Entré de nuevo al pub. Todo el mundo seguía en la pista bailando, excepto Nanni y Auro que se encontraban en una de las mesas hablando. Me hice paso, como pude, entre la multitud y me senté con ellas.
- Hola chicas.
- Hola Leire. – me dijo Nanni. - ¿Cómo estás? Me acabo de enterar de lo que te ha dicho Edgar. ¡Pero te has perdido lo mejor! Auro ha entrado toda rabiosa y le ha pegado cuatro gritos a Edgar. ¡Se ha quedado de piedra! No sabía qué decir. – Auro sonreía victoriosa.
- ¿Enserio? – pregunté, aunque sabía de sobra la respuesta. No conocía a Auro de mucho tiempo, pero sabía lo que era capaz de hacer.
- Te lo juro. – dijo Nanni. – Ha estado fabuloso. Por cierto, ¿cómo estás? Que antes no me has contestado.
Les conté todo lo que me había pasado fuera: lo que Fanny me había dicho, lo de Eloy y todo lo demás.
- Y eso ha sido todo. ¿Y tú qué, Nanni? Antes hemos ido al baño y parece ser que te hemos pillado muy ocupada.
- Sí, bueno… - dijo la aludida.
- ¿Cómo que sí, bueno? – gritó Auro. - ¡Te estabas comiendo la boca con Eric!
- ¡Tshh! Calla. – dijo Nanni mirando a su alrededor. Auro había elevado demasiado el tono. – No quiero que se entere nadie.
- ¡Pero si te ha visto todo el mundo!
- Eso no es verdad. Solo me habéis visto vosotras.
- No creo. Te habrá visto todo aquel que haya ido al baño, lo que pasa es que no se habrán atrevido a pasar para no interrumpiros, como nosotras.
Nanni miró a Auro, y después a mí, pero no añadió nada más. Miré al suelo. Auro se dio cuenta y me dio un beso en la mejilla. No dijo nada más, ya que con ese beso sobraban las palabras.
Desvié la mirada hacia la pista de baile. Carla y Hugo bailaban alegremente los dos juntos; Eloy y Dafne estaban en la barra y hablaban entre besos y abrazos; Cynthia y Ben salían ese mismo momento fuera del pub; y Fanny y Edgar estaban sentados en otra mesa. Ella le estaba contando algo, pero Edgar solo hacía que dar caladas a un cigarro que se acababa de encender. ¿Cómo puede cambiar tanto una persona en tan solo un par de horas?
Me costaba comprender e intentar asimilar todo lo que había ocurrido. No entendía por qué no me había dejado explicarle lo de Eloy. Seguramente se lo hubiera aclarado, y todo se habría arreglado. A saber lo que le había contado Fanny. Seguro que había tergiversado toda la historia. De eso estaba segurísima. ¿Cómo podía ser así? Simplemente, porque en este mundo tenía que haber de todo.
- ¡Leire! ¿Estás o no estás? – Nanni me estaba hablando. Salí de mis pensamientos sobresaltada.
- Sí, estoy. Lo siento. Estaba pensando en otras cosas.
- Ya, nos hemos dado cuenta. Bueno, nosotras nos vamos a ir ya a casa. ¿Tú qué vas a hacer? – preguntó Auro. – Mi hermano me está haciendo señas en plan de que se va, por lo que supongo que tu hermana Carla también.
- Pues no sé lo que voy a hacer, chicas. No quiero irme sola a casa, pero es que no sé donde está Isaac. ¿Lo habéis visto? – miré a Auro.
- A mí no me mires. No me ha hecho caso en toda la noche. Y hace bastante tiempo que no lo veo por aquí. – miró de nuevo a Hugo, que estaba en la pista de baile y seguía haciéndole señas. – Bueno, lo siento chicas, pero yo me voy ya. Os llamo mañana para ver que tal lleváis la resaca post-fiesta. – sonrió.
- Adiós. – contestamos Nanni y yo a la vez.
Auro se fue hacia donde estaban Hugo y Carla. Mi hermana se despidió de mí con la mano. Lo mismo hizo Hugo y, más tarde, Auro. Esperaba encontrar a Isaac, o me tendría que ir sola a cada.
Nanni recibió un mensaje en el móvil. Lo miró, y una sonrisa apareció como por arte de magia en su cara.
- ¿De quién es el mensaje que acabas de recibir? – pregunté.
- Es de Eric. Me ha dicho que no va a tardar mucho en irse, pero que antes quiere hablar conmigo. No sé que querrá decirme.
- Yo si lo sé. Puede ser que quiera despedirse de ti porque hasta el lunes no te va a ver.
- No sé yo que decirte. Esto de hoy ha sido otro lio más, como el de la fiesta de Edgar. El lunes, él volverá a pasar de mí, como siempre y todo volverá a la normalidad.
- Eso no lo sabes, N.
- Tía, lo conozco. Sé cómo es Eric. Bueno, las dos sabemos cómo es Eric.
- Sí, pero no sé… a veces sorprende.
- Eso es verdad. Bueno, pues me voy fuera. Pero, ¿y tú? ¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a quedar aquí sola?
- No, ahora buscaré a Isaac y nos iremos a casa. No te preocupes por mí.
- ¿Enserio, L? Que a mí no me sabe mal. Le digo a Eric que luego nos vemos y ya está.
- Que no, que no. Tú vete. No sufras por mí. De verdad.
- Bueno… si pasa algo mándame un mensaje al móvil, ¿de acuerdo? O me llamas.
- ¡Que sí! Anda, vete ya.
Nanni me dio un beso en la mejilla y salió también del pub. Y ahí estaba yo, en una mesa, sola, sin nadie con quien poder hablar. Y encima Isaac no estaba en el pub. ¿Cómo iba a volver a casa? No quería irme sola. Era de noche y me daba un poco de miedo.
En ese momento recibí un mensaje.
NOTA DE LA AUTORA: Como sabeis, hoy empiezo a postear los martes y los jueves, por eso la entrada es algo más corta de lo habitual. Por lo demás, espero que os haya gustado. SIEMPRE VUESTRA. LEIRE.
martes, 13 de abril de 2010
En este mundo tiene que haber de todo
Escrito y publicado por Leire a las 19:33:00 13 me acuerdo de tí
martes, 6 de abril de 2010
"Y es que en el amor, cualquier cosa vale. O al menos eso es lo que dicen"
Ya podía buscar a Nanni. Allí estaba ella, junto con Eric, besándose con pasión pero a la vez con amor. Nos dimos la vuelta y nos fuimos de allí. Salimos fuera del pub.
- ¿Has visto a Nanni? Joder, como se comían la boca. ¡Qué envidia! – dijo Auro.
- Ya te digo. – añadí yo.
- ¿Tú? ¿Pero qué estás diciendo? No te hagas la tontita que te he visto perfectamente que te has besado con Dani, que te he visto.
- Sí, pero era para darle envidia a Edgar. Ha sido un sencillo beso entre amigos, nada más.
- Leire, conozco a mi primo, y te puedo asegurar que le gustas, y no es poco.
- ¡Qué va, tía! No marees, que no. Solo somos muy buenos amigos.
- Ya me dirás, ya. Avisada estás. – Auro cruzó los brazos para aparentar que estaba enfadada. Nos miramos y empezamos a desternillarnos de risa. - ¿Y qué tal besa Dani?
- Solo ha sido un beso, pero he de confesarte que besa mejor que Edgar. – las dos volvimos a reírnos.
- Lo que yo decía. Una puta. Eso es lo que eres. – la voz provenía de detrás de nosotras. Era Edgar. Me miró con cara de asco y se metió de nuevo dentro del pub.
- Me estoy cansando ya de ese gilipollas. Y me estoy cansando más aún de que te esté insultando a todas horas. Éste se va a enterar de quien es Auro. – quise detenerla, pero no pude. Fue más rápida que yo, y se metió, también, dentro del pub.
Pasaba de líos y de más líos, por lo que me quedé fuera. No quise entrar. Tenía que hacerlo, pero algo me lo impedía. Quizá la cobardía. Quizá el miedo. No sabía muy bien lo que era. Solo sé que no pude entrar a parar a mi amiga. Quizá quería que Auro le dejara las cosas claras a Edgar, porque yo sabía que no iba a ser capaz. Lo quería demasiado.
- Me encanta. – era ella. Podía reconocer su voz a distancia. Fanny dio dos o tres palmadas, en señal de júbilo. – Tu amiguita Auro le está montando el mayor pollo de la historia a Edgar.
- ¿Y qué haces aquí? ¿No deberías estar dentro defendiendo a tu querido? – contesté casi con lágrimas en los ojos, aunque pude contenérmelas.
- ¿Yo? Ya se apañará él, que ya es bastante mayorcito para arreglar las cosas solo. – se acercó algo más a mí. – Además, prefiero estar aquí, contemplando lo bien que me ha salido el plan.
- Si, Fanny. El plan te ha salido de lujo. Le has contado a Edgar que me lié con Eloy en su fiesta, aunque ya no venía a cuento. Y encima se piensa que soy una cosa que no soy. – la miré de arriba abajo. – Se ha equivocado de persona.
- ¿Estás insinuando que soy una guarra? – se acercó aún más a mí. Me dio miedo. Pero tuve el suficiente valor como para dar un paso adelante y quedarme frente a ella. Cara a cara.
- ¿Tú qué crees? – la miré desafiante.
- Puede ser. – desvió la mirada hacia arriba. – Pero soy yo la que tengo a Edgar. – me miró de nuevo a la cara. – Fanny uno, Leire…cero.
Se dio media vuelta y entró dentro del pub. Me quedé allí, de pie, sin saber qué hacer. No quería volver dentro del pub. No quería encontrarme ni a Edgar ni a Fanny. No. No quería. Había intentado hacerle frente a Fanny, pero no había podido con ella. Me había ganado. Jugando sucio, pero me había ganado. Siempre tenía que tener la última palabra. Debía asimilar la derrota. Estaba demasiado cansada de la situación como para seguir luchando contra una persona que siempre ganaba, aunque para conseguirlo tuviera que hacer daño a miles de personas. Y es que en el amor, cualquier cosa vale. O al menos eso es lo que dicen.
En ese momento vi aparecer por la puerta del pub a Dafne. Con ella iba también Eloy. “Lo que me faltaba” pensé. No tenía ningunas ganas de hablar ni con uno, ni con el otro.
- Hola Leire. ¿Qué haces aquí sola? – preguntó Dafne.
