puerta. Los cuatro nos pusimos a andar hacia el parque. Cuando llegamos, en uno de los bancos estaban Edgar y Ben esperando a Isaac. Éste se despidió de nosotros y se fue hacia ellos. Nosotras, nos sentamos en un banco y empezamos a hablar.
- Chicas, ¿cómo sabe Ben que a mí me gusta Isaac? – preguntó Auro un poco preocupada. Sabía que aunque intentaba disimularlo, no paraba de darle vueltas a la cabeza sobre ese tema.
- No tengo ni idea. – dijo Nanni. – Pero se ha enterado.
- Pues vaya… ¿y ahora qué hago?
- ¿Cómo que qué haces? – le pregunté sin querer obtener respuesta. – Mira, Auro, esta misma mañana, después de haber estado en la cafetería del instituto, Isaac me cogió antes de entrar en clase y me preguntó si era verdad eso de que a ti te gustaba él. No sé por qué me lo preguntaría, pero por pura curiosidad no creo.
- Seguro que era por pura curiosidad. – dijo Auro. - ¿O qué me estás queriendo decir? ¿qué le intereso a Isaac? Porque si me estás queriendo decir eso ahora mismo voy y le planto un beso.
- Pues sí, Auro, es lo que te está queriendo decir Leire.
- Chicas, no me digáis eso, que me voy a tener que levantar a darle un beso a Isaac. – dijo sonrojándose.
- Más vale que no, espérate un poco no vaya a ser que luego ya no haya solución. – le aconsejé.

Estuvimos un rato hablando en el banco, pero enseguida nos levantamos para irnos al centro comercial. En ese momento Isaac miró hacia nuestro banco, y por señas me preguntó dónde íbamos. Yo le contesté, también por señas, que nos íbamos al centro comercial. Él asintió, se dio media vuelta y continuó fumándose el cigarrillo que tenía en la mano.
Ya en el centro comercial, entramos en un par de tiendas. Enseguida Auro se apañó. Encontró un bikini negro increíble, y le quedaba de infarto. Como las compras las habíamos terminado pronto, decidimos volver al parque para ver si aún estaban los chicos allí, pero cuando llegamos el parque estaba vacío. No había nadie. La verdad es que eran ya las ocho de la noche, y los niños que por allí estaban jugando ya se habían ido a sus casas.
- Chicas, ¿os apetece que vayamos al supermercado a comprar un par de cervezas, y nos venimos aquí a bebérnoslas? – propuso Auro.
- A mí me parece una idea estupenda, la verdad. Y me apetece bastante. – Nanni apoyó la idea.

Y eso fue lo que hicimos. En un par de minutos estábamos de nuevo en el parque con dos botellas de litro de cerveza. Habíamos comprado también unos vasos. Nos echamos un vaso de cerveza cada una y nos lo bebimos a trago. Volvimos a rellenar.
- Ya verás tú con la tontería…al final pillamos una buena. – dijo Nanni riéndose.
- Por cierto, chicas. - empezó diciendo Auro. – Me ha dicho mi hermano que mañana él se va a ir a la casa de campo de los abuelos de Edgar con mi primo Dani en el coche, y que van solos. Por si nos queríamos ir con ellos.
- Por mi vale, porque mis hermanos se van con Eric, y yo no pinto nada en ese coche. – añadí yo.
- Por mi también. – dijo Nanni.

Estuvimos en el parque hasta que nos bebimos las dos botellas. Después nos fuimos de camino a casa. A mí me costaba un poco andar, pero no era la única. A mitad del camino nos separamos y cada una se dirigió hacia su casa. Cuando estaba cerca de la puerta de mi casa, oí como alguien gritó mi nombre.
- Leire, Leire. –me giré. Era Isaac.
- ¿Qué quieres? – pregunté, aunque me costó algo vocalizar.
- ¿Cómo que qué quiero? –se acercó a mí. - ¿Has estado bebiendo?
- Solo me he tomado un par de cervezas.
- Yo creo que te has tomado algo más de un par, ¿me equivoco? – giré la cabeza de un lado para el otro negándolo. – Ahora, cuando entres en casa dile a la mamá que te vas a acostar, que has cenado en el centro comercial.
- Sí, señor. – dije mientras hacia el típico gesto militar.

