jueves, 9 de diciembre de 2010

¿Seguro? Porque yo no estoy tan segura.

Nos encaminamos todas hacia el centro comercial. Me resultaba algo extraño. Nunca había quedado con Carla, Cynthia y Dafne en plan amigas para ir algún sitio. Me alegraba estar en esa situación. Nunca pensé que me podría pasar.
Íbamos todas juntas, pero aún así, se notaban claramente dos grupos. Nanni, Auro y yo íbamos delante de ellas tres. Era normal.

Pronto llegamos al centro comercial. Dafne nos condujo hacia donde le habían dicho que estaba la tienda nueva. Entramos en ella. Era muy grande y con muchos expositores.

Estuvimos deambulando por allí durante largo rato. Y viendo algo de ropa, por mirar, me quedé prendada de una sudadera blanca con unas letras en rojo. Enseguida pensé en mis nuevas zapatillas, las que había estrenado el día anterior. “Me quedará de lujo” pensé. Y si encima me ponía también los pantalones rojos que me había comprado mi madre, iba a ir perfecta. No pude contenerme, y me la compré.

Al final fui la única que se compró algo en aquella tienda, y eso que iba con idea de no comprarme nada. Pero las cosas vienen así. Cuando vas buscando algo explícito, nunca encuentras nada. Pero cuando no quieres comprarte nada, encuentras algo que te encanta. Es la ley de Murphy.

Salimos de aquella tienda. Dimos una vuelta por todas las tiendas de por allí, pero nadie se compró nada más. Estaba reventada de andar. Ir de tiendas me encantaba, pero también me agotaba, y mucho.

- No es por nada, chicas… - empezó diciendo Cynthia. – Pero tengo un poco de hambre.
- Creo que no eres la única. – oímos como a Nanni le rugía la barriga. – Lo siento, es que he comido poco porque no me gustaba la comida. Y ahora está pasando factura. – todas reímos.
- Podríamos ir al McDonald’s. – propuse. – Hace bastante tiempo que no voy y creo que tengo algo de mono.
- ¡Vale! A mí también me apetece. – dijo Carla.
- El McDonald’s es peor que el tabaco. Te engancha más que el fumar.
- Qué razón tienes, Dafne. – dijo Cynthia. – Pues… ¡vámonos para allá!

Nos dirigimos todas hacia allí. Estaba en la otra parte del centro comercial, por lo que tardamos algo más de cinco minutos en llegar.

Cuando entramos se me cayó el mundo encima. En una de las mesas, estaban todos los chicos. No faltaba ni uno: Isaac, Edgar, Ben, Dani, Eloy, Hugo y Eric. “Joder, qué casualidad” pensé. Agaché la cabeza y no dije nada. Esperaba que ellas no se dieran cuenta de que ellos estaban allí, sino se querrían acercar a saludarlos, o incluso merendar con ellos, y no me hacía ninguna gracia.

Pero ellos se dieron cuenta de que habíamos entrado y Hugo fue el primero en levantar la mano para llamar la atención de Carla. Ella enseguida le vio.

- ¡Mirad! Si están allí todos los chicos. ¿Nos acercamos? – preguntó Carla. Por su cara, ella quería acercarse.
- ¡Vale! – contestaron todas al unísono, menos yo, por supuesto.

Nanni me cogió del brazo para que supiera que en ningún momento ella me iba a dejar sola. Auro no fue menos, y después de darme un beso en la mejilla, me cogió del otro brazo. Me sentía respaldada.

Nos acercamos a ellos. Iba con la cabeza baja. No quería levantarla. No quería encontrarme con Edgar de nuevo. Y encima, por si fuera poco, también estaba Dani. Nos habíamos visto el día anterior, pero él no había querido contarme algo que le preocupaba. Y según Auro, el tema que le preocupaba era relacionado conmigo y con lo que él sentía por mí, aunque me había dejado claro en el Tomato que solo me veía como a una amiga, y nada más.

- Chicas… ¿qué hacéis aquí? – preguntó Eloy nada más llegar junto a ellos.
- Eso os tendríamos que preguntar nosotras a vosotros. – le contestó Cynthia. – Nosotras hemos venido a pasar la tarde por aquí. Han montando una tienda nueva de ropa, y queríamos conocerla.
- Nosotros hemos venido a los recreativos. – le contestó Ben mientras la miraba de arriba abajo. Me quedé mirando esa situación. A Ben se le veía desde lejos que Cynthia le encantaba.
- Oye, ¿nos podemos sentar con vosotros? – preguntó Carla deseando sentarse al lado de Hugo.
- ¡Claro! – le contestó Dani. – Pero traeros otra mesa porque aquí ya no cabemos todos.

Isaac y Eric se levantaron enseguida a ayudarnos a coger dos mesas cercanas y ponerlas junto a ellos. También, las correspondientes sillas para que todas nos pudiéramos sentar.

Mientras ellos montaban todo el tenderete, las chicas nos fuimos a comprar nuestra merienda. Había bastante gente y la cola era algo pronunciada.

- Ahora mismo se me acaba de quitar el hambre. – le dije a Nanni y Auro que estaban al lado mío.
- Leire, no tienes porque preocuparte por nada. Estamos todas aquí para que no te pase nada.
- Ya, si por eso estoy tranquila. Pero no sé si voy a poder estar igual si está Edgar delante. Me intimida tanto…
- ¿Y la preocupación es solo por Edgar? – dijo Cynthia a la vez que se giraba para mirarme, ya que ella se encontraba delante de mí en la cola. - ¿O es por alguien más?
- Sé a quién te estás queriendo referir y he de decirte que es solo por Edgar. Con Dani me llevo perfectamente y por él no he de preocuparme.
- ¿Seguro? – me volvió a preguntar. – Porque yo no estoy tan segura.
- ¿Qué desea? – la chica de la caja estaba llamando a Cynthia ya que le tocaba a ella pedir.

Una vez pedimos todas nos fuimos hacia la mesa donde estaban todos. Por suerte, los chicos estaban a una parte de la mesa y nosotras nos pusimos en la otra, por lo que pude merendar a gusto sin tener que preocuparme por nada ni por nadie. Aunque de vez en cuando, veía como Edgar desviaba la mirada hacia donde estaba sentada yo. Y entonces era cuando me ponía nerviosa y se me caía alguna patata o me manchaba toda la boca con la salsa de la hamburguesa.

En cambio Dani, no me miró ni una sola vez en todo lo que duró la merienda. Él estaba muy entretenido hablando con Ben y con Isaac de las típicas cosas de chicos: juegos, coches y, cómo no, chicas.

Una vez terminamos todos de merendar, recogimos todas nuestras bandejas y nos dirigimos fuera del local.

- ¿Dónde vais a ir ahora? – preguntó Dafne a toda la panda.
- La verdad es que no tenemos ni idea. – le contestó Edgar. Me dio una punzada al corazón cuando oí su voz. Aún me seguía produciendo ciertos escalofríos.
- Ya es un poco tarde. – dijo Nanni mientras miraba el reloj. Yo la imité. Eran casi las diez de la noche. – Yo lo siento mucho, pero me voy a ir yendo a mi casa.
- ¿Sí? – preguntó Isaac a la vez que rodeaba los hombros de Auro con su brazo y la miraba directamente a los ojos. Ella asintió. – Pues entonces te acompaño.
- Yo también me voy a ir. – dije.
- Entonces… mejor que nos vayamos todos, ¿no? – propuso Dani.

Todos asintieron y nos dirigimos hacia nuestro barrio. El camino se me hizo demasiado largo. En cada paso que daba tenía miedo de que, o Dani o Edgar, me dijera algo. Pero nada de eso pasó. Por lo que cuando llegué cerca de mi casa, me despedí de todos hasta el día siguiente y me fui casi corriendo hacia mi casa, sin esperarme a Isaac y Carla. Quería irme de allí cuanto antes. Me encontraba muy incómoda, y quería estar cuanto antes en mi casa.

Al llegar, saludé a mi madre y me fui directamente a mi habitación. Quería ponerme enseguida el pijama y acostarme. Quería evadirme durante unas largas horas.



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PD: Hola! Veo que últimamente la gente no visita mucho mi blog y que a penas recibo comentarios, me gustaría saber a que es debido, ya que es algo que me afecta bastante. Hoy va a ser el último día que postee, pero no os preocupeis, que después de Navidades estoy de vuelta con más historias entre Leire, Edgar y todos los demás. Ahora estoy de exámenes y no puedo abarcar todo. Espero que lo entendais. también sabeis que podeis preguntarme cualquier cosa en Formspring. Siempre vuestra. LEIRE.

martes, 7 de diciembre de 2010

Tú haz lo que quieras.

- ¿Sí?
- ¡Leire! Soy Cynthia. – En efecto, no había fallado.
- ¡Hola! Dime.
- Era para ver si querías que saliéramos a algún sitio. Estoy muy aburrida en mi casa. Y no quiero quedar con Ben. No quiero agobiarme desde el principio. ¿Nos vamos al centro comercial?
- ¡Vale! Se lo digo a Nanni y Auro, también ¿vale?
- De acuerdo. Yo voy a llamar a Dafne, para ver si no ha quedado con Eloy y se quiere venir también. Y si quieres, díselo a tu hermana, aunque desde que está saliendo con Hugo solo tiene ojos para él.
- Eso es verdad. – oí como al otro lado de la línea Cynthia reía. – De todas formas, ahora voy a su cuarto y se lo pregunto.
- ¿En el parque a las seis?
- Buena hora. De acuerdo. Allí te veo.
- Chao cariño. – oí como colgaba.

Yo también colgué y dejé el móvil encima de la mesita de noche. Todavía eran las cuatro de la tarde. Aún me daba tiempo a terminar los deberes.
Pero antes de seguir llamé en un momento a Nanni y Auro. Quedé con ellas en mi casa sobre las seis menos cuarto. No quería hacer esperar a Cynthia. Ya tuvo que esperar el último día que habíamos quedado.

Terminé los ejercicios que tenía para el lunes de la semana siguiente y fui a la habitación de Carla.

- ¿Te quieres venir con Auro, Nanni, Dafne, Cynthia y conmigo a dar una vuelta por ahí o a tomarnos algo?
- ¿Vais a ir todas?
- Sí, por ahora si.
- Vale, pues me voy con vosotras. Hoy no he quedado con Hugo así que puedo salir con vosotras.
- Además, yo creo que hace tiempo que no sales con tus amigas. Y deberías. Pienso que las estás dejando un poco de lado.
- De eso nada. Ya cada una tiene a su novio, y hacen sus propias vidas. Pero en el instituto nos seguimos juntando igual.
- Ya, eso ya lo sé. Bueno, solo era un consejo, nada más. Ahora ya, tú haz lo que quieras. - me di media vuelta, pero antes de irme me volví a girar - Por cierto, Nanni y Auro estarán aquí a las seis menos cuarto. Así que estate lista a esa hora.
- Vale.

Me fui a mi habitación de nuevo. Casi era la hora y quería recoger un poco la habitación. Tenía todo desperdigado. Si no lo arreglaba un poco, mi madre me echaría la bronca y con razón. Estaba hecha una pocilga.

Mi móvil empezó a sonar. Era la melodía de los mensajes. Corrí hacia él y abrí enseguida el sobrecito que parpadeaba en la pantalla. Era de Mark.

“¿Vas a ir hoy al Tomato? Yo sí, con mis amigos. Espero verte por allí, ya que por el instituto tengo la mala suerte de no verte”

Sonreí. No podía remediarlo. Cada vez que tenía noticias de Mark salía una sonrisa en mi boca, de forma no intencionada. Enseguida le contesté:

“He quedado con mis amigas, pero no tengo ni idea de donde vamos a ir. Si voy el Tomato…espero verte. Un beso”


Se lo envié. Suspiré. Era verdad lo que le había dicho. No tenía ni idea de donde íbamos a ir todas.
Miré el reloj. Ya eran casi las seis menos cuarto. Salí de mi habitación y bajé las escaleras casi corriendo. Mis amigas estaban a punto de llegar.

Ding, dong. Acababan de llamar al timbre.

- ¡Carla! – chillé. – Que Nanni y Auro… - abrí la puerta. Pero no eran Nanni y Auro, sino Edgar. – ya están aquí. – dije en voz baja terminando la frase que había empezado antes de abrir la puerta.
- Hola Leire. – me miró directamente a los ojos.
- Hola Edgar. – dije lentamente. No me podía creer que después de todo lo que había pasado estuviera hablando con él.
- ¿Cómo estás? – dijo sin desviar su mirada.
- Pues… - ¿qué contestó? – no me puedo quejar.
- Me alegro. – sonrió. ¡Qué falso! pensé. Si de verdad le importara mi estado no me hubiera hecho todo lo que me había hecho.
- Bueno… ¿y qué haces aquí? ¿qué es lo que quieres? – le pregunté poniéndome seria.
- He quedado con tu hermano. ¿Está aquí?
- Sí, estoy aquí. – dijo Isaac detrás de mí mientras me apartaba de la puerta y posaba su brazo alrededor de mis hombros. Sabía que ese gesto era para que yo me tranquilizara. Conocía a Isaac. - ¿Nos vamos?
- ¡Claro! – dijo Edgar mientras volvía a sonreír. ¿Y por qué tanta sonrisa? ¿Es que estaba contento? Pues yo no, para nada.
- Enana, esta noche te veo. – mi hermano me dio un beso en la mejilla.
- Adiós Isaac. – Edgar se giró para mirarme, pero yo le dirigí una sonrisa sarcástica y le cerré la puerta en las narices.