- Estaba un poco agobiada de tanta gente, y me he salido un rato a tomar el aire.
- ¡Ah! Bueno… ¿pero no te pasa nada, no? – me volvió a preguntar.
- Que no, que no. Enserio. No te preocupes. – era mentira, pero no tenía ganas de explicarle todo lo que me había pasado.
- Vale. Yo me voy dentro a bailar otro raro, ¿te vienes Eloy?
- No, me quedo aquí un rato tomando el aire. Ahora dentro de unos minutos vuelvo a entrar.
- De acuerdo. Te espero dentro. – Dafne se acercó a Eloy y le dio un beso en los labios.
- Hasta luego preciosa.
Dafne entró adentro de nuevo, dejando a Eloy a solas conmigo. Me miró. Yo desvié la mirada. Después de Edgar y de Fanny, era con la persona que menos me apetecía hablar. En cierta manera, todo había surgido a causa de él. Si no me hubiera liado con Eloy en la fiesta de Edgar nada de esto habría pasado.
- A mí no me engañas, Leire. Nos conocemos muy poco, pero lo suficiente para saber que estás hecha polvo. Y es por lo de Edgar.
- Lógico que estoy hecha polvo. Miento. Estoy hecha mierda. No me apetece nada estar aquí, pero... ¿y qué? ¿A quién le importa eso? ¡A nadie!
- Yo he salido a hablar contigo, ¿no? Eso es porque algo me importarás.
- No, tú has salido a tomar un poco el aire, y da la casualidad de que me has encontrado aquí fuera.
- No. He salido porque he visto que después de salir tú, ha salido Fanny y Edgar. Él ha entrado de mala ostia y Fanny se ha quedado hablando contigo. Y como sé que Fanny solo hace que joderte, he salido para ver si estabas bien. Pero tú créete lo que te apetezca.
- ¿En serio? – le pregunté casi con lágrimas en los ojos.
- Claro que sí, Leire. – se acercó y me abrazó. – Que porque esté saliendo con Dafne no quiere decir que tú no me importes. Como te dije en aquella fiesta, tú eres una chica diferente a las demás, y me diste confianza. Yo te ayudé a que no te derrumbarás cuando viste a Edgar con Fanny. Y te voy a ayudar en todo, siempre que esté en mis manos.
- Gracias, Eloy. – agaché la cabeza. – Cuando esta noche te he visto con Dafne, pensé que eras un imbécil y que me habías mentido. Pero ahora sé, que eres muy buena persona y voy a poder confiar en ti.
- Por supuesto que sí, Leire. Por supuesto que sí. – me abrazó de nuevo, pero esta vez el abrazo duró algo más que el primero. - ¿Entonces estás mejor o qué?
- Sigo hecha mierda, pero menos. – no pudimos evitarlo y los dos sonreímos.
- Así me gusta. Que sonrías. Estás preciosa cuando lo haces. – volví a sonreír. – Bueno, pues me voy adentro. No quiero que Dafne se enfade conmigo. Si necesitas algo, ya sabes.
- Sí. Gracias Eloy. No te preocupes.
Eloy se dio me dio media vuelta y entró dentro. ¡Increíble! Lo que me acababa de pasar había sido increíble. Nunca había podido imaginar que, después de todo, Eloy era una buena persona. A lo mejor me había anticipado a sus actos. Podía ser. Pero después de lo que acababa de ocurrir sabía que podía contar con Eloy. En cierta manera, me alegré.
Escrito y publicado por Leire a las 19:14:00 17 me acuerdo de tí
martes, 30 de marzo de 2010
¿Sientes celos, Edgar?
Enseguida vinieron Auro y Nanni, que habían visto de cerca todo lo que había pasado. Empecé a llorar desconsoladamente.
- ¿Habéis visto lo que ha hecho? Me ha llamado zorra, y delante de todo el mundo. Me ha dejado por los suelos.
- Lo hemos oído todo, Leire. – dijo Nanni mientras me abrazaba. – No te preocupes, L. Eres fuerte y ese es un gilipollas.
- No le importas nada, Leire, sino hubiera venido a hablar contigo y no a gritarte y a ponerte en ridículo. – añadió Auro. - No le hagas ni caso. No se merece que estés así por él. No. No se lo merece.
- Pero yo le quiero. Y lo de Eloy fue solo un error. Cualquier persona puede cometer un error, y no es juzgada por ello.
- Vale, venga Leire, no te atormentes. No te comas la cabeza. No vale la pena. Ya se dará cuenta de que ha cometido un error, y de los grandes. – me dijo Auro mientras me daba un beso en la mejilla.
- Sí, pero entonces yo ya no estaré aquí. Porque lo que me acaba de hacer no se lo voy a perdonar jamás.
- ¡Así se habla, L! – dijo Nanni. – Que se entere de lo que ha perdido. Y ahora, vamos a pasar la mejor noche de nuestras vidas.
- ¡¡SÍ!! – grité. – Hoy la vamos a liar.
Cogimos la botella de Vodka que había dejado cerca del banco, y nos fuimos las tres al banco en el que estábamos antes. Allí también se encontraban Ben e Isaac. Mi hermano, al verme, no pudo resistirse y me abrazó. Se lo agradecí. Siempre hacía que me sintiera bien.
Seguimos bebiendo hasta que se nos acabó la botella. No parábamos de reírnos por cualquier tontería. Y mis amigas hablaban de temas graciosos para que yo me olvidara de todo lo que había ocurrido, aunque era imposible de olvidar. Edgar me había dejado en ridículo, y todo por culpa de Fanny. Esperaba no encontrármela en el pub al que íbamos a ir después, porque no era responsable de mis actos.
Miré el reloj. Eran las cuatro y media de la mañana. Recogimos todo lo que habíamos ensuciado en el parque, y nos dirigimos hacia el pub Diamonds. No estaba muy lejos de allí.
Cuando llegamos, Dani y Hugo, que eran los que normalmente solían ir a ese pub, fueron los primeros que entraron. Saludaron al portero, y después de hablar con él durante unos minutos, pasamos todos los demás sin ningún tipo de problema.
Dentro había muchísima gente, y eran, la mayoría de nuestra edad, aunque también había bastantes universitarios. Sonreí. Había muchos chicos guapos. A Nanni se le abrieron los ojos.
- Madre mía, si esto está lleno de tíos buenos. – dijo Nanni.
- ¡Y que lo digas! Y encima son mayores… esta noche nos vamos a poner las botas.
- Pero si vosotras tenéis a Eric y a Isaac, ¿qué más queréis? –dije yo.
- Ya lo entiendo…lo que tú quieres es tenerlos todos para ti. ¡De eso nada! Te hemos pillado. Además, Isaac y Eric no nos hacen caso, ¿no lo ves? Eric no ha hablado en toda la noche con Nanni e Isaac… ¡a penas me ha mirado! – añadió Auro. – Así que, está es nuestra noche, chicas. ¡Vamos a bailar y a dejarlos con la boca abierta!
Las tres, con paso seguro y decidido, nos pusimos en mitad de la pista de baile, y empezamos a bailar, haciéndonos espacio entre la gente que no paraba de mirarnos, aunque a nosotras eso no nos importaba. Íbamos demasiado borrachas como para que eso nos afectara.
De repente noté unas manos que se posaban en mi cintura y unas caderas que se acercaban a las mías. Empecé a contonearme, aunque no tenía ni idea de quién podía ser. Vi como mis amigas empezaban a hacerme señas y a ponerme ojitos. ¿Quién podía ser? Mi giré y ahí estaba él. Con su barba de dos o tres días y su pelo despeinado. Ahí estaba Dani con una perfecta sonrisa en la boca.
- Bailas muy bien, ¿eh?
- Gracias. Sabía que eras tú el que estaba detrás.
- Eso no te lo crees ni tú. – sonrió. Tenía razón. Pensaba que, a lo mejor, podía ser Edgar. Pero la verdad, es que me hizo más ilusión cuando vi que era Dani.
- Es verdad, me has pillado. – los dos reímos.
- ¿Te apetece algo para beber?
- No debería, pero sí.
- Pues vamos a la barra.
Me despedí de mis amigas, y me fui con Dani a la barra a pedir algo para beber. Me pedí otro cubata de vodka con limón. La verdad es que no tendría que beber más, pero esta noche era diferente. Había pasado algo que no tenía que haber ocurrido. Y tenía que olvidarlo, sí o sí.
Estuvimos hablando durante largo rato. Dani era un buen amigo mío, y durante toda la noche había intentado quitarme la mayor preocupación que tenía en la cabeza.
- ¿Cómo estás? – me preguntó cuando el camarero nos trajo nuestro segundo cubata.
- Mucho mejor. - ¡y tanto! Ya se me trababa hasta la lengua, y no era casi capaz de decir una frase entera con cierto sentido.
- Me alegro, porque ese Edgar es un capullo. No ha sabido apreciarte. – dijo pegándole un trago a su cubata. – Y hablando del rey de Roma…
- Que por la puerta asoma. – me giré y miré hacia la puerta del pub. Allí estaba él, e iba con ella: Fanny. Cogidos de la mano. ¡Increíble! Que pronto me había olvidado. – Y encima va con Fanny. ¡Como la odio!
- No eres la única que no siente cierta simpatía por ella. Yo no sé que tiene esa chica, que en vez de hacerse de querer, hace que todo el mundo le tome odio.
- Yo si sé lo que tiene, y se llama maldad. Y Edgar…no me puedo creer que me haya olvidado tan pronto. ¡Es imposible!
- ¡Claro que es imposible! Porque aún no se ha olvidado de ti.
- ¿Cómo que no? ¡Pero míralo! Pero si va cogido de la mano a Fanny.
- Si, ya lo sé. Pero esta aparentando algo que no es. De hecho, creo que lo que quiere es darte celos, para que te joda más. Porque él sabe de sobra que a ti Fanny no te cae nada bien. Y que mejor para darte envidia y que los celos te coman por dentro que ella misma. Y le está saliendo a la perfección.
- ¿Tú crees? – pregunté sin tener muy claro lo que me acababa de decir, aunque tenía cierto sentido.
- Por supuesto. ¿Quieres que te lo demuestre? – me sonrió pícaramente.
- ¿En qué estás pensando? Miedo me das cuando me miras así.
- ¿Te fías de mí? – me miró directamente a los ojos. En ese momento, Dani era una de las personas en que más me fiaba.