Me cogió del brazo y me acompañó a la puerta de casa. Cuando entré, mi madre estaba en la cocina. Hice caso a mi hermano y le dije lo que me había dicho. Ella se quedó algo extrañada, pero no me dijo nada.
Isaac me acompañó al cuarto. Me dio un beso de buenas noches y se bajó al cenar. Me puse el pijama como pude y me tumbé en la cama. Todo me daba vueltas. Cerré los ojos para que todo aquello parara. Me pesaban los ojos... Intentaba no dormirme, pero no pude remediarlo.

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Nota de la autora: FELICES VACACIONES. LEIRE.

jueves, 9 de julio de 2009

En clase con Edgar.

Nota de la autora: Vuelvo a postear hoy porque mañana por la mañana será la última entrada que ponga. El viernes por la tarde me voy de vacaciones y ya no sé cuando podré volver a poner una nueva entrada. Pero no os preocupéis, que en cuanto tenga un tiempo y consiga tener internet postearé. Un beso para todos y feliz verano. Siempre con vosotros. LEIRE.

Tocó el timbre y nos dirigimos todos hacia nuestras clases. Antes de entrar en la mía, Isaac me cogió del brazo para que me esperara un momento fuera.
- ¿Qué ocurre, Isaac?
- ¿Sabes si lo que ha dicho Ben es verdad?
- ¿A qué te refieres? – pregunté. Aunque sabía de sobra que se refería al tema de Auro.
- Sabes de sobra a lo que me refiero. ¿Es verdad que le gustó a Auro? Tú lo tienes que saber, que para eso es tu amiga.
- No tengo ni idea, Isaac.
- Eres una mentirosa, enana.
- Además, ¿para qué quieres saberlo? Si a ti no te gusta… ¿qué más te da?

Isaac resopló y se fue hacia su clase. Yo, desconcertada, entré en la mía. Edgar me guardaba un asiento al lado suya en la parte trasera de la clase. Le sonreí y me senté a su lado. La profesora apareció enseguida.
- ¿De qué quieres hablar? – le dije susurrando.
- De lo que pasó ayer con Fanny. Siento mucho lo de la pelea. Fue culpa mía. – dijo excusándose.
- No te preocupes, Edgar, no fue culpa tuya. Tú solo me diste un inocente beso en la mejilla. Fue ella la que se pensó cosas que no eran.
- Sé que yo a ella le gustó. Además, se nota. Pero no quiero que por su culpa yo no pueda ni hablarte, ni mirarte, ni darte un simple beso en la mejilla en señal de amistad. – dos mesas más adelante se encontraba Fanny junto con Karen. No paraba de girarse para ver como Edgar y yo hablábamos.
- Ya lo sé, Edgar. No te preocupes, de verdad. Ya está todo arreglado. – mentía. Toda esta historia no había hecho más que empezar.
- Y, si en algún momento, ella te molesta o te intimida, por favor avísame, ¿vale? No quiero que por mi culpa tú estés mal. – me sonrió con esos labios tan carnosos e irresistibles a la vez que me miraba con esos ojos tan perfectos.
- De acuerdo. – yo también le sonreí.

Intenté atender a lo que quedaba de clase, pero me fue imposible teniendo el chico que me gustaba a mi lado. No paraba de mirarme y de vez en cuando me comentaba algo relacionado con Fanny o con algo que le había pasado recientemente.
El timbre sonó y era la hora de volver a casa. Me despedí de Edgar, aunque me dijo que a lo mejor se pasaba por la tarde por mi casa para jugar con mi hermano a la consola, como siempre. Estaban demasiado picados a un juego de futbol. Se podían pasar horas y horas jugando sin descansar. Eso solo se definía con una palabra: chicos.
Salí a la puerta del instituto y esperé a mis hermanos. A penas tardaron unos minutos, y juntos nos fuimos a casa.
Al llegar, dejamos las mochilas en la entrada y nos sentamos a comer ya que nuestra madre nos tenía la comida preparada encima de la mesa. Nos preguntó que tal habíamos pasado el día. Los tres contestamos que muy bien. Cuando terminamos, Isaac y Carla empezaron a quitar la mesa, mientras yo me puse a fregar para que mi madre se pudiera ir un rato al sofá a descansar.
Cuando terminé me fui a mi habitación a hacer los deberes para el lunes. Me gustaba hacerlo los viernes, porque así en todo el fin de semana no tenía que preocuparme por ellos. En tan solo un par de horas lo había terminado todos.
De repente sonó el teléfono de casa. Lo cogí desde mi habitación:
- ¿Diga? – dije.
- L, soy N. Oye, hemos quedado Auro y yo para ir un rato al parque a pasar la tarde y después ir al centro comercial de compras, que Auro necesita estrenar bikini mañana, ¿te vienes?
- Claro que me voy.
- Vale, pues en quince minutos estamos en tu casa, ¿vale?
- De acuerdo. Os espero.

