jueves, 27 de agosto de 2009

LLegada a la fiesta

Arrancó el coche. Enseguida puso música a un volumen algo elevado. Pero a mí eso no me importaba. Me encantaba escuchar la música alta. Y más ese tipo de música: house. Auro, que la tenía a mi lado, me cogió de la mano. Yo le sonreí.
- ¿Cómo estás? – me dijo.
- Muy bien. Tenía unas ganas que llegara ya este día…parece mentira que por fin estemos de camino al campo de los abuelos de Edgar.
- Vaya que sí. – dijo Nanni que había oído lo que había dicho.

Cogí las gafas de sol que llevaba en la otra mano, y me las puse. Vi como Dani me miraba por el espejo. Yo agaché la cabeza. Hugo bajó el volumen de la música.
- Chicas, ¿cómo vais por ahí detrás? – preguntó.
- Muy bien, gracias. – dijo Nanni.
- Por cierto, haber lo que hacemos hoy, ¿eh? Que miedo me dais.
- Hugo, por favor, ni que fueras la mamá. – dijo Auro. – Haremos lo que hace todo el mundo: beber hasta no saber lo que hacer. – las tres nos empezamos a reír exageradamente. Hugo se giró y miró a Auro fijamente con cara de enfadado. – Es broma, tete. Solo beberemos hasta ir de lado a lado. – Auro sonrió poniendo una cara graciosa. Hugo, al verle la cara, sonrió también.

Dani subió de nuevo la música. El camino se me pasó volando. La casa de campo de los abuelos de Edgar estaba a tan solo media hora de mi casa. En la entrada pude observar como los coches estaban aparcados. Por lo menos habría unos diez coches, y según dijo Dani, aún faltaban por llegar cinco más. El coche de Eric estaba aparcado debajo de un árbol. Dani hizo lo mismo.
Bajamos del coche. Dani abrió el maletero del coche. Yo cogí mi mochila, y una bolsa con dos botellas de vodka. Los chicos llevaban las cervezas, que pesaban más. Las chicas, cogieron lo que faltaba.
Pasamos una verja que separaba el terreno de la casa del exterior. Al pasar esa verja vimos la casa rodeada de un amplio espacio. Aquí se encontraba la piscina. Rodeamos la casa, y fuimos a la parte de atrás de esta. Había como una especie de mesa muy larga donde habían puesto toda la bebida en cubos llenos de cubitos de hielo para que estuviera fresco a la hora de beberlo. Había muchísima gente. A la mitad ni la conocía. Nanni me cogió del brazo. Yo sentía algo de vergüenza. Suerte que llevaba las gafas y no se me notaba demasiado.
Entre la gente reconocí una voz que nos llamaba. Era Edgar. Iba con un bañador similar al de Isaac, y sin camiseta. Nunca lo había visto con el torso descubierto. Se notaba que iba al gimnasio, porque tenía marcados todos los músculos del pecho.
- Hombre, ya habéis llegado. – dio la mano a Dani y Hugo. – Dejad las cervezas en algún cubo que haya cubitos, y sino caben, entrad a la casa y dejarlas en la nevera. - Hugo y Dani le hicieron caso. – Pero si aquí han venido también mis amigas de clase. – dijo sonriendo. Se notaba que llevaba algunas cervezas de más.
- Hola Edgar. – dijo Nanni y Auro al unísono, y fueron a dejar las bolsas dentro de la casa.
- Hola. – le dije agachando la cabeza. Se acercó a mí.
- Tú eres la chica que estaba esperando. – me dio un beso en la mejilla que fue bastante sonoro. - Por cierto, creo que yo también tengo que ir a ponerme las gafas de sol, porque con estos ojos…
- No, si ya se te ve. – dije mientras le daba una palmada en la espalda.

Se alejó. Me quedé viendo el panorama que se acercaba. En este tipo de fiestas reinaba el alcohol, y todo lo que podía pasar en ellas era por el efecto de éste. Entré en la casa a dejar mi mochila. Cuando salí Auro y Nanni ya llevaban en la mano una cerveza. Les pregunté de donde la habían cogido, y fui a por otra. La verdad es que tenía algo de vergüenza, a penas conocía a nadie y me sentía algo retraída. Me bebí la cerveza casi de un trago. Quería que la vergüenza que estaba sintiendo en ese momento desapareciera lo antes posible. Mis amigas me imitaron, y se bebieron la cerveza enseguida. Fuimos a por otra.
Subimos a la piscina. Había muchísima gente, pero yo ya iba algo contenta y no me daba tanta vergüenza. Nos pusimos en el césped. Dejamos las cosas, nos quitamos la ropa y pusimos las toallas extendidas. Nos tumbamos. Mientras hablábamos, tomábamos el sol.
A los pocos minutos ya estábamos en el agua, porque hacía demasiado calor como para estar fuera tomando el sol. Alguien había dejado en la piscina una colchoneta. Sin pensárnoslo dos veces, la cogimos y yo me tumbé encima. A los pocos minutos, mis amigas se salieron de la piscina, pero yo permanecí en la colchoneta. De repente noté como alguien se apoyaba. Giré la cabeza y vi a un chico. Y para que mentir, era de los más guapos que había visto en mi vida. Aunque tenía los ojos marrones y rasgados, su mirada transmitía algo que me encantaba. Me sonrió.
- Hola. – me dijo.
- Hola. – le respondí algo nerviosa, aunque no sabía por qué.
- Soy Eloy, ¿y tú?
- Yo soy Leire. – intenté bajarme de la colchoneta, pero como era bastante torpe, me resbalé. El chico que acababa de conocer, que fue más rápido que yo, me cogió de la cintura para que no cayera de golpe al agua, y me dejó caer poco a poco en el agua hasta que hiciera pie. – Gracias. Es que soy muy torpe.
- No pasa nada. Por cierto, tienes un bonito nombre. Leire…me gusta. – sonrió.
- Gracias. – me sonrojé.
- ¿Y tú de que conoces a Edgar? Porque claro, si estás aquí es porque lo conoces, ¿no?
- Sí. Va conmigo a mí clase, lo que pasa que nunca me había invitado a esta fiesta. ¿Y tú? ¿De qué lo conoces?
- Bueno, yo no lo conozco mucho, pero viene muy a menudo a mi casa porque se junta con mi hermano, y claro, me ha invitado también.
- ¿Quién es tu hermano?
- Bueno, no sé si lo conocerás. Se llama Ben. – claro que lo conocía.
- Si, si lo conozco. También va conmigo a mi clase.
- Pues nunca me había dicho que en su clase hubieran chicas tan guapas como tú. – me volví a sonrojar.
- Gra, gracias. – tartamudeé.
- Bueno, voy a ver si me cojo una cerveza o algo, que tengo sed. Espero verte luego, Leire. Tenemos que terminar esta conversación.
- De acuerdo. Hasta luego Eloy.

Se fue. Me quedé un rato más en la piscina, pero enseguida me salí. Fui hacia mi toalla, pero mis amigas no se encontraban allí. Era extraño, porque siempre que se iban me avisaban. Ojeé por los alrededores por si las veía, pero nada. No estaban. Me puse los pantalones y me fui hacia la cocina de la casa dejando allí las toallas. Allí tampoco estaban mis amigas. ¿Dónde podrían estar? Seguí buscando por toda la casa, pero fue en vano, ya que no las encontré.

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