Suspiré. Qué situación más incómoda. No quería que volviera a pasar por nada en el mundo. No quería volverme a encontrar con él a solas, aunque tan solo fueran un par de minutos. No estaba preparada aún. Mi cabeza decía que tenía que ser fuerte y poder plantarle cara para que nadie más se volviera a reír de mí en la vida. Pero, en cambio, mi corazón decía otra cosa. Él era mucho más complicado. Sabía perfectamente que aún seguía sintiendo por Edgar y eso iba a tardar en cambiar.

Volvieron a llamar al timbre. Abrí. Esta vez sí que eran mis amigas. Ellas me sonrieron, pero la sonrisa era muy distinta a la que minutos antes Edgar me había dedicado. La sonrisa de ellas era sincera, simpática, amable y llena de amor y amistad.
- Un momento chicas, voy a llamar a Carla. – me giré en dirección a la escalera y llamé a Carla pegándole un chillido. Eso no era propio de mí, pero no me apetecía subir las escaleras para avisarla.
- Id yendo vosotras. Ahora a las seis voy yo que aún me tengo que arreglar el pelo. – oí como dijo Carla desde el cuarto de baño.
- Ya lo habéis oído. Así que... ¡andando!

Cerré la puerta de mi casa a mis espaldas y las tres nos dirigimos hacia el parque, que es donde había quedado con Cynthia.

Al llegar, Cynthia ya se encontraba allí. Siempre era muy puntual, y eso me gustaba. Odiaba a la gente tardona, como Carla. Pero cuando quería, si que estaba lista a tiempo. Con Cynthia estaba Dafne.

Cuando llegamos le dimos dos besos a cada una.

- ¿Al final Carla no viene? – me preguntó Dafne.
- Si, si que viene. Lo que pasa es que se le ha hecho tarde, y aún se estaba peinando.
- ¡Como siempre! Rara es la vez que Carla es puntual. La próxima vez le decimos que hemos quedado media hora antes, así seguro que llega a tiempo. – todas reímos.
- No creo que tarde mucho, la verdad. Estará al caer.
- Lo siento chicas, ya estoy aquí. – era Carla. Acaba de llegar. Estaba algo acelerada. Al parecer, había venido corriendo.
- Por cierto… ¿dónde vamos a ir? – preguntó Nanni.
- ¡Ah! – exclamó Cynthia. – Pues ni idea, donde queráis. A mí me da lo mismo. No soy delicada. – todas reímos.
- ¿Queréis que vayamos al centro comercial? – propuso Dafne. – Hace bastante tiempo que no voy allí, y me han dicho que han abierto una tienda de ropa que está muy chula, y tengo ganas de ir.
- Por mí bien, pero yo no tengo ni un duro así que, no me compraré nada. – dijo Auro. – Estoy ahorrando para la fiesta de mañana porque si no, no voy a poder salir.
- Vale, pues al centro comercial. – dije.



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jueves, 2 de diciembre de 2010

No estoy muy segura de lo que estás diciendo.

Las tres juntas nos fuimos hacia el banco que solíamos ir a menudo.

- ¿Por qué te ha dado hoy por venir al banco? - me preguntó Nanni.
- Pues porque me apetece. Hace tiempo que no estamos aquí las tres solas hablando de nuestras cosas.
- A ti te pasa algo. - dijo de repente Auro mientras me miraba directamente a los ojos.
- ¿A mi? De eso nada. Solo que me apetece que estemos juntas, sin novios por en medio.
- Me gustaría verte a ti si tuvieras novio.
- Seguramente estaría igual que vosotras, o quizá peor, quién sabe. - sonreí.
- Bueno... ¿Y de qué quieres hablar? - dijo Nanni mientras se sentaba en el banco, ya que era la única de las tres que aún permanecía de pie.
- No sé... Ayer quedé con Dani y fuimos al Tomato a tomarnos algo. Y estando allí me encontré con Mark.
- ¿Con Mark? ¿Y qué es lo que te dijo?
- Nada en especial. Se acercó a nuestra mesa a saludarnos.
- ¿Y qué es lo que dijo Dani cuando Mark se acercó a la mesa? - preguntó Auro intentando averiguar como había actuado su primo ante esa circunstancia.
- ¿Dani? Dani no dijo nada. Además... ¿Qué va a decir? Me dejó muy claro que no quería nada conmigo, que solo me veía como a una amiga.
- Ya... - dijo Auro.
- Te juro que es lo que me dijo.
- Si yo no te digo que tú me estés mintiendo, pero estoy casi segura de que mi primo no está diciendo toda la verdad.
- La verdad, es que ahora que lo dices, Dani quería decirme algo pero no se atrevió a hacerlo.
- Y yo te diría por qué. Vio a Mark y pensó que él ya no tenía nada que hacer frente a él y por eso te dijo que solo te veía como a una amiga nada más.
- No sé... No estoy muy segura de lo que estás diciendo, Auro. No creo que Dani sea así.
- Bueno... Tú piensas lo que quieras. Yo solo te digo que conozco a mi primo y sé como es y como actúa ante ciertas circunstancias.


Tocó el timbre para que volviéramos a la clase. Nos levantamos del banco y nos dirigimos hacia nuestra clase, pero antes pasamos por la cafetería para que mis amigas pudieran ver a sus respectivos novios.

Entramos en clase y me senté con Cynthia. Ella estaba muy contenta. Se le notaba que ya estaba bien con Ben, y yo también estaba más tranquila, porque sabía que el sábado no iba a coquetear con Mark. Ese chico me estaba creando más comeduras de cabeza de lo que me habría podido imaginar. Sonreí para mis adentros. "Pero es que es tan guapo..." pensé.

El resto de las clases pasaron muy rápido. A penas me enteré. Eso era bueno, porque había días que parecía que las clases duraban siglos, y no estaba exagerando.
Recogí las cosas de encima de la mesa, y después de despedirme de Cynthia, fui hacia la mesa donde estaban mis amigas. Siempre eran de las últimas en salir. Eran demasiado lentas.

- Leire. - oí que alguien detrás mía me llamaba. Era Cynthia.
- ¿Qué ocurre? - le dije.
- Era para decirte que a lo mejor esta tarde te llamo para quedar y nos vamos por ahí a dar una vuelta o al Tomato, donde quieras.
- Vale, por mí bien. ¿Tienes mi número?
- Sí, se lo pedí el otro día a tu hermana.
- Vale, pues si te apetece quedar me llamas.
- Vale. Y si quieres dile a Nanni y Auro si se quieren venir, que a mi no me importa.
- Ok Cynthia.
- Hasta luego cariño. - me dio un beso en la mejilla y se fue andando con su peculiar movimiento de caderas.


Miré hacia donde estaba Ben, ya que aún estaba en clase, y vi como le desnudaba con la mirada. Le sonreí. Él hizo lo mismo. Sabía perfectamente por qué sonreía.

Cuando salí de clase, me quedé en la puerta del instituto esperando a Isaac para irnos a casa. Pero en ese momento salió Edgar, solo, sin Fanny. Miré hacia otro lado. No quería toparme con su mirada, pero no lo conseguí porque se puso al lado mío apoyado en la pared de la puerta del instituto como si estuviera esperando a alguien. Seguramente ese alguien era Fanny. Me giré para mirarlo. Él no desvió la mirada, sino todo lo contrario. Resoplé. ¿Pero por qué hacía eso? Tenía esa curiosidad. Quería saberlo, y tarde o temprano lo iba a averiguar. Intentaría enterarme en el botellón del sábado. Necesitaba saberlo.

Fanny no tardó en salir. En cuanto me vio, me miró de arriba abajo con una mirada como si me perdonara la vida. Pero no se deparó mucho en mí. En cuanto vio a Edgar se abalanzó literalmente sobre él y le dedicó uno de sus mejores besos. Yo no quería verlos, por lo que desvié la mirada hacia otro lado deseando que Isaac saliera lo antes posible para irnos a casa y no tenerlos que ver más. Y, al parecer, mi hermano escuchó mis plegarías y no tardó en salir. ¡Menos mal!

Después de comer, me subí a mi habitación. A pesar de que era viernes y de que la semana, por fin, había acabado, hice los deberes para el lunes. Pronto empezarían los exámenes y quería estar preparada. No quería empezar a ir mal en los estudios. Siempre había sido una buena estudiante, y no iba a cambiar. Además, si mi madre empezaba a ver que mis notas bajaban de repente, lo atribuiría a las salidas entre semana, y haría que eso se acabara rápidamente. Y no quería que ocurriera por nada del mundo.

De repente, una llamada a mi móvil me sobresaltó. “Seguro que es Cynthia” pensé. Me levanté corriendo de la mesa en la que estaba haciendo mis ejercicios de matemáticas y cogí el móvil que estaba aún en mi mochila. Un número que no conocía estaba parpadeando en la pantalla.


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martes, 30 de noviembre de 2010

VIERNES

Último día de la semana. De la semana lectiva. Me levanté con bastante ánimo. Tenía las fuerzas suficientes para llevar a cabo el día entero. O, por lo menos, la mañana entera.

Después de ducharme, me vestí. Sencilla. Discreta. Nada fuera de lo normal.

Como todos los días, bajé a desayunar. Mi madre ya no estaba. Como siempre. “¿Algún día será diferente?” pensé. “Me gustaría que lo fuera”.
Mis hermanos no tardaron en bajar a desayunar. Isaac no estaba aún del todo despierto. En cambio, Carla, ya estaba maquillada y lucía resplandeciente. Ella era así. Siempre perfecta para todo. Era única, aunque muchos pensaran que no.

- ¿Qué tal habéis pasado la noche? – les pregunté.
- Hoy he dormido de lujo. – contestó Carla.
- Pues que suerte. Yo no he dormido nada bien. – empezó diciendo Isaac. – No sé qué me ha pasado. Estaba como nervioso. Me costó un montón dormirme.
- ¿Pero te preocupa algo? – le pregunté.
- No, claro que no. Estoy en la mejor etapa de mi vida en este momento. – los tres reímos.
- Ni que tuvieras treinta años. – dijo Carla.

Terminamos de desayunar. Carla, como siempre, había quedado con Hugo en el parque. En cambio, para cambiar un poco, Auro había quedado con Isaac en que hoy vendría ella a por él.

Llamaron al timbre. Carla ya se había ido, e Isaac estaba arriba terminando de arreglarse. Tuve que abrir yo. En la puerta me encontré a Auro. Pero no estaba sola. Le acompañaban Eric y Nanni.
- ¡Qué bien! – dije sarcásticamente. – Hoy venís todos a por mí.
- La verdad es que venía a por Isaac. – dijo Auro con una sonrisa en la boca, pero enseguida me dio un largo abrazo. Ella también lo había dicho sarcásticamente.
- Que graciosas estáis hoy las dos. – dijo Nanni. - ¿Le falta mucho a Isaac, o qué? Porque ya veo que tú ya estás arreglada.
- Sí, yo ya estoy. Estará a punto de bajar. Voy a por la mochila, y ahora bajamos los dos.

Subí a la habitación a por la mochila. De paso, avisé a Isaac de que Auro y los demás estaban abajo esperándole. Bajamos los dos, y todos, nos fuimos hacia el instituto.

Cuando llegamos, las parejas se despidieron con besos, abrazos y más besos, y las chicas nos fuimos hacia nuestra clase. Ellos, hacia la suya.
Entramos en clase y nos sentamos cada una en sus respectivas sillas. Cynthia aún no había llegado, pero en cambio, Ben y Edgar ya estaban sentados. Saqué todas las cosas de la mochila. Me giré para hablar con Ben, aunque antes de hacerlo respiré hondo. Tenía que volver a encontrarme con la mirada de Edgar. Directa. A mis ojos.

- Ben. ¿Qué tal ayer? – le dije mientras me giraba en la silla y le miraba a la cara. Intenté no mirar a Edgar, pero me fue imposible. Mis ojos se desviaron hacia los suyos, pero tan solo fueron unos milisegundos.
- Muy bien. Al final tuve el valor suficiente para llamarla y quedar con ella.
- ¿Y ella aceptó? – pregunté intrigada.
- ¡Claro que aceptó! Nos fuimos al centro comercial y fuimos también al cine. Después cenamos en un bar de por allí. Hablamos durante largo rato y lo hemos dejado todo claro.
- ¿Y en qué habéis quedado al fin?
- Luego te lo digo, que Cynthia acaba de llegar y está viniendo para aquí.

Sin decir nada más, me giré y me puse a abrir la libreta y a pasar hojas, para intentar disimular.

- Buenos días, Leire. – Cynthia se sentó en su silla. Llevaba cara de sueño.
- Hola. – dije levantando la cara de la libreta. - ¿Cómo estás?
- Algo cansada. Esta noche no he dormido muy bien. He estado dándole vueltas a la cabeza sobre un tema, y me dormí a las tantas.
- ¿Qué es lo que te preocupa? – pregunté interesada, aunque sabía a ciencia cierta de que el tema de preocupación era Ben.
- Es Ben. - ¡lo sabía! No fallo ni una.
- ¿Qué ocurre ahora? ¿Aún no se ha decidido a llamarte o qué?
- Sí, sí. Ayer me llamó y quedamos. Nos fuimos al cine, y a cenar por ahí. Estuvimos toda la tarde hablando. Me lo pasé muy bien.
- ¿Entonces cuál es el problema?
- El problema es que creo que Ben me gusta de verdad. Creo que antes ningún chico me ha gustado como me está gustando él.
- Pero… ¡si eso es estupendo!
- Lo sé. Pero antes de nada quiero estar segura de mis sentimientos. No quiero volver a equivocarme y volver a hacer daño de nuevo a alguien, y peor aún, hacerme daño a mí misma.
- Te entiendo. Poco a poco, Cynthia. No tengas prisa. – las dos sonreímos.