- Sí. – dije sin pensármelo mucho más.
Me giró un poco el taburete para que me quedara de espaldas a la barra y que estuviera enfrente de Edgar y Fanny. Él se colocó delante de mí, pero dejándome espacio para que pudiera ver en todo momento lo que hacía Edgar. Me empezó a acariciar la cara.
- Lo estás viendo, ¿no? – asentí con la cabeza. – Vale. Míralo disimuladamente, para que no sé de cuenta de que lo estás mirando. – volví a asentir.
Empezó a tocarme la pierna, pero suavemente, y de forma no muy descarado. Vi como Edgar miraba hacia el sitio donde estábamos nosotros. Disimulé mirando a Dani y haciendo como que estaba hablando con él. Dani se percató y supo enseguida que Edgar estaba atento a nuestros movimientos. Fue entonces cuando se aproximó más a mí, y lentamente se fue acercando a mi cara. Estábamos muy cerca. Yo ya no veía a Edgar. Ahora solo tenía ojos para Dani. Posó suavemente sus labios sobre los míos. Cerré los ojos. Me besó. Un beso suave, sin maldad. Un beso entre dos amigos, aunque lo que en ese momento estaba sintiendo no era amistad, sino atracción hacia Dani.
Abrí los ojos. Edgar nos estaba mirando con cara de asombro, y a la vez de enfado. Fanny quiso atraer su atracción hacia ella, pero Edgar la apartó de un manotazo, y se fue a sentarse en una mesa, junto con Isaac y Ben. Dani se separó.
- ¡Ha funcionado! ¡Ha funcionado!
- Te lo dije. Te dije que confiaras en mí, que yo de esto se demasiado. – se volvió a sentar en su silla y bebió un trago de su cubata.
- Se ha ido muy cabreado.
- Claro. Muerto de celos. Puede ser que luego me las tenga que ver con él, porque te he besado, pero bueno…es un riesgo que tengo que correr. El beso ha valido la pena. – me sonrió pícaramente. Hice lo mismo.
- ¿Por qué los tíos sois así? Vosotros os podéis liar con cualquiera para darnos celos a nosotras y eso está bien. Pero en el momento en el que lo hacemos nosotras pasa a estar mal. No lo entiendo.
- Yo tampoco, pero es así. La sociedad.
- ¿La sociedad? Pues quiero cambiarla. – Dani se rió sonoramente.
- ¿Tú? – preguntó aun entre carcajadas.
- Si, ¿Qué pasa?
- Nada. Suerte.
Después de charlar durante otro rato, nos levantamos y nos fuimos hacia el centro de la pista, a bailar junto a todos los demás. Cuando Auro me vio me dio un codazo y se sonrió. No sabía exactamente lo que intentaba decirme, pero sé que era algo respecto a lo de su primo.
Cogí a Auro del brazo y nos fuimos hacia los servicios, aunque no sabíamos muy bien donde se encontraban. Pero cuando por fin los hallamos, vimos algo que nos dejó de piedra y con la boca abierta.
Escrito y publicado por Leire a las 19:39:00 26 me acuerdo de tí
martes, 23 de marzo de 2010
Por favor, escúchame.
Miré el móvil para saber que hora era. Como no veía con claridad, tuve que cerrar uno de los ojos para poder fijar la mirada. El reloj marcaba las tres de la mañana.
- Chicas, son las tres. No tardaremos mucho en irnos, ¿no? – pregunté.
- No lo sé. ¿Es que quieres irte ya, L? – me preguntó Nanni.
- Pues… no lo sé. – todas empezamos a reírnos. – No estoy yo muy centrada esta noche. Y el alcohol ya está haciendo su efecto. – todas volvimos a reírnos. – Está haciendo demasiado efecto. – me senté en el banco. Mis amigas me ayudaron.
- Si, siéntate, anda, que no vas a aguantar mucho más de pie. – me dijo Auro mientras se sentaba al lado mío. - ¿Qué estás mirando, Nanni?
- ¿Yo? Nada. – contestó.
- ¿Cómo que nada? – Auro miró hacia donde lo estaba haciendo Nanni. - ¡Ahhh! Le estás haciendo ojitos a Eric.
- No, de eso nada. – contestó Nanni ofendida. – Es él que no para de mirar hacia aquí. Y yo aprovecho y le miro. Lo que pasa es que me aguanta la mirada.
- ¡Uy! Aquí esta noche hay rollito, lo que yo os diga. – dije.
- Yo estoy de acuerdo con Leire. – dijo Auro.
Intenté levantarme, pero me volví a sentar. Todo me daba vueltas. Auro me miró con cara de enfado, aunque no sabía ciertamente por qué.
Quería ir con Carla y con todos lo que estaban en el otro banco. Quería empezar a relacionarme con el otro grupo, como en el último botellón. Me levanté como pude, cogí la botella de Vodka con una mano, y el cubata y el bolso con la otra.
- ¿Se puedes saber a dónde coño vas? – dijo Nanni mientras cogía su cubata y me seguía.
- Al otro banco, con todos aquellos.
- ¿Y eso por qué? Aquí estamos bien.
- Si, no te lo discuto. Pero quiero relacionarme con ellos.
- Vale. – dijo Auro levantándose del banco a la vez que cogía la fanta. – Vamos para allá, pero todas. No nos tenemos que separar. Somos como las supernenas, todas juntas.
- Claro que sí. ¡Las tres juntas hasta el fin del mundo! – dijo Nanni mientras nos cogía a Auro a mí del brazo.
Con paso decidido, aunque de lado a lado, conseguimos llegar al banco donde estaban todos los demás. Cuando nos vieron, se acercaron a saludarnos, aunque a mí ya me habían visto. Carla se levantó del banco, ya que aún seguía con Hugo, y se acercó a nosotras.
- ¿Cómo está mi hermanita? – dijo con una sonrisa en la boca. – Enana, estás preciosa. Me he enamorado del vestido.
- Lo sé. Pero no te preocupes, que cuando quieras te lo presto, no tengo ningún problema. Pero con una condición.
- ¿Cuál?
- Que tú me dejes a mí los leguins y la camiseta. Te están que ni pintados.
- Anda, calla. Dejémonos ya de piropearnos. Que parece que nos llevemos hasta bien. – las dos reímos. - ¿Qué tal la noche?
- ¡Genial! – dijo Auro eufóricamente.
- Me alegro, aunque aún queda bastante noche por delante.
- Eso espero. – dijo Nanni. Carla la miró. Todas sabíamos a lo que Nanni se estaba refiriendo, aunque ninguna dijo nada al respecto.
- ¡Mira qué guapa va mi hermana! – acababa de llegar Hugo. Abrazó a Auro. Ella puso cara de desconcierto.
- ¿Ya vas borracho o qué?
- Un poquito, pero muy poco. – y empezó a reírse descontroladamente. Carla no pudo contenerse y empezó a reírse también. Segundos después, todas nos unimos a una risa colectiva.
- ¿Un poquito? Menudo pedo llevas, amigo. – dijo Nanni.
- ¡Ay, Nanni! ¿Tú sabes que yo a ti te quiero mucho? – dijo Hugo mientras se acercaba a Nanni y le pasaba un brazo por sus hombros. – Pero como amigos, ¿eh? No vaya a ser que Carla se me enfade, y me quede sin novia. – Carla se enfurruñó, pero fue Hugo y le plantó un beso en los labios. Ella sonrió.
Empezamos a hablar de cualquier cosa, y a reírnos por cualquier tontería. El alcohol corría como agua, y la gente no hacía más que beber y beber. Si mi madre estuviera ahora aquí se quedaría con la boca abierta: sus tres hijos bebiendo sin parar hasta inhibirse por completo, y uno de ellos, además, fumando, y no solo tabaco.
En ese momento, alguien me tocó el hombro por detrás. Me giré. Era Karen. Me quedé un poco extrañada. ¿Karen, amiga de Fanny, quería hablar conmigo?
- Hola Leire. – dijo con la cabeza agachada. - ¿Puedo hablar contigo?
- ¿Conmigo? ¿De qué quieres hablar? Mejor que no te vea Fanny, porque sino…
- ¿Podemos hablar en privado, por favor? Me gustaría decirte una cosa. – insistió.
- Claro. Vamos a aquel banco de allí. – nos fuimos y nos sentamos en un banco. – Dime, ¿qué quieres?
- No sé si estoy haciendo bien en decírtelo o no, porque me podría crear problemas, pero tengo que decírtelo. Yo no soy mala. Yo no soy como ella. – dijo con los ojos llorosos.
- No te preocupes, Karen, no voy a decir nada. Cuéntame. - intenté tranquilizarla. ¿Qué tendría que decirme?
- Esta mañana Fanny nos ha dicho que quería hablar con Edgar y contarle algo de ti.
- Sí, eso ya lo sabía. Pero no sé qué es lo que le va a contar, porque yo no tengo nada que ocultar.
- Hombre, ocultar no, pero… ¿hay algo que quieres que Edgar no sepa? - ¡MIERDA! Miré disimuladamente a Eloy. – Exacto. Fanny le va a contar a Edgar que en su fiesta te liaste con Eloy.
- ¿Pero cómo sabe ella eso? – pregunté interesada.
- No tengo ni idea, pero lo sabe. Y se lo va a contar. De hecho, ahora mismo puede ser que se lo esté contando. Quería decírtelo para que estuvieras preparada. Fanny es muy mala persona, y con tal de dejarte mal y de que Edgar pase de ti, es capaz de hacer cualquier cosa.
- Lo sé. – me bebí de un trago el medio cubata que aún llevaba en la mano.
- Por favor Leire, no le digas a Fanny que te lo he contado, por favor. O me hará la vida imposible. – una lágrima le recorrió la mejilla.
- Tranquila, Karen. Fanny nunca sabrá que me lo has contado. – miré hacia un lado. En ese momento, Jess y Raquel venían de detrás de unos arbustos.
- Bueno, me voy, que ya vienen mis amigas. Gracias, Leire. Espero que te vaya todo bien, porque, la verdad, es que eres una buena chica. – sonrió. Le respondí de la misma manera.
- Buenas noches Karen.
Se levantó del banco en el que estábamos sentadas y se fue con Jess y Raquel. Vi como las otras dos le preguntaban algo y me miraban. Karen sabría salir de ese interrogatorio sana y salva. Me dio pena. Karen era muy buena chica, pero estaba acorralada. No tenía escapatoria. Había elegido en su momento muy mal a sus amigas, y ahora se estaba arrepintiendo por ello. Me alegré por tener a unas amigas tan buenas y que me quisieran tanto.