Fui al cuarto de baño a peinarme y arreglarme un poco. Alguien llamó a la puerta. Al ver que nadie abría bajé corriendo. Vi a mi madre que estaba plácidamente durmiendo en el sofá sin ninguna preocupación en la cabeza. Abrí la puerta. Era Eric.
- Leire, ¿está Carla por ahí? Es que necesito hablar con ella.
- Sí, claro. Está en su cuarto. Sube tú directamente.
- Vale, gracias.

Sin decir ni una palabra más subió hacia el cuarto de Carla. ¿De qué tendría que hablar con Carla? Me gustaba enterarme de ese tipo de cosas, pero no era capaz de preguntarlas.

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Pobre Auro.

Me senté en el banco, y no tardé ni un minuto en contárselo a Nanni y Auro. Ellas pensaban que no había hecho lo correcto al aceptar la apuesta de Fanny.
- No tenías que haberle dado la mano, Leire. – empezó Auro. – Y no es porque piense que vas a perder, ni mucho menos. Sino porque cuando ganes, ella no te dejará en paz y te hará la vida imposible, seguro.
- No creo, Auro. Además, si gano dejará a Edgar tranquilo, por fin.
- ¿Y no te has planteado que a lo mejor puedes perder? – dijo Nanni sin apenas levantar la cabeza.
- ¿Cómo va a perder, Nanni? – dijo Auro. – Está claro que Edgar siente algo por Leire. No sé lo que será, pero está claro que atracción siente por ella, eso está claro.
- Si, si eso ya lo sé. – dijo Nanni. – Pero estamos hablando de Fanny: una chica conflictiva, que es capaz de hacer cualquier cosa por conseguir lo que quiere. Y cuando digo cualquier cosa, es cualquier cosa. – dijo remarcando estas últimas palabras.
- Eso si es verdad. – dije.

Ahora, y más que nunca, estaba claro que la apuesta la iba a perder. Pero ya no podía echar marcha atrás: lo hecho, hecho está.
A mitad del recreo, nos fuimos a la cafetería. Ya teníamos por costumbre ir allí un rato. Como siempre, Nanni no quería, pero al decirle que seguro que Eric estaba allí, no tardo ni un segundo en levantarse. A Auro no hacía falta decirle nada, porque sabía que mi hermano iba a estar por allí.
Al llegar a la cafetería, nos sentamos en una mesa que estaba vacía. Como siempre, el grupo de Carla estaba a un par de mesas más allá. Nanni empezó a contarnos, de nuevo, la cita que tuvo con Hugo:
- Pero chicas, es que no sé que hacer. Hugo es encantador, y está claro que me gusta. Pero es que cuando veo a Eric…me aparecen como mariposas en el estómago.
- Claro Nanni, porque a Hugo lo quieres como de un amigo se tratase. En cambio, no puedes decir lo mismo de Eric – dije yo. – Porque estás enamorada de él.
- ¿Enamorada de Eric? – Auro se levantó de la silla. – Eso es imposible. La palabra enamorarse es muy fuerte y demasiado seria como para decirla así porque si. – se sentó de nuevo.
- Ya lo sé, pero es la verdad. Que yo sepa, a Nanni, desde que la conozco, siempre le ha gustado Eric.
- Eso sí que es verdad, Auro. – reconoció Nanni. - ¿Qué hago chicas?
- Mira N, yo haría una cosa – empecé a decir. – Luego tú haz lo que quieras, ¿vale? – ella asintió con la cabeza. – Date unos días de respiro. Dile a Hugo de no quedar durante unos días. Si lo echas de menos será porque a Hugo lo quieres como algo más que un amigo. En cambio, si puedes pasar sin él durante una semana, está claro que no te gusta nada.
- Vale, me gusta tú idea. – Nanni sonrió.
- Bueno, voy a comprarme algo. – dije.