Dejamos el tema. El profesor acababa de hacer acto de presencia en la clase, y teníamos que prestar atención. ¡Madre mía! Ahora también Cynthia y Ben. ¿Pero qué estaba pasando en este instituto? Todo el mundo estaba con pareja, o tenía alguna clase de lio. No estaba entendiendo nada. ¿Y por qué yo no? Era buena estudiante, me portaba bien con mi familia, era amiga de mis amigas… ¿qué estaba haciendo mal? Seguía sin entender nada. Pero no le di más vueltas al tema. El profesor estaba dando algo difícil de matemáticas, y debía concentrarme.

Por fin la hora del recreo. Recogimos, más o menos, lo que teníamos encima de la mesa y salimos fuera de la clase. Les dije a mis amigas si les apetecía que fuéramos a nuestro antiguo banco. Hacía varios días que no iba, y la verdad es que echaba de menos las conversaciones que manteníamos allí. Ellas asintieron.



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jueves, 25 de noviembre de 2010

Está bien, te lo contaré.

Alguien entró en el bar. No pude remediarlo, pero miré hacia la puerta. Había llegado Mark junto con sus amigos. Pasaba muchas tardes en el Tomato. Se sentaron en su habitual mesa. Desvié la mirada. ¡Qué vergüenza! Mark estaba revisando todo el bar con la mirada para ver si me encontraba en él.

Me vio. Vi como les decía algo a sus amigos, y venía hacia mi mesa. No sabía qué hacer. Me iba a ver con otro chico. A lo mejor le sentaba mal y ya no me hablaba más. “¿Qué estoy diciendo?” me pregunté.

- Hola Leire. – dijo Mark cuando llegó a la mesa.
- ¡Mark! ¡Qué alegría verte por aquí! – intenté sonar lo más convincente posible. Y creo que lo conseguí.
- Vaya. Últimamente nos vemos más por aquí que por el instituto.
- De verdad. – sonreímos. Vi como Mark miraba a Dani. – Hola, yo soy Mark. – le tendió la mano a Dani.
- Y yo Dani. – Éste se la estrechó.
- ¿Tú no vas a nuestro instituto, no? – le preguntó Mark.
- No, no voy al vuestro. Voy a uno concertado.
- ¡Ah! – dijo Mark asombrado. – Pues no pareces de los típicos que va a un instituto concertado.
- Lo sé. Todo el mundo me lo dice. Y creo que eso es bueno. – todos reímos. Estaba bastante nerviosa por la situación en la que estaba, pero iba sobre ruedas. Hasta ahora, no había pasado ningún improvisto.
- Bueno chicos, os dejo solos, que ya he molestado bastante. – sonrío.
- No digas tonterías, Mark. Tú nunca molestas.
- Sí, claro que sí. Pero antes de irme… Dani, ¿irás este sábado al botellón del parque?
- Claro que sí. No me lo pierdo por nada del mundo.
- De acuerdo. Entonces nos veremos por allí. – le volvió a estrechar la mano. A mí me dio dos besos. – Ahora si que me voy ya. Hasta luego.
- Adiós Mark. – dije mientras le despedía con la mano.

Bebí de mi vaso. No había pasado nada extraño. Los dos se habían comportado. ¿Y por qué no se iban a comportar? Dani no estaba por mí, y Mark…y Mark tampoco. ¡Qué tonterías estaba pensando! De vez en cuando se me iba bastante la cabeza.

- Parece un buen chico. – dijo Dani después de varios minutos en silencio.
- Sí, eso parece. No lo conozco mucho. Vamos al mismo instituto, y la verdad, es que lo veo más por aquí que por cualquier otra parte.
- ¿Y quién lo ha invitado a nuestro botellón?
- Fui yo. – él me miró desorientado.
- ¿No lo conoces y le invitas a nuestro botellón?
- Exacto. Como tú has dicho, parece buen chico, y… ¿por qué no conocerlo mejor?
- Claro, claro. – dijo bebiendo un sorbo de cerveza.

Terminamos nuestros vasos, y decidimos irnos ya cada uno a su casa. Yo estaba bastante cansada, y necesitaba tumbarme en la cama para relajarme, y no pensar en nada.

Cuando salimos del Tomato me despedí de Mark con la mano. Dani, simplemente, hizo un movimiento de cabeza.
Andamos lentamente. Dani se empeñó en acompañarme a mi casa, pero durante el camino no dijo ni una palabra. ¿Por qué estaba tan extraño? ¿Qué le ocurría?

Cuando llegamos a mi casa, decidí preguntárselo.

- ¿Qué es lo que te ocurre? – le dije de sopetón.
- ¿Qué? ¿Perdona? – dijo él levantando la mirada del suelo para mirarme directamente a los ojos.
- ¿Que qué es lo que te pasa? Has estado todo el camino muy callado, cuando sé perfectamente que tú no eres así. De hecho, no te callas ni debajo del agua.
- Cierto. Pero no me pasa nada.
- Dani, que nos conocemos amigo. Que a mí no me engañas.
- Que no me pasa nada enserio. - me dijo una vez más.
- Bueno, si no confías en mí, pues no me lo cuentes. Pero que sepas, que yo si que confío en ti. Y te conté lo de Edgar. Pero bueno…eres libre de hacer lo que quieras.
- Está bien, te lo contaré.

En ese momento, Isaac abrió la puerta de mi casa. Cuando vio a Dani, puso cara de sorprendido, pero a la vez de alegría.

- ¡Eh, tío! ¿Cómo te va la vida? – se chocaron las manos.
- De lujo, tío. ¿Y a ti? Ya me he enterado de que estás saliendo con mi primita.
- Joder, como corren los rumores, ¿no? Va a ser imposible hacer algo sin que se enteren los demás.
- Pero hombre, esto es una cosa buena. Es para que lo sepa todo el mundo.
- Ahí tienes razón. – Isaac le tocó el hombro a Dani.
- Isaac, perdona que te interrumpa… - le dije con tono sarcástico. – pero resulta que Dani y yo estábamos hablando. Así que, si no te importa… ¿te vas?
- Joder con la enana ésta. Vale, ya me voy. Bueno colega, el sábado te veo, ¿no?
- Por supuesto. – se chocaron las manos. – Hasta entonces.
- Adiós. – Isaac entró dentro de casa cerrando la puerta segundos después.
- ¡Que tarde es! Leire, me tengo que ir. Lo siento. Ya hablamos en otro momento.
- Pero Dani… - dije confusa.
- Hasta luego. – empezó a andar a paso ligero.

Se había escaqueado. Sí. Eso era lo que había hecho. Me tenía que contar que era lo que le pasaba, y se había marchado sin decírmelo. Pero que morro tenía. ¿Cómo podía haber hecho eso? Esta me la iba a guardar.

Entré en casa y subí directamente a mi habitación. No tenía nada de hambre. No iba a cenar. Se lo dije a mi madre. Estaba nerviosa y no sabía por qué. Lo de Dani me había dejado trastornada. No entendía nada.

Me puse el pijama y me metí en la cama. No quería pensar en nada. No quería comerme la cabeza por nada, y menos por nadie. Si quería contármelo, ya lo haría. Él era libre. Y yo también.


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martes, 23 de noviembre de 2010

Tú y yo solo somos amigos, ¿o no?

Cuando llegué a casa, dejé todas mis cosas en la habitación y bajé a comer. Mis hermanos estaban cada vez más contentos. Parecían personas diferentes. Me alegraba tanto por ellos… aunque en cierta manera también sentía lástima por mí. Todos mis amigos con parejas, o casi, y yo soltera y entera, como se suele decir en estos casos. Pero bueno, así era como se estaba presentando mi vida, así debía afrontarla. No debía darles más vueltas. Seguro que en cuanto menos me lo esperaba, saldría la persona que de verdad me quisiera y me respetara.

Subí a mi cuarto a hacer los deberes. Había quedado a las seis con Dani y quería dejarme todo hecho, para no tener preocupaciones ajenas en la cabeza. Aunque me costó bastante concentrarme. Tenía muchas ganas de quedar con Dani. Hacía un par de días que no lo veía, y siempre se había portado genial conmigo. Le tenía mucho cariño.

Pronto fueron las seis de la tarde, y oí como llamaron al timbre. Bajé las escaleras de mi casa de dos en dos, pero alguien ya había abierto la puerta. Se me habían adelantado. Carla estaba enfrente de Dani hablando tranquilamente. Pronto recordé que ellos habían estado una época saliendo, aunque desconocía el tiempo exacto de su relación.

- Hola Dani. – dije mientras apartaba a mi hermana con una mano. - ¿Nos vamos?
- Hola Leire. Claro. Cuando tú quieras. – me sonrió. – Bueno, Carla, me alegro de volver a verte. – le acarició uno de sus brazos.
- Lo mismo digo. ¿Este sábado nos vemos, no?
- Si, por supuesto. – volvió a sonreír.
- Bueno…Carla… nos vamos a dar una vuelta. Vendré a cenar.
- Adiós chicos. Tened cuidado. – Carla cerró la puerta cuando yo salí.
- Bueno… ¿qué tal estás, miedica? – rió.
- Vete a la mierda. – le di una pequeña palmada en su bronceado y fuerte brazo. – Bien, esperándote. Aunque has llegado unos minutos tarde, ¿eh?
- De eso nada. Ha sido tu hermana que me ha entretenido. – dijo entre sonrisas.
- Sí, se le da genial coquetear, porque ha estado coqueteando contigo.
- ¿Enserio? Yo no me he dado cuenta. Simplemente, hemos estado hablando de cómo le iba con Hugo, nada más.
- ¡Ah! – respiré profundamente. ¡Qué alivio! – Parece que les va muy bien. – aclaré para dejarle las cosas claras de que con mi hermana no tenía oportunidad.
- Sí, eso me ha dicho. Y me alegro un montón por ella, porque es buena chica.
- ¿Entonces por qué lo dejaste con ella? – giró su cabeza hacia mí. Estaba serio.
- ¿Y tú cómo sabes eso?
- Simplemente lo sé.

Acabábamos de llegar al Tomato. Entramos y nos sentamos en la primera mesa que vimos libre. Al ser jueves, el bar estaba lleno de universitarios tomándose cervezas sin parar, aunque también conocí a bastante gente de mi instituto.

- ¿Qué vas a querer? – me preguntó.
- Una coca-cola zero, por favor.
- Vale. – Dani se levantó de la mesa y vi como se iba a la barra a pedir. Robert estaba demasiado ocupado, y vio conveniente ir a pedir las cosas a la barra. En un par de minutos, Dani estaba de vuelta con una coca-cola zero y una cerveza para él. – Aquí tienes.
- Gracias. – bebí un sorbo del vaso. Él hizo lo mismo.
- Bueno… ¿dónde habíamos dejado la conversación? – hizo como que lo pensaba, aunque sabía perfectamente dónde la había dejado. - ¡Ah, sí! ¿Cómo sabías que yo había estado con Carla?
- Porque aquí una se entera de todo. – sonreí. - También sé que estuviste con Fanny antes de estar con mi hermana, y de que te liaste con Dafne en la casa de los abuelos de Edgar.
- ¡Vaya! – puso cara de sorprendido. Realmente lo estaba. – Te sabes mejor mi vida que yo. – los dos reímos.
- No, pero ya sabes que en un grupo la gente comenta, y… pues te enteras de todo.
- Sí, lo sé. Porque yo sé que te liaste con Eloy en la “gran fiesta” de Edgar, y que luego estuviste a punto de salir con Edgar, pero al final no fue nada, porque él decidió irse con la peor persona que había en el mundo.
- Claro, con tu ex. – bebí otro sorbo mirándole fijamente a los ojos. Le había pillado.
- Sí, bueno… eso es pasado. Y no quiero recordarlo. Lo mejor que he hecho en mi vida ha sido dejarlo con ella. La quería bastante, pero llegó a hacerme la vida imposible. Me ha costado, pero por fin puedo decir que ha desaparecido de mi vida por completo, aunque de vez en cuando tengo que verla, pero bueno… no hablo con ella.
- Me alegro de que todo, al final, haya salido bien.
- Sí, la verdad es que sí. Y bueno… se me olvidaba algo. También sé que el sábado pasado te besaste en el Diamonds con un chico muy guapo y muy atractivo. – puso cara de interesante.
- Que creído eres, joder. – los dos reímos. – Sí, es verdad. Pero fue un simple beso entre amigos.
- ¿De verdad fue eso? Me gustaría tenerlo claro. – me quedé sin palabras. ¿Qué me estaba preguntando? ¿Me estaba pidiendo que le dijera si lo consideraba algo más que amigos?
- Pues, la verdad Dani…
- ¡Que es broma, Leire! – empezó a reírse a carcajadas. Yo me quedé seria. No entendía nada de nada. – Lo siento, pero es que lo tenía a huevo. – seguía riéndose.
- ¡Ya te vale! – por fin lo entendí. Me quedé aliviada, porque no hubiera sabido que contestarle. Bebí coca-cola. Lo necesitaba.
- Te he asustado, ¿eh? – dijo bebiendo él también de su vaso.
- Sí, y mucho. Me he quedado a cuadros.
- Lo sé, por eso te he dicho enseguida que era una broma.
- Pues no lo vuelvas a hacer, por favor te lo pido. No me ha sentado nada bien.
- Lo siento. Perdóname, por favor. Ha sido solo una broma.
- Está bien. – le sonreí. Él hizo lo mismo.

Menos mal que todo había sido una broma. ¿Y si no lo hubiera sido? ¿Qué le hubiera contestado? No lo tenía del todo claro. Pero… ¿de verdad era una broma?

