miércoles, 25 de noviembre de 2009

¿Vergonzosos los chicos? NO.

Abrí los ojos. Vi como por la ventana de mi habitación aparecía un rayo de sol que iluminaba mi cama. Me levanté a trompicones, mientras abría mi armario en busca de algo que me acomodara ese día. Cogí una minifalda vaquera que me gustaba mucho como me quedaba. Rebusqué entre mis camisetas una que me quedara al son con la falda. En los pies, las primeras chanclas que vi cerca de la cama y que conjuntaran con la camiseta.
Bajé al salón, y como siempre, mi madre ya no estaba. Isaac estaba echándose en un vaso un poco de zumo. Le pedí que por favor, me pusiera uno a mí también. Él asintió algo malhumorado. Poco después apareció Carla por la cocina, con un conjunto que dejaba sin respiración. Hasta Isaac paró de echar el zumo en el vaso para poder observarla mejor. A Carla le encantaba llamar la atención. Cuanta más gente le mirara, mejor se sentía. En cambio yo, no me encontraba a gusto si sabía que alguien se estaba fijando en mí. Pero claro, cada persona es diferente.
Carla me quitó el vaso de zumo que Isaac me había preparado para mí. Le eché un bufido, y Carla con una sonrisa en la boca, desapareció de la cocina. Sin decir nada, cogí el cartón de zumo y me eché en un nuevo vaso. Isaac, mientras, cogía un par de galletas y se las metía en la boca sin apenas masticarlas. Le miré asustada cuando empezó a toser, pero enseguida me tranquilicé cuando me di cuenta de que lo había hecho aposta.

Carla salió por la puerta de casa cuando Eric llamó desde fuera tocando el claxon de su coche. Isaac, que aún se encontraba conmigo en la cocina, salió corriendo hacia el exterior de la casa, mientras Carla montaba en la parte del copiloto. Vi desde la ventana de la cocina, que Isaac y Eric entablaban una conversación entretenida. Isaac sonrió a Eric, y en un par de pasos estaba de nuevo en la cocina. Me dijo que cogiera las cosas porque hoy íbamos a ir al instituto en el coche de Eric. Me extrañé bastante, porque nunca me había montado con él. Me resultó algo raro que Eric hubiera accedido a la petición de Isaac.
Cogí mis cosas de la habitación y salí hacia el coche de Eric. Cuando éste me vio, me saludó con la mano. Yo, simplemente sonreí sin saber que más hacer. Me monté detrás del asiento de Carla, mientras que Isaac lo hacía detrás del de Eric.
En tan solo un par de minutos nos encontrábamos enfrente de la puerta del instituto. Era muy fácil llamar la atención con ese coche, ya que tan solo el ruido del motor hacia que todo el mundo se girara. Bajamos todos del coche, y después de que Eric lo cerrará con el mando a distancia poniendo a la vez la alarma, nos fuimos dentro del instituto.
Cuando iba hacia la clase, me topé con Fanny y sus amigas. No me dijeron nada, tan solo intercambiamos un par de miradas que podían hablar por si solas. Después de haber arreglado todo con Edgar, ya estaba mucho más tranquila. Esperaba que éste no le contara nada a Fanny, ya que o si no podía crearme serios problemas.

En clase, Edgar y yo no intercambiamos ninguna palabra. Él estaba concentrado en sus problemas de matemáticas. Esos problemas en los que yo, el día anterior, le había ayudado a hacer. Me sentía orgullosa de poder ayudar a alguien, y más si ese alguien era el chico que me gustaba. De repente, me volvió a pasar por la cabeza Eloy, ese chico tan guapo que había conocido el sábado anterior. No había tenido noticias suyas. Me entristecí. Cogí el móvil que tenía guardado en el bolsillo pequeño de la mochila y le escribí un mensaje en un par de minutos:
“Hola Eloy. ¿Cómo estás? Hace un par de días que no tengo noticias de ti, y como me dijiste que me llamarías… Espero que estés bien. Tengo ganas de verte. Un beso.”
Enviar. Le acababa de enviar ese mensaje a Eloy. Estaba segura de que me contestaría, pero no sabía cuando podía aparecer la respuesta en mi móvil.
Enseguida se hizo la hora de salir al recreo. Junto con Auro y Nanni, nos fuimos las tres a la cafetería. Quería que Auro me contara todo lo que había hablado con Isaac la tarde anterior por el Messenger.
- Pues hablamos de… cosas. – dijo Auro sin contarnos detalles.
- Ya, pero… ¿de qué cosas? – dijo Nanni intentando sonsacarle algo.
- Pues de… cosas. – volvió a decir Auro.
- Venga, Auro, no te hagas la interesante, que te conocemos. Cuéntanos en que quedasteis. – dije mientras me acomodaba en la silla dispuesta a escuchar la historia con la que Auro nos deleitaría en un par de segundos.
- ¡Vale! – dijo contenta. – Resulta que no me hablaba porque le daba vergüenza, cosa que no entiendo, pero bueno.
- Así son los tíos. – Nanni se recostó en la silla. – Para liarse con una tía no son nada vergonzosos, pero cuando resulta que tienen que hablar con ella, si. ¡Ay…! Nunca los he entendido, ni los entendiendo, ni los entenderé jamás.
- Como mierda los vas a entender N, ¡tan solo tienes 15 años! Anda que no te queda a ti cosas por vivir y por aprender. – no le hizo mucha gracia a Nanni que le dijera esas palabras, pero era la verdad.
- Sigo con la historia, si me dejáis claro. – Nanni y yo asentimos. – También me dijo que le gustaría que habláramos más a menudo, porque quiere intentar algo conmigo, pero quiere que nos conozcamos primero.
- Me parece lógico. Si cuando quiere, mi hermano es muy bueno.
- Si, cuando quiere. – dijo Nanni mientras se levantaba e iba hacia la barra de la cafetería. Vimos como pedía un par de piruletas, y nos las trajo. Le agradecimos el gesto que acaba de hacer con nosotras.

Giré mi cabeza hacia la mesa en la que estaban Edgar, Isaac y los demás. Como siempre, hablaban animadamente mientras las chicas intentaban hacerse de notar para que los chicos les prestaran algo de atención. Eric estaba sentado al lado de Carla, aunque entre ellos no hablaban. Ni siquiera se miraban. Ben, en cambio, no le quitaba el ojo de encima a Cynthia. Se le notaba que de verdad le gustaba. Ella, por el contrario, hablaba con Dafne de algún tema que era interesante para las dos. Seguramente Dafne le estaría contando que estuvo con Dani el día de la fiesta en casa de los abuelos de Edgar. Después de tres días, aun se hablaba de la gran fiesta que Edgar había hecho.

- Leire… ¡LEIRE! – Nanni me acababa de chillar en mitad de la cafetería. Un par de chicos que estaban cerca de nuestra mesa se giraron.
- ¿Qué quieres? – dije sobresaltada.
- Que te está vibrando el móvil. – el teléfono, que estaba encima de la mesa, había empezado a moverse.

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