martes, 2 de marzo de 2010

Me alegro de verte.

Al salir vi a Nanni que venía hacia mi casa. Le hice un gesto con la mano, y vino casi corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio un abrazo.

- ¡Leire! ¡Que ya es sábado!
- Si, lo sé, N. Estoy nerviosa, me tiembla todo el cuerpo.
- Vaya tonta estás echa. Hoy no es para pasar nervios, hoy es para divertirse.
- Sí, sí. Pero no puedo remediarlo. Pienso en que le voy a decir a Edgar que si y unos escalofríos me recorren todo el cuerpo.
- ¡Ay! Me va a dar algo. – Nanni se abalanzó sobre mí y me abrazó de nuevo.
- Por cierto, os es el día en el que te vas a lanzar a Eric, ¿eh? Me lo prometiste el día de la película en mi casa.
- Hombre, claro. Pero siempre que vea la situación correcta.
- No te preocupes que sino la ves, ya te la busco yo. – las dos reímos nerviosamente.

Nos encaminamos hacia la casa de Auro. Nanni también llevaba una mochila, en la que supuse que llevaba todo la ropa de esa noche, así como el maquillaje adecuado.

Llegamos por fin a casa de Auro. Llamamos a la puerta, pero no nos abrió ella, sino su hermano Hugo.

- Hola chicas, ¿cómo estáis? Pasad, pasad. – se apartó hacia un lado. Entramos las dos y dejamos las mochilas en el comedor.
- Bueno, Hugo, un beso que no te he dicho nada. – dijo Nanni. Se acercó a él y le dio dos sonoros besos, y después un abrazo. Ellos habían estado saliendo, y aunque cortaron y luego estuvieron un par de días intentándolo, habían acabado como muy buenos amigos, y se apreciaban mucho.
- Cuñada, ¿no me vas a dar tú también dos besos? – me sonrojé. Cuñada. Si lo de Carla y Hugo salía bien, yo sería familia de Auro.
- Claro que sí. – me acerqué a él y le planté dos besos en la cara. Él sonrió.

Auro apareció por la puerta tan solo unos segundos después. Echó a su hermano casi a patadas de allí, aunque nosotras le dijimos que no nos molestaba, que si quería se podía quedar, aunque Auro insistió en que lo mejor era que se fuera. Hugo, con cara de mosqueo, se fue a la ducha.

- Chicas, lo mejor va a ser que bajemos ya a comprar las bebidas y eso, no vaya a ser que nos cierren el supermercado, y entonces ya tenemos la noche arreglada.
- De acuerdo. – dije yo.

Bajamos al supermercado que Auro tenía cerca de casa, que era al que normalmente solía ir yo a comprar. Antes de ir a la sección de bebidas, pasamos por la sección de congelados, y cogimos un par de pizzas. “Esto para cenar” dijo Auro. Nanni cogió un par de bolsas de papas. “Esto para acompañar a la cena” añadió. Todas reímos.
Pasamos por delante de las bebidas y nos paramos en seco. Miramos todas las clases de bebidas que había.