- Tú y yo solo somos amigos, ¿o no? – dijo de repente Dani.
- ¡Claro! Solo amigos. – sonreí, aunque me costó un poco.



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jueves, 18 de noviembre de 2010

¡Pues claro que le gustas!

La hora del recreo. Salí escopetada de allí. Necesitaba aire libre. Esperé a mis amigas en la puerta de la clase. Enseguida salió Fanny junto con Edgar de la mano. Al pasar por mi lado ella me miró de mala manera. Si las miradas matasen, yo ya estaría muerta desde hacía bastante tiempo. Edgar, en cambio, ni siquiera me miró. Sentí una puñalada en el corazón.

No podía negarlo, aunque lo intentara o quisiera. Edgar me seguía gustando, y no poco. Seguía enamorada de él perdidamente. Y me dolía mucho verlo con Fanny y pasando a la vez de mí, después de lo que habíamos vivido juntos.

Mis amigas salieron y juntas nos fuimos hacia la cafetería, como últimamente estábamos acostumbradas a hacer. Nos sentamos en los sitios que había libres. Mis amigas al lado de sus respectivos novios. Y yo, al lado de Ben y de Dafne. Edgar, al otro lado de Ben. Seguía sin entender por qué Edgar se ponía en nuestra mesa y no en la de Fanny y todas sus amigas.

- Voy a ir a por unas piruletas, ¿alguien quiere algo? – dijo Dafne mientras se levantaba.
- Sí, yo quiero una coca-cola. – dijo Ben. – Pero espera, que me voy contigo. – se levantó y siguió a Dafne.

Miré hacia donde estaba sentado Ben segundos antes. Ahora no había nadie. Su silla vacía y Edgar y yo casi al lado. Le miré, pero enseguida bajé la mirada. Aún seguía intimidándome. Le volví a mirar. Él giró la cabeza y me miró. Le mantuve la mirada. ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué me la seguía manteniendo? Yo no pensaba apartarla. Y él tampoco lo hizo.
De repente todo lo de mí alrededor desapareció. Solo estábamos él y yo mirándonos. Sin decir nada. No hacía falta. Podía ver algo extraño en sus ojos. Estaban brillantes. Chispeantes. ¿Por qué seguía mirándome?

Mi móvil que estaba en el bolsillo vibró. Pegué un pequeño salto en la silla. Me había asustado. Aparte la mirada de los ojos de Edgar y miré el mensaje que acababa de recibir. Era de Dani.

“Acuérdate de que esta tarde tú y yo tenemos algo pendiente. Iré a tu casa a las seis. Hasta luego miedica”


Sonreí. Lo de miedica venía por el día del cine. No me había atrevido a ver una película de miedo porque luego no iba a poder dormir bien.
Le contesté.

“Tranquilo que no me había olvidado. A las seis te espero. Ni un minuto más, ni unos menos, jaja. Un beso”


Se lo envié. Guardé de nuevo el móvil en mi bolsillo del pantalón. Mientras guardaba el móvil puede observar, sin mirarle, que Edgar aún mantenía su mirada fija en mí. Empecé a temblar. ¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Por qué me miraba de esa forma?
Llegaron Dafne y Ben. ¡Menos mal! No aguantaba más esa situación. Seguro que Edgar lo estaba haciendo aposta. Él sabía perfectamente que cuando me miraba, me intimidaba. Y eso era lo que él quería.

Ellos se sentaron. Edgar intentó disimular, pero Ben se dio cuenta de que él me estaba mirando, y pudo ver como ponía cara de desconcierto. Esperaba que ninguno más de la mesa se hubiera percatado de la situación.

Tocó el timbre en señal de que teníamos que volver a las clases. Todos nos levantamos, pero cuando me dispuse a salir de la cafetería, alguien me cogió del brazo. Me giré. Era Ben.

- Leire, necesito hablar contigo de algo muy importante.
- Pero… ¿ahora? Acaba de tocar el timbre, y tenemos que volver a clase.
- Lo sé. ¿Te parece bien a la salida? – veía en su cara algo de preocupación.
- Claro. Te espero en la puerta del instituto a la salida.
- Vale. Gracias.

Los dos juntos nos fuimos hacia la clase. Entramos y cada uno se sentó en su sitio. Noté como a Cynthia no le había hecho ninguna gracia vernos a Ben y a mí entrar juntos en clase. Sabía que cuando había tocado el timbre, nos habíamos demorado algunos minutos más.

Las demás horas se me pasaron volando. Recogí rápido, y salí junto con mis amigas. Al llegar a la puerta del instituto les dije que tenía que quedarme.

- ¿Y eso? – me preguntó Auro algo intrigada.
- En la hora del recreo, Ben me ha dicho que necesitaba hablar conmigo de algo muy importante. Y hemos quedado ahora para hablar.
- ¿Y qué querrá decirte?
- Ni idea. Pero estoy algo intrigada, la verdad.
- A lo mejor es algo acerca de Edgar. – comentó Nanni.
- No creo. – dije convencida. – Edgar está muy bien con su nueva novia. – dije con tono irónico.
- No sé. En el recreo os hemos visto como os mirabais.
- ¿Os habéis dado cuenta?
- ¿Qué si nos hemos dado cuenta? – preguntó Auro. – Nos hemos dado cuenta nosotras y todos los que estaban en la mesa. Menuda mirada más intensa.
- ¿A qué si? Yo me he quedado de piedra. No me la apartaba. Y yo no quería desviársela. Necesitaba saber si quería decirme algo, pero no he podido descifrarla.
- No sé lo que te querría decir, pero estaba claro que algo quería. – dijo Nanni. Estaba de acuerdo completamente con ella.
- Hola Leire. – me di la vuelta. Acababa de llegar Ben. - ¿Podemos hablar?
- Claro. Hasta luego chicas.
- Adiós, Leire. Ya nos vemos mañana. – les di un beso a las dos y me fui con Ben un poco apartada de toda la multitud.
- Dime. ¿Qué te pasa? Te veo algo preocupado.
- Si. Hay algo que me está comiendo por dentro, y no sé qué hacer. Es por Cynthia. - ¡Claro! ¿Cómo no había caído?
- ¿Qué ocurre?
- Últimamente estás mucho con ella, y te quería preguntar si te había dicho algo de mí.
- Ben, eso no te lo puedo decir. – esa fue mi contestación. Lo que me había contado Cynthia no podía decírselo a él.
- Por favor, Leire, necesito saber si ella te ha hablado de mí en algún momento.
- Sí, sí lo ha hecho. Me ha hablado de ti, y en más de una ocasión.
- Necesito que me cuentes lo que te ha dicho. Esa chica me gusta mucho, pero necesito saber si yo realmente le gusto a ella para poder lanzarme. Tengo miedo de dar el paso, y no ser correspondido.
- ¡Pues claro que le gustas! O sino… ¿tú te crees que se habría liado contigo en la casa de los abuelos de Edgar?
- Pero es que siempre me da malas contestaciones, y no sé por qué.
- Mira, Ben, ella está esperando que des el paso. Pero quiere que lo des tú. Y te está esperando, pero está ya un poco cansada de esperar. Y te ha dado de plazo hasta el sábado. Si no te lanzas antes, ella se va a ir con otro.
- ¿Con otro? ¿Es que le gusta alguien más a parte de yo?
- No es que le guste, si no que le ve guapo, y ya está.
- ¿Me puedes decir quién es, por favor? – me lo pensé. ¿Se lo decía?
- Es Mark. – agaché la mirada. – Pero aún no han hablado ni nada. Ella iba a coquetear con él el sábado en el botellón, porque yo le invité a Mark y a sus amigos.
- ¿Mark? ¿El que va a la clase de Isaac?
- Si, el mismo. El mismo Mark del día de mi casa.
- Vale. Entonces si no me lanzo antes del sábado… ¿la habré perdido?
- Sí, creo que sí.
- Gracias, Leire. – me sonrió. – Me has ayudado bastante. Esta tarde la voy a llamar para quedar. Quiero hablar con ella.
- Vale. Ya me contarás qué tal te ha ido. – le toqué el hombro.
- Cuenta con ello. – se dio media vuelta.
- Ben. – él se giró. – Por favor, no le digas que yo te he dicho nada, ¿vale? Porque me mataría.
- No te preocupes. Tú no has tenido nada que ver en esto. – me guiñó un ojo. Le sonreí.

Se volvió a dar media vuelta y se fue. Suspiré. El amor. Qué bonito era. Y más bonito aún si yo podía ser de ayuda para que dos personas acabaran juntas.
Cuando Ben me había dicho de hablar conmigo, lo primero que había pensado es que era de Edgar. ¿Cómo podía haber sido tan ingenua? ¿Cómo iba a ser de Edgar? Ni en broma. Todo menos pensar que era de Cynthia. Claro. Qué tonta había sido.


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martes, 16 de noviembre de 2010

Jueves.

Otro día más en mi vida. Me hice el ánimo, y en un par de minutos ya estaba levantada y lavándome la cara.
Después de vestirme bajé a la cocina, y como siempre, vi a mi madre corriendo de un lado para el otro buscando cosas y murmurando algo.

- ¿Qué estás buscando? – le pregunté.
- No sé dónde narices he dejado las gafas de sol. He bajado de la habitación con ellas en la mano, y ahora no las encuentro. ¿Dónde se habrán metido?
- Donde tú las hayas dejado. - dijo Isaac que acababa de aparecer en la cocina.
- Lo sé, pero el problema es que no sé donde las he dejado.
- ¿Has mirado en el salón? – pregunté.
- No. ¡Claro! ¿Cómo he sido tan tonta? Primero he ido al comedor a dejar unas revistas. – vimos como mi madre salía de la cocina de forma apresurada. Mi hermano y yo nos miramos sin entender nada. – Aquí están. Las acabo de encontrar. – oímos que decía mi madre desde el salón.
- Algún día va a perder la cabeza y no la va a volver a encontrar. – añadió Isaac. Los dos reímos a carcajadas.

Después de seguir escuchando como nuestra madre seguía murmurando cosas ininteligibles, oímos como la puerta de la calle se abría para después de unos segundos cerrarse.

Carla bajó las escaleras de forma acelerada. Había quedado con Hugo en unos instantes, y todavía no había desayunado. Se tomó un vaso de leche de un solo trago y subió corriendo las escaleras de nuevo para lavarse los dientes. Isaac y yo nos volvimos a mirar, y nos empezamos a reír de nuevo.

- Chicos, me voy. Hugo me debe estar esperando en el parque desde hace ya un rato. Nos vemos en el instituto.
- Adiós Carla. – le dije mientras me bebía lo que me quedaba en el vaso de zumo. Se fue.
- Se levanta media hora antes que nosotros, y siempre llega tarde a los sitios. Necesita catorce horas para arreglarse. – dijo Isaac.
- ¡Ala! Bestia. Catorce horas no necesita, pero trece sí. – nos reímos a carcajadas.
- Hoy estamos muy graciosos, ¿eh?
- Si, la verdad es que sí.
- Voy a ir a por Auro hoy también, ¿te vienes?
- Sí, venga. Me voy contigo.

Recogimos todo lo que habíamos dejado encima de la mesa de la cocina, y después de coger nuestras mochilas nos dirigimos hacia la casa de Auro. Cuando llegamos, ella ya estaba en la puerta de su casa esperando a Isaac. Cuando me vio me dio un gran abrazo.

- Muy bien. Saludas antes a mi hermana que a tu novio. – dijo Isaac un poco mosqueado.
- Es que me dejo lo mejor para el final. – Auro le cogió la cara con las dos manos y le besó apasionadamente en los labios. Isaac no pudo resistirse y tuvo que dejarse llevar mientras cerraba sus ojos. Mi hermano estaba coladito por Auro, y saltaba a la vista.
- Venga, venga. – interrumpí yo. – Dejaros esos besos para luego, anda, que me dais envidia y yo no tengo a nadie. – ellos se separaron y me sonrieron.
Nos encaminamos hacia el instituto. Ellos iban cogidos de la mano, y yo iba al lado de Auro mientras recordábamos lo bien que nos lo habíamos pasado la tarde anterior en el Tomato.

En la entrada del instituto, y como siempre, estaban Nanni y Eric esperándonos. Les saludamos a los dos, y todos juntos entramos dentro. Nos despedimos, y Auro, Nanni y yo nos dirigimos hacia nuestra clase.

En la puerta estaban Fanny y Edgar. Ella apoyada en la pared que había al lado, y él enfrente con una de sus manos en la cintura de ella. Los dos reían sonoramente.
Cuando los vi mi cara cambió por completo. Aún no me podía creer que él estuviera con Fanny y que ambos estuvieran tan bien juntos. Yo seguía pensando que él sentía algo por mí. No podía ser que en tan solo unos días me olvidara por completo, a no ser que durante todo el tiempo que estábamos coqueteando, él me hubiera mentido. Esa podría ser una posibilidad.

Pasamos por al lado de ellos. Yo agaché la cabeza. No quería ni verlo. Ella me causaba asco, y él… no sabía exactamente lo que Edgar me causaba. Quizá tristeza. Quizá deseo. No lo sabía a ciencia cierta.

Me senté con Cynthia. Últimamente siempre me sentaba con ella. Recordaba que ella, antes de conocerla, me caía muy mal. Era una de las amigas de mi hermana, y todas eran igual que ella: creídas a más no poder. Pero ahora que había conocido a Cynthia, pensaba algo diferente sobre ella.