Me levanté. Fui a la barra a comprarme la piruleta de todos los días. Eso ya era un vicio. Había gente que le daba por fumar, como a Isaac. En cambio a mí, me daba por las piruletas. Y siempre me apetecía cuando estaba nerviosa o algo me preocupaba.
Cuando volví a la mesa en la que se encontraban mis amigas, encontré a gente que no me esperaba allí. En la mesa se encontraba mi hermano Isaac, junto con Ben, Eric, y como no Edgar. No había libre ninguna silla, por lo que tuve que coger una de otra mesa.
- ¿Qué hacéis que no estáis en la otra mesa? – dije señalando la mesa en la que se encontraba Carla y las demás chicas. Después me senté entre Isaac y Edgar.
- Pues que han empezado a hablar de ropa y de cosas de chicas, y como no nos estábamos enterando, nos hemos venido aquí. – dijo Eric mientras miraba a Nanni. Ella se sonrojaba y bajaba la mirada.
- Me parece bien. – dije sonriendo.
- Por cierto, Leire… - empezó a decir Edgar mientras ponía una de sus manos sobre mi pierna. Yo miraba esa mano. – Aún tengo que hablar contigo.
- Sí, claro. Luego si quieres nos sentamos juntos en clase, y me lo cuentas, ¿vale?
- De acuerdo. – apartó su mano de mi pierna.
- Si claro, ¿y yo con quién me siento? – dijo Ben.
- Tío, pues te sientas con Karen o Raquel, que están loquitas por ti. – le dijo Isaac mientras se reía.
- Vete a la mierda, Isaac. Pues tú te podrías sentar con Auro, a la que también le gustas. – todos miramos a Auro. Ella se sonrojó por momentos. – Lástima que vaya a la clase de tu hermana, y no a la tuya.
- Cállate, capullo. – dijo Isaac para quitarle importancia a lo que acababa de decir.

Auro no sabía qué hacer. Estaba inquieta. Después de lo que acababa de decir Ben, no era muy normal que estuviera cómoda entre ellos. Lo que no podía entender, era como Ben se había enterado de que a Auro le gustaba Isaac, porque a ella no es que se le notara, aunque algunas veces las miradas podían hablar por ellas solas. Tenía que haber sido eso.

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miércoles, 8 de julio de 2009

¿Trato o apuesta?

Al llegar al instituto, y como siempre, Carla fue la primera en escaparse de nuestro lado. Isaac y yo la miramos, y continuamos caminando hasta la entrada. Ahí nos separamos.
Mientras andaba por el pasillo, deseaba no encontrarme con Fanny ni con ninguna de sus amigas. No sabía lo que era capaz de hacer, y tampoco sabía como debía actuar. Al llegar a la puerta de la clase, mis amigas me esperaban fuera.
- ¿Por qué no nos contaste nada? – me dijo Auro mientras me daba un largo abrazo. Nanni se apuntó al abrazo colectivo.
- ¿Cómo os habéis enterado? – pregunté.
- Nos lo ha dicho Ben esta mañana. Pero no te preocupes, cariño, ahora estamos nosotras aquí para protegerte. – dijo Nanni.
- No hace falta, chicas, pero muchas gracias por todo.
- A mí desde un principio esa tal Fanny no me daba buena espina… - dijo Auro mientras entrábamos en clase.