- ¿Qué os apetece? – preguntó Auro.
- No sé, a mí la verdad es que me da igual. Bueno no, no me da igual. Whisky y Ron no quiero, por favor, que luego al día siguiente estoy para que me tiren a la basura.
- Vaya, justamente lo que me gusta a mí. – era la voz de un chico. Nos giramos las tres y allí estaba Dani, con su típica sonrisa pícara y esa mirada que hacía a cualquier chica estremecerse.
- Hola Dani. – dije yo y enseguida me abalancé a darle dos besos y un abrazo. No había tenido mucha relación con él, pero el poco tiempo que habíamos compartido juntos me había creado cierta confianza.
- Hola guapetona, ¿cómo estás? Cuanto tiempo sin verte, joder. Y cada vez estás más guapa, ostia. – me sonrojé. Me volvió a abrazar.
- Eso es porque me ves con buenos ojos. – los dos reímos. Pero una tos provocada cortó nuestra juerga.
- Hola primo, que ni saludas a la familia. – dijo Auro.
- Que pesada eres, primita. Siempre quieres que te salude la primera, y te veo casi todos los días. Pero no te me pongas celosa, anda, que sabes que eres mi prima favorita. – sonrió pícaramente dejando al descubierto sus perfectos dientes blancos. – Nanni, que a ti no te he dicho nada. Vaya, tú también estás guapísima. – Nanni también se sonrojó. – Madre mía, si es que ahora las niñas de quince años sois guapísimas y tenéis un cuerpazo. ¡Como me gustaría volver a tener vuestra edad! – todas reímos nerviosamente, aunque sabíamos de sobra que Dani nunca se fijaría en unas chicas como nosotras. O por lo menos, eso era lo que pensábamos. Fanny era la excepción.
- Oye, Dani, ¿nos harías un favor muy grande? – dijo Auro.
- Pide por esa boquita, prima. – contestó él.
- ¿Nos podrías comprar tú la bebida? Es que puede ser que nos pidan el carnet y…
- Vale. Venga elegir la que queráis. Yo mientras voy a coger unas cosas que me ha pedido tu tía. Ha tenido todo el día para mandarme, y me lo tiene que decir ahora. Si es que… - Dani se alejó.
- ¿Y ese abrazo con Dani? – preguntó Nanni mientras me cogía del brazo.
- Tía, un abrazo sin más. Le tengo mucho cariño. Se ha portado bien conmigo.
- Pues porque sé que esta noche le vas a decir a Edgar que si, sino hubiera pensado que esta noche querías algo con él.
- ¿Estás loca? ¡NO! – dije yo casi chillando. Varios chicos que estaban por allí también mirando varias botellas, se giraron al oír mi sonoro “no”.
- Vale, vale. No hace falta que chilles, loca. – las tres reímos. – Bueno, ¿qué cogemos?
- Yo por mí Vodka. Es lo único que he probado y sé que me gusta. – dije.
- Vale, por mi bien. Aunque en esta vida hay que probar cosas nuevas, L. – dijo Nanni pícaramente.
- Muy bien. – Auro cogió la botella de Vodka.

Cogimos también una botella de fanta de naranja, algunos vasos de tubo y una bolsa de hielo. Fuimos de nuevo a la sección de bebidas alcohólicas, ya que era allí donde habíamos quedado con Dani. Y cuando llegamos, allí estaba él. En una mano una botella de suavizante, y en la otra una botella de Ron que acababa de coger. Con un gesto de cabeza, nos acercamos a él y nos fuimos hacia la caja que nos parecía que estaba más vacía, pero que al final era la que más lenta iba. Es la ley del supermercado. Da igual en la caja que te pongas, resulta que esa siempre va a ser la más lenta. Y no se te ocurra cambiarte, porque entonces en la que estabas antes irá más rápida que en la que te acabas de poner. Sí, eso es así.
Pusimos todas las cosas encima de la cinta transportadora. Pasó todos los productos, pero al llegar a las botellas, pidió a Dani que por favor le enseñará el carnet. Dani, para dejar a la cajera en una mala situación, y a la vez quedar bien delante de nosotras, sacó el carné de conducir, en vez del DNI. La cajera lo miró con cara de asco y le devolvió el carnet.
Una vez fuera del supermercado, Dani nos dio las botellas con los hielos y los vasos, así como las pizzas para cenar, y nos despedimos de él hasta esa misma noche.

Subimos a casa de Auro. Hugo ya había salido de la ducha, y se estaba arreglando el pelo para esa noche.

- Oye, nosotras nos vamos a poner a hacer la cena ya, así luego nos podemos arreglar tranquilamente. – le dijo Auro a su hermano.
- Vale, de acuerdo. Yo me estoy arreglando ya, porque sé que luego no me vais a dejar usar el baño.
- He comprado pizzas para cenar. – añadió Auro.
- Vale. Pues guardarme un par de trozos. Aunque creo que también me haré algo más.
- Lo que quieras. Por cierto, nos hemos encontrado al primo Dani en el supermercado.
- ¿Sí? ¿Qué os ha dicho? – preguntó mientras se giraba para mirarnos a las tres.
- Nada importante. Dice que esta noche también iba a ir al botellón del parque. Y, por cierto, ha sido él quien nos ha comprado las botellas, por si nos pedían el carné.
- La bebida, la bebida…
- ¿Pero qué dices? ¡Sí tú también bebes!
- Sí, pero yo no tengo 15 años.
- ¡Uy! Habló el mayor. ¡Tshh!

Auro salió del cuarto de baño, y Nanni y yo le seguimos. Entre los tres preparamos las dos pizzas que habíamos comprado, guardándole a Hugo la mitad de una. Después, para que la madre de Auro no se enfadara, lavamos los pocos platos que habíamos utilizado entre las tres, y nos fuimos a la habitación a arreglarnos.

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