- ¿Qué hiciste ayer? – le pregunté a la vez que el profesor entraba por la puerta de la clase.
- No hice nada hasta las seis, pero luego me llamó Dafne y nos fuimos un rato al centro comercial. ¿Y tú? ¿Hiciste algo?
- Si. Me fui con mis amigas al Tomato. Y les gustó mucho. ¿Y a qué no sabes a quién vi?
- ¿A quién? Sorpréndeme. – dijo Cynthia intrigada.
- A Mark.
- ¿Ese es el bombón que vimos el otro día? ¿El qué estaba con sus amigos?
- El mismo. Y vino a mi mesa a saludarme.
- ¡Oh! Qué mono es.
- Sí. Y no pude resistirme y lo invité al botellón del sábado. Bueno, a él y a sus amigos. ¿No os sabrá mal, no?
- ¡Qué va! Todo lo contrario. Cuanta más gente nueva haya, mejor. Necesito aire fresco.
- ¿Y Ben? – le pregunté.
- ¿Ben? No se decide ni a la de tres, y yo no voy a estar toda la vida esperándolo.
- Hombre, espérate un poco, ¿no? Yo creo que le falta algo de valor, pero no creo que tarde mucho.
- No sé. Le doy de plazo hasta el sábado. Si no me dice de quedar ni nada, el sábado por la noche le tiro a Mark.
- ¿Qué? – dije abriendo más los ojos. Me había pillado de sopetón lo que Cynthia acababa de decir. ¿A por mí Mark? Bueno… ¿A por el Mark que yo conocía?
- ¿Es que te molesta? – ¿qué tenía que decir? ¿Me molestaba o no?
- ¡No! Claro que no. Todo tuyo. – tragué saliva. En verdad no sabía si había hecho lo correcto.
- De lujo. Gracias Leire. Pensaba que tú estabas interesada en él.
- Para nada. A penas lo conozco de unos días.
- Es que es tan guapo… - Cynthia suspiró.

No dije nada más. Ella también se calló. Me quedé mirando atentamente al profesor, pero en verdad estaba pensando en otra cosa. ¿Se atrevería Cynthia a ligar con Mark? ¿Le daría él bola y se liaría con ella? Seguro. Mark parecía de los típicos chicos que si se le presentaba una chica guapa, él se iba a ir con ella. Esperaba equivocarme.

¿Pero por qué me preocupaba yo por eso? ¡Que hiciera lo que le daba la gana! Él era libre, y, además, a mí no me gustaba Mark. Para nada. No. No me gustaba. ¿Me estaba intentando convencer? Sí, eso era lo que estaba intentando hacer.

Estuve ausente durante las demás clases. No podía concentrarme en nada. Teníamos clase de matemáticas, y no conseguí hacer ningún problema bien. Cynthia se extrañó. Yo era de las mejores de la clase en esa asignatura, y que no me salieran bien los problemas era demasiado extraño en mí.

- ¿Estás bien? – me preguntó.
- Sí, perfectamente. Lo que pasa es que hoy no estoy demasiado centrada y, como ves, no me sale nada bien. Pero no te preocupes. Esto es pasajero.
- ¿Seguro?
- Claro. – le sonreí para que no se preocupara. Ella siguió a lo suyo.


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lunes, 15 de noviembre de 2010

Él. Y solo él.

- Bueno… ¿y qué tal la relación con vuestros chicos? - les pregunté.
- A mí la verdad es que bastante bien. Pero llevamos muy poco saliendo. Ahora todo lo que hagan nos parece bien y la vida está de color de rosa. – dijo Nanni. – Ya te contaré qué tal dentro de un mes.
- Pero si de verdad os queréis… está claro que os va a ir todo genial.
- No tiene nada que ver. – añadió Auro. – A veces el amor es muy fuerte, pero si la pareja no se entiende entre sí, la relación no funciona y no tira para adelante. Es tan complicado…
- Dejemos este tema, que me estáis dando envidia. – comenté bebiendo de la coca-cola light que tenía en mi mano derecha.
- Habló la chica que no tiene tíos detrás de ella. – dijo Nanni.
- Sí, claro. Tengo tantos que me los tengo que quitar a manotazos. – hice como si estuviera espantando una mosca. – Por favor, sed realistas, ¿vale? Al único con él que podía tener algo está ahora mismo saliendo con mi peor enemiga después de que él mismo me llamara puta delante de todo el mundo. ¿Os acordáis o hace falta que os de más detalles?
- No, no hace falta. – aclaró Auro. – Pero resulta que el mundo no gira en torno a Edgar, ¿sabes?
- Lo sé, claro que lo sé. Pero ha sido él quién ha robado mi corazón y lo ha destrozado como le ha dado la gana.
- No pienses más en eso, haz el favor. Tienes a chicos estupendos, como mi primo Dani o Mark, quizá, que estarían encantados de salir contigo.
- Enserio chicas, no empecemos otra vez con el mismo tema que me canso de siempre hablar de lo mismo.
- Lo que quieras. – añadió Nanni.

Cerca de las nueve, nos levantamos de la mesa y nos dirigimos hacia la puerta. Al pasar por al lado de la mesa de Mark, le dirigí una tímida sonrisa y le dije adiós con la mano. Salimos del local. Pero cuando llevábamos un par de metros andados, oí como alguien decía mi nombre.

- Leire, ¡Leire! – me giré. Era Mark. Venía hacia donde estaba corriendo. Mis amigas se me quedaron mirando.
- Hola. ¿Qué ocurre? – le pregunté.
- Que he estado hablando con mis amigos, y les ha parecido buena idea lo del sábado, así que cuenta con nosotros, ¿de acuerdo?
- De acuerdo. Aunque ya había contado con vosotros. Sabía que vendríais. – le sonreí. Él hizo lo mismo.
- Por cierto, dame tu número, por si él sábado no te encontrara o algo y te tuviera que llamar.
- Claro. Apunta. – le di mi número de móvil.
- Vale. Ya está. Gracias. Pues…ya nos vemos, ¿no? Y espero que sea antes del sábado. – me guiñó un ojo.
- Eso espero yo también. Adiós.

Me di media vuelta y avance hacia donde estaban mis amigas que habían escuchado perfectamente toda la conversación. Se me quedaron mirando con una cara que conocía a la perfección. Era la cara de “¿Tenemos o no tenemos razón?”.

- Leire, siento decírtelo otra vez, pero ese chico te pone, y no poco. Y tú a él le encantas.
- Cállate Nanni. No tienes ni idea. – me sonrojé.

¿Era verdad lo que Nanni y Auro opinan? ¿Me gustaba ese chico? No podía ser. A penas lo conocía. Si que era verdad que Mark era muy simpático y, para que negarlo, también era muy guapo y atractivo. “Para” le ordené a mi cabeza. Me estaba empezando a preocupar por un tema que a mí no me preocupaba en absoluto. Eran mis amigas las que me habían creado esa duda. Yo lo tenía todo muy claro. ¿Por qué me pasaba siempre esto?

Nos despedimos hasta el día siguiente y me fui a mi casa. Pero cuando iba a meter la llave en la cerradura, la puerta de mi casa se abrió y por ella salió Hugo.

- ¿Ya te vas? – le pregunté mientras yo entraba y él salía.
- Sí, ya me voy. Es algo tarde, y sino mi madre se va a preocupar.
- Pues tu hermana ya va para allá también. Así que a lo mejor te la encuentras por el camino.
- ¿Sí? Voy a darme prisa para ver si la alcanzo. Ya nos vemos, Leire.
- Vale. Hasta luego Hugo.

Cerré la puerta y me dirigí directamente a la cocina. Saludé a mis hermanos y a mi madre y me puse a cenar junto con ellos.

Al terminar, y después de recoger y de dar las buenas noches a todos, me subí a mi habitación.
Me quite la ropa de la calle, y dejando el móvil encima de la mesilla de noche, me puse el pijama. Me metí en la cama.

Cerré los ojos. Apareció una cara. Era la de Mark. Sonreí. Y el móvil vibró. Abrí los ojos y lo cogí. Era un mensaje. Un número desconocido. Abrí el mensaje.

“Leire. Soy Mark. Cuando te he pedido el móvil se me ha olvidado darte el mío, aunque tú tampoco me lo has preguntado, ¿eh? Pues eso, este es mi número. Apúntatelo. Nos vemos.”

Le contesté. La verdad es que el número de móvil no se lo había pedido porque pensaba que él no me iba a llamar. Estaba casi convencida. Aunque había fallado.

“Lo siento, Mark. Me daba corte pedírtelo. Además, pensaba que no me ibas a llamar. Pero bueno, no te preocupes. Ya lo tengo apuntado en mi agenda. Nos vemos.”

Enviar. El mensaje era algo frío, pero iba dirigido hacia una persona que apenas conocía. No podía tratarlo como un amigo mío, porque aún no lo era. Tan solo era un conocido.

Cerré de nuevo los ojos. Pero ahora no apareció Mark, sino Dani. Su sonrisa perfecta, su barba de dos o tres días, pero siempre bien cuidada, y su pelo despeinado aposta.

Y de repente, su cara se desvaneció como por arte de magia de mi pensamiento y apareció él. El que de verdad me volvía loca. Él. El que me había besado como nunca me habían besado. Él. El que me hacía sentir especial. Él. El que con solo mirarme hacia que todo mi cuerpo se estremeciera. Él. El que me había dejado en ridículo delante de todos mis amigos. Él. El que ahora mismo estaba saliendo con mí peor enemiga. Él. Y solo él. Edgar.




Y cuanto más se acerca, más guapo es.

En unos cinco minutos ya estaba en el parque. Miré por todos lados, pero no vi ni a Nanni ni a Auro. Me senté en un banco para esperarlas. Y no tardaron mucho en aparecer. Las dos juntas. Riéndose mientras comentaban algo gracioso. Esas eran mis amigas. Despreocupadas. Alegres. Divertidas.

- L. – dijo Nanni mientras me daba un beso en la mejilla. Auro repitió el mismo gesto. - ¿Llevas mucho rato esperando?
- No, un par de minutos quizá. Bueno, ¿qué hacemos?
- ¿Nos vamos de compras? – propuso Auro.
- Yo paso. – cortó Nanni. – No tengo demasiado dinero. Y me lo estoy ahorrando para el sábado. Además, seguro que si vamos me tengo que comprar algo y no quiero.
- Vale. De compras descartado. –Auro se quedó pensando mirando al cielo. - ¿Y si vamos a algún sitio a tomarnos un helado o una coca-cola? Hoy hace mucho calor, y me apetece algo fresco.
- Yo conozco un bar por aquí cerca que es bastante barato y va mucha gente joven. – añadí.
- Pues… ¿a qué estamos esperando?

Nos encaminamos hacia el Tomato. Estaba segura de que les iba a encantar.
Al entrar saludé a Robert con la mano. Él me guiñó un ojo. Vi una mesa vacía al fondo. La misma en la que me senté con Cynthia el día anterior. Fuimos hacia allí y nos sentamos cómodamente.

- ¿Qué queréis para beber, chicas? – Robert ya estaba allí dispuesto a tomarnos nota.
- ¿Tenéis helados? – preguntó Auro.
- Claro, aquí tenemos de todo.
- Entonces ponme un cono de chocolate.
- A mí una fanta de naranja. – contestó Nanni.
- Y yo quiero una coca-cola light, por favor.
- Marchando un cono de chocolate, una fanta de naranja y una coca-cola light. – dijo Robert gritando mientras se marchaba de la mesa en dirección a la barra, al igual que había hecho el día anterior.
- ¿De qué conoces tú este bar? – preguntó Auro.
- Vine ayer con Cynthia aquí, y la verdad es que me gustó bastante. Y estamos rodeadas de gente de nuestra edad.
- Si, es verdad. – añadió Nanni.
- Aquí tenéis chicas. Si queréis algo más, no dudéis en llamarme.
- Vale, Robert. – le contesté. Él asintió con la cabeza y se fue.
- Ese tal Robert está muy bien, ¿eh? – dijo Nanni.
- Demasiado. – añadió Auro.
- Sí, pero es más mayor que nosotras. Además, vosotras tenéis novio… ¿de qué estáis hablando?
- Oye, que porque tengamos novio no quiere decir que nos quedemos ciegas, ¿eh? Si un chico es guapo, lo voy a decir igual teniendo novio o no. – Nanni asintió en señal de que estaba de acuerdo con lo que acababa de decir Auro.

Nos tomamos cada una lo que habíamos pedido, y nos quedamos un rato allí hablando. Miré varias veces hacia la mesa donde el día anterior estaba sentado Mark, pero al parecer, ese día no estaba. “Que pena” pensé. Me apetecía ver a ese chico. Me había caído bien. Era simpático y agradable. Y me había tratado perfectamente desde que me conoció.

- Menuda pandilla de chicos acaba de entrar por la puerta ahora mismo. – comentó Nanni.
- A ver. – me giré. Ahí estaba. Mark acababa de aparecer en el Tomato junto con sus amigos. – Está Mark.
- ¿Mark? ¿Quién es Mark? – preguntó Nanni. - ¿Qué me he perdido?
- Conocí a Mark ayer en el instituto y por la tarde me lo encontré aquí y estuve hablando con él un rato.
- ¿Pero cuál de todos es Mark?
- El que se acaba de sentar ahora mismo en la silla. El moreno alto con ojos marrones claros. Pero no miréis tan descaradamente, que se va a dar cuenta de que estamos hablando de él.
- Es muy guapo. Pero muy, muy guapo. – comentó Auro.
- Ya lo sé. – dije sonrojándome.
- ¿Es que te gusta?
- ¡No! ¡Claro que no! – intenté aclarar. – Pero está claro que él chico está de buen ver.
- No te lo discuto. – dijo Nanni.
- Si, y cuanto más se acerca, más guapo es. – dijo Auro.