Alguien se sentó a mi lado. Salí de mis pensamientos. Lo miré. La verdad es que era realmente guapo.
- ¿Qué haces aquí, Dani?
- Es que como te he visto sola, pensaba que a lo mejor te estabas aburriendo. ¿Qué te estaba contando Karen?
- Nada que pueda decirte, lo siento. Pero me ha fastidiado la noche.
- Pensaba que éramos amigos.
- Y lo somos, Dani, pero de verdad que no puedo contártelo. Se lo he prometido. Y lo que prometo, lo cumplo. Además, tarde o temprano te enterarás, estoy segura.
- Bueno…lo que quieras. Pero ya sabes, que si quieres hablar o desahogarte con alguien, yo estoy aquí para lo que necesites, ¿vale?
- Muchas gracias, Dani. Eres un buen amigo. Te lo agradezco. – sonreímos. Me abrazó. Me dejé llevar. Apoyé mi cabeza en su hombro, y me dejé que me abrazará con sus fuertes brazos. Me sentí querida. Algo que nunca antes había sentido. Ni con Edgar.
- ¡YO FLIPO! No solo te lías en MI fiesta con Eloy, sino que ahora vuelvo y te encuentro abrazada a Dani. ¡ERES UNA ZORRA! – me separé de Dani. Y allí estaba Edgar, plantado delante del banco en el que estábamos nosotros, enfadado y con mucha ira y rencor en su cuerpo.
- Edgar, no te enfades. Te lo puedo explicar todo.
- ¿QUÉ ME LO PUEDES EXPLICAR TODO? Si, ya. Yo intentado excusarme por lo de Fanny, y va y me entero, por otra persona, que tú también tuviste tu fiesta particular. Ya sé la clase de chica que eres. Y paso de estar contigo. Me das asco.
- Edgar, por favor… ¡ESCÚCHAME! – dije gritando. Todo el mundo miraba nuestro numerito.
- No tengo nada que escuchar. Ya no. – se giró. Detrás de él estaba Fanny, con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando de todo lo que estaba pasando. – Vamos Fanny. Ya no tenemos nada que hacer aquí. – Edgar la pasó un brazo por sus hombros y, juntos, se fueron hacia otro lado.
Me quería morir. Mi corazón se acababa de romper en mil y un pedazos, y Edgar los estaba pisando en cada paso que daba junto a Fanny. Dani se levantó y no dudó en abrazarme de nuevo. Pude oír un “Lo siento” proveniente de su boca.
PD: Ya lo he dicho en el Twitter, pero la entrada de hoy es la número 100.¡No me puedo creer! 100 entradas ya. Como pasa el tiempo. Solo espero que la esteis disfrutando tanto como yo escribiéndola. Un beso a tod@s. LEIRE.
Escrito y publicado por Leire a las 19:01:00 24 me acuerdo de tí
martes, 16 de marzo de 2010
Pero... ¿qué me está pasando?
Nos dirigimos hacia su banco, donde tenían todas las botellas. Allí estaba Carla y Hugo, que estaban en el banco sentados y hablando entre ellos; Dafne y Eloy que hablaban demasiado cerca el uno del otro y pude ver un beso entre ellos. Luego estaban, además, Dani, Cynthia y Eric, que conversaban de forma muy entretenida.
- ¡Ay, Edgar, Edgar! Quien te ha visto y quién te ve. - le dijo Dani dándole unas palmaditas en la espalda mientras él se preparaba otro cubata.
- Si, vaya. – dijo él sonriendo aunque falsamente.
- Con nuestra pequeña Leire. – dijo poniendo su brazo alrededor de mis hombros. – Que se nos hace mayor. – me miró y me sonrió.
- Cállate, anda. – dije pegándole una pequeña palmada en el brazo.
- ¡Ay! Que mala eres. Que a los amigos de tu novio no se les pega, ¿eh?
- No somos novios. – dije yo. Edgar me miró desconcertado por lo que acaba de decir. – No, aún no. A lo mejor al final de la noche… ¿quién sabe? – sonreí pícaramente.
Eloy, que estaba hablando entretenidamente con Dafne, se levantó a saludarme. Le di un par de besos, pero de mala gana. Me había mentido. Cuando nos besamos en el cuarto de baño me dijo que yo no era como las demás chicas, y que le gustaba de verdad. Y más tarde, una semana después, empezaba a salir con Dafne, con la que anteriormente había tenido algo más que una amistad.
- ¿Cómo estás, Leire?
- Muy bien, gracias. Ya veo que estás bien acompañado.
- Sí, bueno… Dafne y yo tan solo llevamos dos días saliendo, pero parece que nos va bien.
- ¿Os conocéis? – acababa de llegar Edgar.
- Sí, nos presentamos el día de tu fiesta. Pero vamos, solo intercambiamos un par de palabras, y nada más. – miré a Eloy en señal de que no dijera nada de todo lo que había pasado entre nosotros. Él lo entendió.
- Menos mal, porque Eloy es un ligón, ¿verdad amigo? – Edgar pegó un trago a su cubata, y Eloy hizo lo mismo.
- ¿Enserio? – dije yo. – Pues no tiene pinta. Aunque mirándolo mejor….sí, si tiene pinta de ligoncete. – Eloy sonrió, y no se atrevió a decir nada por miedo a lo que pudiera decir yo.
Nos despedimos de él y de todos los demás, y volvimos con Isaac, Ben y mis amigas, que aún se encontraban en el banco, hablando alegremente y sin ninguna preocupación en la cabeza. Yo, en cambio, tenía miedo de que más tarde Eloy le pudiera decir algo a Edgar de lo que tuvimos en su fiesta. Esperaba que Eloy no fuera de esos chicos, y mantuviera su perfecta boca cerrada.
Cuando llegamos, todos aplaudieron en señal de que nos echaban de menos. Parecía como si hubiéramos estado poco tiempo sin ellos, pero habían sido casi veinte minutos.
Isaac sacó de su bolsillo derecho del pantalón un paquete de cigarros, y cogió uno para él, y dos más, uno para Ben y otro para Edgar. A nosotras nos ofreció, aunque ninguna quiso.
Me senté en unos de los bancos. Tenía los pies engarrotados. No estaba acostumbrada a llevar ese tipo de tacones, y me estaban pasando factura. Y aún me quedaba noche por delante. Tenía que aguantar como fuera.
Giré la cabeza hacia el banco donde estaba Eloy y Dafne. Él me estaba mirando. Desvié inmediatamente la cabeza hacia otro sitio. Me había pillado mirándole. A lo mejor pensaba que él me gustaba. Nunca me había gustado. Simplemente que aquel día estaba destrozada porque había visto a Edgar liándose con Fanny en una habitación. Y él me ayudó a olvidar todo aquello, pero nada más. Después pensé que él podía ser diferente, distinto a todos los chicos que conocía, pero me acababa de dar cuenta de que no, era idéntico a todos los demás. Por ello, a lo mejor, había confundido los sentimientos, y había podido pensar que Eloy me gustaba un poco. Pero no.
- Chicas, nosotros nos vamos a ir a ver si pillamos… - dijo Edgar.
- ¿Os queréis venir alguna? – preguntó Ben.
- Yo paso. Ya sabéis que a mí todo eso no me gusta para nada. – añadí yo.
- Eso. A mi hermana dejarla aparte en todo este rollo. No quiero que siga los pasos de su guapo hermano mayor. – dijo Isaac haciéndose como si se levantara el cuello de la camiseta que llevaba. Todos reímos.
- ¿A ti no te hace falta abuela, verdad? – le pregunté.
- Que graciosa eres, enana.
- No menos que tú. – le sonreí para picarlo, aunque no lo conseguí.
- Bueno, ¿entonces no os queréis venir ninguna? – volvió a preguntar Ben.
- No. Nos quedamos aquí las tres. – contestó Auro.
- Vale. Luego nos vemos.
Se fueron los tres fuera del parque. ¡Menudo trío hacían! Los tres mosqueteros. Eran tal para cual. Cada uno tenía una personalidad diferente, pero entre ellos se complementaban perfectamente. Como nos ocurría a Auro, Nanni y a mí. Al principio tenía miedo de que Auro pudiera quitarme a mi mejor amiga, aunque pronto me di cuenta de que ella se convertiría en otra mejor amiga. Mejor dos que una. Nos habíamos hecho inseparables.
Volví a mirar al banco donde se encontraban todos los demás, pero esta vez vi a cuatro personas más que no me esperaba ver allí. Ya había llegado, y con ello mis temores y mis miedos.
- Chicas, acaba de llegar Fanny y sus amigas. – dije.
- ¿Qué me estás contando? ¡Lo que faltaba! – dijo Nanni llevándose una mano a la cabeza. – No puedo con ella. Es mala porque sí. Le gusta ser mala. Disfruta con ello.
- Lo sé, ¿qué me vas a contar a mí? – añadí.
- Mírala allí, hablando con todos como si nada pasase. Mirad con qué cara la está mirando Carla. – dijo Auro.
- Claro. Mi hermana no la aguanta, pero desde siempre. Está esperando cualquier oportunidad para dejarle las cosas claras, y si puede darle alguna que otra bofetada en la cara… – agregué.
- ¡La odio a muerte! – Nanni se sentó en el banco al lado mío, y me cogió con un brazo.
- Me dan pena Raquel, Jess y Karen. Son buenas chicas, lo que pasa que Fanny manda sobre ellas, y no pueden comportarse tal y como son.
- ¡Pues que se jodan! Tiene fácil solución: que no se junten con ella. – Auro se estaba exaltando.
- Sí, bueno…no creo que sea tan fácil. Es solo una opinión. – añadí.
- Mira, por allí viene mi primo Dani. Parece que él tampoco la soporta.
Yo sabía que Dani había salido con Fanny, pero no quise decir nada, por si él no quería que se supiera. Habían salido juntos, pero ella le puso los cuernos a él con Edgar, y entonces Dani empezó a salir con Carla, aunque desconocía si con mi hermana había estado mucho tiempo o no.
Dani venía hacia nuestro banco. Era un chico alto y bastante musculoso. Tenía unos andares muy chulescos. Llevaba una barba de dos o tres días que le hacía aparentar más de sus dieciocho años. Su pelo lo llevaba ligeramente despeinado, pero echo adrede. Sabía perfectamente lo que le quedaba bien, y lo acentuaba al máximo.