A penas había gente. Nos sentamos en nuestros sitios, pero esta vez Nanni se sentó conmigo. No querían que Fanny se pudiera sentar a mi lado. Miré a mí alrededor. Ben se encontraba ya es su asiento, pero era algo extraño que Edgar no estuviera a su lado.
A los pocos minutos, Edgar apareció por la puerta, pero no iba solo. ¡Iba con Fanny! Estaban hablando de algo bastante gracioso, porque Edgar no paraba de reírse. Cuando pasaron por mi lado, Fanny se me quedó mirando, pero enseguida me giró la cara. Sabía que la entrada que había echo junto con Edgar me había molestado. “No te preocupes L, Fanny lo hace aposta” me susurró Nanni en el oído.
Las tres clases pasaron volando, como siempre. Deseaba salir al recreo. Era uno de los lugares en donde Fanny y sus amigas estaban lejos de mí y de mi gente. Nos sentamos en nuestro banco. No podía entender como Edgar podía reírse con Fanny de esa manera, sabiendo lo que había pasado conmigo el día anterior.
A mitad del recreo pude ver que desde la otra parte del patio, Fanny y sus amigas se acercaban hacia el banco en el que estábamos nosotras sentadas mientras se contorneaban dejando a cualquier chico con la boca abierta. Bajé la mirada. Deseaba con todas mis fuerzas que no me dijera nada, pero no fue suficiente.
- Hola Leire, ¿puedo hablar contigo a solas? – mientras decía esto, Fanny dirigió una de sus miradas hacia mis amigas.
- Claro que si. – toqué la mano a Nanni en señal de que iba a estar bien. Nos apartamos un poco del banco. - ¿Qué quieres, Fanny?
- Me he dado cuenta de cómo me mirabas cuando he entrado en clase con Edgar.
- ¿Y cómo te he mirado? Si se puede saber…
- Con celos. Esa mirada era de una chica celosa. – dijo mientras se reía.
- Tú sabes bien como son ese tipo de miradas, ¿no?
- No te pases, Leire. – dijo acercándose más a mi. – No he venido para eso. He venido para ofrecerte un trato.
- ¿Un trato? - ¿qué estaba tramando ahora?
- Bueno, más que un trato es una apuesta. – eso sonaba mucho peor.
- ¿De qué trata esa apuesta? – Fanny podía salir por cualquier lado.
- A las dos nos gusta Edgar, ¿no? Y mañana nos vamos a la casa de campo de sus abuelos, ¿no? Pues la primera que consiga que Edgar se fije en ella, gana la apuesta. La otra, la perdedora, lo dejará para siempre en paz. ¿Trato hecho? – me tendió la mano. No sabía que hacer: si no aceptaba el trato, era dejar el camino libre a Fanny, pero si la aceptaba, no estaba segura de ganarla. ¿Qué debía hacer?
- Trato hecho. – le di la mano.

Fanny se alejó con sus otras tres amigas con aires de triunfadora. Estaba convencida de que era ella la que iba a ganar la apuesta, pero no tenía otro remedio. Si no hubiera aceptado el trato, ella se habría pensado que tenía miedo de ella y de sus armas de mujer. Pero estaba muy, pero que muy equivocada.

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martes, 7 de julio de 2009

Viernes

Ya era viernes. Me levanté de la cama y me senté en el borde de ésta. Durante unos minutos estuve pensando en lo que había ocurrido el día anterior. Me tranquilicé y me fui directamente al baño. Me di algo de prisa, porque no quería que mis hermanos se me adelantaran.
Empecé a ducharme. Cuando estaba saliendo de la ducha, alguien llamó a la puerta del baño. Me puse la toalla alrededor de mi cuerpo y fui a abrir la puerta. Detrás de ella se encontraba Isaac, apenas sin abrir los ojos y con el pelo alborotado.
- Buenos días Leire. – entró al baño y se quedó enfrente del espejo.
- Buenos días Isaac. Podrías haberte esperado un momento fuera, que en un par de minutos estoy lista y dejo el baño libre.
- ¿A estas alturas vas con vergüenza? – abrió el grifo y empezó a lavarse la cara.
- Hombre, pues un poco si la verdad. – dije mirando al suelo mientras me sujetaba la toalla con las dos manos por si acaso se me soltaba.
- Buenos días hermanitos. – Carla acababa de hacer acto de presencia y me dio un beso en la mejilla. Como a Isaac no podía dárselo ya que aún se encontraba lavándose la cara, le dio una palmadita en el trasero.
- ¿Tú también aquí? Iros un momento fuera, por favor. – rogué de nuevo.
- No te pongas así, enana… - Carla ponía posturitas enfrente del espejo. – que hoy ya es viernes, y mañana es la gran fiesta. – sonrió.
- De acuerdo. Habéis ganado. Me voy.