Me empecé a poner nerviosa. Me giré y, en efecto, Mark venía hacia mi mesa. Al parecer, me había visto, o había visto a mis amigas mirándole sin disimular.

- Hola Leire. – dijo Mark nada más llegar. – Segundo día que te encuentro aquí.
- Sí. Me gusta este sitio. – sonreí. – Por cierto, estas son Nanni y Auro. – dije mientras las señalaba.
- Encantado. Yo soy Mark. ¿Sois del instituto también?
- Sí, vamos a la misma clase que Leire. – comentó Auro.
- Ya decía yo que me sonaban vuestras caras. – todos reímos sonoramente.
- Por cierto Mark, este sábado habíamos pensado ir todos los que nos juntamos al parque a hacer botellón y después a un pub que nos gusta bastante. ¿Te quieres apuntar? – le pregunté.
- Vale, me gusta la idea. ¿Se pueden venir también mis amigos?
- Por supuesto. Tus amigos también tienen que venir.
- De acuerdo. El sábado allí estaremos. Bueno, me voy con ellos que ya están pidiendo, y seguro que no piden por mí. Hasta luego.
- Adiós Mark. – le despedí con la mano. Él se fue.
- Vaya, no te has andado con rodeos, ¿eh? – Nanni me dio un pequeño codazo en el brazo. – Siento decirte, querida Leire, que ese chico te gusta. Y si no te gusta, al menos te pone.
- ¡Nanni! ¿Pero qué estás diciendo? Ya te lo he dicho antes. Ese chico me cae bien, y ya está. Siempre que estoy bien con un chico, pensáis que me gusta, y no es así.
- Claro que no. Pero digas, lo que digas, a ti Mark te gusta.
- Entonces… ¿también me gusta Dani, no? Porque mañana he quedado con él para venir aquí a hablar un rato.
- Sí, Dani también te gusta un poco. – dijo Auro.
- Claro, y a mí me gustan todos. Estáis muy equivocadas, chicas.

Nos quedamos mirándonos. No me gustaba nada lo que acababan de decir. Yo ya era bastante mayorcita para saber que chico me gustaba y quién no. Y Mark no me gustaba. Y Dani… Dani ya era diferente. No sabía exactamente si me gustaba o no, pero algo sentía por él. Debía aclarar esos sentimientos hacia él.

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lunes, 8 de noviembre de 2010

Lo siento.

Hola a tod@s!
Siento deciros que esta semana la tengo toda llena de exámenes y de trabajos, y no voy a poder postear.
Pero no os preocupeis, porque el sábado y el domingo subiré los dos capítulos correspondientes al martes y jueves de esta semana.
Espero que me perdoneis.
SIEMPRE VUESTRA. LEIRE.

jueves, 4 de noviembre de 2010

¡Bah! Paso de ti.

El capítulo de hoy es más largo de lo habitual por una cosa: Mañana día 5 de Noviembre es el cumpleaños de Maria Jose Sabogal (más conocida como Majo). Cumple 14 años.¡MUCHAS FELICIDADES MAJO! Pensarás: ¿De quién ha sido esta idea? Muy sencillo: dale las gracias a tu amiga Male. Fue ella la que contactó conmigo por Twitter y me dijo que te diera esta pequeña sorpresa. Espero que te haya gustado. Un beso muy fuerte y disfruta de tu día :)


Ahora os dejo con el capítulo de hoy:



Me quedé pensando. ¿Cynthia tenía razón y aún me importaba que Edgar se enterara de que estaba saliendo con otros chicos? ¡Y qué más daba! Él estaba saliendo con Fanny. Además, después de todo lo que me había dicho no quería saber nada más de él.

- Chicos. – Empezó diciendo Dafne. - ¿Este sábado vamos a hacer algo?
- Claro, como todos los sábados. – añadió Edgar. – Irnos al parque a hacer botellón, ¿no? ¿O tenéis en mente hacer algo distinto? Porque la verdad es que estaría bastante bien. – por una vez, estaba de acuerdo con él.
- Joder, yo no sé que os ha dado ahora con hacer cosas diferentes. – Cynthia metió baza. – Siempre hemos estado haciendo lo mismo, y nadie se ha quejado, y ahora…
- Que yo sepa, nadie ha dicho nada más. – dijo Ben.
- Claro que no. – Cynthia me miró, pero yo no dije nada. – Bueno, pues si queréis hacer algo diferente, por lo menos proponer algo.
- Yo por mí, nos iríamos al parque a hacer botellón y después al Diamonds. – dijo Auro. – Ese pub no está nada mal. Y nos dejan entrar, que es lo importante.
- Yo voto por esa idea. – comentó Isaac.
- Claro, como lo ha dicho tu novia pues… - dijo Edgar con rin tintín.
- Pues sí, ¿y qué? ¿Tienes algún problema? - apuntó Isaac.
- Venga chicos, tengamos la fiesta en paz. – interrumpió Dafne. – A mí también me parece una buena idea.
- Decidido. – indicó Nanni. – El sábado al parque y después al Diamonds. Ya no hay nada más que hablar.
- Ya se lo diré a Hugo, y también a Dani. – añadió Carla. – Y tú Dafne díselo a Eloy, para que lo sepa.
- De acuerdo. – asintió Dafne.
- Y yo se lo diré a Fanny y a sus amigas. – todos nos giramos hacia Edgar. A ninguno de nosotros nos caía bien Fanny.
- ¿Fanny? – dije con cara de asco. - ¿Vas a invitar a Fanny?
- Por supuesto. Es mi novia. ¿Qué te has creído, niñata?
- ¡Eh! Perdona. – dije levantándome de la silla. – Que yo en ningún momento te he insultado, ¿vale?
- Yo tampoco te he insultado, solo he dicho la verdad. – sonrió maliciosamente.
- Vete a la mierda. – me senté enfurecida. No tenía sentido seguir discutiendo con él.
- ¡Bah! Paso de ti. Me piro, tíos.

Después de decir esas palabras, Edgar se levantó de su silla, y se fue directamente a la mesa donde estaba Fanny y sus amigas, y se sentó al lado suya después de darle un beso bastante largo en la boca.

- ¿Aún estáis así? – preguntó Dafne.
- Claro que aún estamos así. – aclaré. – Después de todo lo que me dijo el sábado pasado, como para estar de buenas con él.
- Yo no sé lo que le pasa. – comentó Ben. – Desde que está con Fanny, ha cambiado bastante, y para mal. Nada le parece bien, y pega unas contestaciones que antes no las decía ni en broma.
- Ya. Es que él es así de especial. – añadió Carla.

Ninguno comentó nada más respecto al tema de Edgar. Giré mi cabeza hacia atrás, y allí estaba él sonriendo y hablando tranquilamente con Fanny y todas sus secuaces. La rabia y la ira me comían por dentro. Me daban ganas de levantarme y darle una buena bofetada con la mano abierta en toda su bonita cara.

Pero de repente, vino a mí un recuerdo muy hermoso: nuestro primer beso. Lo recordaba perfectamente. Había sido en mi casa, en mi habitación. Fue aquel día en que invitamos a todos a casa para ver una película. Él quería salir conmigo, y me dio un beso para ver si me decidía. Había sido tan bonito, y tan especial…y sobretodo lleno de sentimientos.

Volví en si. Todos se habían levantado de sus sillas. Al parecer acababa de tocar el timbre y todos se dirigían hacia las clases. Nos despedimos y cada uno se fue hacia su destino.

Al salir de las clases, les pregunté a mis amigas si les apetecía hacer algo por la tarde, siempre que no quedaran con sus respectivos novios, claro.

- No, yo no he quedado con Eric. ¿Y tú Auro? – la aludida negó con la cabeza. – ¡Esta tarde estamos libres! – dijo Nanni levantando las manos en señal de jubilo.
- Vosotras elegís. ¿Qué queréis hacer? A mí me da lo mismo, con tal de estar un rato con vosotras y de hablar de cualquier cosa…
- No sé… ¿quedamos en el parque a las seis y allí ya decidimos qué hacer? – propuso Auro.
- Vale. Allí os veo. – dijo Nanni. –Yo me voy con Eric, que me está esperando en el coche. Hasta luego, L. Adiós, A.
- Hasta luego. – contestamos Auro y yo al unísono.

Vimos como Nanni salía apresuradamente de clase. Auro y yo, algo más tranquilas, nos dirigimos hacia el exterior del instituto. Fuera, ya estaba Isaac esperándonos. Bueno, más bien esperándola. Se dieron un prolongado beso, mientras yo disimulaba y miraba hacia otro lado, aunque ellos no se sentían intimidados aunque miles de personas los miraran fijamente.

Llegamos a casa un poco más tarde de lo normal, porque Isaac se había empeñado en acompañar a Auro hasta su casa, aunque ella le había repetido millones de veces que no hacía falta, que se sabía perfectamente el camino. Pero Isaac insistió tanto, que ella, al final, tuvo que aceptar sin protestar.

Comimos espaguetis. Me encantaba como los hacía mi madre. Siempre había intentado que me salieran como a ella, pero nunca lo había conseguido, y creo que nunca lo iba a conseguir.

Sobre las cinco y media de la tarde, alguien llamó a la puerta principal de la casa. Yo, que estaba en el salón viendo la tele, me tuve que levantar a abrir. Y en la puerta me encontré a Hugo.

- Hola Hugo. – dije invitándole a pasar. - ¿Cómo estás?
- Muy bien, pero esa pregunta tendría que hacértela yo. ¿Cómo estás después de lo del sábado?
- Mucho mejor, casi ni me acuerdo. –mentí. Quería cambiar rápido de conversación.
- Me alegro. ¿Está tu hermana?
- Si, claro. Está arriba. Sube.
- Vale. Gracias.

Me sonrió y vi como Hugo subía las escaleras directo al cuarto de mi hermana. Carla y él quedaban todas las tardes. A veces en casa de él, otras veces en mi casa, y otras, salían fuera a dar un paseo por el barrio o se iban al centro comercial. Y al parecer, hoy tocaba que él viniera a casa.

Subí las escaleras y me fui a la habitación, en busca de mis llaves y de mi móvil. Ya casi eran las seis de la tarde y no quería llegar tarde a la cita con mis amigas.

Bajé las escaleras casi de dos en dos, me despedí de mi madre que estaba en la cocina intentando hacer un pastel que estaba leyendo en un libro de cocina, y me fui.


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martes, 2 de noviembre de 2010

¿Seguro? Porque yo creo que no.

Pronto llegó Auro junto con Isaac. Se despidieron con un beso en los labios, al igual que Nanni y Eric, e Isaac entró dentro del instituto después de darme un beso en la mejilla.

No tuve que decirle nada a Auro. Tan solo nos miramos y lo supimos todo. Nos abrazamos.

- Ahora que ya estamos bien… - empezó diciendo Nanni. – Espero que esto no vuelva a pasar. Porque esto que nos ha pasado ha sido una tontería, y de las grandes.
- Qué razón tienes. – añadí. – Lo siento mucho, chicas. No volveré a comportarme como una niña de tres años, e intentaré no ver cosas que no están ocurriendo.
- No te preocupes, Leire. No te culpamos. Entendemos perfectamente lo que te pasó. Pero quiero que comprendas, que pase lo que pase, no nos vamos a separar nunca. Y menos por culpa de los chicos. Porque la amistad está por encima todo.
- Joder, como os quiero chicas. – dije. Hicimos un abrazo colectivo.

Entre risas entramos dentro de la clase. Allí ya estaban todos nuestros compañeros. Y entre ellos, Edgar, que intentó disimular, pero pude ver claramente que me miraba de arriba abajo.

Mis amigas se sentaron juntas, como tenían costumbre hacerlo. Cynthia, desde la otra parte de la clase, me hacía señas para que me sentara con ella. Detrás, como el día anterior, seguían estando Ben y Edgar.

- Cariño. – me dijo Cynthia mientras me daba un beso en la mejilla. - ¿Qué tal estás?
- Muy bien, ¿y tú? – le pregunté mientras sacaba las cosas de mi mochila.
- Bien, también. Ayer me lo pasé muy bien. Podríamos repetir algún día de estos.
- Claro, cuando quieras.
- Sí, pero la próxima vez me invitáis a mí también. – la voz provenía de detrás nuestra. Era Ben el que hablaba.
- Eso no te lo crees ni tú, chaval. – le contestó Cynthia.
- ¿Y eso por qué? Por cierto, ya me podías haber contestado ayer a algún toque, ¿no?
- Estaba con Leire tranquilamente. No me iba a poner a hacerte toques cuando estábamos hablando. Además, ¿qué más te da?
- ¡Claro que me da! – se alteró Ben.
- ¿Y por qué? Si se puede saber. – preguntó Cynthia intrigada, aunque yo sabía que Ben no le iba a contestar.
- Pues porque…sí, y ya está.

Cynthia, enfadada, se dio media vuelta sin decirle nada más. A ella también le gustaba Ben, pero ella quería que él se lo demostrara invitándola a salir. Pero, al parecer, Ben no se atrevía.

Cuando llegó la hora del recreo, todos los de la clase recogimos nuestras cosas. Me acerqué a la mesa de Auro y Nanni y las esperé allí mientras ellas recogían las cosas.

- Chicas, ¿vais a ir a la cafetería? – era Cynthia que acababa de llegar a la mesa en la que estábamos nosotras.
- Sí, vamos a ir ahora, en cuanto Auro y Nanni terminen de recoger. – le contesté.
- Vale, pues me espero a que recojan y me voy con vosotras, ¿vale?
- De acuerdo. – le contestó Auro.