- Hola chicas, ¿qué tal? ¿Cómo lleváis la botella? – la miró de reojo y sonrió al ver que llevábamos más de la mitad. – Veo que va bien, sí.
- Mira, ahora mismo yo me voy a echar otro. – me bebí de un solo trago lo que podía quedar en mi vaso, poniendo cara de asco cuando me lo hube terminado.
- ¿Demasiado fuerte? – él rió.
- Un poco. – sonreí, y me puse otro, bastante cargado, aunque me prometí que ese sería el último. Iba demasiado mareada, y no quería estropear la noche.
- Espero no molestaros. – añadió Dani. – Es que acaba de llegar Fanny y sus perritos falderos, y no me apetecía compartir con ella el aire que respiro. – todas sonreímos.
- Pues ya que lo dices, si que nos has molestado, porque estábamos hablando de algo muy importante. – le dijo Auro de morros.
- Lo siento, chicas. Me voy. Ya vuelvo luego.
- De eso nada. – miré a Auro descaradamente. – Tú te quedas aquí con nosotras, que no molestas para nada. Todo lo contrario. Eres bien recibido. Encima de que nos compra la botella para que hoy podamos beber…
- Eso, eso. – añadió Dani. – La próxima vez te la va a comprar… ¡mi tía! – todas reímos, incluso Auro.
- Mira que eres tonto. Con lo que te quiero yo. – Auro se levantó y se abalanzó sobre Dani para darle un beso en la mejilla.
- Basta, basta. Que Dani es mío. – dije yo. Me levanté del banco y me senté en una de sus rodillas. Él me cogió de la cintura para que no me cayera.
- Joder. En algunos momentos no me queréis ninguna, y otras veces os peleáis por mí.
- ¡Eh, eh! No te flipes primito, que estamos de coña. Que serás muy guapo, y estarás muy bueno y todo lo que tú quieras, pero no nos gustas a ninguna, y menos a mí. – Dani miró a Nanni que estaba negando con la cabeza. Después me miró a mí.
- ¿A ti tampoco? – me dijo bajando el tono de voz para que solo lo oyéramos los dos.
- ¿A mí? Un poquito. - ¿qué acababa de decir? ¿Qué me gustaba Dani un poco? ¿Me gustaba de verdad? Normalmente se dice que cuando la gente va borracha, siempre dice la verdad. ¿Me gustaba un poco Dani y no me había dado cuenta? Estaba hecha un lío. Y no había otro momento para estar confusa, nada más que la noche en que le iba a decir por fin a Edgar que quería salir con él.
- Ya estoy más tranquilo. – Dani sonrió pícaramente. – Bueno chicas, me voy a ir para allá a recargarme el cubata. Y voy a aprovechar ahora que Fanny no está. – miré hacia el banco. Era cierto. Fanny no estaba allí, pero sus amigas sí. Era un poco extraño.
Dani se levantó del banco y se fue con los demás. La verdad, es que Dani estaba muy, muy bien. ¿Pero en qué estaba pensando? A mí quien me gustaba era Edgar, ¿qué hacía pensando en Dani? Todo esto me estaba comiendo por dentro.
¿Dónde podría estar Fanny? Me resultaba demasiado raro que sus amigas estuvieran en el banco con los demás, y que Fanny, su cabecilla, no estuviera allí con ellas. Miré para todos lados, pero no la encontré. ¿Y si se había ido con Edgar, Ben y mi hermano? Podría ser. Seguro que estaba con ellos. Seguro que le estaba comiendo la cabeza a Edgar, contándole mentiras sobre mí e intentando separarnos. La conocía.
Escrito y publicado por Leire a las 19:46:00 14 me acuerdo de tí
martes, 9 de marzo de 2010
Empieza la fiesta del sábado noche.
Saqué de mi mochila el vestido que pensaba ponerme. Cuando mis amigas me lo vieron se quedaron con la boca abierta.
- ¿Te vas a poner eso? Dios, Leire, vas a estar preciosa. Y Edgar se va a quedar sin respiración.
- Lo sé. Es lo que pretendo. – todas reímos nerviosamente.
- Pues yo me voy a poner esto. – Auro sacó de su armario un mono vaquero de pantalón corto, que en la parte delantera llevaba una cremallera que bajaba hasta la parte baja de su lisa tripa. - ¿Os gusta?
- A mí me encanta. – dijo Nanni. – Y yo me voy a poner esto. – sacó de su mochila unos pantalones vaqueros muy cortos, y una camiseta larga, con un cinturón. – Ya me lo he puesto alguna vez que otra, pero ellos no me lo han visto.
- Vas a estar estupenda. – dije yo.
Nos empezamos a cambiar todas, mientras nos decíamos las unas a las otras lo bien que nos quedaba la ropa que habíamos decidido ponernos esa noche. Después nos fuimos al baño a pintarnos. Yo no quería pintarme mucho, ya que el vestido era bastante llamativo, por lo que me pondría un maquillaje no muy oscuro. Por el contrario, Nanni y Auro acentuaron sus ojos con una base negra en el párpado.
A las doce ya habíamos terminado. Yo estaba nerviosa. Me temblaban las piernas solo de pensar en lo que podía pasar esa misma noche. Tendría que ser valiente y decirle a Edgar que desde siempre me había gustado (aunque eso él ya lo sabía) y que había decidido darle una oportunidad.
Aunque por otro lado estaba Fanny. Le había dicho a Edgar en el Fotolog que esta noche le iba a decir algo que iba hacer cambiar la opinión que tenía sobre mí. ¿Qué podía ser? Por una parte tenía miedo de que llegara ese momento, pero en cambio, por otra, estaba impaciente porque llegara.
Aún era un poco pronto para bajarnos al parque, por lo que decidimos empezar a beber en casa de Auro. Así luego, cuando llegáramos a donde estaban todos, no tendríamos tanta vergüenza, y podríamos hablar tranquilamente con todo el mundo.
- ¿Pero qué hacéis bebiendo ya? – preguntó Hugo cuando llegó al comedor y nos vio a las tres sentadas alrededor de la mesa preparándonos tres cubatas.
- Es que así ya vamos cogiendo el tono, que sino luego nos da vergüenza. Como aún no estamos del todo dentro del grupo pues…
- Os entiendo. Pero no bebáis mucho ahora, que sino luego para que os aguante tendréis que beber el doble.
- No te preocupes, que con bebernos éste ya vamos en nuestro punto.
- Ja, ja, ja. – se rió Hugo. – Niñas.
- Vete a la mierda, gilipollas. – dijo Auro chillando. Hugo ni se inmutó.
- Bueno, yo me voy a ir a por Dani, y nos vamos ya para el parque.
- Pues vale. – contestó Auro de malas maneras.
- No te me enfades, tonta. – Hugo quiso darle un beso pero Auro se apartó a tiempo. Hugo le cogió la cara con las dos manos y le plantó un beso en la frente. – Adiós chicas, luego os veo.
- Adiós Hugo. – contestamos Nanni y yo a la vez.
Hugo desapareció por la puerta. Nanni y yo nos miramos y empezamos a reírnos de la situación que se había producido. Auro, al vernos, también soltó alguna que otra carcajada.
En quince minutos, nos bebimos el cubata que nos habíamos preparado, y enjuagando los vasos y limpiando lo que habíamos ensuciado, cogimos todas las cosas y nos dirigimos hacia el parque.
Eran las doce cuarenta y cinco cuando llegamos al parque. Miré por todos lados, pero no pude distinguir si entre toda esa gente se encontraba Edgar o no. Estaba demasiado mareada para poder ver las caras de todos lo que se encontraban allí.
- Chicas, voy un poco contenta ya. No os quiero decir cómo voy a acabar esta noche cuando nos hayamos bebido toda esa botella. – dije yo mientras me arreglaba un poco el escote del vestido.
- ¡Madre mía! Si esto está llenísimo. – dijo Auro. – Y allí está tu hermano, Leire. Está guapísimo.
- Venga, chicas, vamos a dejar esto en algún banco y vamos a empezar a beber, que si no nos vamos a quedar atrasadas. – Nanni fue directa hacia uno de los bancos que quedaban libres.
Dejamos todas las cosas en el banco y nos echamos otro cubata. Cuando le pegué un trago me di cuenta de que me había echado demasiado Vodka, pero ahora ya no había vuelta atrás. Me lo iba a beber así.
Miré, de nuevo, para ver si podía distinguir a alguien. Vi, donde me había dicho Auro, a Isaac y a Carla. Allí también estaban Ben, Hugo, Dani, Cynthia, Eric y Edgar. Estaba guapísimo. Llevaba unos pantalones vaqueros ajustados, pero bajos de cintura. Desde aquí podía ver que dejaban al descubierto unos calzoncillos de Calvin Klein. Arriba, llevaba una camiseta de manga corta que marcaba todos sus músculos. Suspiré. Era perfecto. Y esta noche iba a ser perfecta.
- ¡No me lo puedo creer lo que estoy viendo! – dijo Nanni pegando un salto.
- ¿Qué pasa? ¿Qué has visto? – dijo Auro mirando hacia todos lados como una desesperada.
- Allí, mirad. Van hacia el banco de Isaac y los demás. – miré hacia aquella parte. Pude ver a lo que se refería Nanni. Habían llegado Dafne y… ¡Eloy! Los dos iban cogidos de la mano. ¡Cogidos de la mano!
- Ahora entiendo por qué Eloy no quería saber nada de mí y me dio largas. Estaba con Dafne. – dije yo pegándole un trago a mi cubata y bajando la cabeza en señal de vergüenza.
- No te preocupes, L. Ahora Eloy no te importa, porque a partir de esta noche vas a empezar a salir con Edgar, ¿recuerdas? Esta es tu noche, y nada ni nadie te la va a estropear, ¿me has oído? – dijo Nanni cogiéndome por los hombros y mirándome a los ojos.
- Gracias, N. – ella sonrió. Le abracé. Auro se apuntó al abrazo, creando uno colectivo.
- Chicas, no quiero alarmaros… - empezó diciendo Nanni. Nos separamos. – Pero vienen hacia aquí Isaac, Ben y Edgar. – como por arte de magia empezamos a ponernos nerviosas. – Tranquilas. Relax.
- Hola chicas. – era Ben. - ¿Cómo está la enfermita? – dijo mirándome a mí con una sonrisa en la boca.