Salí del baño y me fui a mi habitación. No me gustaba nada que mis hermanos interrumpieran mi ducha matutina entrando en el baño y molestándome. Desde siempre me había cambiado con ellos delante, pero últimamente, una ya tiene una edad, y ese tipo de cosas dan un poco de vergüenza. Delante de Carla aún podía cambiarme, pero de Isaac… ¡ni pensarlo!
Abrí el armario y escogí para el último día lectivo de la semana unas bermudas a cuadros marrones y rosas, y una camiseta de tirantes a juego. En los pies, unas sandalias del mismo color. Me arreglé el pelo y me pinté. Ya estaba lista para ir al instituto.
Bajé a la cocina haciendo ruido con las chanclas. Sabía que eso le daba mucha rabia a Carla, por eso lo hacía.
- ¿Te importaría parar de hacer ese ruido tan espantoso con las chanclas? – me dijo Carla que estaba sentada en la mesa tomándose su cotidiano vaso de zumo.
- Claro que si, hermanita. – le cogí el moflete con una mano y le apreté. Ella chilló de dolor y me pegó un manotazo.
- ¿Estás tonta? Ahora se me va a quedar la mejilla roja.
- No pasa nada, así estarás más guapa. – abrí la nevera y me saqué un yogurt.
- ¿Quién estará más guapa? – Isaac acababa de aparecer por la cocina. Fue directo al armario donde guardábamos el pan de molde. Sacó un par de rebanadas y las metió en la tostadora.
- La enana, que me ha pellizcado y me ha hecho daño. – dijo Carla mientras se tocaba la cara. La verdad es que le había dejado la marca de los dedos.
- Venga, Carla, que no ha sido para tanto. – tiré el envase del yogurt a la basura, y me quedé apoyada en el fregadero mientras Isaac cogía las tostadas y se sentaba a la mesa a comérselas.
- Por cierto Leire, ¿no tienes miedo? – me preguntó Carla.
- Miedo, ¿por qué he de tener miedo? – pregunté intrigada. No entendía aquella pregunta.
- Por lo que te pueda decir Fanny hoy.
- No te preocupes Leire. – empezó a decir Isaac. – Si te pasa algo solo tienes que llamarme a mí o a Carla, y ya está.
- No, a mí no me metas en tus problemas. Ya tuve bastante con la movida de ayer. Además, yo a esa niña ya se lo dejé todo claro en su momento. No tengo nada más que aclarar con ella. – dijo Carla algo sofocada. Cogió la tostada que tenía Isaac en el plato y le dio un bocado. Isaac puso cara de desagrado.
- Vale, pues no llames a Carla. Pero sabes que yo estoy aquí para lo que quieras.
- Gracias Isaac. – le sonreí. Él me devolvió la sonrisa.

Nos levantamos y nos fuimos de camino al instituto. Por el camino Carla e Isaac estuvieron comentando lo que hicieron en la fiesta que dio Edgar el año anterior. Yo escuchaba con atención.

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miércoles, 1 de julio de 2009

La cita de Nanni.

Esta vez era Cynthia.
- Hola Leire, ¿está tu hermana?
- Si claro, pasa. Siéntate en el sofá mientras voy a avisarla, ¿de acuerdo? – ella me hizo caso y se sentó.
Subí a la habitación de Carla para avisarle. Ella me dijo que le dijera a Cynthia que subiera. Y eso fue lo que hice. Se metieron las dos en la habitación y cerraron la puerta. Yo me senté de nuevo en el sofá.
A los pocos minutos bajaron las dos.
- Leire, que vamos un momento al supermercado, ¿vale? – me dijo Carla.
- ¿Y eso? ¿Qué necesitáis? – le pregunté.
- No, nada. Vamos a comprar algunas botellas para el sábado.
- Vale.