Nos fuimos las cuatro a la cafetería. Allí, como siempre y todos los días, ya se encontraban todos los demás, hasta incluso Edgar. Miré a ambos lados de la cafetería y vi a Fanny en otra mesa junto con sus amigas. “Ya me extrañaba a mí que ella no estuviera” pensé. Cogimos unas sillas y nos sentamos con ellos. Auro y Nanni junto con sus respectivos novios, pero esta vez no me supo mal, porque yo estaba al lado de Cynthia y de Carla.

- Oye, como molan tus zapatillas. – dijo Cynthia mientras miraba mis Converse. – Yo también quiero comprarme unas, lo que pasa es que no me decido por el color.
- Yo también tengo unas. – Carla se acaba de añadir a la conversación. – Pero las mías son rosas, lo que pasa que hoy, como sabía que ella y mi hermano se las iban a poner, no me las he puesto.
- Claro, no vaya a ser que te contagie algo. – dije yo de mala leche.
- Que no, enana, que no lo digo por eso, joder. Lo digo para así estrenarlas yo sola. – empezó a reírse, aunque a mí no me hizo mucha gracia.
- Y los pantalones rojos están muy chulos. Me gustan un montón. – sonreí en señal de agrado. – La verdad es que me encanta como vas hoy. – me sonrojé. Me halagaba que Cynthia me dijera eso, porque ella siempre iba perfecta.

El móvil que llevaba en el bolsillo empezó a vibrarme. Me levanté para poder sacarlo del bolsillo y vi que tenía un mensaje. Lo abrí. Era de Dani.

“¿Te apetece hacer algo conmigo mañana por la tarde?”


No ponía nada más en el mensaje. Sencillo y corto, pero directo. Me apetecía quedar con él, pero… ¿adónde podía ir con él? Podría llevarlo al Tomato, a lo mejor le gustaba, o quizá, hasta lo conociera.

“De acuerdo. Si quieres vamos al Tomato y nos tomamos algo allí. ¿Te parece bien sobre las seis? Un beso”

Enseguida su contestación llegó a mi móvil.

“Vale. El jueves a las seis voy a recogerte a tu casa. Hasta entonces.”


Una sonrisa apareció en mi rostro. Había quedado con Dani el jueves por la tarde.

- ¿Y esa sonrisa? – preguntó Carla. Se había dado cuenta de que había sonreído al recibir los mensajes de Dani.
- Por nada, ¿por qué? – dije intentando quitarle importancia.
- ¿Por nada? No me mientas, que te conozco. ¿De quién era el mensaje?
- De Dani. – le contesté.
- ¿Dani? ¿Y qué quería?
- Quería volver a quedar conmigo el jueves.
- ¿Es que estás quedando con Dani? – dijo Cynthia con un tono de voz bastante elevado. Tanto, que lo oyeron todos los que estaban en la mesa. Edgar dirigió enseguida su mirada hacia mi rostro. Su cara hablaba por sí sola.
- Sí, y me gustaría que no lo supiera nadie, si no te importa. – dije bajando mi tono de voz algunos decibelios, para que tan solo lo oyeran Cynthia y Carla.
- Lo siento. Pero no es nada malo estar quedando con un chico, ¿no? – añadió Cynthia.
- Claro que no, pero es que no estoy quedando con él en plan de pareja, sino que solo estamos saliendo como amigos, nada más. Y no me apetece que la gente se piense cosas que no son.
- ¿La gente? ¿O quizá Edgar? – me soltó Cynthia. Me quedé de piedra.
- A mí ese chico ya me da igual. – dije intentando salir airosa de la situación.
- ¿Seguro? Porque yo creo que no.


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jueves, 28 de octubre de 2010

MIÉRCOLES

Ya era la hora de levantarse. Estábamos a miércoles. Solo tendría que esperar dos días más, más el de hoy, y la semana habría llegado a su fin, aunque quedaría por delante todo el fin de semana. Y eso era peor. Mucho peor que los tres días que quedaban de ir al instituto.

Después de ir al baño y de ducharme, abrí mi armario y cogí los pantalones rojos que mi madre me había comprado el día anterior. Busqué una camiseta blanca sencilla de manga corta. En los pies, las Converse nuevas. Tenía ganas de estrenar las dos cosas. Y eso fue lo que hice. Seguro que mis hermanos también se ponían las zapatillas. Estaba segura.

Bajé a la cocina. Mi madre, como casi siempre, estaba recogiendo todo deprisa porque llegaba tarde al trabajo, como siempre. Yo no sé cómo se las apañaba, pero siempre iba con el tiempo justo.

Me dio un beso en la mejilla y diciendo un “hasta luego” se marchó de casa cerrando la puerta de la calle a sus espaldas.

Me puse un par de tostadas en la tostadora, y me puse un pequeño vaso de zumo, como todas las mañanas. Hoy me había levantado con más hambre de lo habitual. Eso no era normal en mí, pero… ¿qué iba a hacer? Pues comer. Fácil solución.

Mis hermanos no tardaron en bajar. Carla llevaba una falda bastante corta con unas sandalias y una camiseta bastante sencilla para tratarse de ella. Me dio un beso en la frente, se echó un vaso de zumo, se lo bebió casi de un trago y se fue de casa. Habría quedado con Hugo, como siempre.

En cambio, Isaac si llevaba las zapatillas nuevas. Llevaba un pantalón vaquero largo, y se había dejado la lengüeta de las zapatillas por fuera. Arriba una camiseta negra de manga corta bastante ajustada que dejaba entre ver su cuerpo bien definido. Muchas de las tardes se las pasaba en su cuarto haciendo ejercicio: que si abdominales, que si flexiones… Lógico que tuviera ese cuerpo.

De repente, y no sé por qué, me acordé de Edgar sin camiseta. Ese torso musculoso, bronceado y tan deseado por mí y por tantas chicas. Él se paseaba por la casa de sus abuelos con mucha chulería, propia de él. Y de repente, otra imagen. Pero ahora no era tan agradable. Edgar gritándome delante de todo el mundo que era una zorra y que no quería saber nada más de mí.

Ese pensamiento hizo que volviera en sí.

- ¡Leire! ¿Estás bien, enana? Estás empanada, ¿eh? – era Isaac.
- Lo siento, estaba pensando en otra cosa.
- No, si ya lo sé. Te he estado llamando como veinte veces. ¿En qué estabas pensando?
- En nada. Cosas mías. No te preocupes. Bueno, ¿y qué querías?
- Decirte que voy a ir a casa de Auro a por ella, por si te querías venir.
- No, da igual. Yo me voy al instituto sola.
- ¿Enserio? Si es un momento, vamos a por Auro y nos vamos los tres juntos para allá.
- Isaac, te he dicho que no. No insistas más por favor.
- ¿Es qué ha ocurrido algo con ella? – me preguntó queriendo descifrar que era lo que me pasaba.
- Sabes que sí. – sabía perfectamente que Auro se lo había contado, para eso él era su novio. – Así que no me preguntes nada, anda.
- Creo que está vez te equivocas. No sé nada. Pero esperaba que tú me lo contaras.
- Es muy sencillo. Desde que Auro está saliendo contigo y Nanni con Eric me siento sola, como si me estuvieran dejando de lado.
- Pero si yo casi no paso tiempo con Auro. Solo la veo en el instituto, porque como es normal, a mí también me gusta quedar con mis amigos y, supongo, que ella también querrá quedar por su lado con sus amigas.
- Lo sé. Pero no sé por qué, Isaac, me siento así. Sé que poco a poco ella se van a ir alejando de mí. Y si no tiempo al tiempo.
- Si yo puedo remediarlo, eso no va a pasar. – le sonreí. – Así que estate tranquila, y no seáis tontas, tanto tú como ellas. Sois muy buenas amigas, y por culpa de los chicos no vale la pena discutir. Aunque uno de los chicos sea yo. – los dos reímos. – Y ahora vamos a por Auro, anda.
- No, mejor que no. Prefiero verla en el instituto junto con Nanni así me disculpo con las dos. Será mucho más fácil para mí, créeme.
- De acuerdo. Pues allí nos vemos.

Me dio un beso en la mejilla y se fue. Suspiré. Isaac no era mala persona, sino todo lo contrario. Siempre me había ayudado en todo, o casi todo. Y tenía toda la razón en lo que me había dicho. Y lo mejor de todo, es que le creía, y sabía que él no iba a ser capaz de que Auro me dejara de lado estando él entre medias. Y eso me tranquilizaba.

Cuando llegué al instituto, Nanni estaba en la puerta de éste junto con Eric. Ambos hablaban de forma despreocupada y alegre. Se podía ver en sus caras ese amor que sentían el uno por el otro. Me acerqué a ellos y les dije un tímido “buenos días”. No tuve que decir nada más, porque segundos después Nanni se me abalanzó y me dio un fuerte abrazo.

- Leire, no me vuelvas a hacer esto. Ayer estuve muy mal. No sabía si llamarte o no. Perdóname, por favor.
- No, perdóname tú a mí. He sido yo la que se ha comportado como una cría y la que ha estado viendo cosas que no eran verdad. Lo siento mucho, Nanni. Y siento también que ayer lo pasaras tan mal. – nos volvimos a abrazar. Esa era la diferencia entra las amigas y las buenas amigas: las amigas podían estar días y días enfadadas, en cambio, en las buenas amigas, los enfados tan solo duraban unas horas, aunque esta vez el enfado había durado casi un día entero.
- Bueno chicas, yo os dejo solas. Me voy. – Eric le dio un beso en los labios a Nanni.
- Eric, quédate si quieres. – le dije. – A mí no me molestas.
- Ya lo sé, Leire. – me sonrió. – Hasta luego.

Nanni me miró y me sonrió. Ella sabía perfectamente que yo no tenía nada en contra de Eric, sino todo lo contrario. Sabía que él era buen chico y que iba a tratar a mi amiga como se merecía.


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martes, 26 de octubre de 2010

Ya le gustaría a alguno que otro ser como él.

- ¿Qué tal la tarde? – me preguntó Isaac.
- Bien. Hemos ido al Tomato y…
- Me encanta ese bar. – añadió Ben. – Siempre está lleno de chicas jóvenes y guapas.
- Y de chicos guapos, sobretodo. – añadí yo. Edgar chascó la lengua, aunque no salió ninguna palabra de su boca.
- Bueno, sí, también. Hay de todo. – volvió a intervenir Ben sin apartar la vista de la pantalla.
- ¿Y por qué yo nunca he ido allí? – preguntó Isaac.
- Pues no sé, porque nosotros hemos ido un par de veces. – añadió Edgar mientras me volvía a dirigir una de sus “amables” miradas.
- Pues tendré que ir allí algún día. – yo asentí.
- Y estando allí con Cynthia… - empecé diciendo, pero Ben me volvió a interrumpir.
- ¿Has estado con Cynthia? Ya decía yo que no me contestaba a los toques.
- Sí, he estado con Cynthia. Y he visto a Mark.
- ¿Qué Mark? – preguntó Ben.
- ¿El mismo Mark que va a mi clase? – añadió Isaac.
- El mismo. Lo he conocido esta mañana. Y esta tarde me lo he encontrado en el Tomato. Y nos ha invitado a Cynthia y a mí una caña.
- ¡Qué majo el chico! – dijo Ben irónicamente.
- Pues sí, la verdad es que sí. Ya le gustaría a alguno que otro ser como él. – le miré a Edgar. Él volvió a chascar la lengua, pero seguía sin soltar ni prenda. – Bueno, me subo arriba. Si queréis algo, llamarme.
- Hasta luego fea. – dijo Ben mientras soltaba una risotada. Me acerqué a él y le di una colleja. Él se quejó, pero no le hice caso y me subí a la habitación.

Me quité la ropa y me puse el pijama. Edgar y Ben pronto se irían y yo podría bajar tranquilamente al salón.

Poco después oí que la puerta de la calle se abría y, segundos más tarde, se cerraba. “Ben y Edgar ya se han ido” pensé. Así que bajé al salón tranquilamente. Ellos aún estaban jugando a la consola. No se había ido nadie, sino que había llegado mi madre.

Estaba en la cocina con un montón de bolsas encima de la mesa. “Ha hecho una buena compra” pensé. Empecé a abrir las bolsas como una desesperada, para ver lo que mi madre se había comprado.

- Espera, espera impaciente. Déjame que te lo enseñe yo, ¿no? – me dijo mi madre apartándome de las bolsas como si de una mosca se tratase.
- Está bien. – me senté en una silla.

Mi madre empezó a sacar blusas y pantalones de las bolsas. No estaban del todo mal. Aunque a su gusto, claro.

- Bueno… y esto es para ti. Lo he visto y he tenido que comprártelo. – miedo me dio. Pero cuando vi que sacaba unos pantalones pitillo de color rojo me quedé de piedra. ¡Eran preciosos!
- Mamá, me encantan. Son muy bonitos.
- ¿Enserio? ¿De verdad te gustan? Mira a ver si es tu talla, porque como hace tiempo que no salgo contigo de compras…
- Has dado en el clavo. – empecé a dar vueltas por la cocina con los pantalones entre mis brazos.
- Tengo algo más. – me paré en seco.
- ¿El qué? – dije impaciente.
- Bueno, hace tiempo que me estáis dando la paliza tú y tus hermanos con unas zapatillas y…
- Mamá, ¿no me digas que me has comprado unas Converse? –mi madre asintió mientras metía una mano en una de las bolsas y sacaba una caja de zapatos.

La abrí y allí estaban. Las Converse blancas con letras rojas que durante tanto tiempo había deseado. Mi madre siempre me decía que no, que eran demasiado caras. Pero por fin las tenía. Le di un gran abrazo. Ella me lo agradeció.