- Bien, bien. Estoy estupendamente. – sonreí.
- Ya, ya lo veo. – Edgar se giró hacia Ben y le echó una mirada que habló por sí sola.
- Vale ya, Ben. No empieces, o Edgar hoy te partirá la boca. – dijo Isaac. Todos reímos menos Edgar y yo, que no parábamos de mirarnos.
- Voy a echarme otro cubata. – dijo Edgar cortando las carcajadas. – Leire, ¿me acompañas?
- Claro, como no.
Miré a mis amigas. Ellas asintieron, y me fui con Edgar. Él me miró con esos ojos verdes que cortaban la respiración.
- He visto la foto que has colgado en tu Fotolog. – empecé diciéndole, ya que ninguno de los dos nos atrevíamos a hablar.
- ¿Enserio? Pensaba que no sabías que tenía Fotolog.
- ¡Claro que lo sabía! – él sonrió. – Bueno… me enteré por casualidad. – bajé la mirada. Había intentado arreglarlo, pero había sido peor el remedio que la enfermedad.
- Oye, estás preciosa. – me dijo cogiéndome de la mano y dándome una vuelta. – Me vas a volver loco con ese vestido. – reí nerviosamente.
- Tú también estás guapo. Pero estarás acostumbrado a que las chicas te lo digan constantemente. – él se detuvo.
- Pero a mí me da igual las demás chicas, porque la única que me importa eres tú, y nadie más. – se acercó a mí. Pasó su mano por mi cintura, y me atrajo hacia él. Empecé a temblar, pero no de frío, sino de nervios. Y él lo notó. - ¿Por qué tiemblas?
- Por tu culpa. Me pones nerviosa.
- ¿Enserio? Vaya, la primera vez que me lo dicen.
- No, no creo. – puso su dedo índice en mis labios. Y, después, repasando el contorno de mis labios con su dedo gordo, se acercó un poco más a mí y me besó. Allí, en medio de todo el parque, con toda esa gente mirándonos. Pude oír como algunos silbaban. Otros decían “Venga Edgar, que ya es tuya”. Nos separamos. - ¡Qué vergüenza!
- ¿Por qué? Es una cosa natural que hace todo el mundo.
- Pero no lo hacen aquí en mitad de toda la gente. – dije mientras intentaba esconderme detrás de mi bolso.
- Anda, no seas tonta. – él sonrió.
Escrito y publicado por Leire a las 20:00:00 21 me acuerdo de tí
martes, 2 de marzo de 2010
Me alegro de verte.
Al salir vi a Nanni que venía hacia mi casa. Le hice un gesto con la mano, y vino casi corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. Me dio un abrazo.
- ¡Leire! ¡Que ya es sábado!
- Si, lo sé, N. Estoy nerviosa, me tiembla todo el cuerpo.
- Vaya tonta estás echa. Hoy no es para pasar nervios, hoy es para divertirse.
- Sí, sí. Pero no puedo remediarlo. Pienso en que le voy a decir a Edgar que si y unos escalofríos me recorren todo el cuerpo.
- ¡Ay! Me va a dar algo. – Nanni se abalanzó sobre mí y me abrazó de nuevo.
- Por cierto, os es el día en el que te vas a lanzar a Eric, ¿eh? Me lo prometiste el día de la película en mi casa.
- Hombre, claro. Pero siempre que vea la situación correcta.
- No te preocupes que sino la ves, ya te la busco yo. – las dos reímos nerviosamente.
Nos encaminamos hacia la casa de Auro. Nanni también llevaba una mochila, en la que supuse que llevaba todo la ropa de esa noche, así como el maquillaje adecuado.
Llegamos por fin a casa de Auro. Llamamos a la puerta, pero no nos abrió ella, sino su hermano Hugo.
- Hola chicas, ¿cómo estáis? Pasad, pasad. – se apartó hacia un lado. Entramos las dos y dejamos las mochilas en el comedor.
- Bueno, Hugo, un beso que no te he dicho nada. – dijo Nanni. Se acercó a él y le dio dos sonoros besos, y después un abrazo. Ellos habían estado saliendo, y aunque cortaron y luego estuvieron un par de días intentándolo, habían acabado como muy buenos amigos, y se apreciaban mucho.
- Cuñada, ¿no me vas a dar tú también dos besos? – me sonrojé. Cuñada. Si lo de Carla y Hugo salía bien, yo sería familia de Auro.
- Claro que sí. – me acerqué a él y le planté dos besos en la cara. Él sonrió.
Auro apareció por la puerta tan solo unos segundos después. Echó a su hermano casi a patadas de allí, aunque nosotras le dijimos que no nos molestaba, que si quería se podía quedar, aunque Auro insistió en que lo mejor era que se fuera. Hugo, con cara de mosqueo, se fue a la ducha.
- Chicas, lo mejor va a ser que bajemos ya a comprar las bebidas y eso, no vaya a ser que nos cierren el supermercado, y entonces ya tenemos la noche arreglada.
- De acuerdo. – dije yo.
Bajamos al supermercado que Auro tenía cerca de casa, que era al que normalmente solía ir yo a comprar. Antes de ir a la sección de bebidas, pasamos por la sección de congelados, y cogimos un par de pizzas. “Esto para cenar” dijo Auro. Nanni cogió un par de bolsas de papas. “Esto para acompañar a la cena” añadió. Todas reímos.
Pasamos por delante de las bebidas y nos paramos en seco. Miramos todas las clases de bebidas que había.
- ¿Qué os apetece? – preguntó Auro.
- No sé, a mí la verdad es que me da igual. Bueno no, no me da igual. Whisky y Ron no quiero, por favor, que luego al día siguiente estoy para que me tiren a la basura.
- Vaya, justamente lo que me gusta a mí. – era la voz de un chico. Nos giramos las tres y allí estaba Dani, con su típica sonrisa pícara y esa mirada que hacía a cualquier chica estremecerse.
- Hola Dani. – dije yo y enseguida me abalancé a darle dos besos y un abrazo. No había tenido mucha relación con él, pero el poco tiempo que habíamos compartido juntos me había creado cierta confianza.
- Hola guapetona, ¿cómo estás? Cuanto tiempo sin verte, joder. Y cada vez estás más guapa, ostia. – me sonrojé. Me volvió a abrazar.
- Eso es porque me ves con buenos ojos. – los dos reímos. Pero una tos provocada cortó nuestra juerga.
- Hola primo, que ni saludas a la familia. – dijo Auro.
- Que pesada eres, primita. Siempre quieres que te salude la primera, y te veo casi todos los días. Pero no te me pongas celosa, anda, que sabes que eres mi prima favorita. – sonrió pícaramente dejando al descubierto sus perfectos dientes blancos. – Nanni, que a ti no te he dicho nada. Vaya, tú también estás guapísima. – Nanni también se sonrojó. – Madre mía, si es que ahora las niñas de quince años sois guapísimas y tenéis un cuerpazo. ¡Como me gustaría volver a tener vuestra edad! – todas reímos nerviosamente, aunque sabíamos de sobra que Dani nunca se fijaría en unas chicas como nosotras. O por lo menos, eso era lo que pensábamos. Fanny era la excepción.
- Oye, Dani, ¿nos harías un favor muy grande? – dijo Auro.
- Pide por esa boquita, prima. – contestó él.
- ¿Nos podrías comprar tú la bebida? Es que puede ser que nos pidan el carnet y…
- Vale. Venga elegir la que queráis. Yo mientras voy a coger unas cosas que me ha pedido tu tía. Ha tenido todo el día para mandarme, y me lo tiene que decir ahora. Si es que… - Dani se alejó.
- ¿Y ese abrazo con Dani? – preguntó Nanni mientras me cogía del brazo.
- Tía, un abrazo sin más. Le tengo mucho cariño. Se ha portado bien conmigo.
- Pues porque sé que esta noche le vas a decir a Edgar que si, sino hubiera pensado que esta noche querías algo con él.
- ¿Estás loca? ¡NO! – dije yo casi chillando. Varios chicos que estaban por allí también mirando varias botellas, se giraron al oír mi sonoro “no”.
- Vale, vale. No hace falta que chilles, loca. – las tres reímos. – Bueno, ¿qué cogemos?
- Yo por mí Vodka. Es lo único que he probado y sé que me gusta. – dije.
- Vale, por mi bien. Aunque en esta vida hay que probar cosas nuevas, L. – dijo Nanni pícaramente.
- Muy bien. – Auro cogió la botella de Vodka.
Cogimos también una botella de fanta de naranja, algunos vasos de tubo y una bolsa de hielo. Fuimos de nuevo a la sección de bebidas alcohólicas, ya que era allí donde habíamos quedado con Dani. Y cuando llegamos, allí estaba él. En una mano una botella de suavizante, y en la otra una botella de Ron que acababa de coger. Con un gesto de cabeza, nos acercamos a él y nos fuimos hacia la caja que nos parecía que estaba más vacía, pero que al final era la que más lenta iba. Es la ley del supermercado. Da igual en la caja que te pongas, resulta que esa siempre va a ser la más lenta. Y no se te ocurra cambiarte, porque entonces en la que estabas antes irá más rápida que en la que te acabas de poner. Sí, eso es así.
Pusimos todas las cosas encima de la cinta transportadora. Pasó todos los productos, pero al llegar a las botellas, pidió a Dani que por favor le enseñará el carnet. Dani, para dejar a la cajera en una mala situación, y a la vez quedar bien delante de nosotras, sacó el carné de conducir, en vez del DNI. La cajera lo miró con cara de asco y le devolvió el carnet.
Una vez fuera del supermercado, Dani nos dio las botellas con los hielos y los vasos, así como las pizzas para cenar, y nos despedimos de él hasta esa misma noche.
Subimos a casa de Auro. Hugo ya había salido de la ducha, y se estaba arreglando el pelo para esa noche.
- Oye, nosotras nos vamos a poner a hacer la cena ya, así luego nos podemos arreglar tranquilamente. – le dijo Auro a su hermano.
- Vale, de acuerdo. Yo me estoy arreglando ya, porque sé que luego no me vais a dejar usar el baño.
- He comprado pizzas para cenar. – añadió Auro.
- Vale. Pues guardarme un par de trozos. Aunque creo que también me haré algo más.
- Lo que quieras. Por cierto, nos hemos encontrado al primo Dani en el supermercado.