Enchufé la televisión y estuve hasta las ocho viendo un programa que era solo de cotilleo. No me gustaban esa clase de programas, pero por lo menos me entretenía. Recordé que Nanni me había dicho que por la noche me conectara para poder contarnos a Auro y a mí como se lo había pasado en la cita con Hugo.
Subí a mi habitación y encendí el ordenador. Enchufé el Messenger. Aún no estaba conectada, pero no tardó mucho en hacerlo, al igual que Auro.
- Hola Nanni. ¿Qué tal ha ido la cita? – le pregunté.
- Muy bien chicas, ha estado genial. Me lo he pasado estupendamente.
- Cuenta, cuenta. – dijo Auro.
- Primero fuimos al cine. Después me llevó a un bar y estuvimos hablando un largo rato y después me llevó a casa.
- ¿Y ya está? ¿Nada más? – pregunté intrigada.
- Espérate impaciente. – me contestó Nanni. – Cuando me dejo en casa y nos despedimos…nos besamos.
- ¿Os besasteis? – dijo Auro. – No me lo creo. Por eso ha subido mi hermano tan feliz. Ya decía yo.
- Si. Ha sido muy bonito y romántico. Me está empezando de nuevo a gustar.
- ¿Y Eric? – le pregunté.
- Eric aún me gusta, pero como sé que no tengo ninguna posibilidad con él pues…es como el intocable.
- Ya claro. – dijo Auro. – Bueno chicas me voy a cenar. Ya hablamos mañana en clase. Adiós.
- Yo también me voy a ir Leire. Hasta mañana.

Las dos se desconectaron. Cerré el Messenger, pero antes de apagar el ordenador me pasé por el fotolog de Edgar por si había puesto algo relacionado con la fiesta del sábado. Y en efecto, no me equivocaba. Había puesto una foto de una piscina, que era enorme, y había comentado que el sábado habría fiesta en la casa de sus abuelos en el campo, y que iba a estar muy bien. Apagué el ordenador.
Bajé a la cocina. Mi madre ya había llegado y mi hermana también, pero sin Cynthia. Supongo que la botella que habrían comprado se la habría llevado Cynthia, porque ya era lo que faltaba, que mi madre encontrara una botella de alcohol en alguna de nuestras habitaciones. Entonces si que nos iba a castigar, pero esta vez a los tres.
- Hola mamá. ¿Cómo está Rita? – le pregunté a mi madre que estaba haciendo la cena.
- Muy bien cariño, ya está mejor. Pero está pasando unos días algo malos.
- Sabes que te puedes ir cuando te necesite, mamá. Que yo me puedo encargar de hacer la cena o de lo que sea necesario. – le dije.
- Ya sé que estás hecha ya una mujercita. – me miró con los ojos llorosos.
- No empieces, mamá, que nos conocemos.
- Si, es verdad. Lo siento, hija.
- No pasa nada. – me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. – Por cierto, un amigo de clase nos ha invitado a Isaac, Carla y a mí a una casa que tiene sus abuelos en el campo. – empecé a poner la mesa.
- ¿Edgar? – preguntó.
- Si, si, Edgar. Creo que Isaac y Carla ya fueron el año pasado.
- Si, por eso sabía que era él.
- Te lo digo para pedirte si me vas a dejar irme. – puse cara de niña buena.
- Claro que sí. Aunque a tu hermana me lo estoy pensando. La verdad es que no se lo merece. – echó la carne en la sartén.
- Déjala, mamá. Yo creo que ya ha aprendido la lección.
- Eso espero Leire. Por cierto, ¿e Isaac? ¿Dónde se ha metido? – preguntó.
- ¡Ay! Se me olvidaba. Se ha ido con Ben, Dani y Edgar a cenar por ahí.
- Mira que le tengo dicho que no me gusta que salga de noche cuando al día siguiente tenéis clase, ¿eh? Pero esto sirve para todos.
- Ya lo sé. Me ha dicho que no te preocuparas, que pronto estaría en casa.

Mi hermana bajó de su cuarto y empezamos a cenar las tres. Cuando terminamos quitamos la mesa. Yo me despedí de las dos y me fui a mi habitación. Cogí el móvil que estaba encima de la mesa del ordenador y le mandé un mensaje a Isaac diciéndole que por favor no tardara en llegar, porque o sino nuestra madre se iba a enfadar.
“No te preocupes enana, en veinte minutos estoy allí. Edgar te manda recuerdos. Un beso.”
Puse el móvil en silencio, lo dejé en la mesita que está al lado de mi cama y me acosté. Estaba tan, tan cansada…

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