- Oye, ¿y este abrazo? – Isaac acababa de entrar en la cocina. Edgar y Ben ya se habían ido.
- Por nada. – añadí yo.
- ¿Le has comprado unas Converse a Leire y a mí no?
- ¡Qué caprichosos sois los tres, madre mía! – dijo mi madre mientras sacaba otra caja de zapatos. – Estas son para ti. Espero que te gusten, hijo. – Isaac las abrió. Las suyas eran a cuadros.
- Me encantan, mamá. – le dio un abrazo.
- Y las de Carla, estas. – sacó otra caja.
- ¿Las mías? A ver… - acababa de aparecer Carla en la cocina.
- Son las que me has pedido, hija.
- Son las más chulas. – dijo Carla. Eran de color rosa. – Gracias.

Entre abrazos, besos y más abrazos, quitamos las bolsas de encima de la mesa y nos pusimos a cenar.

Al terminar, me despedí de los tres y me fui con mis regalos a la cama de lo más contenta.

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jueves, 21 de octubre de 2010

Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer?

- Yo sí le conozco. Se llama Mark. Y es del instituto.
- ¿Enserio? Porque no me suena su cara. Y es muy guapo. Me resulta extraño no conocerlo.
- Pues va a la clase de Isaac.
- Vaya. ¿Y dónde se ha metido todo este tiempo? Porque la verdad es que es guapísimo.
- Es la segunda vez que lo dices en un minuto, Cynthia.
- ¡Es que es la verdad! ¿Y de cuánto tiempo lo conoces? – preguntó interesada.
- De unas pocas horas. De hecho, lo he conocido esta misma mañana. Bueno, aunque sé muy poco de él. Más bien nada.
- ¿Y por qué no vas a saludarlo? – me sugirió.
- ¡¿Estás loca?! ¡Qué vergüenza! Está allí con sus amigos.
- ¿Y qué? Pero le tendrás que agradecer nuestras cervezas, ¿no?
- ¿Y por qué no vas tú?
- ¿Yo? Perdona Leire, pero no soy yo la que conoce a ese bombón. Si no, estate segura de que ya estaba allí dedicándole una de mis mejores sonrisas.
- Está bien, pero solo para que no me des más la lata.

Bebí un gran sorbo, y después de respirar hondo un par de veces, me hice el ánimo y me levanté. Anduve con timidez hacia la mesa en donde se encontraba Mark. A medida que me iba acercando, pude ver que sus amigos se daban codazos entre sí. Alguno se atrevió a señalarme, avisando a Mark de que iba hacia allí. Me temblaban las piernas.

- Hola chicos. – dije cuando llegué, por fin, a la mesa. – Hola Mark.
- Hola Leire. – se levantó y me dio dos besos. - ¿Cómo estás?
- Muy bien. Aquí, tomándome unas cañas con una amiga. – dije señalando a Cynthia que estaba sola en la mesa mientras hablaba con los chicos de la mesa de al lado. - ¿Cómo estás tú?
- Bien. Aquí también con unos colegas de risas.
- Por cierto, gracias por la invitación.
- ¡Ah! De nada. Es que te he visto entrar, pero no me he atrevido a decirte nada. Y he pensado que invitándote a una cerveza, seguramente vendrías a hablar conmigo.
- Pues has acertado. – sonreí.
- ¿Vienes muy a menudo al Tomato? Porque yo creo que nunca te he visto.
- ¡Qué va! Es la primera vez que vengo. Pero tendré que venir más a menudo, a ver si siempre me invitan a cerveza.
- ¡Qué morro tienes! – dijo mientras me cogía de la cintura. Vi como todos sus amigos se hacían señas entre ellos para que nos miraran. - Oye, ¿te sientas con nosotros un rato?
- No, que está allí Cynthia sola y…
- ¿Sola? – no me dejó que terminara la frase. – Tu amiga parece que está bien acompañada. – Miré hacia la mesa. Cynthia seguía hablando con los chicos de la mesa de al lado.
- Ya, pero…no, prefiero irme con ella que si no luego me dirá que la he dejado sola. Además, vosotros querréis hablar de vuestras cosas y yo no pinto nada.
- Eso no es cierto, pero lo que quieras.
- Entonces, ¿nos vemos por el instituto? – sonreí.
- De acuerdo. – me volvió a dar dos besos, ahora en señal de despedida.
- Hasta luego, Mark. – miré a sus amigos. – Adiós chicos.
- Adiós. – me contestaron todos al unísono.

Me di media vuelta y me dirigí hacia la mesa de Cynthia. En cuanto llegué, ella dejó de hablar con los chicos de la mesa de al lado.

- ¿Qué tal? – me preguntó intrigada.
- Muy bien. Y muy guapo, como tú dices. – las dos reímos.
- ¡Qué mala eres!
- Oye, ¿y los chicos de al lado? Te has pasado todo el rato que yo no he estado hablando con ellos.
- Son unos colegas. Los conocí el año pasado en un botellón en el parque. Y los suelo ver bastante a menudo.
- Tú no pierdes comba, ¿eh?
- Claro que no. Si no lo hago ahora, ¿cuándo lo voy a hacer? – asentí. - ¿Pedimos la cuenta y nos vamos?
- Vale.

Cynthia llamó a Robert. Enseguida vino. Pagamos la cuenta y salimos del Tomato. Al pasar por al lado de Mark le sonreí, y éste me correspondió.

Cuando llegué al parque, me despedí de Cynthia y cada una se fue hacia su casa. Por el camino me acordé de algo que había olvidado por completo. Edgar y Ben estaban en mi casa con mi hermano jugando a la consola. Estuve a punto de darme media vuelta y quedarme en el parque sola hasta que ellos se fueran de mi casa. Pero pronto me di cuenta de que lo que acababa de pensar era una tontería.

Saqué las llaves del bolsillo y entré en casa. Y como me lo había imaginado, Edgar y Ben estaban en el comedor junto a Isaac. Tenía que hacer frente a mis problemas. En un momento, pensé en subir a mi habitación sin ni siquiera saludarlos. Pero así nunca podría hacer frente a lo que me estaba pasando con Edgar. Así que fui hacia ellos y me senté en una silla al lado de Ben. Me di cuenta como Edgar, que en ese momento no estaba jugando, me dirigía una mirada no muy amigable. Yo le dirigí mi peor mirada, aunque de he reconocer que no era muy buena en eso.


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martes, 19 de octubre de 2010

¿Y quién es ese chico? ¿Le conoces? Porque yo no.

A penas comí. No tenía nada de hambre. No me gustaba estar enfadada con mis amigas. Pero era un enfado tonto y de niñas pequeñas. Ellas eran libres de poder quedar con sus novios o con quien quisieran, por lo tanto, yo también tenía derecho de quedar con una compañera de clase que me caía bien.

Después de hacer los deberes para el día siguiente, me tumbé en la cama. No tenía ganas de conectarme a Internet. Seguro que Auro y Nanni estaban en el Messenger, y no me apetecía nada hablar con ellas.

Isaac entró en ese momento en la habitación. Cerró la puerta y se quedó de pie apoyado en mi armario. Me incorporé en la cama.

- ¿Qué vas a hacer esta tarde? – me preguntó. Estaba segura de que lo sabía perfectamente. Auro le habría informado.
- Pues he quedado con Cynthia sobre las seis para ir a algún bar a tomarnos algo. ¿Por qué? ¿Te quieres venir?
- No. Es que había quedado con Edgar y con Ben para hacer algo, pero no sabemos el qué. Y he pensado en que se podrían venir a casa a jugar a la consola.
- Pues que vengan. A mí me da igual. – añadí.
- Vale. Te lo he preguntado porque como tú y Edgar no estáis en vuestro mejor momento, he visto oportuno preguntártelo. Él es mi amigo, pero tú eres mi hermana. Y, ante todo, quiero que tú estés bien y no te encuentres incómoda.
- Gracias Isaac. – Me levanté y le abracé.

Después del abrazo, Isaac salió de mi habitación. Oí como bajaba a la planta de abajo y le decía algo a mi madre. Seguramente, le estaría diciendo que le dejara la televisión del comedor para poder montar la consola allí, y así estar más anchos.
A los pocos minutos oí que alguien volvía a subir las escaleras, y mi madre entró en mi habitación. Me comentó que se iba a ir un rato al centro comercial para ver si se compraba algo de ropa, ya que últimamente había perdido bastante peso y todo le estaba algo grande.

Miré el reloj. Eran cerca de las seis de la tarde. Me levanté de la cama porque aún seguía tumbada encima de ella. Me arreglé un poco el pelo en el espejo, y después de coger algo de dinero y de metérmelo en el bolsillo del pantalón, bajé al salón para irme lo más rápidamente posible. No quería encontrarme con Edgar y Ben en mi casa. No sabría qué hacer ni qué decir.

Me despedí de Isaac y salí de casa. Cerré la puerta a mis espaldas. Respiré hondo un par de veces y comencé a andar. Pensé en como actuaría al llegar a casa, ya que Edgar y Ben seguro que aún estarían allí.

Enseguida llegué al parque. Cynthia ya se encontraba allí, sentada en uno de los bancos con las piernas cruzadas mientras veía, distraídamente, como jugaban dos niños. En cuanto me vio, se levantó casi de un salto y se acercó a darme un abrazo. Yo se lo respondí.

- ¿Hace mucho tiempo que estás esperando? – le pregunté.
- ¡Que va! Hace unos cinco minutos o por ahí. – me sonrió. - ¿Quieres que vayamos al centro comercial y ahí nos tomamos algo?
- Prefiero que no. – le respondí.
- ¿Y eso? ¿Qué ocurre? – preguntó preocupada y a la vez intrigada.
- Es que mi madre está allí de compras, y no me apetece que me vea.
- Ok. Pues… ¿vamos a algún bar cerca de aquí? Conozco uno que no está muy lejos, es bastante barato y suelen haber estudiantes.
- Vámonos a ese. – contesté contenta.

Nos pusimos en camino. Cynthia andaba de forma despreocupada, pero a la vez sexy, sensual y coqueta. Yo, en cambio, no andaría así en la vida, ni aunque me lo propusiera. Esa forma de andar era natural, no aprendida en una academia de modelos.

En breves llegamos al bar. Tenía un nombre bastante peculiar: Tomato. Le pregunté a Cynthia si conocía la historia del nombre, pero ella contestó negativamente.

Entramos de forma decidida. El bar estaba bastante concurrido, aunque había un par de mesas vacías hacia el fondo del local. Hicimos un par de señas al propietario del Tomato, para ver si nos podíamos sentar en alguna de las mesas vacías. El hombre, con un gesto del brazo, nos invitó a sentarnos.

Una vez sentada miré a ambos lados de la mesa en la que estábamos acomodadas. Todo el bar estaba lleno de adolescentes conversando alegremente mientras se tomaban algo, tanto para beber como para comer.

- ¿Qué pedimos? – me preguntó Cynthia. El camarero acababa de llegar a la mesa.
- Yo quiero una cerveza. – hacía tiempo que no bebía una y me apetecía.
- Y a mí ponme otra, Robert. Y unos cacahuetes, por favor.
- Marchando dos cervezas y un plato de cacahuetes para las señoritas. – dijo gritando mientras se alejaba de la mesa.
- ¿De qué conoces al camarero? – pregunté intrigada.
- No pienses que me he liado con él ni nada por el estilo, ¿eh? – aunque no me hubiera extrañado nada, porque Robert era un chico joven y bastante guapo, aunque algo mayor que nosotras. Tendría sobre unos veinte o veintiún años. – Es que vengo bastante a este bar.
- ¡Ah! Ya me estaba imaginando lo peor. – las dos reímos sonoramente.
- Aquí tenéis, chicas. Y este plato de patatas corre por cuenta de la casa. – dijo dejando las cosas encima de la mesa.
- Gracias. – contesté.

Bebí de la cerveza que Robert me acababa de traer. Estaba fría y sentaba muy bien. Aún hacía bastante calor y se agradecía algo frío.

Cynthia cogió una patata y se la metió en la boca. La masticó sensualmente. ¡Aquella chica tenía encanto para hacer cualquier cosa! No me extrañaba, para nada, que se llevara a todos los chicos de calle.

- ¿Y el sábado que vamos a hacer? – le pregunté después de estar un par de minutos en silencio y pensando en lo que podría hablar con ella.
- Pues ni idea, la verdad. Pero supongo que lo mismo de todos los sábados. Iremos al parque a hacer botellón y luego al Diamonds.
- Siempre lo mismo y con la misma gente. – dije con cara de poco agrado. Enseguida, al decir la misma gente, me vino a la cabeza la imagen de Edgar y también la de Fanny.
- Claro, pero… ¿qué quieres que hagamos?
- Ni idea, pero algo diferente, para ir cambiando.
- Yo llevo un año y pico haciendo lo mismo todos los sábados y aún no me he cansado. Y tú que tan solo llevas cuatro días…
- Hay gente para todo, ¿no? – ella asintió. Bebí cerveza. El último trago que me quedaba en el vaso.
- ¿Pedimos otra? – Cynthia, al igual que yo, también se había bebido toda la cerveza.
- No hace falta, chicas. – acababa de llegar Robert y había dejado encima de la mesa otras dos cervezas.
- ¿Y esto? – le pregunté.
- Os invita aquel chico de aquella mesa. – dijo señalando una mesa que estaba al principio del bar.
- Vale. Gracias. – le contestó Cynthia y Robert se marchó llevándose los vasos vacíos. - ¿Y quién es ese chico? ¿Le conoces? Porque yo no. – dijo mientras se giraba para volver a ver al chico.


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