- ¿Sí? ¿Qué os ha dicho? – preguntó mientras se giraba para mirarnos a las tres.
- Nada importante. Dice que esta noche también iba a ir al botellón del parque. Y, por cierto, ha sido él quien nos ha comprado las botellas, por si nos pedían el carné.
- La bebida, la bebida…
- ¿Pero qué dices? ¡Sí tú también bebes!
- Sí, pero yo no tengo 15 años.
- ¡Uy! Habló el mayor. ¡Tshh!
Auro salió del cuarto de baño, y Nanni y yo le seguimos. Entre los tres preparamos las dos pizzas que habíamos comprado, guardándole a Hugo la mitad de una. Después, para que la madre de Auro no se enfadara, lavamos los pocos platos que habíamos utilizado entre las tres, y nos fuimos a la habitación a arreglarnos.
Escrito y publicado por Leire a las 19:59:00 13 me acuerdo de tí
martes, 23 de febrero de 2010
Cada vez más nerviosa.
Abrí el armario y cogí ese vestido rojo que tanto me gustaba, pero que aún conservaba la etiqueta. Por fin lo podría estrenar. Esta era la ocasión especial. Era el día en el que le diría a Edgar que quería estar con él. Que le quería, que me gustaba, que desde la primera vez que lo vi me había enamorado de él perdidamente. Quería que fuera mío, por siempre y para siempre. Y ese vestido rojo estaba a la altura de aquella circunstancia.
Dejé el vestido encima de la cama. Cogí también los zapatos que Carla me había dado hacia dos días atrás. Los dejé cerca de la cama, para poder ver, una vez más, lo bien que quedaba ese conjunto. Aunque me faltaba un bolso. Revisé entre los míos, pero no encontré ninguno de mi agrado. Eran todos demasiado grandes, y no quedaban bien con ese vestido.
Fui a la habitación de Carla, y llamé a la puerta. Ella misma me abrió. Iba con una coleta en lo alto de la cabeza y sin pintar. Me era extraño encontrármela así, ya que siempre solía llevar algo de maquillaje en la cara. No es que lo necesitara, porque era de las chicas que tenía una belleza natural. Pero me había acostumbrado a verla siempre con un poco de colorete y la raya negra marcando sus bonitos ojos verdes.
- ¿Qué quieres?
- Venía a ver si me podías dejar un bolso para esta noche. Todos los que tengo son demasiado grandes y no me gusta mucho como quedan.
- Está bien, pero tú me tienes que dar ese bolso negro grande que tienes. Me va a quedar de miedo con los leguins de cuero.
- Claro, eso está hecho. – le sonreí. Estaba claro que si no se lo dejaba, ella tampoco me iba a dejar el suyo. Además, no me importaba.
- Anda, pasa enana.
Pase a su habitación. Muy pocas veces había pasado. Siempre me prohibía la entrada. No lo gustaba que la gente entrara en su habitación sin su permiso. La tenía bastante ordenada, pero aún así prefería la mía. Mi habitación por encima de cualquier cosa.
- Toma, aquí tienes. – me dio un bolso pequeño, con una correa bastante larga de eslabones entrelazados.
- Gracias Carla. Después de comer te acercas a mi cuarto y te doy yo el otro bolso, ¿vale?
- De acuerdo.
Salí de su habitación con el bolso entre las manos. Al llegar a mi cuarto metí algunas cosas dentro de él: un pintalabios, pañuelos, la cartera con el dinero y el DNI (aunque no sabía para qué, si cuando fuéramos al pub, por mucho que lo pidieran no podría entrar porque no llegaba a la edad). Metí también, aunque a presión, unas sandalias. Seguro que a mitad de la noche me cansaba de llevar esos zapatos de siete centímetros, y tendría que descansar. No estaba acostumbrada a llevar ese tipo de zapatos.
Después de comer, me subí de nuevo a mi cuarto. Nada más llegar, encendí el ordenador. Me fui directamente al Fotolog de Edgar, aunque no había nada nuevo en él. La misma foto, y algunos comentarios más acerca de la fiesta de esta misma noche. Miré de nuevo la foto. La verdad, es que Edgar salía guapísimo. Tenía la típica cara que él solía poner para hacerse el interesante. Sabía de sobra, que con esa expresión era capaz de volver loca a cualquier chica.
Me conecté al Messenger. Allí estaban mis dos amigas. Abrí una conversación a tres. Siempre lo solíamos hacer.
- Hola chicas. – dije yo saludando a las dos.
- Hola Leire, ¿qué tal? ¿Estás preparada para la fiesta de esta noche? Va a ser muy buena… - dijo Nanni.
- Y la vamos a pillar muy gorda. – añadió Auro.
- Chicas, esta noche es la noche. – dije yo.
- ¿A qué te refieres? – preguntó Nanni muy intrigada.
- Esta noche va a ser la noche en que le voy a decir a Edgar que quiero estar con él. Que desde siempre lo he querido, y que quiero compartir el resto de mis días con él.
- ¡Bien! – dijo Auro. – Muy bien, Leire. ¡Madre mía! Eso no me lo quiero perder por nada del mundo.
- ¡Por fin! Edgar y Leire. – añadió Nanni. – Lo que siempre habías deseado, L, y por fin se hace realidad. ¡Enhorabuena!
- Gracias chicas. Estoy muy eufórica. ¡Quiero decírselo ya!
- Nos lo imaginamos. – dijo Nanni.
- Oye chicas, ¿por qué no os venís a cenar a mi casa? Mis padres se van a cenar a casa de unos amigos y estoy sola en casa. – propuso Auro. – Mi hermano también estará, pero Jenny no, que se va con mis padres.
- Vale, por mí bien. – dije yo. – Nos llevamos la ropa y nos cambiamos allí, ¿no?
- ¡Claro! Pero venir un poco antes de las nueve, porque tenemos que ir a comprar las bebidas para esta noche. Nos compramos una botella para las tres, así nos gastamos menos dinero y bebemos lo que queramos, porque yo no sé lo que estos van a comprar.
- Muy bien. – añadió Nanni. - ¿Te parece bien que vayamos sobre las ocho?
- Me parece estupendo. Pues aquí os espero a las ocho, ¿vale?
- Vale. – dijo Nanni. – L, pues a las ocho menos cuarto paso a por ti, y nos vamos juntas para allá.
- Ok N. Chicas, luego nos vemos. Voy a ver si hecho un rato la siesta que si no esta noche no voy a poder aguantar hasta las tantas.
- Vale. Adiós. – dijeron las dos.
Me desconecté. Miré el reloj del ordenador. Ya eran las cinco de la tarde. La siesta iba a ser corta, porque me tenía que duchar antes de que Nanni viniera a por mí.
A las seis y media me desperté. Me metí en la ducha aún con los ojos cerrados. El agua fría recorrió mi cuerpo. Fue lo que me despejó por completo y me hizo pensar en la respuesta que le iba a dar a Edgar esa noche. No había pensado en las palabras adecuadas para darle la noticia. No quería pensar demasiado en ello. Es mejor decirlo como lo sientas en ese momento, porque, normalmente, cuando te lo preparas, siempre pasa algo que lo estropea y no queda nada bien.
Me arreglé el pelo. Cogí el rizador de pelo y me hice unos tirabuzones. Me lo dejé suelto. El pelo suelto siempre es más sexi. Además, si a ese vestido rojo pasión le ponía un recogido, dejaba al descubierto demasiada espalda y escote, y no dejaba nada a la imaginación. Y eso no era lo que yo quería.
Metí el vestido en una mochila, junto con las pinturas y los zapatos. Estaba nerviosa. Me temblaban las manos. Debía tranquilizarme.
Me acordé del bolso que tenía que dejarle a Carla, así que lo busqué y lo dejé encima de la cama.
Salí de la habitación con la mochila acuestas. Mi madre estaba en el salón, junto con mis hermanos. Carla estaba leyendo un libro que hacía poco se había comprado. Isaac, en cambio, veía la tele con cara de aburrido.
- Mamá, me voy a casa de Auro a cenar, ¿vale?
- De acuerdo, pero… ¿qué llevas en la mochila, cariño?
- Llevo lo de esta noche, mamá. Voy a salir un rato con mis amigas y después nos vamos a ir a un pub.
- Leire, cariño, no me gusta que te vayas por ahí sola con tus amigas, aún eres demasiado pequeña y…
- Mamá, no le eches el rollo. Va a estar con nosotros esta noche. – me ayudó Isaac.
- ¿Es verdad, Carla? – mi madre se dirigió hacia mi hermana, que levantó la vista del libro.
- ¿Es que no me crees a mí? – dijo Isaac.
- Claro que sí, lo que pasa que como siempre defiendes a tu hermana y le echas cables para que no le diga nada, no sé cuando me mientes y cuando no.
- Sí, mamá. Leire va a estar con nosotros. Y después nos vamos a ir todos a un pub donde nos dejen entrar y donde no sirvan nada de alcohol.
- Entonces… no iréis al parque a hacer botellón, ¿no?
- Mamá… ¡claro que no! – dijo Carla. – Al parque si vamos a ir, pero vamos a estar allí charrando un rato y bebiéndonos algunas cervezas, pero nada más.
- De acuerdo, ya me quedo más tranquila. No os paséis con la cerveza, ¿eh?
- No mamá, no te preocupes. – me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla. Hice lo mismo con mis hermanos.
Salí de casa. No me gustaba mentir a mi madre, aunque en verdad yo no le había contado ninguna mentira. Todo lo había dicho Carla. Ella era la culpable, aunque a mí me había venido muy bien.
Escrito y publicado por Leire a las 20:00:00 17 me acuerdo de tí
martes, 16 de febrero de 2010
Con ojeras.
Abrí un ojo. Después el otro. Toda la habitación estaba a oscuras, aunque por una rendija de la persiana podía ver un rayo de luz que intentaba colarse en mi habitación. “Ya es de día” pensé. Me di la vuelta y miré el reloj del móvil que estaba encima de la mesita de noche. Marcaba las doce de la mañana.
Me levanté de un salto. Nunca solía dormir tanto tiempo. Normalmente era de las primeras en levantarme en casa, pero ese día se me habían pegado las sábanas.
Me miré en el espejo que tenía en mi habitación. Delante de él estaba yo, recién levantada, con el pelo alborotado y ojeras de no haber pasado una buena noche. Me había costado mucho poder conciliar el sueño, aunque por fin lo logré cerca de las tres y media de la mañana.
