martes, 5 de mayo de 2009

¿Y ese ruido?

Hugo era un chico muy simpático. Estuvimos hablando con él durante toda la comida. La pequeña Jenny comió antes que nosotros, y después se fue un rato a dormir la siesta. Mientras, los cuatro intercambiábamos anécdotas e historias que nos habían ocurrido. Al final supe que Hugo y Nanni habían tenido una especie de rollo en el verano. No duró mucho, pero si lo suficiente para que aún quedara en sus ojos una especie de brillo cada vez que se miraban. Estaba segura de que aún sentían algo el uno por el otro.
Después de comer estuvimos viendo una película que Hugo había alquilado recientemente del video club. No me gustó mucho porque era de miedo, pero gracias a ella, Hugo estuvo toda la película cogiendo a Nanni, porque ésta, al igual que yo, chillaba en cada susto de la película.
Sobre las seis de la tarde, vi conveniente irme. Nanni hizo lo mismo. Cuando íbamos por la calle no pude contenerme y le pregunte:
- A ti te sigue gustando Hugo, ¿verdad?
- No es que me guste, porque tú sabes que a mi el que me gusta es Eric, pero me agrada cuando me coge y se preocupa por mí. Me hace sentirme querida.
- ¿Y por qué no lo vuelves a intentar con él? Porque a él se lo nota que aún siente algo por ti, no se qué, pero algo seguro.
- No sé, ya veremos. Deja que pase unos días y que esté más con él, a ver que pasa.

No comenté nada más al respecto. Aunque ella me había dicho que no sentía nada por él, yo sabía que algo si había, porque sino la segunda contestación no me la hubiera dado. Pero no la quería atosigar. Quería que fuera ella la que aclarara sus sentimientos sin ayuda de nadie.
A medio camino me despedí de Nanni, y ella se fue hacia su casa. No vivíamos lejos, a tan solo unas calles.
Cuando llegué a casa, mi madre no estaba. Supuse que se había ido a casa de Rita a tomar un café. Es lo que solía hacer los fines de semana. Eran muy buenas amigas. Se conocieron en el instituto cuado estudiaban, y ahora era inseparables. Pasaban dos tardes juntas a la semana: se reían, se divertía, contaban sus penas y para casa. Me parecía bien, porque así mi madre se desahogaba.
Subí a mi habitación. Toda la planta de arriba estaba completamente en silencio, y eso era demasiado raro teniendo en cuenta que se trataba de mi casa.
Entre abrí la puerta de la habitación de Carla. Estaba durmiendo. Era lógico, después de la fiesta de ayer debía estar agotada.
En ese momento oí un ruido en el salón. Bajé corriendo, pero allí no había nadie. Me mosqueé un poco, porque el ruido había sido bien sonoro.

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