Entre trompicones salí de la habitación y me fui al cuarto de baño a lavarme la cara y a despejarme. Allí estaba Carla peinándose, y haciéndose diferentes peinados para esa misma noche.
- Ese no me gusta mucho.- le dije mientras me secaba la cara. Se había hecho una coleta en lo alto de la cabeza.
- ¿Enserio no te gusta? Vaya. A mí era de los que más me han gustado.
- Pues no, eso no te lo hagas. Te quedaría mejor si te plancharas el pelo y te recogieras el flequillo hacia atrás dejándote una especie de tupé.
- ¿Tú crees? – preguntó mientras se soltaba la coleta.
- Si. Además, te pega con la ropa que vas a llevar esta noche.
- Gracias, Leire. Parece mentira lo que nos está ocurriendo, ¿verdad? Antes nos llevábamos a matar, y ahora parece que nos caigamos bien y todo. – soltó una pequeña risotada.
- Carla, tú a mí nunca me has caído mal. Además, eres mi hermana.
Carla guardó las cosas del pelo en su cajón del baño y se fue. Me quedé mirándome al espejo. La verdad es que tenía una cara espantosa. Debería utilizar mucho maquillaje esa misma noche para poder tapar todas esas ojeras, que casi podía pisármelas.
Salí del cuarto de baño y me fui directamente a la cocina a tomarme un buen vaso de zumo fresco. Allí no había nadie. Abrí la nevera y cogí el brick de zumo de manzana, mi favorito. Me eché en un vaso limpio que había cogido del armario.
- ¿Cómo estás hoy, enana? – Isaac acababa de aparecer por la puerta de la cocina.
- Bien, muy bien. – contesté yo.
- Me alegro. – se acercó a mí, me dio un beso en la mejilla y me quitó el vaso de la mano dándole un gran trago. Me devolvió el vaso con una amplia sonrisa en la cara. Me di cuenta de que se lo había bebido todo de un trago.
- Que sea la última vez que haces eso, ¿de acuerdo?
- Si, señorita. Además, ¿qué más te da? En la nevera hay más. Ves y llénatelo.
- Por eso. Como en la nevera hay más, ¿tanto te cuesta cogerte tú un vaso y echarte zumo?
- No, pero es que tú lo haces con más cariño que yo. – se volvió a reír. – Venga, anda, no te enfades, que estás muy fea cuando te mosqueas.
- Déjame en paz, anda. – dejé el vaso vacío en la pila de fregar y me fui a mi cuarto dando pisotones.
Cogí el móvil que aún seguía encima de la mesita y volví a mirar la hora. Pero en vez de ver el reloj, vi que tenía un mensaje. Lo abrí:
“Buenos días, Leire. ¿Cómo estás? Espero que ya estés mucho mejor, y que no te haya vuelto a dar otra vez ese mareo que se que provoqué yo. Espero que me perdones. Un beso para tus dulces labios. PD: Esta noche te veo, preciosa”
Sonreí para mis adentros. ¡Qué mono era! ¡Si es que estaba en todo! No puede evitar contestarle. Le dije que ya estaba mejor, que no se preocupara más. Que la culpa de ese bajón de tensión no había sido por él, sino por la situación en general. Y que esta noche nos veríamos.
“Toc, toc”. Alguien llamando a la puerta. La puerta se abrió y ahí estaba él, apoyado en la puerta y con un vaso de zumo en la mano.
- ¿Qué haces, Isaac?
- Sé que al final no te has tomado el desayuno por mi culpa, por eso vengo a traerte otro vaso. – se acercó a mí con una sonrisa en los labios mientras me daba el vaso.
- Gracias, Isaac. – también le sonreí y di un sorbo de zumo.
- Está echado con mucho amor, ¿eh? – los dos empezamos a desternillarnos de risa.
- Lo sé.
Salió de mi habitación con esos andares tan característicos de él. Mi hermano era muy puntilloso, y siempre me hacía rabiar, pero era una muy buena persona y tenía un gran corazón. Desde siempre me había estado cuidando. Cuando Carla me trataba mal y me llamaba niñata, era él el que se enfrentaba a ella y me defendía. Le tenía más aprecio a él que a Carla, todo había que decirlo.
Me bebí de un sorbo el zumo que mi hermano me había traído. El de manzana. Sabía que ese era mi favorito.
Me quité le pijama y me puse la ropa de estar por casa. Un vestido corto pero a la vez muy cómodo. Era bastante viejo, pero era el único con el que estaba verdaderamente a gusto.
Arreglé un poco la habitación. Después de toda la semana, siempre quedaba algo desordenado. Recogí toda la ropa que podía haber dejado de toda la semana y la tiré a lavar. Las correspondientes sandalias fueron directamente al zapatero.
Miré la habitación contenta del trabajo que había realizado. ¡Ahora sí que parecía una habitación!
Escrito y publicado por Leire a las 20:00:00 17 me acuerdo de tí
jueves, 11 de febrero de 2010
Fotolog.
Nota de la Autora: ¡SORPRESA! Una nueva entrada. Porque sí, porque sois los mejores y porque os pasais cada martes para leer un trozo de mi humilde novela. Porque me habeis llegado al corazón, y porque os lo mereceis. Un beso a todos. Siempre vuestra. Leire.
Estuvimos hablando durante media hora más, y después las chicas decidieron irse cada una a sus respectivas casas. En cuanto oí la puerta de la calle como se cerraba, me levanté y enchufé el ordenador. Como siempre, lo primero que hice fui ir al Fotolog de Edgar, para ver si había actualizado. Me encontré con una foto de él en donde sus manos estaban a modo de balanza. Estaba retocada con photoshop. Encima de una de las manos ponía “pros” y en la otra “contras”. La mano de la de “pros” estaba más para abajo. Sonreí. No pude evitarlo. Me había dedicado una foto en su Fotolog. ¡No me lo podía creer! No había una foto mía puesta, pero sabía perfectamente que eso iba por mí, ¿por quién si no? En el texto de debajo de la foto hacia referencia hacia que estaba esperando impaciente a que llegara el sábado, para saber si de verdad ganaban los “pros”. Abajo, un simple “te quiero” que significaba mucho para mí.
Cuando estaba a punto de cerrar la página, me llamó la atención un comentario. Leí de quien era: “Fanny_loquita”. Sin duda, era Fanny. Ponía lo siguiente:
“¿Qué es eso de los pros y los contras? Espero que no vaya por la niñata esa, Edgar. Está mañana te he contado toda la verdad. Espero que no le creas a ella y me creas a mí. Yo te sigo queriendo, y no se me quita de la cabeza esa tarde en tu fiesta. Y si de verdad me crees, mañana te voy a contar una cosa que te va a dejar de piedra. Entonces si que no querrás verla nunca más. Porque ella no es lo que parece. Un besito guapetón.”
¡No me lo podía creer! ¿Pero qué estaba pasando? ¿Quién era Fanny para hablar de mí, y encima en un Fotolog, donde cualquier persona podía leer lo que había puesto? ¿Y qué quería decir con eso de que no soy lo que parezco? No salía de mi asombro. Iba a por mí, y no pararía hasta quitarme de en medio. Porque eso es lo que yo hacía: molestar.
Apagué el ordenador con mala leche y, pegando un portazo al salir de la habitación, me bajé a la cocina donde estaba mi madre preparando la cena, como todas las noches.
- ¿Cómo te encuentras? – me preguntó mi madre levantando la cabeza de la ensalada que estaba preparando.
- Bien, mamá. Ya me encuentro mucho mejor. Me he echado un poco la siesta, y parece que me ha sentado bien.
- Claro. Por cierto, ¿qué quería Edgar? Nada más abrir la puerta ha preguntado por ti y por tu estado de salud.
- Si. Fue él el que me llevó a la enfermería cuando me pasó el incidente en clase. Se ha portado muy bien conmigo, y se ha preocupado bastante. Y me dijo que vendría a verme, para quedarse más tranquilo.
- ¡Qué buen chico es! Es un poco… ¿cómo lo decías ahora? ¿Chungo? – me empecé a reír. No pude evitarlo. Era muy gracioso ver a mi madre decir esa clase de palabras. No estaba acostumbrada a ello.
- Sí, mamá. Ahora se llama chungo. – volví a soltar una pequeña carcajada.
- Pues eso. Es un poco chungo, pero en verdad tiene muy buen corazón. Lo que pasa que ahora la juventud está muy alocada y solo piensa en una serie de cosas, que tú y yo sabemos y que no voy a comentar nada más al respecto. – me miró y me guiñó un ojo. Ambas sabíamos que se trataba del sexo y del alcohol, dos palabras tabú para mi madre. No le gustaba hablar de ese tipo de cosas, aunque sabía que algún día tendría que hacer frente a ello.
Empecé a poner la mesa mientras mi madre seguía preparando la ensalada. Mis hermanos no tardaron en bajar a cenar. Tenía un sexto sentido o algo parecido. Olían la comida a distancia. Y siempre solían bajar cuando la mesa ya estaba preparada y la comida encima de la mesa.
Cenamos mientras conversábamos amablemente. El tema estrella de la cena fue mi casi desmayo en clase. Tuve que dar todos los detalles, aunque no comenté que había sido a causa de la mentira que Fanny se había atrevido a decir delante de Edgar y, peor aún, delante de mí.
Después de cenar y de despedirme de todos con un beso en la mejilla, subí a mi habitación. Me puse el pijama y me acosté en la cama. Apagué la luz, y me tapé con la sábana hasta la cabeza. Esperaba dormirme pronto, ya que mañana iba a ser un gran día, y debía estar relajada, sobre todo para poder aguantar por la noche toda la fiesta que me esperaba y que tanto había deseado durante toda la semana.
Y entonces me vino a la cabeza. “Y si de verdad me crees, mañana te voy a contar una cosa que te va a dejar de piedra. Entonces si que no querrás verla nunca más. Porque ella no es lo que parece.” Esas habían sido las palabras exactas que Fanny había escrito en el Fotolog de Edgar. ¿Qué pensaba decirle? Yo no había echo nada malo. Seguro que se inventaba algo. Ella era así, y le daba igual hacer daño a mil personas con tal de ella tener lo que quería, que en ese momento era Edgar.
Cerré los ojos con fuerza intentando eliminar esas palabras de mi cabeza, pero estaban grabadas como con fuego. Imborrables. Para siempre.
Escrito y publicado por Leire a las 18:51:00 19 me acuerdo de tí